“Mi sueño es que los espectáculos emocionen y traigan alegría”, dice Ricky Pashkus, el reconocido coreógrafo de 65 años. Durante su extensa carrera artística se encargó de dirigir muchísimas obras teatrales e incluso logró deslumbrar a líderes políticos de todo el mundo con Argentum, el imponente show federal que se llevó a cabo en el teatro Colón durante la cumbre del G20.
En este 2020, encaró el desafío de estrenar Kinky Boots, el multipremiado musical de Broadway en la calle Corrientes con su propia productora, Rimas, que lanzó el año pasado junto a su socia, Florencia Masri. La historia de una drag queen que ayuda a un joven a evitar el cierre de una fábrica de zapatos en crisis ha logrado cautivar al público: durante cinco semanas lideró el ranking de las obras con mayor recaudación en Buenos Aires y todavía se mantiene entre las más vistas.
Ricky es verborrágico, no para de gesticular y mover los brazos. Es dueño de una gran simpatía y un trabajador incansable que se anima a seguir apostando al teatro y a la creación de fuentes de trabajo a pesar de un contexto económico complejo. “Las crisis son oportunidades para los que pueden, y yo en este momento puedo”, asegura el director teatral a Teleshow en esta nueva faceta de empresario que arrancó con muy buenos resultados.
—¿Por qué elegiste Kinky Boots para producir y dirigir?
—Kinky Boots tiene que ver con un momento de pívot en mi vida. No sé si pívot es la palabra, pero de cambio sustancial. Me asocié con Florencia Masri y creamos la productora Rimas. Primero, junto a (Javier) Faroni hicimos Chorus Line, y hubo un momento en el que decidimos estabilizarnos y nos preguntamos cuál sería la próxima obra. Yo había visto Kinky Boots hace años, me había encantado, pero como no tenía una fuerza productiva fuerte, porque yo era un conocido coreógrafo y director pero no era inversor, nunca había pensado que podía ser factible porque es una obra cara. La trama habla de tres temas básicos: romper el mandato de un padre, una crisis laboral y el universo drag queen, del que no sabía mucho. No veía cómo hacer eso en Buenos Aires en una producción gigante. Cuando fui la segunda vez con mi socia a los Estados Unidos, me cambió la cabeza porque ya tenía la producción, tenía la posibilidad de elegir, conocí a Cindy Lauper, que es la autora de la música. Esta historia en la Argentina hoy es como anillo al dedo, era necesaria. Fue en ese momento en el que elegimos con Florencia y con Martín Bossi hacer Kinky Boots.
—¿Cómo elegiste a los protagonistas de la obra, Martín Bossi y Fer Dente?
—Para este tipo de producciones necesitás gente conocida y famosa, indudablemente. Eso es un llamado de atención al público que es interesante. Pensamos en nombres famosos y sin discusión el rol era para Martín. Me enteré de que estaba terminando la temporada de su espectáculo y le interesaba hacer una comedia musical. Ya tenía el derecho de Kinky... y cuando pensé en Martín, dije: “No busco más a nadie”. Es la naturaleza, la personalidad; puede comprender el histrionismo y la sensibilidad de Lola, que es la drag queen. No lo dudé: (Bossi) era la persona. Si además pensás que es el que más convoca en la calle Corrientes, no había mucho que pensar. Y Fernando, porque era una persona con la que trabajé toda la vida. Pero debo confesar que al principio él no quería...
‘Kinky Boots’ es una obra necesaria porque habla de tres temas básicos: romper el mandato de un padre, una crisis laboral y el universo drag queen
—¿Por qué?
—Me decía que quería dedicarse al canto y darle más espacio a la carrera de cantante. Fernando es una persona que confía tanto en él. Un día Gustavo Wons, el coreógrafo, me dice: “¿Y Fernando?”. Yo ya le había preguntado si quería y él me contestó que no. Pero Gustavo me dice: “Si él se muere por hacerlo”. Lo conozco de toda la vida, él empezó conmigo su carrera en High School Musical. Lo llamo y le digo: “Me está diciendo Gustavo que vos querés hacer esta obra, pero me dijiste que no”. Y me contesta: “Sí, quiero”. Le pregunto por qué no me dijo nada. “Porque sabía que me ibas a llamar al final del camino”. “Fer, ¿me estás cargando?”. Fijate la confianza que se tiene. Todo lo contrario a mí, que soy ansioso, inseguro y perseguido. Él tenía la certeza de que el rol era para él y que yo podía seguir buscando por todo Buenos Aires que al final íbamos a encontrarnos.
