En otro periodo de su vida, mucho más asentado y plantado, José María Listorti disfruta de su presente. De la paternidad, de su familia y de su labor como conductor. Con el correr del tiempo, con la práctica que fue adquiriendo, se fue perfeccionando y hoy es una de las figuras de Canal 9. En plena cuarentena, desde su casa en el barrio de Deboto, se alejó por un momento de Hay que ver, el programa que lleva adelante junto a Denise Dumas, para hablar de su pasado, de sus comienzos en la pantalla chica.
Por supuesto, inevitablemente, cuando se dice su nombre, el recuerdo está ligado a VideoMatch, si nos trasladamos a los comienzos de los ‘90 y a ShowMatch, mucho más acá. El humor siempre fue su carta de presentación, esa chispa que hizo que Marcelo Tinelli se fije en él y lo tenga dentro del grupo de sus preferidos.
En cuanto a sus trabajos en los programas mencionados, en los sketchs como José María celular, El insoportable, El jugo loco, en el que popularizó su frase: “Le gustó, o no le gustó”, las cámaras ocultas, Aquí Calafate, Navajo, como en tantos otros, dejó su impronta. Su marca registrada. En el 2005 se retiró del programa de Tinelli para comenzar a darle vida a su carrera como conductor.
En una charla con el humorista Migue Grandados, para su programa radial Últimos cartuchos, contó anécdotas de aquella época y reveló cual era la nota que más le costaba hacer, simplemente, porque no le gusta y no le causaba gracia: “Las notas del jugo loco la odié toda mi vida, me parecía una nota tonta, torpe, básica, me parecía de nene de primaria poniéndole sal a un jugo para que hagan caras, era de preescolar”, comenzó.
A continuación, fue más allá y manifestó el motivo por el cual se siguieron haciendo durante un gran lapso. Según él, no tuvo que ver el rating, sino las hijas del conductor del programa. Ante esto, no había más que agachar la cabeza y hacerlo. “A Marcelo, parece que, no sé si a Micaela o Candelaria, que en ese momento eran chicas, las hacía reír, y por eso me hacía grabar esa nota siempre, y yo la sufría. Encima les había gustado que los chinos hagan caras, que son más graciosos, y teníamos que ir a los supermercados de Once a filmarlas”, detalló.
Compenetrado con su relato, con los recuerdos en su memoria a flor de piel y ante la necesitad de Granados de saber más sobre el tema, detalló cómo surgió la idea de agregarle el famoso latiguillo “Le gustó o no le gustó”, que aun sigue latente y vigente en el tiempo: “Eso lo hacía para intentar que se rían de otra cosa, porque para mí, la cara de un tipo tomando algo feo no me parecía divertido”.
Por último, manifestó que no la pasó bien en aquella época y que fue todo por culpa de esas cámaras. No fueron pocos los que tomaron represalia y hasta se quisieron divertir a costa de él. “Iba a un restaurante y todo el tiempo me ponían sal en el té, me mandaban cada porquería para comer. Me acuerdo que una vez pedí un té y me lo traen con sal, y yo me di cuenta, porque le habían puesto mucha y se veía, se lo dije, y se fue a traerme otro; tres veces me trajo el mismo té con sal, hasta que me tuve que ir del lugar, ya había pasado a ser más que un chiste”.
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