Desde un rincón que armó entre la tele del living y la puerta de calle, al que llama “la oficina”, Gabriel Schultz abre las puertas de su cuarentena a Teleshow. "Todo lo que pasa en mi vida, hoy por hoy, pasa entre estas cuatro paredes”, dice el periodista del clásico programa Perros de la calle, que ya lleva 18 años al aire en la segunda mañana de Radio Metro.
Un disco de Kiss, que el mismo Gene Simmons -bajista de la mítica banda- le regaló, cuelga de la pared de la casa que hoy es el único escenario posible de una vida en confinamiento, que comparte felizmente junto a su mujer y su hijo. “Pensé que iba a ser mucho más difícil estar las 24 horas juntos, pero no es así. De hecho, mi hija vive sola, y la verdad que la extrañamos”, dice Gabriela, aunque aclara que en realidad no está sola: “Está con el novio, pero digo que vive sola porque no me resigno a que viva con él...”, lamenta.
—¿Cómo estás viviendo en lo personal este aislamiento?
—Nosotros somos privilegiados por el hecho de tener un lugar cómodo para estar. Más allá de todo, por supuesto, el encierro no es tanto para mí que tengo donde caminar, un lugar amplio en el cual podemos estar con mi mujer y mi hijo, cada uno en su espacio. Más allá de que pueden surgir ciertos momentos de aburrimiento, nada es tan terrible.
—Además de tener la posibilidad de seguir trabajando.
—Claro, somos de los pocos que tenemos un trabajo. Justo estaba leyendo sobre una persona que tiene un bar y que tuvo que pagar los cinco sueldos a sus empleados con cero ingresos desde que empezó todo esto y, sinceramente, me pongo en el lugar de él y no sé cómo haría.
—Estás pasando la cuarentena con tu mujer y tu hijo. ¿Cómo se organiza la dinámica de la casa en este momento?
—Mi hijo estudia a la noche en la facultad, con lo cual, él se enchufa a las siete de la tarde en el terciario que está haciendo y tiene sus clases de lunes a jueves. Entonces, cena en su habitación. Al mediodía, me esperan a que termine el programa -que lo hago desde acá-, y comemos todos juntos. Desgraciadamente mi hijo estaba trabajando y lo desvincularon la semana pasada, con lo cual tiene menos cosas para hacer que antes y mi mujer hace teletrabajo desde casa también. Así que estamos todos cada uno en su lugar trabajando. Lo bueno es que nos juntamos para almorzar, cosa que antes era imposible.
—En ese estar todo el día juntos, ¿hay momentos que decís: “Basta, no los aguanto más”?
—¿Sabés que no? No pasó todavía.
—¿Con tu hija hablas todos los días?
—Sí, con ella y con mis viejos también. No los puedo ir a ver. Eso es lo que más me da… No los veía tanto antes, pero el hecho de que estén en situación de riesgo me hace querer estar más cerca.
—¿Tenés miedo? ¿Cómo te llevás con eso?
—Al principio no. Ahora empecé a tenerle, más que miedo, respeto a esta historia. Miedo no sé. Mi mujer está más miedosa. Cada vez que salgo a la calle, al supermercado o la farmacia, me espera con la lavandina, el alcohol y todas esas cosas. Al principio yo estaba en la misma que muchos presidentes del mundo, incluso todavía hoy: “Es una gripe, no pasa nada”. Bueno, la historia nos está demostrando que no es una gripecita y que hay que tenerle respeto, no miedo. Tener mucho cuidado para no contagiar y no contagiarse.
—¿Cómo es ese protocolo que hacés cuando volvés a casa después de las compras?
—Hicimos una especie de vaporizador con alcohol y agua. Me espera mi mujer, me tira en las zapatillas, me las saco y le tiro yo a la suela. Mientras tanto ella empieza a guardar todas las bolsas en una bolsa especial que luego tiramos y le pasa lavandina a cada cosa. Y me lavo las manos, por supuesto. No me voy a bañar apenas llego, pero casi.
—¿Cuántas veces por día se lava las manos Gabriel Schultz?
—No las cuento, pero yo creo que no menos de diez.
—¿Cuál es la tarea doméstica que te toca y le escaparías si pudieras?
—Todas. Mi mujer me está persiguiendo para que ordene el placard y ya no tengo más excusas. Cada uno tiene su sector y a ella le molesta que el mío esté tan desordenado. Pero es mío. Entonces es una discusión que tenemos y le digo: “Vos no lo mires, es mi lugar”. El de ella está impecable. Entonces…
—Ella tiene las perchas para el mismo lado y todo por color, y el tuyo es un caos.
—El mío es un caos, pero un caos que yo entiendo. Pero a ella le molesta. Entonces, estoy tratando de evitar ese momento en el cual voy a tener que ordenarlo y mientras pongo innumerables excusas. Esta nota, por ejemplo, es una.
—¿Soy una excusa para no ordenar el placard?
—Te dije que sí para tener una excusa más.
