Si no sabés quién es Charli D’Amelio sos viejo. Suena duro, pero es la verdad. No importa cuán canchera o carismático seas, ni siquiera que hayas aprendido a usar Tik Tok durante la cuarentena obligatoria por el COVID-19: la nueva reina de los bajitos tiene 15 años, pequitas y baila como una diosa. No hace nada más, ni siquiera es que sus coreografías duren un montón, o que ella salga muy producida en los videos que sube a su cuenta verificada, no es Madonna, menos Lady Gaga, pero es enorme. Prada la invita a sus desfiles y Jimmy Fallon la entrevista en el mismo living donde se han sentado Beyoncé o Robert De Niro. Charli D´Amelio es la número 1 del universo teen y su historia es muy corta.
Qué importa cuánto hay de auténtico en su promocionado noviazgo ideal, en sus amistades con los y las tiktokers con quienes comparte su vida en la “Hype House”, en su familia de cuatro: madre, padre, hermana perfecta. El producto es redondo, una adolescente que baila todo el día en su habitación frente a la cámara frontal del teléfono celular para que millones de seguidores le copien los pasos es un negocio muy rentable. La publicidad viene envuelta en piel de influencer y Charli es la que todos quieren comprar. Hasta Jennifer Lopez, una ídola para D´Amelio, con la que terminó bailando a la par.
Cuando se termine de escribir esta nota, la cuenta de Charli D´Amelio en Tik Tok tendrá 44.7 millones de seguidores, pero hace unos días tenía 39 millones, y antes 37. Y sigue creciendo así, a pasos agigantados en cuestión de horas, es de verdad un fenómeno. Los followers también arrastran haters, por eso es que ella y su hermana Dixie, también influencer, se unieron a Unicef para concientizar mediante una campaña en contra del ciberacoso. No todo es recibir iPhones de regalo y viajes de cortesía a islas tropicales con todo pago y volando en primera. Parte del trabajo de esta joven bailarina es mostrarse empática y solidaria. Por lo menos.
Charli y Dixie no viven en la Hype House, pero pasan mucho tiempo ahí, o eso es lo que se ve en sus fotos. Esta casa mitad espacio de networking, mitad mansión Playboy, reúne a una veintena de tiktokers, que son chicos y chicas que viven haciendo videítos para la plataforma china con mucho éxito. Tener éxito se traduce en sumar millones de seguidores y generar acuerdos con marcas de todo tipo: canjes, patrocinios, publicidad directa. Lo del networking es porque trabajan, se filman todo el día, tienen reuniones, se complementan para hacer crecer ese plan de métricas gigantes no solo en Tik Tok, sino también en Instagram y YouTube, las plataformas que más facturan. La fan page oficial de Charli en Facebook está medio olvidada, tiene –nada más que- 57 mil fans y la actualizó en febrero. Una eternidad para el calendario del mundo digital.
Lo de la mansión Playboy es porque reúne en un solo lugar todas las fantasías de un montón de gente. Acá no hay conejitas ni viejos abusones, hay adolescentes lindos y exitosos recibiendo regalos carísimos y “jugando” con el celular todo el día. Le pese a quien le pese, ser influencer es un trabajo. Y ahí, en esa casona soñada de California, con piscina y espacios con paredes blancas ideal para sacarse fotos por todos lados, Charli también comparte tiempo con Chase Hudson, su novio de 17 años, desde hace un par de meses. Chase también es lindo, deseado, exitoso y hace videítos. En las cuentas de cada uno hay fotos juntos, donde se los ve bellos, jóvenes, espontáneos y retratados por Bryant Eslava, el fotógrafo de moda. El fotógrafo de Instagram. Nunca una selfie, nunca un filtro mal puesto. Charli y Chad son perfectos y se ven perfectos. No se permiten otra cosa.
