Después de 24 años haciendo El Exprimidor en distintas emisoras de FM, Ari Paluch desembarcó con su ya clásico programa en AM 550 (De lunes a viernes de 6 a 9 horas). El contexto es especial, teniendo en cuenta la pandemia del coronavirus que azota al mundo entero. Así que su desafío es doble, ya que no sólo tiene que adaptar su formato, sino que además tiene lograr el equilibrio exacto como para informar y distender a sus oyentes en época de aislamiento social.
—Vos te has forjado en la FM, ¿cómo se dio este cambio?
—En 35 años de carrera, hice AM nada más que dos meses. Soy un hijo de la FM. Y soy un agradecido porque, cuando se dio el boom en los 80 arranqué con Feedback, que fue el primer programa en vivo de la Rock & Pop, y fue un éxito. Después hice varias cosas y en, en el 96, debuté en Radio Uno de la mano de Marcelo Tinelli con La Batidora, que luego por cuestiones legales se transformó en El Exprimidor. Y seguí siempre en esa frecuencia.
—Y siempre fue un programa más informativo de lo que uno está acostumbrado a encontrar en una FM, ¿o no?
—Claro. Porque, aunque no llegaba al nivel de exigencia de la vieja AM, no por nada el slogan del programa es: “Estás en El Exprimidor, estás informado”. Es decir que, más allá de alguna distensión, siempre se le dio gran relevancia a la información, con movileros y columnistas. Así que me encanta este crossover. Porque, además, hoy muchísima gente nos escucha por streaming. O sea que todo se ha equiparado. Y aunque por suerte todavía están los que siguen prendiendo la radio o nos sintonizan en el auto, dónde por suerte se escucha muy bien porque es la vieja Radio Colonia y tiene buena potencia, también hay muchos oyentes que nos siguen desde un telefonito o una computadora. De todas formas, si bien yo me adapto, tampoco siento que está haciendo un programa muy distinto...
—¿No cambió la esencia?
—Para nada. Cuando veo que me pongo plomo busco algo de distensión y, cuando noto que estoy un poco frívolo, vuelvo a la información. A lo mejor, me tengo que adaptar a que a las 7 y a las 8 horas está el noticiero de la emisora, que es de dos minutos. Pero yo lo hago como si estuviera haciendo radio sin etiquetas. Porque insisto: con las aplicaciones, hoy el salto no es tan importante como el que dio en el 83, cuando Juan Ablerto Badía, que estaba muy bien en Radio Mitre se animó a pasarse a la FM. Hoy en día, ya no es algo tan audaz.
—De hecho, hoy la gente escucha radios de todo el mundo a través de las plataformas...
—Tal cual. Yo, que estoy todo el día con la actualidad de acá, a veces para desenchufarme escucho cadena Cope u otras radios de afuera. Aunque ahora, con el coronavirus, lo hago más para informarme.
—Te tocó debutar en un contexto muy especial y en plena cuarentena, ¿cómo se sobrelleva esa situación?
—Por supuesto que lamento muchísimo lo que está pasando. Pero yo nací para esto. Me gusta informar, absorber, chequear las fuentes, mirar noticieros de distintos lugares... Había dejado de hacer radio el 31 de diciembre y, a través de las redes sociales, todos me decían que ahora más que nunca tenía que volver. No es que yo fuera imprescindible, porque hay muy buenos programas en la Argentina. Pero yo creo que no es coincidencia, que por algún propósito estamos volviendo ahora y poniendo nuestro granito de arena. No somos médicos ni científicos, pero sabemos que los que nos escuchan quieren que con nuestro estilo los estemos acompañando e informando.
—¿Se puede mantener un clima de distensión en este marco?
