Barajar y dar de nuevo: eso es lo que hizo Flavio Azzaro. Y no utilizó un mazo de naipes españoles, de los que se usan para jugar al truco. Difícil que por estos días encuentre un compañero para formar dupla. Tal vez estará aprendiendo otro tipo de juegos, como el backgammon o las serpientes y escaleras. Pero no viene al caso: lo cierto es que el periodista, que estaba transitando un gran momento profesional en radio y televisión en la Argentina, decidió patear el tablero y junto a su novia cumplir el sueño de recorrer el mundo, sin irse al mazo ni dejar en el camino el amor por su profesión.
La decisión de dejar los programas de televisión Fútbol al Horno (Canal 26) y Polémica en el Bar (América), y el ciclo radial Azzaro al Horno (Radio Latina) y subirse a un avión en el Aeropuerto de Ezeiza el 16 de diciembre sin pasaje de regreso estuvo basada en varios factores: “Entendí que en la vida lo más importante es hacer lo que uno sueña y siempre fue mi deseo poder viajar. Muchas veces estas decisiones las tomás cuando estás mal, y yo estaba bien, pero como durante muchos años no me permití viajar porque pensaba ‘uy, mirá si pierdo todo lo que conseguí’ no pude hacer cosas que tenía ganas de hacer. Si realmente sos bueno en lo que hacés, algo vas a conseguir… Si no le buscaré la vuelta”.
“Irte por un largo tiempo no es fácil: tenés que dejar acomodada tu casa, despedirte de todo el mundo, dejar todo prolijo en lo económico, preocuparte por la persona que está al lado tuyo que está tan ansiosa como vos. Pero nunca me había puesto a pensar en cómo iba a ser el viaje: como que me cayó la ficha cuando despaché la valija y estaba arriba del avión. Pero me puse contento. Sabía que se venían cosas nuevas”, cuenta Azzaro a Teleshow desde algún lugar de Bangkok, la capital de Tailandia, antes de irse a dormir. Aunque en Buenos Aires el sol salió hace poco.
Amores y el “lado B”
El primer destino para Flavio, de 34 años; y su novia, Sol, de 27, traductora de inglés y francés, fue Barcelona. El comienzo del viaje lo dedicaron a recorrer algunas ciudades de España, pasaron Navidad en Jerez y siguieron por Gibraltar y Andorra. Fue allí donde el periodista le propuso casamiento a su pareja. Aunque, en realidad… Ya lo había hecho: “A los cuatro meses que empezamos a salir le pedí casamiento, pero por diferentes motivos lo pospusimos. Ahora le regalé el anillo como para que sepa que a pesar del viaje, no me olvidé que la elegí”.
Luego, sí, empezó “lo más loco” del viaje, en palabras de Flavio. “Un sopapo de una cultura totalmente distinta”, para ser más detallados. Catar.
Su objetivo para esta experiencia no es solo conocer los lugares turísticos de cada lugar que visita, aquellos “tradicionales” que aparecen en todos los programas de viajes de televisión. Él quiere ir un poco más allá y meterse en la cultura, tan diferente a la de los países occidentales, su religión, su forma de vivir, su manera de relacionarse. Tomando ciertos recaudos, por supuesto, pero intentando salir de los lugares más céntricos y vincularse, por decirlo de alguna manera, con el “lado B” de los países que visita.
“En Catar nos metimos en lugares donde te permite conocerlo realmente, aquellos en los que no sé si muchos van a conocer cuando se juegue el Mundial. Ahí empezamos a conocer más sobre la cultura árabe y todo lo que refiere a ello. De ahí nos fuimos a Omán, que es mucho menos turístico que Catar: más religioso, con todas las mujeres tapadas de pies a cabeza, más cerrado. La pasamos muy lindo, la gente muy educada en todos lados”, relató el periodista.
