Murió Goldy, la hermana gemela de Mirtha Legrand

Alejada de los medios hace mucho tiempo, falleció a los 93 años en su casa de Martínez

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Una de las últimas fotos
Una de las últimas fotos de Goldy Legrand

Goldy Legrand, actriz y hermana gemela de Mirtha, murió este viernes a los 93 años en su casa en Martínez, provincia de Buenos Aires, según confirmó a Teleshow Marcela Tinayre, la hija de la diva.

Todavía no trascendieron las causas del fallecimiento, pero fuentes cercanas a la familia contaron a este medio que María Aurelia Paula Martínez Suárez, tal era su verdadero nombre, se fue a dormir la siesta y no volvió a despertarse. Se encontraba bien de salud y se descarta que tuviera coronavirus.

Las hermanas comenzaron juntas su carrera en el mundo de la actuación. Grabaron varias películas en las décadas del ’40, ’50 y ’60. Pero casi de un día para el otro Goldy decidió dar un paso al costado y nunca más volvió a pisar un escenario ni un estudio de grabación, convirtiéndose en la primera de los tres hermanos en alejarse del mundo del espectáculo.

Mirtha, José y Goldy
Mirtha, José y Goldy

Mirtha Legrand ya había atravesado un momento de profundo dolor recientemente con la muerte de su hermano, José Martínez Suárez. El cineasta falleció el 17 de agosto pasado a raíz de una neumonía.

Goldy y Mirtha nacieron el 23 de febrero de 1927, hijas del matrimonio integrado por José Martínez y Rosa Suárez, docente en Villa Cañas. Ellos no eran papás primerizos, 16 meses antes había nacido José, el varón primogénito, pero la llegada de gemelas fue todo un acontecimiento. Eran tiempos donde no existían ecografías que anticiparan sexo de niños y mucho menos partos múltiples. La madre siempre les contaba a sus hijas que supo que tendría gemelas el mismo día del parto cuando la partera le dijo: ‘Otro esfuerzo, doña Rosa, que viene otro’ y que el padre al enterarse casi se desmayó.

Las bebas eran hermosas y casi idénticas excepto porque una pesaba notoriamente más que la otra. La más robusta recibió el nombre de María Aurelia Paula y a la más pequeña la llamaron Rosa María Juana. Sin embargo, todos las identificarían por sus apodos. Por su tamaño, la beba que nació con mayor peso se convirtió en Gordi, ella al crecer lo transformaría en Goldy. La más pequeña recibió el sobrenombre de Chiquita o Chiqui. Aunque sus tamaños eran distintos sus facciones eran idénticas. Don José solía sentarlas sobre sus rodillas y preguntarles: “¿Quién es, mi chiquita o mi gordita?” Porque no lograba distinguirlas. La madre además las vestía iguales, lo que sumaba confusión. Chiquita solía plantarse para exigir que el moño o algún detalle de la vestimenta fuera diferente y así distinguirse de su hermana. En cambio, Goldy aceptaba el vestuario sin problemas.

Cuando las gemelas cumplieron siete años, con su mamá se mudaron a Rosario para recibir cursos de teatro y baile. Pero la vida les tenía reservado un mal trago: en 1937 falleció el padre y la mamá con sus tres hijos decidió instalarse en Buenos Aires. El cambio de ciudad no implicó alterar la rutina de estudios artísticos y las hermanas comenzaron a estudiar en el Conservatorio de Arte Escénico. Las chicas empezaban a distinguirse por su belleza pero también por su talento, así que la mamá decidió contratar al representante, Ricardo Cerebello. En el primer encuentro les dijo que Martínez era un apellido común y había que modificarlo. “Mire, señor, el primer dramaturgo rioplatense se llama Florencio Sánchez”, respondió doña Rosa pero el representante insistió. Como Cerebello tenía una secretaria que se llamaba Silvia y otra Mirtha, revolearon una moneda y dejaron que el azar decidiera. Rosa María Juana o Chiquita se transformó en Mirtha y María Aurelia Paula, Goldy, en Silvia. Ese día las hermanas Martínez se convirtieron en Mirtha y Silvia Legrand.

