8 de mayo de 1982. 18 horas. Pinky y Cacho Fontana abren el programa desde la calle. Alrededor de ellos decenas de curiosos que disfrutan de salir en cámara. Una breve introducción, alguna sonrisa, y, tomados del brazo, ingresan al canal. Atrás queda la Avenida Figueroa Alcorta desbordada de autos inmóviles que presencian la escena; de fondo se escuchan algunos bocinazos.
Pinky y Fontana atraviesan los largos pasillos de ATC, la vanguardia televisiva en ese momento: el canal había inaugurado menos de cuatro años antes, en ocasión de otra ola patriótica, el Mundial 78. Contra las paredes se perciben varias pilas de alimentos no perecederos que se van acumulando.
Al ingresar al estudio, los recibe una ovación del público. La tribuna está repleta. Los conductores explican lo que seguirá. Serán 24 horas continuas de televisión, Las 24 horas de Malvinas. Ellos se mueven unos metros y muestran unos estrados con 45 teléfonos; en la pantalla se sobreimprimen los números para llamar. Se explicita el mecanismo. El público podrá llamar para hacer donaciones y, también, para participar de las subastas que se abran en cámara para algunos objetos en especial. Mientras intentan seguir describiendo cómo será ese día entero frente a las cámaras, los teléfonos empiezan a sonar. Todos a la vez. Parece el ruido de las vuvzelas en Sudáfrica 2010 o el de esas bocinas molestas que se perpetuaban de fondo auditivo de las Copas Intercontinentales jugadas en Japón en los 80.
Con el correr de las horas algún productor solucionó ese inconveniente, pero no el de las charlas detrás de cámaras debido al flujo permanente de figuras que se acercaban al canal. Teniendo en cuenta la sensibilidad de esos días, lo que siguió fue casi natural. El Himno argentino. Lo entonó, con algo de afectación, Susana Rinaldi.
Las 24 horas de Malvinas fue un programa maratónico que tuvo como fin recaudar dinero para afrontar los gastos de la guerra en la que la Junta Militar se había embarcado.
Fue un teletón. Una maratón televisiva con el fin de recaudar. Lo que se juntara iría al Fondo Patriótico Nacional de las Islas Malvinas. Argentina no tenía gran tradición en los teletones: faltaban 10 años para el primer Un sol para los Chicos y más de tres décadas para lo que será Unidos por Argentina, el programa motorizado por la primera dama Fabiola Yañez, que será televisado este domingo por todos los canales con el fin de recaudar fondos para la lucha contra el coronavirus. Estados Unidos, en cambio, sí tenía experiencia en este tipo de eventos televisivos. El más famoso era el que anualmente encabeza Jerry Lewis destinado a la lucha contra la distrofia muscular. Pero nuestra televisión tenía, al menos, una consolidada tradición en programas ómnibus. De Sábados Circulares a Feliz Domingo, de Pipo Mancera a Silvio Soldán, pasando por Orlando Marconi o Antonio Carrizo, las tardes de los fines de semana televisivos estaban dedicados a ellos. En éste habría números musicales, entrevistas a personalidades, subastas y apariciones sorpresivas.
Alguna vez Cacho Fontana dijo que ese programa le costó la carrera. No parece que sea así. Lo que derrumbó su increíble carrera fue el escándalo con Marcela Tiraboschi (y la actitud de Cacho de asumir culpas, de mostrar vergüenza profesional y personal, algo que con el tiempo se fue dejando de lado en el mundo del espectáculo local). Hace unos años, con algo de fastidio ante alguien que al intentar hacer un resumen de su carrera, lo primero que mencionó fue este programa, Pinky respondió: “Si después de más de sesenta años de trayectoria todo lo que tienen que decir de mí es que conduje ese programa, eso significa que me manejé muy bien en todo ese tiempo. Era un momento difícil del país. Lo hice por mi patria, hice un programa durante una guerra pidiendo por una paz con dignidad. Al día siguiente, los milicos me querían colgar en la Plaza de Mayo, estaban indignadísimos”.
No miente Pinky. En una de sus primeras alocuciones dice casi exactamente eso: “Queremos la paz pero la queremos con justicia”. De hecho esa frase horas después apareció con un videograph precario en pantalla.
