Si ahora escribiera que soy un oso en medio del Ártico, sabrías que no se trata de mí. Que esto es un cuento, un relato, un loquesea.
Sí, sí, sí... Pero es importante que remarque muy firmemente que no, que no se trata de mí. Que no soy yo. Que nooooo me pasa esto. Que ni siquiera lo vi en oooootra persona.
Bueno. Okey. Ya está aclarado antes de empezar. Así que nada de psicoanalizarme a mí. Esto no me pasó a mí. Ni a un amigo. Sencillamente, lo vi. Leer esto antes de lo que sigue es tremendamente importante.
¿Queda claro?
...
Okey. Ahí va.
Resulta que conozco ese extraño estado de angustia.
¡Nah! Ese no. Más profundo.
¡¡Más!!
¡¡¡No!!! ¡¡¡Más!!!
Más...
...
...
¡Ese! ¿Ves...?
Sí. Ese.
Paranoia.
Cambios de ánimo.
Desencanto, y al segundo, el autoconvencimiento de cura que es olvidada en un segundo. Pequeñas conversaciones en el espejo del auto mientras manejás. Macho alfa que vagaba libre y que ahora solo sale en lugares cerrados donde no hay nadie.
Aquello que hace que todo lo bella que es la vida dependa de un simple soplo. Soplo que, claro, no depende de vos. Ni de nada que tenga que ver con vos. Tiene vida propia, el soplo. Y no te registra. Taquicardia incomprendida. Inobjetable. Peligrosa.
Dependés de ese soplo sordo. Pensás tanto en eso que un simposio de gente con pocas horas de vida por vivir te putearía hasta morir.
Por segundos, no obstante, rozás una felicidad. Cuando el soplo se distrae.
Casi nunca se distrae.
Si te ofrecieran firmar por tener esa felicidad momentánea y confusa para siempre, no dudarías en hacerlo. Tal es la cantidad de tiempo que viviste en la demencia. Esa felicidad te alcanza y sobra.
Conozco la demencia. El universo de los fantasmas tremendos. Los que sonríen y los otros, esos que pegan desgarradores alaridos sordos justo al lado del tímpano. Esos alaridos que solo vos escuchás. Esos, de los que no hablás.
¡Ja!
¿Qué pasa...? Hay teclas del piano que no son muy exclusivas. Bueno.
Esta tecla parece haber sido creada sólo para vos.
En fin...
La tecla.
Y no. Demencia es una palabra pequeña para esto otro. Esto es otra cosa. Yo sé.
Yo sé...
Yo sé.
...
Pero hasta ahí llega, otra vez, la vaga inspiración; que una vez más curte fuerte con Morfeo en el sauce llorón.
Voy a cortarlo de cuajo, a ese sauce.
Mañana mismo.
No.
...
Ya.
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