Eran los últimos minutos del 24 de febrero de 2005, y los músicos partían en sendas motos rumbo a un motoencuentro, uno de esos eventos en los que se mezcla la pasión por los fierros, el rock y la camaradería de sus aficionados. En la ruta 5, a la altura de la localidad de Jáuregui, partido de Luján, una mala maniobra fue la culpable del desenlace fatal que dejó a una patria sin ídolo, a un show sin artista y a un hombre sin padre. Norberto Napolitano murió en el acto después de caer y ser atropellado por un Renault Clio. Cuando su hijo, Luciano, y su acompañante se acercaron, ya no había nada más que hacer. Muchas canciones por tocar se fueron con él, pero quedaron otras tantas. También quedaron historias, discos, guitarras y una banda, Riff, que continúa girando con la voz de Luciano, tan parecida a la suya. Dicen que lo que se hereda no se roba.
Un astro de la música, motos, rock and roll: todos los condimentos de esta tragedia ayudaron a desatar hipótesis y a hacer crecer el morbo hasta lo imposible. Que si iban corriendo una carrera, que si estaban drogados, que si se pasaban de una moto a la otra. Las versiones más ridículas circularon como verdades absolutas hasta que Luciano decidió echar luz a tanta especulación, a través de su muro de Facebook. Y no hizo otra cosa que describir lo que constaba en la causa judicial.
“No estábamos drogados: no te lo digo yo, te lo dice el Examen Toxicológico del Perito Bioquímico (Fs. 141 Causa 161538/2005 –Legajo 3522- Orden 15 UFI Nº 3 – Mercedes, Copia Certificada) que determinó que Norberto y yo no teníamos en nuestro organismo sustancias analgésicas, anestésicas, diuréticos, cocaína, barbitúricos, benzodacepinas, anfetaminas u otras drogas. No, no estábamos borrachos: habíamos comido en una parrilla y compartido entre tres una jarra de vino (…) Mi viejo viajaba solo en una Harley Davidson de 1200 cm3 preparada por él; y yo lo seguía como podía en una vieja Kawasaki de los 80, de modestos 400 cm3, llevando conductor y acompañante, sería como hacer correr una Chevy contra un Citroën 2CV”.
Luciano Napolitano es músico e inició un vínculo con su padre cuando era un adolescente, de modo que esa relación se nutrió en escenarios, salas de ensayo, festivales, momentos que compartieron y que perduran en su memoria. El destino lo llevó a tener que aclarar circunstancias desagradables, como la del accidente, y otras tantas que se dieron después. El hijo de Pappo es de pocas palabras pero justas, se expresa a través de su música y cuando lo considera necesario. Lleva al frente de Lovorne más de dos décadas, y desde 2018 también le pone su voz y su guitarra a Riff, el grupo con el que Pappo creó temas inolvidables como “Susy Cadillac”, “Sube a mi voiture” y “Que sea rock”, entre tantos más. Allí comparte escenario con los históricos compañeros de su padre, Vitico (Víctor Bereciartúa) y Boff Serafine, y también con las nuevas generaciones representadas por Juan Moro y Nicolás Bereciartúa que, como él, eligen seguir siendo fieles al rock and roll.
—¿Sos de estar atento a las fechas especiales como cumpleaños o, en este caso, el aniversario de la muerte de tu papá?
—Nunca voy a olvidar la fecha en la que falleció mi padre, menos el día que lo conocí. No sé bien qué fecha fue, pero para mí es la más importante. Encontrar a mi viejo y conocer mis raíces… ¿qué me importa el día o la hora? Hay fechas positivas y otras que significan sufrimiento. Sobrellevar los ánimos con música en mi mente es algo grato y que me aleja de algo preestablecido y estructurado como “tener que acordarme”. En su cumpleaños siempre hicimos algo, creo que esa tradición sigue y seguirá, aún en su ausencia. Lo recuerdo con alegría y con una sensación de "quiero verte de nuevo, volver a estar con vos…”. Lógicamente lo extraño, extraño viajar y compartir historias donde fuimos describiéndonos para conocernos y disfrutar de cada momento auténticamente. También se extrañan sus pases mágicos con la guitarra, una pasión que compartíamos muy a menudo, donde sacábamos canciones de bandas extranjeras y yeites, rifes, improvisaciones en bases de blues, jazz, rock, rock pesado y metal o heavy metal.
—Compartieron la pasión por la música. ¿Qué artistas y qué canciones les gustaba escuchar juntos?
–Escuchamos Jimi Hendrix, AC/DC, Black Sabbath, Megadeth entre otros, como Sebastian Bach, Johnny Winter, B.B. King, Muddy Waters, entre otros clásicos como The Allman Brothers, Ronnie James Dio, Joe Satriani, Steve Vai, Paul Gilbert y bandas nacionales como Jericó, por ejemplo. Recuerdo haber ido a varios recitales junto a él y observar a Marcelo Bracalente (actual bajista de Lovorne) y decir: “¡Cómo toca, es un genio!”.
—¿Hay algún músico o violero que le hayas acercado vos y que él no conocía o no le gustaba hasta ese momento?
