“Esto parece una película de ciencia ficción. Un apocalipsis extrañamente espectacular, en donde afloran las mejores y las peores cosas del ser humano, como en cualquier situación de riesgo. Pero acá también está apareciendo algo que no es lo mejor ni lo peor: es lo más boludo”.
Como rara vez sucede, la primera reflexión del entrevistado coincide con un buen punto de partida para comenzar a escribir: un pantallazo general de la situación y palabras contundentes para llamar la atención del lector. No se podía esperar menos de un artista de la talla de Enrique Pinti, que con la misma mordacidad con la que realiza sus monólogos ahora manifiesta sus temores ante la pandemia del coronavirus. Y también hace su implacable crítica a quienes no cumplen con la cuarentena.
El humorista está refugiado en su casa en Buenos Aires desde el 11 de marzo junto a un primo, Roberto. Su edad -80 años-, la diabetes y “una pequeña insuficiencia renal”, según sus palabras, lo ubican en el grupo de riesgo frente al Covid-19, y eso lo llevó a aislarse por voluntad propia cuando terminó la temporada de teatro con la obra Al fondo a la derecha. Pasa los días leyendo y, principalmente, mirando series y películas en Netflix, como muchos argentinos. Intenta dedicarle varios minutos de cada día a caminar por el pasillo de su propiedad para sumarle un poco de movilidad a la cuarentena, pero ya está “harto” de hacerlo siempre bajo el mismo paisaje.
“El problema que tengo es que por la diabetes soy insulinodependiente. Con la insulina no hay drama porque te la tienen que dar gratis, el tema son unas tiritas de plástico que se venden en todos lados y sirven para colocarlas en el indicador de insulina, algo totalmente necesario: yo me mido la insulina tres veces al día. Y esas tiritas de plástico estaban a 1200 pesos y las subieron a 4900. ¡No tienen vergüenza! Las tengo que comprar igual. Yo no tengo problemas económicos, pero si esto sigue tres o cuatro meses más, no sé…”, explica a Teleshow.
De todas formas, la indignación de Pinti está vinculada principalmente a aquellas personas que no cumplen con la cuarentena obligatoria: “El poder de decisión del ser individual es terrible. Yo puedo tener mi poder de decisión y mi libertad individual pero para otro tipo de cosas, no para esto. Alguien puede decir ‘yo estoy en contra del aborto’ y yo puedo decir ‘quiero el aborto’ porque me parece que es una libertad individual y, en todo caso, me jodo yo. Es algo individual. Pero acá todo se multiplica por ser una pandemia absolutamente planetaria. En otro contexto es un problema egocéntrico y narcisista, pero en estos momentos es un crimen. Realmente es un delito de falta de humanidad, conciencia y hermandad”.
—¿Cree que el Gobierno Nacional está tomando las medidas adecuadas?
—Creo que sí. Nosotros venimos con varias “ventajas”, entre comillas, porque esto no tiene ventajas. Es un lugar común decirlo: nos tocó en pleno verano, y tuvimos la posibilidad de ver lo que pasaba allá. Los mexicanos también tuvieron esa posibilidad y (Andrés Manuel) López Obrador dijo “salgan a la calle, coman en familia, ayuden a la economía mexicana”. Es un presidente elegido democráticamente en un país que tiene el 60 por ciento de pobreza. Entonces me parece que acá estamos haciendo las cosas bien. La actitud ha sido bastante buena. El presidente es un hombre prudente, te guste o no te guste, y lo que necesitamos es no volvernos locos. Este hombre por ahí larga un “estos pelotudos”, pero llega hasta ahí. Si hubiera estado Cristina la cosa era distinta.
—¿Qué hubiese pasado?
—Ella hubiera sido más enérgica, más insultante, histérica, de agarrarse los pelos. Lo bien que hace al no haberse pronunciado. Evidentemente la estrategia tiene que ser esa: que hable una persona tranquila, prudente y sensata. Ella es una mujer muy inteligente pero la soberbia la mata, y la vehemencia es terrible. En el caso de Alberto Fernández, él es la cara visible de un Estado y hace una buena dupla con Horacio Rodríguez Larreta, que también es un hombre prudente.
—¿Lo que está pasando ha permitido, aunque sea momentáneamente, cerrar la famosa grieta?
