El año pasado Alejandro Wiebe fue previsor. Notó que en cada viaje que realizaba junto a Mirko con su programa Por el mundo le sobraba material para poner al aire. Entonces fue guardando momentos compartidos con Susana Giménez, Wanda Nara, Araceli González y todas aquellas figuras que lo acompañaron a los distintos destinos. Podría decirse que hizo acopio, porque en aquel 2019 Marley pensó en este 2020: la idea era usar aquel backup en la nueva temporada, en caso de que surgiera una contingencia en sus salidas en vivo desde el país en el cual se encontrara. “Podía pasar que se nos cortara la conexión en algún vivo -fue el razonamiento-, o que viniera un tornado y nos quedáramos en el medio de la nada sin poder salir al aire. No sé, cualquier imprevisto”.
Y sí, ese imprevisto ocurrió en este 2020. Pero no como Marley lo hubiera pensado. Ni él, ni nadie. Hablamos de una pandemia generada por un virus con un poder de propagación enorme que llevó al confinamiento de medio planeta. Aislados, sin contacto social, apenas pudiendo salir al sol. Así dicho -y aún dicho hasta el hartazgo- suena increíble.
Eso cambió los planes de Marley, por supuesto. Pero no lo detuvo. Elaboró una alternativa y se la acercó a Telefe para que Por el mundo pudiera continuar al aire: recurrir a aquel material inédito de archivo y que la estrella de turno saliera al aire desde su casa, para compartir -a la distancias, pero juntos- las experiencias de aquel viaje realizado meses atrás.
La primera emisión se verá este domingo a las 21, con Susana desde Barrio Parque, Marley en su casa de Don Torcuato, y los dos rememorando su periplo por Australia. Siempre con Mirko, claro.
—¿Cuál es la expectativa de un estreno más, que no es justamente uno más...?
—Particular... (dice, casi con resignación). Lo vivo con la alegría de que al canal le haya gustado la idea. En este momento nadie en el mundo puede viajar, y surge esa cosa de: “Qué lindo estar ahí... ¡Cómo lo disfrutamos!”.
Por suerte la pandemia me agarró acá... ¡Imaginate si me encontraba en Japón haciendo ‘Por el mundo’ y con Mirko nos quedábamos varados allá!
—Serán viajes más nostálgicos. Un poco lo que nos pasa a todos nosotros: acordarnos de nuestra vida en libertad.
—Sí, es un poco eso. Y un poco también es lo que me pasa cuando prendo la tele y veo que todos los programas están hablando del coronavirus, las 24 horas. Si bien está bueno estar informado, me parece que el exceso también lleva a un hartazgo. Ya todos sabemos bastante del coronavirus, de cómo debemos aislarnos, del distanciamiento social. Me pasó que ayer tuve que ir a la farmacia a comprar una crema para Mirko y vi que la gente, por sí sola, ya se ubica a dos metros tuyos. Es más: me pedían una selfie, y se sacaban la foto a dos metros de distancia, haciendo malabares para que encajemos los dos en el mismo plano. El tema ya está inculcado. Y está bueno que la gente tenga un poco de esparcimiento, que pueda prender la tele y reírse un rato, y que no todo sea fin del mundo y preocupación.
—Le encontraste una vuelta de tuerca a Por el mundo cuando uno creía que un programa así ya no era posible. ¿La televisión debe reinventarse? ¿Es eso posible?
—No sé si reinventarse pero sí adecuarse a las nuevas reglas. Lo vengo hablando con el canal, porque si esto sigue así varios meses más y hacemos un programa de juegos, ¿cómo lo haríamos? Algunos tienen mucha gente en el estudio, juegos de contacto y demás. Tenés que adaptarte hasta que aparezca una vacuna y todos podamos volver a la normalidad. Esto nos agarró de manera inesperada, y en mi caso en particular, por suerte me agarró acá... ¡Imaginate si me encontraba en Japón haciendo Por el mundo y nos quedábamos varados allá! Siempre íbamos a lugares extremos y distantes. Nos hubiéramos encontrado con un bebé, en la otra punta del mundo, varados... Hubiera sido una complicación.
—¿Qué vamos a ver este domingo con Susana?
—Lo que más quiero en el vivo con Susana, ya que estamos con una cámara en su casa, es lograr que cocine. Viste que no te la imaginás a Susana en la cocina, haciendo algo... Mi idea es proponerle eso: que nos muestre cómo conoce su casa, ahora que está en cuarentena.