Es inevitable que cuando se evoque la carrera de Pinky y de Cacho Fontana se mencione que condujeron Las 24 horas de Malvinas. Por lo general la mención no es inocente, implica un estigma. Sin embargo, a la distancia, y revisando la casi decena de horas que se consigue en internet no parece justo. Llevaron a delante el programa con profesionalismo y simpatía, y más allá de algún breve y aislado arrebato patriótico, no se percibe que hayan incurrido en arengas a favor del belicismo ni de los gobernantes de turno. Hablaban de paz y pedían por la vida y la salud de los soldados que estaban en las Islas Malvinas.
Ambos, Pinky y Cacho eran los conductores más importantes de su tiempo. Lo eran desde hacía más de una década. Las figuras más importantes de la televisión. Llegaron a conducir el programa porque eran las primeras opciones. No había nadie por encima de ellos en ese rubro. Fue como si en la actualidad los convocados fueran Marcelo Tinelli y Susana Giménez.
Fontana había liderado la radio y la televisión desde los 60. Era el personaje más buscado para auspiciar productos. Ella, por su parte, había inaugurado la televisión y apenas dos años antes de la guerra había sido quien estuvo en pantalla en el momento en que la pantalla pasó del blanco y negro al color. Pinky contó que en el momento de la convocatoria estaba enferma y declinó la oferta. Pero que sus hijos la convencieron de que lo hiciera, le dijeron que era su deber como argentina en esas circunstancias. Pinky descansó en algún momento y tuvo varios cambios de vestuario. Fontana no salió del aire jamás, entabló una batalla de resistencia con él mismo.
En un momento de la noche se televisó en directo desde el Luna Park una pelea de Martillo Durán (que tuvo final polémico por su descalificación). Fontana fue hasta el estadio a entrevistar a su amigo Tito Lectoure. Una caída de Martillo en el primer round no se vio porque el director de cámaras mostraba cómo Cacho corría por Bouchard para subirse a una moto y llegar más rápido de nuevo hasta ATC.
Por otro lado una lista no taxativa de personalidades que pasaron por ATC en esas horas indica que casi nadie quiso quedar afuera.
Susana Giménez, Ricardo Darín (que por los distintos fragmentos que se conservan parece haber dormido en el canal: está con Susana Giménez, luego bien entrada la noche vendiendo flores entre los autos y muy bien ubicado -detrás de Fontana- en el bloque final cantando el Himno junto a otros galancitos como Raúl Taibo y Carlos Olivieri), Norma Aleandro, Thelma Biral, Moria Casán, Gerardo Sofovich, Jorge Porcel, Alberto Olmedo, Tato Bores, Andrea del Boca y cientos de actores y actrices más. También estuvieron divas como Lolita Torres o Libertad Lamarque. Personalidades como René Favaloro, Amalita Fortabat, Tito Lectoure o el Dr. Raúl Mattera.
Al principio de la maratón Jorge Cyterszpiler, representante de Diego Maradona, disculpaba a Diego por no estar presente por estar concentrado con la Selección que en pocos días viajaría a España para jugar el Mundial 82, y en nombre del Diez entregó un cheque por 10 millones de pesos. Sin embargo varias horas después, mientras Fontana realiza una entrevista se percibe un revuelo en el atiborrado estudio. Los ruidos de fondo son mayores a los que ya se habían convertido en habituales en esa transmisión. La cámara abandonó a quienes hablaban y se centró en los que ingresaban. Con el buzo oficial de la Selección, Daniel Passarella, Diego Maradona, Osvaldo Ardiles y Patricio Hernández se acercaron a los conductores. Passarella, como capitán, entregó otra importante donación en nombre del plantel. Poco después se sumaron Carlos Monzón y Carlos Reutemann.
Por momentos causa gracia que la mayoría de las veces que se habla de plata se dan dos denominaciones: “10 mil pesos o 1 millón de pesos viejos”, decían los conductores. Una reciente devaluación y cambio de moneda había quitado dos ceros a todos los billetes.
En las esquinas principales de la ciudad había alcancías en las que la gente iba y dejaba su contribución. Un millón de flores se venderían en las calles. Cuando Amalita Fortabat compró 50 mil a 10 mil pesos cada una, el público quiso la suya. Esa noche se vendieron un millón cuatrocientas mil flores.