—Creo que sí, pero lógicamente se va a volver a abrir cuando esto se supere. Y se vienen las venganzas: “Me callé la boca por esto, pero ahora que se terminó te puedo mandar a la mierda porque hiciste esto, esto y esto”. Pero por lo menos es una tregua muy grande y es algo que le hace muy bien a todos, sobre todo a los más jóvenes, porque ellos han nacido prácticamente con la grieta.
—¿Cree que vamos a llegar a la situación crítica de Italia o España?
—No. Yo soy un pesimista optimista, siempre fui igual. En el fondo soy muy optimista pero tengo miedo a pasar por pelotudo, ¿entendés? Tengo como esa cosa de decir “esto es un desastre”, pero en el fondo digo “sí, sí, sí”. Esa doble personalidad que tengo, que no es de esquizofrénico ni nada por el estilo, me lleva a ser un bebé: creo en todo, por eso me enojo tanto después. Cuando a un pibe le prometés un caramelo y le das un sorete, el pibe te va a odiar para toda la vida. Eso me pasa con muchas cosas de la sociedad, y yo también tengo cierto grado de responsabilidad porque integro la sociedad.
—Entonces tiene la esperanza de que todo salga bien.
—Si por alguna negligencia o por la mala conducta social esto explota acá, sí que vamos a estar peor que ellos. Pero está muy bien lo que han hecho, han sido prudentes. Fueron a comprar respiradores, a habilitar otros centros que no sea el Malbrán, que estaba colapsado: hay cinco o seis puestos que no alcanzan pero vamos a empezar a tener idea de cuántos enfermos hay. Tengo esperanzas de que todo esto tiene que rendir. Más que nada por nuestra salud y por mi propia vida. Soy una persona de 80 años y diabética, así que imaginate que estoy en el foco, y con una pequeña insuficiencia renal. Así que los que vayan a hacer mi obituario vayan pensando en poner que era el mejor del mundo, porque desde algún lado lo voy a ver y los voy a putear como loco.
Pinti se traslada a 1981, cuando se disparó la pandemia del VIH/sida. Si bien aclara que la situación es completamente diferente, hace un paralelismo porque en aquel entonces sintió “tanta angustia” como ahora. El humorista recuerda que la enfermedad generó discriminación contra los homosexuales, pero también hubo “discriminación dentro de la discriminación”. En ese sentido, explica: “Los propios homosexuales empezaron a hacer diferencias: ‘Yo tengo pareja, no ando arrastrándome por baños públicos’. O ‘soy decente, no ando con esa gentuza fumando porro y tirándome con 25 personas’. Después se empezaron a dar cuenta de que a cualquiera le podía agarrar”.
En ese entonces, según Pinti, el remedio era la abstinencia. “La diferencia con la situación actual es que para muchos cuesta menos aislarse que dejar de tener sexo -indica-. Vos te podés aguantar el encierro: ves una peli, leés libros, hacés gimnasia con Internet. Pero tener una sensación de que no podés tener un desahogo sexual, mismo con tu pareja, que no sabés con quien estuvo… Es bastante difícil. Y cuando el HIV se convirtió en una enfermedad crónica, mucha gente se relajó y a la nueva generación no la convencés de que se use forro ni con hipnosis”.
—¿Eso quiere decir que a la larga la forma de relacionarnos no va a cambiar después de la pandemia del coronavirus?
—Va a cambiar totalmente en los primeros años, estoy seguro, durante dos o tres años. Pero cuando esto remonte, no sé, no pongo las manos en el fuego.
—¿Qué es lo que más extraña al estar encerrado?
—Hacer función. Como de costumbre, entre los actores, sobre todo los de teatro, no hay vacuna que nos cure. Si no estamos trabajando es terrible. Si es por falta de trabajo tenés a quién echarle la culpa: “¡No me contratan, hijos de puta!” Pero acá le tenemos que decir hijo de puta a algo que no conocemos. No podemos insultar a nadie.
—¿Y qué es lo que mayor temor le da?
—Por supuesto, que le agarre a mis seres queridos. Si a los que uno ama empiezan a caer alrededor tuyo y te vas quedando solo es terrible. Y primero que nada que me agarre. Que me agarre y que me mate. Si no me mata va a ser como una gripe fuerte. Pero si me mata, bueno… Me va a hacer joder.
SEGUÍ LEYENDO