—¿Es difícil encargarse de la producción y la dirección de un espectáculo?
—No creo que exista mucha gente que haya tenido la suerte o la desgracia de pasar por eso. Si te sale mal como director es una cosa, si te sale mal como productor es otra. Cuando hacés las dos cosas, si algo no es, no tenés nada más que decirle a nadie: “Perfecto, (voy directo) al sarcófago”. Y si sale bien, claro…(levanta los brazos). Uno está acostumbrado a decir: “Bueno, no me dieron todo lo que quería”. Acá no puedo quejarme de nadie, solo decir que estoy haciendo lo que quiero y cómo quiero. Y si no te gusta, es culpa mía.
—¿Qué siente el público al ver la obra? ¿Va a reír, a llorar?
—Va escuchar una música hermosa. Es una gran producción, con grandes actuaciones. Va a empatizar con los temas que toca la obra, que le son conocidos. Y más aún, no es casual que desde el hijo del Presidente (Estanislao Fernández) a otras personas estén contando de manera inesperada qué es una drag queen. No era así hace unos años. El público va a ver historias que tocan temas importantes y graves, como una crisis económica o una identidad de género, pero tomados con emoción, poesía, mucha alegría. Y también, a veces, con sensibilidad.
—¿Te preocupa no vender entradas por los problemas económicos actuales?
—La situación es difícil y de eso no hay ninguna duda. No te voy a negar que me siento un privilegiado. Hace unos meses, leí una entrevista a Cris Morena: decía que en el 2001 hizo una obra o un programa de televisión y aseguró que las crisis son oportunidades. No todo el mundo puede apostar en las crisis. Me pareció inteligente decir que las crisis son oportunidades para los que pueden. Y yo en este momento, puedo.
—Te cambio de tema. ¿Qué pensás del gobierno de Alberto Fernández?
—Tengo esperanzas de que todo va a mejorar. Lo que pasa es que sería meterme en un lugar personal mío complejo. En el 1993, me llama (Carlos) Menem para celebrar los 10 años de democracia. En el 2013, me llama otro Gobierno (el de Cristina Kirchner) para hacer la apertura de los juegos de la Copa América. Después (con Mauricio Macri) me convocaron para el G20. Te podría seguir nombrando cómo estuve vinculado a diferentes gobiernos, a tareas diversas. Siempre entendí que soy un ser muy interesado en la gestión y en la producción artística, pero que básicamente tengo una ilusión continua y al tiempo, un gran escepticismo. Para mí esa palabra significa no esperar a que te lo den, sino hacerlo. En ese sentido, siempre fui escéptico y siempre pensé que yo tenía que hacerlo con mucha gente. Si en este momento mucha gente siente, como yo, que es el momento de hacer y no solamente que hagan los políticos... Me estoy ilusionando mucho: creo que se viene una muy buena. Escucho mucho que dicen: “Sí, dale, basta de grieta”. Eso me ilusiona y creo que eso le llega a los políticos. Sí, tengo muchísima ilusión. Y creo que depende muchísimo de los gobiernos, pero también de la gente.
—¿Qué proyectos tenés para este año?
—Seguir con Argentina Baila. También tengo proyectos de certamen, que es lo que usualmente hago, como los premios Hugo. Voy a abrir mi revista, Divague, dedicada al teatro musical, que la tengo hace tiempo. Pero básicamente seguir con Kinky Boots y ver con Rimas cuál es el próximo camino.
—¿Qué sueños te gustaría cumplir?
—Me gustaría que mi laburo haga feliz a mucha gente. Tengo la sensación de que soy narcisista, con el éxito, la crítica. Quiero empezar a mirar si le doy alegría a la gente, a mi hermano (Tommy). Cuando estaba mi mamá viva, yo hacía todo para que ella esté contenta. ¡Mi mamá tenía un carácter! Cuando salía de las obras me decía (imposta la voz): “Ricky, para mí esto es un paso atrás”. Y yo hacía la próxima obra para que ella esté contenta. Quiero ver si realmente puedo dejar de pensar en números y disfrutar de la alegría que pueda dar, ojalá que así sea. Mi sueño es que los espectáculos emocionen y traigan alegría, y que yo los pueda disfrutar. El show no sé si debe seguir, lo que sí debe seguir es el show que hace feliz a la gente. Y me gustaría poder darme cuenta si es así o no.
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