Ricky Martin tiene 48 años y 36 de carrera sobre los escenarios. Siente la música con su cuerpo, con su voz y con su alma. Canta, baila, se mueve con sus brazos, sus piernas, sus manos, con el torso y gesticula con toda su cara. Anoche hizo vibrar a 11 mil personas en el Movistar Arena en su primer show de Buenos Aires (también se presentará esta noche y mañana). Viene de Córdoba, en donde brindó un recital frente a más de 7500 personas en el estadio Orfeo Superdomo en el marco de su gira mundial Movimiento Tour, que comenzó el 7 de febrero en su ciudad natal, San Juan de Puerto Rico y finaliza el 4 de abril en Acapulco, México.
Pasadas las 21 (a las 21:11 para ser más precisos) Ricky salió al escenario luego de un espeluznante show de luces. El repertorio comenzó con “Cántalo”, “La bomba” y “Bombón de azúcar”. “Buenas noches, Buenos Aires. ¡Qué lindo estar en casa! Me encanta. Esta noche voy a dejar mi alma aquí”, prometió en sus primeras palabras el cantante que volvió a la Argentina después de cuatro años (su última presentación había sido en 2016).
Le agradeció al público por el recibimiento que le da en cada una de sus visitas al país. Destacó gozar de buena salud que le sigue permitiendo realizar sus presentaciones y bromeó al mencionar un supuesto problema auditivo con el fin de escuchar delirar a todo el estadio. “¿Cómo están? Estoy un poco sordo. No los escucho por allá atrás: ¿Cómo están?", insistió y la respuesta fue totalmente positiva.
Después llegó "Tiburones” -de su próximo disco- y explicó por qué llamó Movimiento a su gira. “Ustedes son un movimiento”, indicó a su público y demostró que él lleva el movimiento en la sangre.
Es un verdadero showman. Se cambió seis veces de vestuario y en cada uno de sus looks predominaron los brillos. También jugó con una camisa que estaba cerrada cuando comenzó el concierto y con el correr de las canciones se fue desabotonando hasta quedarse solo con la musculosa transparente que tenía debajo. Lució sus brazos tatuados y hasta meneó sus caderas. El cantante desplegó su sensualidad en un clip que grabó en Las Vegas y en el cual aparece desnudo y tapando sus partes íntimas con una toalla.
Nueve músicos y un staff de siete bailarines estuvieron a cargo de una performance durante los pocos minutos que el cantante necesita para cambiar de look y refrescarse. Llegó el turno de “Livin la vida” y “Shake your bon bon” y el estadio deliró. No se lo quiso perder nadie. Ni siquiera aquellos que no consiguieron entrada: una mujer realizó una videollamada con su amiga, que desde el estadio sostuvo su teléfono de manera permanente transmitiendo el show por completo.
El momento más romántico de la noche fue cuando repasó “El amor de mi vida”, “Te extraño, te olvido” y “Tu recuerdo”. “Quiero improvisar. ¿Me ayudan a cantarla? No la recuerdo mucho”, volvió a bromear y cuando terminó de entonar la primera se animó a gesticular con sus manos: “más o menos”.
La noche siguió tomando color, el público lucía vinchas de colores y Ricky brillaba con su música y con su atuendo. Dos pantallas a los costados del escenario permitían ver en primer plano al cantante que cautiva con su mirada y que estaba acompañado por su marido Jwan Yosef que llegó a Buenos Aires horas antes del primer show.
El Movistar Arena volvió a delirar y vibrar al ritmo de “She bangs”. Mientras él danzaba sobre una escalera, sus bailarinas invitaron a una fanática que subió al escenario sin dudarlo y se adaptó a la coreografía como si la supiera. "Qué rico abrazo”, le dijo Ricky a la mujer que se presentó como Patricia, de Luján y que no podía creer lo que estaba viviendo, mientras su hija la aplaudía desde el campo vip.
“Vuelve” fue el tema que permitó ver el estadio iluminado por todos los celulares de los 11 mil presentes que quisieron llevarse un recuerdo audiovisual. Más tarde, en lo que parecía que era el final, apareció con un look total white e hizo bailar a todos los espectadores con “Pegate”, “Mordidita” y “María”. Ricky camina sobre el escenario como si desfilara en una pasarela. Cautiva con cada uno de sus movimientos. No es casual el nombre de la gira.
Con “La Copa de la Vida” se revivió el Mundial 1998 y se cantó como si hubiera sido ayer. Se despidió una primera vez, después de noventa minutos a puro show, y regresó al escenario porque todavía había más. Siempre hay más. Entonó “Vente pa’ acá”, deslumbró otra vez con sus movimientos, bailó con todo su cuerpo, apareció una lluvia de papelitos dorados y entonces sí, a las 22:46, llegó el fin de fiesta. “Los quiero mucho, Buenos Aires. Gracias. Hasta la próxima”.
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