Mi viejo partió un 4 de febrero, hace tres años. Poco tiempo antes ocurrió algo que merece ser contado. Sé que este no es un cuento: es una de las cosas más lindas que tengo para compartir. La foto incluso es de ese mismo día. Lean con mucha atención. Lean con el corazón. Se los comparto con toda mi alma.
Mi padre fue honrado con la distinción de Doctor Honoris Causa en la Universidad de Morón. Es el máximo galardón que puede alcanzar, en este caso, un docente. Pero les transcribo textuales las palabras de su discurso. Todo el mundo pensó que un doctor, abogado especialista en Derecho de la Navegación, daría cátedra, justamente, de la materia de la que es décimo dan. Y no... Apareció mi viejo. Durante su discurso, se emocionó varias veces. Tuvo que parar. Y seguía…
Lean:
Muy buenas tardes a todos.
Diré, para empezar estas breves reflexiones, del agradecimiento que siento hacia las autoridades de esta querida Universidad por haberme singularizado con la enorme distinción de Doctor Honoris Causa, distinción que debo igualmente en alto grado al grupo de docentes que, año a año, vienen honrándome con su eficaz acompañamiento y colaboración.
Esto que ven acá es un señor que, después de haber pasado muchísimo tiempo frente a miles de alumnos dando largas horas de clase, se encuentra hoy expuesto frente a ustedes, como un niño tímido.
Mis hijos me hicieron notar que soy un hombre muy singular, ya que uso el mismo sacapuntas desde siempre… ¡Acá lo pueden ver! Es la primera vez que lo saco de mi escritorio.
Desde que empecé mi camino como docente en esta universidad pasaron muchísimos años. Desde 1964 hasta acá. Ingresé con 29 años, y hoy, con 78, sigo dictando mis clases. Creo que en un punto soy como mi sacapuntas: han pasado los años y sigo sacando muy buenas puntas a los lápices, cuando estos son de buena madera.
Sigo siendo el mismo. Y aquí estoy hoy, frente a ustedes… Tengo, gracias a Dios, la vida que elegí. Tengo la familia que formé. Tengo desde hace 43 años la mujer que soñé. Siempre digo que estoy internamente equilibrado.
Mi viejo amigo Guillermo Quintana Terán me decía, con su habitual sabiduría, en mis épocas de juez: “Arana, es que no basta con ser un buen juez. También hay que ser un buen esposo, un buen padre, un buen amigo, una buena persona". Y tras esa búsqueda, fui…
Y hoy estoy aquí, frente a ustedes, para que juzguen por ustedes mismos. Creo haber sido un alumno aplicado, un trabajador dedicado. También un juez implacable e inflexible cuando la justicia del caso así lo requería. Una persona de bien, un padre justo. Di la dulzura justa casi en reproche a la partida demasiado pronta de mi madre. ¿Han visto que Siempre las Madres se van temprano?
Y acá me planto frente a todos ustedes con algunas cosas que a lo largo del camino fui juntando, y se las comparto:
• Sean humildes siempre
• No esperen ser sabios demasiado pronto
• Vivan con todas sus ganas cada día
• Disfruten cada abrazo de sus seres queridos como si fuera el último, cada vez, ¡cada uno!
• Vean todos los amaneceres y atardeceres posibles
• Llamen a sus amigos
• Ufánense de haber visto la luna en todas sus formas
• Sean buenos padres
• ¡No pierdan tiempo! Recordar que tenemos un principio y un final, que somos tiempo, de modo que perder el tiempo es como suicidarse un poco
• Disfruten con toda su alma cada momento de inspiración
• No dejen de dar una palmada en la espalda a quien necesite impulso
• Sepan ver al mirar
• Sepan callar, y escuchar
• Sepan disfrutar de la soledad como de la compañía
• Sepan amar
• Aprender cualquier cosa, por difícil que sea, es sencillo si se es paciente y perseverante
• No dejen de disfrutar de la vida
• Sean consecuentes con lo que decidan ser
• Y sobre todo: no tengan miedo. ¡Jamás tengan miedo!
• Cada pregunta tiene su respuesta. Busquen esas respuestas con dedicación, esmero y sinceridad, con cierta neutralidad, desinteresadamente
• Sean auténticos. Jamás olviden que serán ustedes sus propios jueces: una persona debe vivir su vida sabiendo que un día sentirá la necesidad de mirar hacia atrás para ver el camino recorrido. Y allí notará que cada persona es o que ha hecho
• Recuperemos el valor de la palabra dada, honrando su cumplimiento
Pues bien, no quiero cansarlos con palabras. Ya hablé mucho a lo largo de muchos años.
Este hombre que ven aquí hoy aprendió del amor de su madre, hermanos, esposa, hijos y amigos a poder decir, mirando a los ojos, las palabras más importantes y sagradas que hay en la vida:
• Te quiero
• Te amo
• Perdón
• Por favor
• Muchas gracias
Jorge O. Arana Tagle
La ovación fue enorme. Interminable. Merecida.
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