La travesía siguió por Emiratos Árabes, el país asiático “más turístico” que ha conocido. Correrse de los centros comerciales y de los rascacielos de los lugares turísticos de Dubai y Abu Dhabi lo llevó a interiorizarse con la realidad y las problemáticas que atraviesan a estas ciudades: “En Dubai te da la sensación que de la nada construyeron una ciudad, por eso si te corrés a los costados es heavy: en ningún lugar te dicen que hacés media hora y te encontrás con prostitución. Es justamente lo que quiero mostrar en mi programa. No digo ‘lo malo’ de los países, porque tampoco me gustaría que vaya un programa extranjero a la Argentina y solo se metan donde se vende paco. Sin hacer un cazafantasmas, quiero mostrar todo lo que pasa: no solo que estoy en Asia y me como una cucaracha. Te muestro los suburbios”.
Fútbol y viajes: una sola pasión
Azzaro hace referencia al programa independiente que está realizando con su novia, que bautizó Azzaro Mundial. Su intención no se reduce a cumplir el sueño de visitar lugares que jamás se hubiese imaginado que iba a conocer, sino también aprovechar esta oportunidad para seguir creciendo en su carrera como periodista. Él mismo se encarga de la producción y, con la indispensable colaboración de su pareja como camarógrafa y también traductora, registra su viaje por el mundo y muestra cómo viven los futbolistas argentinos que juegan en las ligas de los países que visita.
En ese sentido, explica: “Todavía estoy negociando por dónde va a salir, ya tenemos programas editados y la idea es seguir grabando. El futbolista es el disparador de la ciudad que elegimos, quien nos cuenta cosas sobre la ciudad, pero no es un programa de fútbol, es un programa de viajes y cultura general con fútbol”.
En algunas ocasiones duermen en hostels, en otros consiguen alguna oferta en un hotel y hasta se animan al coachsurfing (un sistema que permite alojarse gratuitamente en la propiedad de otras personas en cualquier parte del mundo en pos de un intercambio cultural). En el mejor de los casos son recibidos en los hogares de los futbolistas argentinos que participan de su programa.
En Emiratos Árabes, por ejemplo, Azzaro y su novia convivieron unos días con Sebastián Tagliabúe, cuarto goleador argentino en actividad, que se desempeña en el Al-Wahda. En Omán estuvieron en la casa de Brian Calabrese, delantero surgido de Unión de Santa Fe, que actualmente juega en Mirbat Sports Club, y se convirtió en el primer argentino en convertir un gol en el país asiático. En Bangladesh fueron hospedados por Nicolás Delmonte, ex Independiente e Instituto de Córdoba, futbolista del Bashundhara Kings. En Catar tuvo un reencuentro con un jugador con pasado en Racing, el club de sus amores, y la Selección Nacional: Gabriel Mercado.
“Hace diez años que no lo veía. La última vez no habíamos terminado de la mejor manera, porque él jugaba en Racing y yo lo había criticado mucho: por aquellas épocas el equipo se estaba yendo a la B. Después de muchos años nos volvimos a encontrar y fue lindo. Nos dimos un abrazo y dijimos: ‘Qué locura, ¡estamos en Catar!’”
“Todo el programa es autogestionado, la plata sale de nuestro bolsillo... En la mayoría de las embajadas ni te dan bola: los contacto, les mando mensajes y nada. La excepción fue el embajador de Catar, Carlos Hernández, un genio que hasta nos armó el itinerario de los cinco días que estuvimos ahí. Y así como lo hizo con nosotros lo hace con todos los argentinos que viajan”, cuenta.
Anonimato en el exterior
—¿Qué es lo más difícil de estar tan lejos?
—Hay lugares que son verdaderos sopapos en la cabeza. Bangladesh, por ejemplo, tiene 170 millones de habitantes y tiene el tamaño de Córdoba. Y es como si estuvieses en el 1700: todo dejado, el tránsito es un desborde total, un sálvese quien pueda. Mucha pobreza. Ahí me dije a mí mismo “mirá a dónde me trajo la vida…” Hay una realidad que verdaderamente no vemos cuando nos quejamos de algunas cosas. Y es ahí cuando te das cuenta de que hay gente que vive como el orto: en el mismo mundo donde hay gente que tiene millones y millones de dólares hay personas que pedalean con tres tipos atrás en un carro ganando dos pesos con cincuenta, aspirando smog a morir y comiendo en circunstancias en las que uno no comería ni de casualidad. Para ellos eso es la vida y te hace replantear dos millones de cosas.