—¿Estás seguro? Mirá que el otro día tuvo problemas para prender el horno al hacer un pollo...
—¡Sí, puede pasar cualquier cosa! Por las dudas, vamos a llamar a los Bomberos (risas). También hay material del viaje que no mostramos, como la visita a un restaurante de Australia donde sirven canguro y platos típicos de allá. Y vamos a recordar cosas que hicimos juntos.
—¿Cómo es la logística? ¿Una cámara del canal va a tu casa, y otra, a la de Susana?
—Sí. Todo está súper cuidado. El otro día vinieron a grabar las promociones y (los camarógrafos y productores) tienen un traje como si fuere la NASA, de pies a cabeza, que se lo ponen encima de la ropa cuando entran a una casa, con otro calzado. Es casi como si fueran cirujanos que entran a tu casa para hacer un programa de televisión. ¡Es rarísimo! Cuando los vio, Mirko se asustó porque pensó que eran médicos. El otro día había venido una doctora a darle la vacuna antigripal, con el barbijo, todo. Yo le dije: “Es buena”. Y Mirko repetía: “La doctora es buena, la doctora es buena...”. Y cuando lo pinchó, dijo: “¡La doctora es mala!" (risas). Y ahora, cuando vio a los técnicos con todo ese traje, pensó que eran médicos: “No, doctores no, doctores no...”, decía.
En su propio mundo
De fondo, al otro lado del teléfono, se escucha ladrar a un perro con insistencia. Y también un chasquido de dedos. El dueño -se intuye- estará haciendo malabares para que la mascota repare en el silencio. De este lado, ocurre lo mismo; pequeñas delicias de la vida y el trabajo en pleno aislamiento. Pero la charla con Marley no se interrumpe.
—¡Mirko está muy grande! Hasta dice malas palabras...
—(Risas) Sí, como todos los chicos, que escuchan algo y lo repiten. Y como uno se ríe piensan que es gracioso, y lo vuelven a decir. Creo que tanto viaje lo avivó mucho y viene hablando un montón para la edad que tiene, dos años y seis meses. Es como Tato Bores en miniatura. ¡Hace monólogos como los de Tato! (Risas).
—Después de haber viajado tanto desde que era bebé, Mirko ahora debe quedarse en su casa. ¿Le costó el cambio?
—Sí, estábamos acostumbrados a viajar muchísimo. Y cuando estábamos en casa, todos los días a una determinada hora se subía a un triciclo que le encanta, que se lo regalaron La China Suárez y Benjamín Vicuña, y se va a dar una vuelta a una velocidad... ¡que lo tengo que correr! Como ya sabe adónde vive un amigo suyo, Salvador, baja del triciclo y entra directamente a la casa, y a mí me da una vergüenza... “Perdón, perdón”. Y después vamos a la plaza. Estaba muy acostumbrado a todas esas actividades, pero de un día para el otro todo eso se cortó. Y hubo que explicarle. Lo único con lo que Mirko relaciona a la maldad son los mosquitos, porque en el verano alguno llega a picarlo. “Mosquito malo, mosquito malo”, dice. Entonces le expliqué: “Al igual que el mosquito, hay otro bichito que es malo y que está allá afuera. Entonces, tenemos que esperar a que se vaya para ir a jugar con Salvador”. Pienso que no hay que mentirles a los chicos, sino contarles las verdad, pero adecuándola a las edades. Y se lo dije de una manera no muy dramática. No quiero generarle un miedo que le produzca pesadillas.
—Y vos, ¿cómo estás pasando la cuarentena?
—Con Florencia Peña, la Negra Vernaci, (Humberto) Tortonese, Lizy (Tagliani), Susana, hacemos salidas todas las semanas. Solemos juntarnos y hacer comidas, y eso se extraña: aunque hablamos mucho por WhastApp y Zoom, nos falta esa cosa de juntarnos todos a tomar un vino. Vi que en un país de Europa a partir de ahora van a hacer un aislamiento en el que vos podés nombrar hasta 10 amigos y quedan autorizados a encontrarse, mientras mantengan el distanciamiento. Y pensé: “Ay, ojalá se aplique eso acá...". Una reunión semanal, en un living grande, sabiendo que ninguno tiene nada, haciéndolo de manera responsable, ¡sería genial! Así esparcís un poco la mente, porque yo no sabés el horario en el que estás, ni el día. Comés como un lechón, tomás alcohol... ¡Es como vivir en Las Vegas! Y no hacés plata (risas).