—Mucho menos que una situación más normal. De hecho, en el estudio siempre somos cuatro o cinco, la típica y linda mesa en la que vas a un tema y otro. Y, ahora, estoy muy bien acompañado por la locutora Melina Monti, pero estamos los dos solitos. Los columnistas, Claudio Zlotnik en economía, Martín Narducci en policiales, Jota Leonetti en tránsito y mis dos hijos, Nicolás de 24 años que es periodista deportivo y Martina de 19 que se encarga de cultura y espectáculos, están en el teléfono. Así que no es lo mismo a la hora de hacer un guiño o sumar al equipo a alguna consigna. El programa está más serio. Y la situación es más grave. Pero la distensión puede ser un comentario de un minuto sobre lo que dijo Jimena Barón o un análisis sobre si Gonzalo Higuaín viviría en la Argentina y jugaría en River. Y después sí, volver a cuántos muertos hubo, entrevistar a un doctor y ver qué medidas tomamos. Lo que sí, no alarmamos. No estamos para sumar más pánico del que realmente tenemos todos.
—¿Qué pasa en lo personal? Porque aunque el periodismo esté exento de la cuarentena, salir a trabajar también implica un riesgo...
—No soy un obsesivo ni soy desaprensivo. Nunca en mi vida tuve tanto el alcohol en gel en el auto: lo paso del volante a la palanca de cambio, de la manija exterior a la interior. Afortunadamente, en la radio están los dispensers y permanentemente se cumplen los turnos de limpieza. Tratamos por supuesto de respetar el distanciamiento social. Y pasan cosas paradójicas. Con algunos compañeros no nos veíamos desde hacía meses y quisiéramos darnos un abrazo, pero nos damos un codo. Por suerte la emisora es cerca de casa, así que después yo vuelvo directo. Y si salgo es porque voy con mi mujer (Carolina Crivellini) a comprar la fruta y la verdura, nada más. Después, está el punto de vista espiritual, que es algo que a mí me interesa mucho. Trato de meditar. Y soy un hombre de fe, así que espero que Dios nos ayude y que la menor cantidad de personas se vean afectadas. Obviamente, te da miedo morirte. Yo tengo 57 años y no es a partir de los 60 sólo que fallece gente, el promedio de infectados es de 45 años y ha fallecido gente joven también. Tengo los miedos lógicos, pero no patológicos. Así que por ahora la voy llevando y trato de prestar un servicio.
—Apelando a tu costado espiritual, hay mucha gente que cree que esta pandemia es un mensaje del Universo. ¿Vos qué pensás?
—Yo creo que sí. Por supuesto que cada uno hace su interpretación de esto. Para quién sea escéptico, no hay una demostración fehaciente. Pero yo creo que esta pandemia tiene algunos elementos que son por lo menos para analizar, acerca de cuán individualistas nos habíamos puesto, cuánto voluntariamente nos queremos aislar, cuánto habíamos despreciado la charla telefónica, el ir a ver a una persona o el abrazo...Pienso cuanto nos está constando y nos cuesta estar en casa los cuatro a la mesa o ir a un restaurante y que no haya tele, sin que estemos prendiendo a cada rato el celular. Después, desde un punto de vista mucho más intenso, habría que pensar en los desastres medioambientales.
—¿Y qué reflexión hacés sobre eso?
—Yo respeto todas las opiniones. He leído las interpretaciones que han hecho cristianos, judíos, maestros cabalistas, personas que abrieron la espiritualidad... Y, en general, todos coinciden en que esto tiene un propósito, que no es un accidente. Y que nos está preparando, a los que podamos sobrevivir, para una nueva etapa. Habrá que ver qué tanto aprendemos. Porque, por otra parte, la humanidad hace miles de años que se viene tropezando con este tipo de situaciones: pandemias, tsunamis, terribles terremotos...Recientemente hubo en Haití , Indonesia, Tailandia. ¿Y cambiamos realmente? ¿Aprendiemos?
—¿Pensás que en este caso nos va a llegar la lección?
—Como siempre en la vida, hay libre albedrío y todo es una elección. Ninguno de nosotros debería estar diciéndole al otro lo que tiene que hacer. Las lecciones , desde el punto de vista moral, son para uno. Pero ojalá todos seamos un poquito mejores. No es casualidad que nos están obligando a la introspección. a estar con nosotros mismos. Y estaría bueno que como consecuencia seamos una sociedad no beata, perfecta o pacata, pero sí un poco más solidaria. Porque, básicamente, los grandes hombres de la historia pensaron en las próximas generaciones. Y acá, nosotros estamos pensando en la inmediatez sin que nos importe lo que venga después. Tal vez esto nos haga recapacitar.
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