—¿Tuviste alguna mala experiencia?
—Por lo general no. Aunque... Tenemos un presupuesto por día, imaginate que es un viaje de un año, y en Dubai vimos que había un lugar por 50 euros, en temporada alta, así que dijimos “dale, ¿qué puede tener de malo?” La cucaracha más chica tenía el tamaño de la cancha de Vélez. El lugar parecía la casa del Vasquito de Campeones. Así como nos pasó eso hemos parado en hoteles re lindos por 30 euros. Estuvimos parando en Tailandia por coachsurfing, en lo de un tipo que trabaja en la Embajada de los Estados Unidos. Lo contactamos por la aplicación, aceptó y estuvimos en el centro de Bangkok en una casa alucinante, con nuestra pieza y nuestro baño. Todo limpito.
—¿Cómo se siente pasar de ser una persona conocida al anonimato absoluto?
—Es como volver a ser un tipo cualquiera. Porque no sé si me podría alojar por coachsurfing si me voy en Argentina a, no sé, San Juan. Como que acá no existe el que te ayuda porque sos conocido, no hay intereses. Si bien en Argentina viajo en subte y soy el mismo pibe de siempre, cuando uno labura en los medios empieza a tener una especie de reconocimiento y no sos como cualquier persona desde el punto de vista de las ventajas que tenés: vas a un boliche y no pagás, vas a la cancha y no hacés la cola. Acá sos uno más, vas en tren, llegás a la puerta de un bar y tenés que hacer fila… Me gusta pasar por la experiencia de ir caminando por la calle y que nadie ni siquiera me mire. Es volver a ser un ser humano como cualquier otro, como fui durante 27 años de mi vida. Igual está buenísimo que me reconozcan, me cago de risa, soy amable y soy cholulo. Pero necesitaba volver a las fuentes del desconocimiento, el anonimato. De todas formas, algo muy divertido que me pasa acá es que cada vez que me cruzo con un argentino, me saluda y me dice “¡que vuelva Fútbol al horno!”. Es impresionante.
—¿Qué extrañás de Argentina?
—La familia y los amigos. También ver a Racing: cuando le ganamos a Independiente me quería matar porque por un lado estaba festejando y por otro decía “qué loca que es la vida” porque estoy pasando por lo mejor, que es estar de viaje, al 90 por ciento de la población le gustaría poder viajar por el mundo. Gracias a Dios lo puedo hacer y justo Racing ganó ese partido… Pero no fui egoísta: me puse feliz. Y me di cuenta de que no podés estar en un lugar soñado las 24 horas.
—¿Cómo estás viviendo el tema del coronavirus?
—Bajó considerablemente el turismo en el Sudeste Asiático y no hay chinos, que antes copaban las islas de Tailandia. Un montón de personas suspendieron sus vacaciones por esta zona por el coronavirus y para estos países, que viven del turismo, es una pérdida muy grande. Tailanda vive pura y exclusivamente por el turismo. Es una cuestión más periodística que lo que se vive realmente en estos lugares. Sacando Bangkok, en ningún lugar vi gente con barbijo. Incluso en Bangkok la gente lo usa más allá del coronavirus. En el único lugar donde andan con barbijos es en los aeropuertos y en algún subte. Pero en la calle, nada. Nosotros tenemos cero miedo por lo del coronavirus.
—¿Y ahora cómo sigue el viaje?
—El itinerario es tremendo, esto sigue: Sudeste Asiático, Oceanía, Asia, Europa del Este. Después volvemos un toque a Medio Oriente, hacemos África y ahí volvemos para Europa Occidental. No hay fecha de regreso. Esto es como la miel: no vence.
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