La niña tiene cuatro años, tal vez cinco. Tantas cosas feas pasan a su alrededor que solo es feliz cuando canta. Sus padres se separaron hace poco y no tiene muchas cosas para jugar, ni siquiera en Navidad, cuando se supone que todos los niños del mundo reciben regalos. Su principal diversión, entonces, es cantar. Y a la noche, para que nadie la escuche, lleva una pequeña radio a su habitación, se esconde bajo las sábanas y canta hasta que se queda dormida. Y entonces, sueña.
Mariah Carey nació el 27 de marzo de 1970 en Long Island, hija de Alfred Roy Carey –nacido en Venezuela, de raíces africanas - y Patricia Hickey, proveniente de una familia de inmigrantes irlandeses. Llevaba en su sangre el crisol de quienes formaron el gran país del norte. Al vecindario mucho no le gustaba, y se lo hacían saber con comentarios racistas. Fue un primer llamado de atención de que las cosas no iban a ser sencillas.
Tenía tres años cuando sus padres se separaron y esta vez el golpe fue más fuerte. Su hermana Allison de ocho años se mudó con su padre, y ella quedó con Morgan, de 5, al cuidado de mamá Patricia, quien llegó a tener tres trabajos para llevara adelante a la familia. En sus ratos libres, disfrutaba su gran pasión: el canto lírico. La pequeña Mariah la observaba embelesada. Un día, mientras ensayaba Rigoletto, Patricia se olvidó la letra y Mariah la apuntó en el italiano que le permitían sus cuatro años. Las dos se miraron conmocionadas: sabían que estaba naciendo una estrella
En el secundario todo empezó a cobrar un matiz más serio. Aparecieron sus propias canciones y se mudó a Manhattan dispuesta a cumplir su sueño. Trabajó como camarera para solventarlo y se conoció a Ben Margules, un joven músico que tenía acceso a un estudio de grabación. Ya tenía un demo, faltaba alguien que le prestara atención.
Con 18 recién cumplidos, consiguió trabajo como corista de Brenda Starr, una cantante de R&B que escuchó su demo y quedó encantada. Brenda le insistió para que la acompañara a la gala de fin de año de la industria discográfica, y allá fue Mariah con sus ilusiones. El demo quedó en manos de Tommy Mottola, presidente de Columbia Records. De regreso a casa, Tommy puso la cinta en el estéreo del auto. Quedó tan cautivado que volvió enseguida a buscarla. Pero la princesa había partido.
“Cuando la vi y la escuché, no tuve ninguna duda que estaba destinada a ser una super estrella”, contó más tarde Mottola, que tardó más de una semana en dar con la joven. Como cabeza de Columbia, Mottola sentía que necesitaba una joven figura de R&B para competir con Whitney Houston, y otra pop para destronar a Madonna. Y que Mariah era la indicada para librar ambas batallas. Firmaron el contrato y en junio de 1990 el debut epónimo de Mariah Carey salía a la calle.
El disco tuvo un arranque demoledor, vendiendo cerca de nueve millones de copias solo en los Estados Unidos y permaneciendo once semanas en el tope de la Billboard. La prensa coincidió en celebrar su registro de soprano y cuestionar ciertos clichés compositivos. Para ella fue un desafío. La voz ya la tenía, lo otro podía mejorarlo. El hecho de escribir sus propias canciones siempre fue motivo de orgullo, un rasgo distintivo de muchas de sus colegas, y no la iban a hacer cambiar.
Con el material todavía caliente, en 1991 publicó Emotions, más orientado a la música negra y menos popero. Las ventas bajaron a la mitad y aumentaron las críticas negativas. La principal era su reticencia a presentarse en público. Argumentaban miedo escénico, tal vez. O algo peor, que su maravilloso registro de cinco octavas sea un producto de laboratorio imposible de trasladar a los escenarios. Para salir del paso, grabó un especial de MTV Unplugged que publicó en formato EP y empezó a inclinar la balanza.