—Y justo vos, que habías hecho un esfuerzo tan grande con la dieta. ¿Cómo te venís llevando con eso?
—Dentro de todo bastante bien, porque bajé 10 kilos y después de todo esto subí solo uno. Hasta ahora lo vengo manejando. Estoy comiendo carbohidratos, volví a las pastas, pero porque estoy en mi casa y a la noche, cuando ya se durmió Mirko, pongo una película o una serie, y algún chocolate... no puedo evitarlo. Pero lo tengo controlado. No me desbandé mal, por suerte.
—¿Con qué serie te enganchaste?
—Acabo de terminar Homeland, que me fascina: la última temporada es genial y me encanta Claire Danes. Y había terminado de ver Ozark. Ahora estoy buscando: se me está acabando, ya vi todo... Siempre miraba mucho a la noche, pero como Mirko había empezado el jardín y yo me levantaba a las 7 para llevarlo, eso de quedarme hasta las 2 de la mañana mirando series se me había empezado a acabar...
Necesitás esparcir un poco la mente porque yo no sabés el horario en el que estás, ni el día. Comés como un lechón, tomás alcohol... ¡Es como vivir en Las Vegas! Y no hacés plata
—Me imagino que estarás cruzando los dedos para ver si el 1 de junio podés celebrar tu cumpleaños de alguna manera.
—Huy, no sé... Para colmo cumplo 50. ¡Este año iba a ser una gran fiesta! Y bueh, me parece que la fiesta no va a ser tan grande. No creo que para el 1 de junio estemos liberados, ni con reuniones de poca gente. Creo que esto va a continuar medio parecido todo el tiempo. Pero la economía la van a tener que abrir porque sino es muy difícil. Escribí un libro infantil y se iba a lanzar el 1 de abril, con (Editorial) Planeta. Ahora, como vuelvo a la televisión, lo vuelven a lanzar, pero en supermercados y por pedido online, te lo mandan a tu casa. Todo cambió y hay que adaptarse a las nuevas maneras. Pero es raro: es la primera vez que publico un libro y se iba a hacer un gran lanzamiento, y al final termina siendo una cosa bastante... particular.
—Hablame del libro.
—Siempre me gustó escribir. Empecé a los 15, 16, y para los 20 ya había escrito tres libros de ficción, pero nunca se los entregué a nadie porque era algo que me gustaba a mí, un hobby. Una vez lo conté en una nota, y desde la editorial me propusieron que hiciera uno para chicos. Mi abuela vivía en Lomas de Zamora y todos los veranos lo pasábamos allá con mi familia. Y me llevaba mi almohada, a la que llamaba Kisse. Si no la tenía, no dormía. A partir de ahí creé este cuento, que es la historia de un nene y la relación con su abuela, y su almohada. Hasta aparece el pájaro de mi infancia. Es un libro con bastante texto para ser infantil, pero tiene muchas ilustraciones muy buenas de Pilar Centeno y lleva un mensaje copado, esperanzador.
—Hablabas de abrir la economía. ¿Te preocupa?
—Yo estoy bien, pero sí, me preocupa la economía en general. Esta decisión de no permitir que se vendan pasajes hasta el 1 de septiembre..., porque las aerolíneas, para salvarse, están vendiendo paquetes a futuro. En todo el mundo están comprando, menos en la Argentina, por esta ley. Ese tipo de cosas tendrían que reverlas porque cerrás un montón de oportunidades: a la gente de comprar más barato, y a muchísimos puestos de trabajo que dependen de que haya una actividad. Y la construcción es otra. Entiendo que tiene que haber un distanciamiento, pero si se enseña cómo se tiene que trabajar... Nos tenemos que adaptar a que tenemos que vivir de esta manera. Las pocas veces que fui a Telefe, te toman la fiebre en la entrada, te dan un barbijo, alcohol en gel, y cuando te cruzás con gente, todos estamos a dos metros de distancia. Lo mismo tiene que pasar en la construcción. Si nos adecuamos a trabajar de esa manera, podemos reiniciar el país. Porque Argentina no es un país que tenga tanto margen para hacer las cosas tan estrictas...
SEGUÍ LEYENDO