—¿Te agarró esta fiebre de cursos online, gimnasia, cocinar?
—No, para nada. Mi hijo empezó a cocinar, eso está bueno. Hizo algunas cosas propias que se le ocurrieron y están buenísimas. En lo particular, me causa bastante admiración esa gente que arranca con cursos y se hace una rutina de gimnasia. El primer día hice algo y después dije: “No”. Me da no sé qué. ¿Sabés lo que más miedo me da? Hacer algo que me haga mal, porque en un gimnasio está el profesor que te mira, pero acá, solo, ponerme a hacer algo... Y si me tira un músculo, ¿a dónde vas ahora?
—No entrenaste en tu vida y justo te esguinzás ahora en la cuarentena.
—Exacto. O una hernia… ¿Ahora? Dejate de joder. Entonces digo: “No, con la tele estoy bien”. Y estoy viendo muchas series, películas, películas viejas. Incluso que había abandonado, y decía: “No me voy a poner a ver una película de tres horas”, tipo El Irlandés. Bueno, este es el momento; si no las veo ahora, ¿cuándo? Entonces agarré It 2, que no la había visto y la vi ahora. Todas películas que en otro momento no me hubiera permitido ver por la extensión, ahora las veo sin culpa.
—¿Estás durmiendo bien?
—Muy bien. Me preocupa, porque al principio no, eh. La primera semana me despertaba a las tres, cuatro de la mañana, llegaba la noche y no me podía dormir, y de repente, me da la sensación que uno se puede acostumbrar a cualquier cosa, porque empecé a dormirme en los horarios en que me duermo siempre, me despierto a la hora que me tengo que despertar para hacer el programa de radio. Incluso estoy durmiendo una hora más, porque al no tener que ir hasta la radio tengo una hora más de tiempo para dormir.
—¿Qué es lo que más extrañás de la precuarentena?
—Lo que más extraño es ir a la radio y tener un contacto más cercano y, sobre todo, el sentido de la certeza de que todo estaba medianamente bien. Esta incertidumbre permanente de cuándo termina, qué va a pasar, ¿terminará alguna vez? Eso es lo que más me hace extrañar la situación anterior. A la vez, el otro día hablábamos en la radio de cuántas cosas que antes no nos permitíamos hacer o que no hacíamos por no tener tiempo, y al final era que no teníamos ganas. Y cuántas otras que uno decía: “Esto lo tengo que hacer sí o sí”, y al final no era tan importante.
—Venías con mucha pila con la actuación y pasó esto. ¿Cómo te pega?
—Eso está todo frenado. De hecho, había una película dando vueltas y, obviamente, esto paró todo. Por suerte, pudimos hacer microteatro en diciembre, que fueron un par de meses antes de lo que finalmente ocurrió. Por eso lo que hablábamos del privilegio de tener este laburo porque, si hoy tuviera que vivir de la actuación, estaría bastante embromado como todos los actores que hoy no tienen dónde ejercer su función. Actores y tantos otros rubros.
—¿Te preocupa la parte económica de lo que viene?
—Sí, muchísimo. Me preocupaba siempre. Mi mayor miedo en la vida es no tener trabajo. Y en este momento lo tengo pero me asusta el hecho de que no te alcance, o que de repente se corte, no haya pagos, no haya cobranzas y se termine. Me tiene intranquilo.
—¿Cómo se batalla contra eso?
—No tengo respuesta. Solo trato de no estar pensando todo el tiempo en eso y de vivir el presente. Lo que aprendí en esta cuarentena, y creo que está bueno, es vivir el día de hoy; mañana es intangible. Es algo que siempre se dice pero no se ejerce y en este momento, sin querer, lo estoy haciendo. Hoy me cuesta mucho más pensar en mañana porque no se sabe qué va a pasar.
—Hay un aprendizaje ahí.
—Sí, a los golpes. Esto te demuestra claramente que no tenés el control de nada. Cuando uno está en la vida normal, entre comillas, supone que controla todo, y en realidad no controlás nada. Esta situación te lo pone de frente.
—¿Te da cierta tranquilidad que atravesemos esta crisis liderados por Alberto Fernández?
—Claramente sí. No tengo dudas en contestarte eso. Nadie sabe bien qué hay que hacer, entonces, lo bueno es que pregunta a los que saben, algo a lo que no estamos acostumbrados. Hemos tenido siempre dirigentes omnipotentes, o falsamente omnipotentes, que no preguntaban sino que hacían lo que supuestamente ellos, iluminados, podían determinar. Alberto lo que está haciendo es: “De esto no entiendo nada. Llamame a uno que sepa que me explique, llamame a dos, llamame a diez, a veinte, y entre todos vamos a llegar a una idea”. Me da la sensación de que ese es el camino y estaría bueno trasladarlo a un montón de ámbitos. Cuando no sé algo, pregunto. Es lo lógico. Y últimamente estaba visto casi una demostración de debilidad. En este caso, se está demostrando que cuando no sabés de algo, lo mejor es preguntar.
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