Para el siguiente álbum volvió a la senda del pop y trepó a lo más alto de todo el mundo. Music box se publicó el 31 de agosto de 1993 y canciones como “Hero”, “Dreamlover” o la versión de “Without you” inundaron diarios y canales de televisión. Mientras tanto, estrenaba su estatus de mujer casada con el hombre que la descubrió, que le allanó el camino a la fama y, también, el que le hizo vivir las peores pesadillas.
Cuando sus destinos se cruzaron en esa velada iniciática, Tony Mottola tenía 39 años -20 más que Mariah-, un matrimonio de casi dos décadas con Lisa Clark y dos hijos. A finales de 1992 salió la sentencia de divorcio y era un hombre libre. Al año siguiente, Tony y Mariah se casaban en Nueva York. La fiesta en el Metropolitan Club costó 500 mil dólares y asistieron 300 personas, entre familiares y amigos como Robert De Niro, Barbra Streisand, Ozzy Osbourne y Bruce Springsteen. Para elegir su vestido, Mariah se inspiró en la boda de Lady Di y el Príncipe Carlos. Estaba cumpliendo el sueño de la princesa, pero iba a durarle apenas cuatro años.
Pero mientras tanto no paraba de crear. Corría 1994 cuando Carey decidió que era tiempo de publicar un álbum navideño, un clásico de la industria discográfica sin distinción de género. Para ello, se juntó con su productor de confianza, Walter Afanasieff, se inspiró en su por entonces marido ideal y escribió “All I want for Christmas is you”, el himno navideño de finales del siglo XX.
Lejos de detenerse, la factoría Carey se potenció luego de la separación. Y la cantante usó sus armas –su voz, sus canciones, su sensualidad reprimida- y las del enemigo –el sello discográfico-. En agosto de 1997 publicó Butterfly, cuyo primer single, “Honey”, la acerca musicalmente al hip hop y su video la muestra atada a una silla y amordazada, en una escena típica jamesbondiana.
Algunos lo leyeron entonces como una referencia a su matrimonio, y a la fama de controlador de su ex. La propia Mariah lo confesó como nunca en una entrevista con Cosmopolitan. “No había libertad para mí como ser humano. Era casi como estar presa”, sentenció. "Parece ser que la controlaba. Pido disculpas. ¿Fui obsesivo? Sí, pero eso es parte de la razón de su éxito”, había reconocido el empresario en sus memorias. Así estaban las cosas cuando apareció Luismi.
Durante 1997 Carey había vivido una relación breve y tumultuosa con el beisbolista Derek Jeter y, como necesitaba descansar, alquiló una casa en las montañas de Aspen. Ese mismo destino eligió Luis Miguel, agotado por las arduas grabaciones del disco Romances. La leyenda cuenta que el encuentro fue responsabilidad de quienes le alquilaron los respectivos alojamientos, que le armaron una cita a ciegas. No tardaron en encontrarse y vivir una intensa historia de amor.
No se preocuparon por ocultarse de la prensa y los paparazzi se dieron panzadas de flashes en la noche neoyorquina. Ella hablaba de él y se le llenaba el cuerpo de amor. Luismi, más reservado, no podía ocultarlo en su rostro. Mariah sentía que por fin alguien comprendía su vida de artista, lo que significaba cantar para audiencias multitudinarias. Eran del mismo palo, y se le ocurrió que podían grabar una canción a dúo. Luis estuvo de acuerdo y puso su voz a “After tonight”. Ahí aparecieron los chispazos.
Al mexicano no le gustó la mezcla, y muchos interpretaron que lo que no le había gustado era que su voz se opacara al lado de la Mariah. A ella le gustó tanto que lo incluyó en el disco Rainbow con una dedicatoria: “Luis: Gracias a Dios que te encontré”. Los rumores cruzados de infidelidad terminaron por destruir una pareja que, sin embargo, permite tener siempre a mano el cartel de continuará. Así permiten entrever las declaraciones del ex manager del cantante -“Mariah Carey fue el gran amor de Luis Miguel”- y el inminente estreno de la segunda temporada de la serie, que contará la relación entre ambos.
