A mediados de 1983, y luego de un parate de un año, Queen se reunió para trabajar en el que sería su undécimo álbum de estudio. “The works” se publicó en febrero de 1984 y aportó unos cuantos éxitos al listado del grupo, como “Radio Ga-Ga”, “It´s a hard life” y “Hammer to fall”. Pero ninguna canción iba a ser tan relevante como “I wan’t to break free”, y ninguna otra le iba a traer tantos problemas.
Compuesto íntegramente por el bajista John Deacon, el tema traía un título claro y directo: “Quiero liberarme”. De quién, o de quiénes, era otro tema; si eran sexuales, políticas, religiosas o familiares, no era asunto del autor ni de la banda. El disco se publicó el 27 de febrero, y las repercusiones fueron las esperadas. Todo iba bien hasta que en abril dieron a conocer el videoclip, que no pasó desapercibido en ninguna parte del mundo.
Fue recibido como un himno de liberación por las minorías sexuales y por países del tercer mundo en plena opresión política. Pero en los Estados Unidos de Ronald Reagan causó el efecto contrario. La cadena MTV prohibió su difusión y rompió la relación del grupo con el público americano. ¿Tanto revuelo por un clip? Repasemos la historia para tratar de entender el por qué.
El 22 de marzo, la banda ingresó a los estudios Limehouse para la primera jornada de grabación. Con dirección de David Mallet y por sugerencia del baterista Roger Taylor, la primera parte fue una parodia de la novela británica Coronation street. El personaje de Freddie Mercury se insprió en Bet Lynch, uno de los personajes más populares de la serie, para dar vida a una ama de casa de pechos exuberantes, lookeada con minifalda de cuero, tacos…. y bigotes. Casi como su opuesto estaba el guitarrista Brian May como Hilda Odgen, de ruleros y un aspecto más descuidado, mientras que Deacon personificaba a la viuda Ena Shaples y Taylor a Suzie Birchall, una colegiala despreocupada.
Así, entre el aburrimiento y la rutina de estas cuatro mujeres transcurre la primera parte, hasta que un corte traslada a los Queen, ya despojados de su vestuario, a un submundo rodeado de mineros. La tercera parte muestra a Freddie ya afeitado junto al Royal Ballet de Londres en jugadas y atrevidas coreografías. Pero la vuelta al tedio londinense termina la fábula: la vida cotidiana de la mujer suburbana es mucho más aburrida que cualquier imaginación.
El video tuvo diferentes reacciones a lo largo del mundo. En Inglaterra y el resto de Europa la gente entendió el chiste y el tema se disparó a lo más alto de los rankings. Las minorías sexuales lo hicieron propio y los jóvenes lo vivieron como un grito de independencia. Lo que importaba era el sentimiento de libertad, no aquello que los oprimía.
Pero en los Estados Unidos la situación fue la contraria. El clip se prohibió y no se exhibió sino hasta 1991. “Recuerdo estar en la gira promocional del álbum en los Estados Unidos y la gente se ponía pálida, como diciendo ‘no podemos escuchar esto, es algo que parece homosexual’. Y yo pensaba, ¿cuál es el problema?”, contó May para graficar el incidente.
La canción rompió la relación con el público estadounidense. La banda decidió no visitar el país en el The Works Tour y tampoco lo hizo en pequeña gira de A kind of magic, la última con los miembros originales. Recién volverían a tocar allí en 2006, con Paul Rodgers en la voz y ya sin John Deacon, el autor de la canción en discordia.
Volviendo a 1984, la banda seguía su ruta y en octubre llegó por primera vez a Sudáfrica. Eran tiempos del apartheid y las Naciones Unidas habían ordenado un boicot cultural al país africano. Queen aceptó tocar, argumentando que lo harían para sus fanáticos y con la condición que se permitiera el ingreso de la población negra. En el momento quedó un sabor agridulce, ya que le trajo más problemas que satisfacciones. La banda quedó en el ojo de la tormenta y en uno de los shows, Mercury perdió la voz lo que redujo las doce participaciones pactadas a nueve. Pero con el tiempo, la canción se convirtió en un himno de liberación para el líder Nelson Mandela.
A principios de 1985, Queen desembarcó por segunda vez en Sudamérica para participar del majestuoso Rock in Rio. Durante su estadía en Copacabana, una periodista de O Globo le preguntó directamente a Mercury si la “I want to break free” estaba dedicada a la comunidad gay. Con una explicación típica de la época, el cantante le explica que no, que es de Deacon, un hombre felizmente casado y con cuatro hijos. “Se trata de una canción sobre cualquier persona que tiene una vida dura y quiere liberarse de los problemas”, concluye el cantante algo molesto.
Queen cerró la primera jornada ante más de 300 mil personas. “I want to break free” iniciaba la tanda de bises, y, como en el resto de la gira, Freddie la interpretó con la peluca y la prótesis correspondientes. Y no solo eso, también se levantaba el top y mostraba los falsos pechos.
A la gente no le gustó, empezó a abuchear y a arrojar cosas al escenario, al punto que se escucha un “stop, wait a minute” del cantante durante el solo de guitarra de May. La banda sigue tocando y la situación se tranquiliza. Las interpretaciones del hecho fueron variadas. Desde opiniones a favor y en contra de la personificación de Mercury hasta adjudicárselo a un acto de intolerancia de los fanáticos más acérrimos de Iron Maiden, que había tocado un rato antes. Puede que el video no estuviera tan difundido en ese entonces y es entendible que la aparición de Mercury travestido haya causado cierta conmoción. Para evitar dudas, en la segunda presentación del grupo, una semana después, Freddie dejó el vestuario en el camarín. Y ahí sí se vivió una verdadera fiesta.
El anecdotario de Queen cuenta con otra perla en tierras sudamericanas. De acuerdo a un documental de la BBC, la banda tenía una fecha reservada el 24 de enero en el Estadio Nacional de Santiago de Chile, pero fue cancelada debido a las presiones de la junta militar que gobernaba el país. Al parecer, a la esposa de uno de los integrantes de la junta no le gustó ni un poco que los travestidos del videoclip que tanto la escandalizaba visitaran el país. Tampoco le caía simpática la larga cabellera enrulada de Brian May. La mujer alertó a sus camaradas que no era una buena idea llevar a los británicos, que podían propiciar la homosexualidad entre los jóvenes. Y otra vez, como en 1981, Chile se iba a quedar sin ver a Queen.
Fue tan fuerte la identificación del video con la canción que durante el histórico tributo a Freddie Mercury celebrado en el Estadio de Wembley, la británica Lisa Stansfield subió a cantar “I want to break free” con una peluca y una aspiradora. No solo un homenaje al ídolo fallecido. También, una reivindicación del mensaje que dio vuelta al mundo y que algunos no lograron entender a tiempo.
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