En las noches del 4 y 5 de abril de 1998 la historia universal del rock and roll escribió una de sus grandes páginas. Un escenario, el Estadio de River Plate, en la Ciudad de Buenos Aires. Dos protagonistas fundamentales, Bob Dylan y The Rolling Stones, dos de los artistas más importantes de la cultura rock, con más de 35 años en sus espaldas y una vigencia inoxidable. Y una serie de factores, algunos cósmicos otros más terrenales, que permitieron que todo sucediera.
Si hay un responsable de que la reunión se haya concretado, ese es Daniel Grinbank, histórico productor de shows en Argentina y promotor de las visitas previas de ambos artistas. En 1991 Bob Dylan tocó por primera vez en suelo argentino en tres shows inolvidables en el Estadio Obras. En 1995, la nutrida patria stone local vivió su gran fiesta con los cinco conciertos de los Rolling Stones en River. Para la primera mitad de 1998 los dos artistas incluían América del Sur en sus respectivas giras. Empezó a atar cabos y se le ocurrió un buen plan.
Mientras escribe un libro con su vida como empresario ligado al rock y proyecta un documental al respecto, Grinbank responde la consulta de Teleshow con los recuerdos bien a mano. “No es algo que había soñado. Si no se alinean los planetas, si no hay voluntad previa y una suma de casualidades que lo posibiliten, no hay manera de juntar a Bob Dylan con Los Rolling Stones”, reconoce a la distancia y destaca el momento en que ingresó en escena. “Cuando todo eso se dio, tenía clarísimo que estaba ante un hecho único y de gran impacto, y lo busqué por todos lados”.
Los Stones giraban con su Bridges to Babylon y Grinbank había cerrado tres fechas en River para el 29 y 30 de marzo y el 2 de abril. Precavido, se guardó dos días más, descontando que iba a repetir la cantidad de 1995. Tenía ganas de traer también a Dylan, que planeaba girar por Sudamérica con su Never Ending Tour potenciado por su gran álbum Time out of mind. En eso estaba cuando le llegó la confirmación de la visita de U2 con su majestuoso Pop Mart Tour. Los irlandeses, que venían por primera vez al país, también iban a hacer tres shows en el Monumental y no había lugar para todos en la agenda.
Por su parte, los Rolling Stones venían tocando “Like a Rolling Stone” –himno de Bob Dylan compuesto en 1965- desde la etapa europea del Voodoo Lounge Tour y la incluyeron en el álbum en vivo Stripped. Con esa data en la cabeza, a Grinbank le pareció una buena idea sumar a Dylan a las últimas dos fechas de los Stones. “La asociación libre había corrido por cuenta mía”, cuenta el productor, “el único punto en común, más allá de la afinidad artística y musical y el haber sido contemporáneos, era ‘Like a rolling stone’”.
Levantó el teléfono y llamó a los respectivos managments de los artistas. Los Stones dieron el okey y a Dylan le sedujo la propuesta. “Tenía ganas de venir a Sudamérica y montar una serie de conciertos en solitario hubiera sido imposible”, cuenta Grinbank. Cada uno traía su show por separado y no había planes formales de compartir escenario. Las propuestas, en un punto, eran disímiles. Por un lado estaban los Stones, acostumbrados al rock de estadios y con una legión multitudinaria de fanáticos argentinos. Por el otro, el viejo Bob, más amigo de los escenarios íntimos y con una devoción más cercana al respeto que a la euforia.
Había un único antecedente cercano al respecto, un show en Montpellier en 1995 que incluyó la irrupción de Dylan para hacer el tema. Pero no habían compartido cartel antes, y no lo harían hasta que el Desert Trip los volvió a juntar en 2016. La mesa estaba servida y se respiraba algo en el ambiente. A la especulación de la prensa y fanáticos locales, se sumó el extraordinario pedido de acreditaciones de diversas partes del mundo.
Pero hasta el mismo 4 de abril sólo había rumores y las leyendas no habían tenido contacto porteño. No compartieron hotel, no hubo conferencia de prensa conjunta y ni siquiera se cruzaron en la prueba de sonido. Tampoco en el acto improvisado por el entonces jefe de gobierno Fernando de la Rúa que les entregó una distinción de ciudadanos ilustres de Buenos Aires. Dylan había sido convocado, pero rechazó el convite. Alguien tenía que mover la ficha y todos los números los tenía Keith Richards. “Dylan es muy introvertido y Jagger no hubiera ido a golpear la puerta. Richards fue el cupido necesario”, explica Grinbank. Keith se presentó en el camarín de Dylan y después de los saludos formales, le tiró la propuesta. En un par de minutos cerraron el trato.
El show de Bob transcurrió sin palabras y con un repertorio equilibrado entre sus clásicos y el nuevo álbum. A las 22 salieron a la cancha los Rolling Stones mucho más efusivos, con su batería de clásicos imbatibles, hasta que promediando el show el mundo se detuvo por poco más de seis minutos. La Argentina sumaba un hito más a sus mojones rockeros: Bob Dylan y Los Rolling Stones tocaban en vivo para más de 60 mil almas extasiadas en un momento que iba a quedar para todos los tiempos.
La versión mostró las desprolijidades propias de la improvisación y de los diferentes estilos de los músicos, más acelerados los Stones, más cadencioso Dylan. Ni el ingreso fallido del trovador arruinó la fiesta. Lejos de eso, le dio un contenido de espontaneidad que la hizo aún más querible. Los saludos finales y las sonrisas, una postal no muy frecuente en Bob, hablaron por sí solos. Fue tan genuino todo, que lo repitieron en el mismo escenario en el show del día siguiente, y en las paradas de Sao Paulo y Río de Janeiro.
Fueron tan buenos los shows de Buenos Aires, que los Stones eligieron para No security, el álbum que documentó la gira, las versiones del sábado de “Saint of me” y “Out of control”. Después, cada uno siguió su camino musical que continúa hasta la actualidad. La reunión se grabó con marcador indeleble en el público y quedó guardada en el baúl de tesoros de los Rolling Stones. Hasta que a finales de 2019 decidieron que era momento de desempolvarlo.
La banda tiene el ejercicio de registrar cada una de sus actuaciones con la mejor producción posible de audio y video. A partir de 2011, empezaron a publicar álbumes completos y en noviembre de 2019 publicaron el concierto íntegro del 5 de abril con el nombre de Bridges to Buenos Aires. “No es al azar que hayan elegido ese show”, apunta Grinbank, “no sólo por incluir ‘Like a Rolling Stone’. Era una producción muy grande la que tenían los Stones en esa época, mayor a la que tienen ahora”, agrega. Se publicó en DVD, Blue Ray y vinilo y contiene el show restaurado por completo a partir de los masters originales y el audio remezclado y remasterizado de las grabaciones. Una forma de revolver el cajón de la nostalgia. Y, por qué no, ratificar una vez más que no se trató de un sueño.
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