A la separación se le sumó el primer gran fracaso discográfico de su carrera. En 2001 firmó por cuatro álbumes con Virgin, pero Glitter no funcionó y el contrato multimillonario se hizo pedazos. Empezó a tener trastornos de sueño, cada vez más frecuentes, y menos parecidos al insomnio. Estaba irritada, golpeaba las paredes, se sentía desordenada. Se internó y la noticia dio la vuelta al mundo. “Cansancio extremo” fue el eufemismo usado por su publicista. Tuvieron que pasar 17 años para que Mariah confiese a la Revista People sus trastornos de bipolaridad
Promediando los 2000 la situación se estabilizó. En 2005 volvió a dominar los rankings con The emancipacion of Mimi, un título que hablaba de su actualidad, de su liberación y hacía público un sobrenombre del ámbito privado. Otra vez, la artista mandaba señales y mostraba una faceta más bailable y hiphopera. Y demostraba que podía hacerlo sin su padrino. En 2008 publicó E=MC², que fue interpretado como un álbum complementario. Para ese entonces, volvía a estar enamorada.
El segundo corte, “Bye bye”, es una de las canciones más autorreferenciales y emotivas de su repertorio. En ella se despide definitivamente de su padre, quien se enfermó de cáncer y murió en 2002. Mariah pudo acompañarlo durante su agonía y aquí retoma el dialogo. “No me viste volver al Número 1 / desearía que estuvieras aquí para celebrar, para pasar las vacaciones juntos”, le canta, y su voz es la de todos los que perdieron algún ser querido.
Todo ocurrió en Bahamas, donde la cantante tenía residencia. Su pareja en la ficción, el músico y productor Nick Cannon, enseguida iba a serlo en la vida real… o ya lo eran por entonces. Nick contó que algo se encendió ni bien empezaron a trabajar en el video. El single se publicó el 15 de abril y los rumores se dispararon. A fin de mes trascendió la boda, mucho más minimalista que la anterior. Tatuajes y anillos de compromiso, doce personas reunidas al atardecer y mucho champagne francés.
Mariah y Nick estuvieron juntos durante ocho años. Y otro 30 de abril, pero de 2012, nacían los mellizos Monroe y Moroccan. “Mi esposa me hizo el mejor regalo de bodas, Nunca seré capaz de igualarla”; tuiteó el flamante padre al respecto. También fue diferente la separación, en buenos términos y compartiendo la crianza de los mellizos.
Desde entonces, Mariah volvió a intentarlo en el amor, aunque sin suerte. Se comprometió y rompió el compromiso con el millonario australiano James Pacer y tuvo idas y vueltas con el bailarín Bryan Tanakam, pero su principal energía pasó por el cuidado de sus hijos y mantener el fuego de su carrera. En 2019 publicó un álbum especial por el 25° aniversario de “All I want for Christmas is you” y llegó por 19ª vez a la cima de los rankings, a uno de igualar a The Beatles. También fue el primer paso de una retrospectiva mucho más amplia.
La diva se disponía celebrar sus 50 años con la publicación de sus memorias autorizadas y con una gira que quedó en suspenso por la pandemia de coronavirus. En cambio, comparte como tantos otros famosos, el día a día de su cuarentena. En su caso, jugando con sus hijos, haciendo ejercicio y escuchando sus canciones. Como seguramente tantos otros fanáticos alrededor del planeta. Y con tantas ganas de compartir que anunció que realizará un concierto desde su casa para la Cadena Fox. Para que sus canciones, la banda de sonido de tantas vidas alrededor del mundo, acompañen también este momento tan doloroso.
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