A medida que avanzaba el programa el estudio se colmaba de cuadros y otras obras de arte que eran donadas. También relojes, anillos y otras joyas. Susana Giménez entregó un reloj de oro que le habían regalado en Venezuela. Se juntaron también miles de tapados de piel. Por teléfono la gente seguía donando bienes y dinero para el Fondo Patriótico.
Nada que no se hubiera hecho antes. En todas las guerras las campañas de concientización y de recaudación fueron habituales. Los ejemplos de la Segunda Guerra Mundial habían llegado al país. La población estaba sensibilizada. Menos de una semana antes se había producido el hundimiento del Crucero General Belgrano y en esos días empezaron a recrudecer los enfrentamientos.
Dentro de todos los episodios, una quedó marcado en la memoria colectiva de una manera singular. En un momento Pinky y Fontana se acercaron a una anciana que estaba en primera fila. Era Pierina Dealessi, una actriz italoargentina. Pierina era dulce y elegante. Tenía en ese momento 88 años. Con mucha humildad entregó un tapado algo ajado. “No tiene mucho valor pero de algo va a servir”, dijo. Terminó de conmover a todos cuando se quitó los aros que tenía puestos y los entregó: “Eran de mi madre. Es lo único que me queda de ella”, dijo. Pierina murió pocos meses después. Ahora una calle de Puerto Madero lleva su nombre. Pero ese caso fue uno de los que se utilizó de ejemplo para hablar y denunciar lo que había sucedido con lo recaudado en ese programa.
Fueron varias decenas de millones de dólares, 140 kilos de joyas, cientos de obras de arte, toneladas de tapados de piel y hasta un Mercedes Benz. Pero nadie supo bien qué pasó con todo eso. Lo que se sabe es que la mayoría de cosas enviadas no llegaron a los soldados en Malvinas. Eso no sería ilógico: la Guerra terminó apenas un mes después y algunos de esos elementos no estaban dentro de las prioridades logísticas. Sin embargo, el destino del Fondo Patriótico por Malvinas fue oscuro e incierto. La sombra de la corrupción y del robo recae sobre él. Las explicaciones y rendiciones de cuentas nunca fueron claras ni contundentes.
La fe del ciudadano común que donó sus pertenencias fue defraudada.Eso naturalmente no se le puede endilgar a los conductores ni a los cientos de celebridades de todas las disciplinas que participaron.
Muy posiblemente el elemento más perturbador de ese programa sea la ilusión de unanimidad que lo domina. El unanimismo como lo llamó Vicente Palermo en su excelente libro Sal en las heridas. Ese, tal vez, sea el mayor rasgo fascista de esos días.
El programa se retransmitió a todo el país. Las empresas donaron el total del costo del espacio publicitario. Entre las piezas elaboradas de Sancor (“Juntos somos más”), Hitachi (“Qué bien se TV”) o Dolca (el encantador dibujo animado de las bananitas), aparecían placas con simples menciones de grandes empresas o negocios barriales que deseaban participar y hacer su aporte. En medio de las publicidades también aparecían los comunicados de la Junta Militar (des)informando sobre el devenir bélico: esa noche el Comunicado N°32 trajo malas noticias. El ataque inglés sobre Puerto Argentino había comenzado
Una curiosidad: a pesar de la importancia del programa y de la adhesión que consiguió, no fue mencionado en las portadas de los diarios del día siguiente. En ese tiempo los programas de TV no eran tapa. Aunque sí hubo espacio en Crónica y en Popular para notificar de la muerte de Nélida Lobato.
A las 18 horas del 9 de mayo se produjo el gran cierre. Se invitó a las figuras de todos los elencos de todos los canales. Una multitud estaba frente a cámara. Primero Libertad Lamarque recitó un poema alusivo, después Lolita Torres cantó La Hermanita Perdida y luego llegó el Himno. Al finalizar, como sucedió cientos de veces en esas 24 horas, la gente aplaudió y coreó ¡Argentina, Argentina!
24 horas y 30 minutos después de haber comenzado, Pinky y Cacho Fontana se despidieron del público sin grandes discursos y sin apelar a ningún golpe bajo. Una vez que saludaron se confundieron entre el público que los abrazaba y tocaba.
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