Podría decirse que la suerte estuvo de su lado. El ilusionista Gastón Quieto, ex cuñado de Luisana Lopilato, estaba trabajando en el buque Zaandam desde el mes de noviembre. El 1 de marzo, cuando el coronavirus todavía no había sido declarado pandemia, lo abordó en Buenos Aires para un recorrido que que tenía como destino final el puerto de San Antonio, en Chile, el día 20. Pero él decidió bajarse el 14 en Punta Arenas, para evitar el amontonamiento de gente en su regreso. Se salvó.
Después de que se cerraran las fronteras de varios países y muchos puertos lo rechazaran, el crucero se encuentra hoy varado frente al canal de Panamá, esperando una autorización para cruzar hasta Fort Lauderdale, Florida, Estados Unidos, con la esperanza de poder desembarcar allí el 30 de marzo. Entre sus pasajeros, ya hubo cuatro muertos por COVID-19, hay dos que dieron positivo en el test y ya suman 138 las personas que presentan síntomas similares a la gripe.
“El Zaandam es el buque que esta temporada estuvo en Sudamérica. Yo trabajo ahí haciendo mis shows en un teatro para 800 personas, a veces me quedo cuatro semanas y otras veces tres. Después me bajo una, cuando hay recambio de pasajeros”, empieza contando Quieto en diálogo exclusivo con Teleshow.
Según explicó el ilusionista, todo el mundo se iba a bajar en San Antonio, Chile, porque es el puerto más cercano a Santiago. “Yo fui la única persona que se bajó en Punta Arenas, porque ya sé lo que pasa con los traslados cuando desciende toda la gente en el mismo lugar. He perdido aviones por eso, porque además siempre llevo mucho equipaje por los shows. Y a la semana, supuestamente, tenía que embarcar en otro buque. También tenía que estar con mis hijos, que tenían exámenes. Así que pedí autorización para bajarme ahí y me pagué yo el pasaje hasta Buenos Aires, como para después pedir el reintegro. Pero no quería estar en el lío que se arma cuando bajan todos juntos”, contó.
Fue el destino. Al día siguiente, se cerraron las fronteras de Chile y el buque comenzó su peregrinar. “Volvieron para Ushuaia, donde no los dejaron bajar, hablaron con Uruguay que les iba abrir el puerto para darles comida pero no lo hicieron, así que a mitad de camino se volvieron Buenos Aires que tampoco le abrió. En Santiago, recién, les dieron comida el día 21. De ahí fueron para Perú, que tampoco les abrió, y ahora están varados en Panamá, donde es muy probable que no los dejen pasar el canal”, relató Quieto.
Ante esta situación, el ilusionista no puede dejar de pensar que hoy él podría estar entre ese grupo de tripulantes que temen por sus vidas. “Si no me hubiera bajado antes, ahora estaría varado con ellos. Yo hablo con muchos amigos que están todavía en el barco. Nadie puede salir de su cabina y hay un pánico total. Porque el que se enferme tiene todas las de perder, ya que ahí no tienen los elementos como para atender a un paciente con coronavirus. ¡No hay respiradores! Es terrible la situación”.
¿Cómo fueron los días previos a su desembarco? “Lo que pasaba adentro del buque era bastante extraño, porque seguíamos las noticias sobre el virus, que ya se había declarado pandemia. Pero la gente no estaba muy preocupada. Era como que no pasaba nada”, explicó Quieto.
Y luego detalló: “En los barcos siempre hay gente con virus, mucha gripe. Y, a toda la gente que le da fiebre, automáticamente se la aísla por 48 horas para que no esté en contacto con nadie y no contagie. De hecho, a las personas que trabajamos ahí, cuando tenemos un mínimo síntoma nos separan. Pero siempre hay casos. Así que hasta que yo me bajé todo era normal. Quizás había un poco más de alarma y más medidas de higiene. De hecho, se suspendieron los buffets, así que la gente ya no podía servirse la comida sola y se la tenía que pedir a los mozos. También nos controlaban la temperatura y nos hacían usar alcohol en gel. Pero no había nadie con coronavirus”.
Quieto sospecha que alguien se contagió el virus en algunas de las paradas, ya que al momento de embarcar hubo controles de temperatura. “De hecho, a unos europeos que estaban con fiebre, directamente no los dejaron subir. Y tampoco a unos músicos que venían de España y a unos comediantes de Inglaterra, que se iban a sumar al grupo de entretenimiento”, contó el ilusionista.
“Para mí y para los que trabajan en el barco el tema fue que algunos bajaron en Montevideo, en Buenos Aires, en Santiago y en las Islas Malvinas, y alguno se contagió ahí o comió algún alimento que tenía el virus, y se propagó de esa forma. Eso es lo que piensan todos y lo que pienso yo también. Porque cuando yo estaba no había nadie más contagiado. Y a nadie de los que habían llegado del extranjero se les había tomado la temperatura”, contó.
Hoy, Quieto se encuentra terminando su cuarentena preventiva en su domicilio, junto a los dos hijos que tuvo con una ex pareja que hoy reside en Dubai. Pero prefiere no exponer a los chicos, que viven con él pero con los que trata de tener el menor contacto posible.
Hace unos días Quieto había sido noticia por un conflicto que mantenía con Daniela Lopilato, madre de su hijo menor, Benicio, por el régimen de visitas. Pero hoy, su testimonio pasa por otro lado. Y aclaró que no tiene miedo de haber contraído la enfermedad: “Por suerte no tuve ningún síntoma. De hecho, un día antes de bajarme del barco me hicieron los estudios de rutina. Estoy aislado y no vi a mis padres, que son mayores. Pero estoy tranquilo y en perfecto estado de salud”.
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