Una escena de "Hay que
Una escena de "Hay que educar a Niní", con Goldy y Mirtha Legand y Niní Marshall

El primer peldaño del camino que las llevaría a la fama y el éxito fue una pequeña escena en la película Hay que educar a Niní, junto a Niní Marshall. Luego un papel en Novios para las muchachas. Su belleza y encanto trasciende la pantalla y al año siguiente protagonizan Soñar no cuesta nada. El éxito las acompaña. Las hermanas son las heroínas ideales para representar las historias que reinaban en el año 40, la de chicas buenas y cándidas que sufren pero siempre logran un final feliz. Las hermanas también animaron un programa por radio Splendid: El club de la alegría. El público las amaba, los directores las requerían, pero esas gemelas idénticas no soñaban ni querían lo mismo.

En el año 1944, Silvia conoció a Eduardo Lopina, un subteniente del Ejército Argentino y decidió abandonar su carrera artística. A partir de su matrimonio cambió fama por anonimato, trocó el bullicio de los sets por la paz de su casa y abandonó a Silvia Legrand para volver a ser Goldy. Tuvo dos hijas, diez nietos y diez bisnietos.

En 1962 por pedido de su hermana filmó Bajo un mismo rostro y en 1972 actuó en la película Juan Manuel de Rosas. Desde ese momento, nunca más volvió a pisar escenarios ni estudios de grabación.

Dicen que Silvia era la más talentosa pero que Mirtha era la más decidida, quizás por eso aunque eran iguales fueron tan distintas. Mirtha se convirtió en la diva de los almuerzos; Silvia eligió un camino diferente pero no menos feliz. Se aquerenció en Olivos, donde disfrutó de la vida haciendo sus actividades favoritas: leer, escribir, ir al cine, salir con amigas y sobre todo acompañar a sus hijas y nietos.

Mirtha que logró que todos los presidentes argentinos y la mayoría de las estrellas de la farándula nacional participaran de sus famosos almuerzos, solo logró dos veces que su hermana aceptara ser su invitada.

Las gemelas Mirtha y Silvia
Las gemelas Mirtha y Silvia Legrand, durante su juventud

“No iría a la mesa de Mirtha. Me lo propusieron, pero no, yo ya estoy retirada. Sería lindo un programa con los tres hermanos, pero yo no voy a ir. Una cosa es una fotografía cuando vas al cumpleaños de Mirtha y otra cosa es estar sentada en una mesa tres horas”, aclaró una de las escasas veces que dio una nota al aire. Esa vez el conductor Carlos Monti le preguntó: “¿Vos le tenés miedo a Mirtha, le tenés miedo a tu propia hermana?”. Pero ella respondió: “No me hagas reír, Carlitos. No, no le tengo miedo a Mirtha. Ella conoce tanto de mi vida como yo de la suya”.

Es que las hermanas mantenían un gran vínculo y aunque no se visitaban con frecuencia hablaban todos los días. “Es parte de mi vida, ella es mi hermana, mi madre, mi todo”, afirmaba Mirtha. Silvia también le dedicaba palabras de amor: “Es una mujer que siempre tiene ganas de salir, de cambiarse tres veces, va al teatro, después va a comer afuera. A veces me invita y yo le digo basta, y ella me dice ‘pero mirá, Goldy, que la obra es buena, no dejemos de ir’. Es incansable. Todo le interesa y todo le da curiosidad. Tal vez ese es el secreto de la larga vida. Tiene una mente brillante”. Goldy solía hacerle sugerencias para su programa, “siempre con cariño y respeto”. Una de las frases más conocidas de Mirtha, “lo que no es puede llegar a ser; como te ven te tratan, y, si te ven mal te maltratan”, fue creación de su hermana, lo mismo que la calificación de “Mesaza” con que la diva se refería a sus almuerzos.

Cuando Mirtha cumplió 50 años en la televisión, Goldy dejó por un rato su anonimato y le escribió una emotiva carta que terminaba con el poema favorito de ambas. Un texto que hoy se convierte en una maravillosa despedida para Goldy, una mujer que fue mucho más que “la hermana de Mirtha Legrand”:

“Mi vida fue de día y en enero, al aire libre, bajo un sol redondo, encendido en la sombra de un macondo, feliz santafesino y chacarero.

El murmullo era el sonido de aquel piano y un pequeño carnaval como trasfondo y andábamos corriendo por el fondo con una mandarina en cada mano.

¿Qué más puedo pedirle a la alegría, si la vida era una vuelta a la manzana y nadie... estaba muerto todavía?”

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