Bryant (@bryant en Instagram) es una celebridad en sí misma. Trabaja en publicidad (hizo campañas para Tommy Hilfiger, Toyota, Armani y Guess) y también está donde tiene que estar. Sacando fotos en el Festival de Cannes o en una pool party organizada por la banda The Chainsmokers, sorprendiendo a Jared Leto con cara de ni idea. Entonces Bryant los encuentra a los chicos en situaciones relajadas y los retrata: Charli sentada en la falda de Chase, los dos dándose un beso en el sillón, Charli recién levantada comiendo cereales de un bowl vestida con un buzo enorme y apenas despeinada.
Los videos de Charli pueden ser una coreo cortita, una parodia, un café con leche auspiciado por Dunkin Donuts. Porque Charli es flaquísima y tiene la piel de un bebé, pero ama las donas como toda chica norteamericana de clase media que se pasa todo el día en pantalones cómodos y remerones. Y que en algún momento entrena, o corre, o hace dieta. Como su madre Heidi, de cuarenta y pico y físico trabajadísimo, dientes blancos, pelo genial. Heidi fue modelo, según ella misma cuenta en su cuenta de Instagram, posteando una foto en ropa interior en medio de dos chicas (des)vestidas igual. Buscar “Heidi D´Amelio” (tal como se hace llamar desde que está casada) o “Heidi O´Brien” (su apellido de soltera) no da más resultados que “la madre de Charli”. Su carrera estará concentrada en esa foto, o sepultada en el pasado. Cosa difícil para Google y los paparazzi, pero nunca se sabe.
El patriarca D’Amelio se llama Marc, siempre sonríe y no se pierde un momento en la vida de sus hijas. Solo se ausenta cuando la menor se fotografía con Chase: mostrar al suegro en el medio no es negocio. Su ocupación, según él mismo lo presenta en sus cuentas personales es ser “CEO de la familia D’Amelio”. También se ha dado en llamar “emprendedor” y vaya que lo es. Lo que hoy factura con sus hijas no podría haberlo hecho siendo senador por el estado en el que vive con su familia, Connecticut, cargo para el que se postuló en 2018 por el Partido Republicano, en elecciones que perdió por bastante margen. Ya se había postulado en 2017 para otro puesto y tampoco consiguió una victoria. No se entiende bien cuándo comenzó su carrera política, pero sí se sabe que terminó el día en que Charli la pegó con su primer millón. Desde hace unos meses, no hay marca que no se la dispute, incluso llegó a aparecer durante el comercial emitido en el medio tiempo del Super Bowl, uno de los momentos más vistos del año en la televisión estadounidense, en donde el segundo al aire vale oro.
La cuarta D’Amelio es Dixie, de 18 años, más refinada, con perfil de modelo. Ella tiene otro look, aunque es parecida a su hermana, se muestra desfilando a veces vestidos de alta costura, usa un poco más de maquillaje, es diferente. Quizá los deseos de éxito estaban posados en ella antes que en Charli, la mitad del feed (el “muro” de fotos de Instagram) de Marc tiene fotos de ella, las últimas son de su hija menor, la que más factura. Dixie tiene 18.6 millones de seguidores en Tik Tok y uno de sus videos en los que más vistas tuvo (34.1 millones) fue uno en el que se la ve llorando a la salida del dentista. El epígrafe reza: “Ella no me dejaba comer una hamburguesa 5 minutos después de sacarme las muelas del juicio”, en referencia a su madre. Parece que a Dixie le suma que la vean sufrir, los números mandan.
Sólo tienes que ser auténtico. No puedes forzar una sonrisa, tienes que hacer lo que realmente te divierta”, le dijo Charli D’Amelio a Jimmy Fallon, como una máxima. También dio a entender que cuando no quiere hacer videos, simplemente no los hace. En esta maquinaria aceitada de coreografías exprés y cronometradas resulta difícil creerle. Subió un video hace cuatro horas, otro hace cinco, otro hace 18 horas, y así, para atrás, 1064 videos en total dan como resultado una rutina irreprochable. El secreto de la productividad, para esta adolescente que el 1 de mayo cumple 16 años, es tener ganas de hacer -un promedio- de tres videos por día.
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