—Sí, le presenté a Machy Madco, una vez que se quedó sin bajista. Él es un bajista de Tigre que tocó en Pappos Blues desde 1994 a 1998, casi 300 shows en vivo, incluidas las cinco fechas en River con The Rolling Stones en 1995 y un show teloneando a B.B. King en 1994. Participó en seis temas del disco Caso Cerrado, vol.8, incluido “Ruta 66”.
—Aunque es recordado por su etapa más Blusera, en Pappo’s Blues, o más pesada, con Riff, supo hacer cosas más voladas en Los Abuelos de la Nada, abriendo una ventana al rock psicodélico en Argentina. También formó parte de Los Gatos. ¿Habló con vos de estos años, a fines de los 60?
—Conversamos acerca de varias historias de él junto a otros músicos. Recuerdo historias junto a Alejandro Medina, a Juan Locomotora Espósito, a Black Amaya. Y también de su fiel amigo de toda la vida desde que empezó a tocar la guitarra: Enrique Conchi su ma’ Angelozzi.
—Ya sea en el modo de tocar, de tratar los instrumentos, de manejarte con el resto de la banda, ¿qué cosas que te gustaban de tu papá terminaste adoptando para tu carrera como músico?
—Respetar, caminar derecho, tomarme las cosas con atención, respeto y profesionalismo. Cada cosa en su lugar y hacer lo posible por pasar desapercibido, aunque para lograr el objetivo haya que exponerse, sin dejar de ser uno. Tocar la guitarra y cantar es algo que aprendí casi solo, pero él tuvo mucho que ver. Me enseñó canciones como “Pequeña ala”, de Jimi Hendrix, y “El tropezón”, de Freddie King. Después, como él viajaba mucho y estaba de gira, mi sed de seguir aprendiendo me llevó a tomar clases con Miguel Vilanova, alias Botafogo o Don Vilanova, quien después de un par de clases me dijo que era mejor que siguiera solo, que él era solamente como un tutor de un árbol en crecimiento y que las ramas se iban a extender solas en el rumbo natural de las cosas.
—Y como hijo, en lo personal, ¿qué costumbres con los amigos, la familia o de su sentido del humor tenés de tu papá?
—Me siento orgulloso del padre que tengo, y digo tengo porque todavía quedó algo de él en el corazón de la gente, y cuando estoy interpretando sus canciones en algún recital, siento una especie de conexión y alivio. El sentido del humor es algo que forma parte de mi personalidad, aunque no soy un payaso y no me gusta hacerme el gracioso a propósito, prefiero que las cosas salgan naturalmente. Mi viejo tenía un sentido del humor muy particular y nos reíamos mucho de lo mismo; era sumamente gracioso. Con la familia era muy afectuoso y a la vez mantenía las distancias lógicas porque, a pesar de vivir mucho tiempo en “la casa de sus padres”, sé que estaba más tiempo afuera viajando, ocupado, haciendo reportajes o ensayos para distintos shows. Cuando no estaba en la casa de alguna novia o de algún amigo o conocido, estaba de gira. Yo lo conocí en mi adolescencia y nuestras costumbres familiares eran armar el escenario para probar el sonido y luego dar un show. No se reduce a esto, pero es una síntesis muy aproximada.
—Pappo era amado por B.B. King y también por la banda más chiquita del barrio más humilde. ¿Te han sorprendido comentarios que te han hecho a vos músicos que no te esperabas?
—Sí, la gente se acerca a comentar mil historias con él, historias de sus vidas acompañadas por su música y su manera de pensar. Casi todos los músicos tocaron con él, y sus ganas de tocar no lo limitaban a presentarse en un estadio River Plate o en un club de barrio donde se hacía un recital con bandas under.
—Ustedes compartían la misma pasión por las motos. De las que tenía tu viejo ¿eran para colección o se usaban?
—Soy fan de las motos desde que dejé de andar en bicicleta a los 14 años, más o menos. De vez en cuando organizamos salidas en moto con amigos o con miembros de algún motoclub. Mi viejo tuvo varias motos, pero a la vez no, porque no tenía motos para colección. Solo su Harley, y la usaba todo el tiempo.
—¿La tenés vos esa Harley?
—Sí. Es Victoria, su moto, y es parte de las muestras del museo de objetos y fotos que hacemos puntualmente en ciertos eventos de rock. Es una Sporter 1200 Harley Davidson, año 94, con reformas y alforjas.
—Los objetos de tu viejo siempre fueron un bien preciado por muchos. En 2007, vos y un ex productor de tu padre le regalaron una Gibson (que había sido de Pappo) al actual presidente de la Nación, Alberto Fernández, en ese entonces Jefe de Gabinete del gobierno de Néstor Kirchner, fan de tu papá y músico aficionado. ¿Qué recuerdo tenés de ese momento?
–Ahora que me lo preguntás, voy a descorchar una vieja botella para repasar esta historia. Recuerdo haber ido a la Casa Rosada y firmar un papel que decía algo, como que mi viejo había grabado una canción del disco Buscando un amor (2003) con esa guitarra electroacústica. Yo no lo vi grabando, pero confiaba plenamente en lo que ex productor de mi papá me decía porque le creía, y asumí que era verdad lo que dijo respecto de esa guitarra. Respecto al Presidente de la Nación, charlamos acerca de Los Gatos y de su pasión por la guitarra y de mi viejo, también algo de música. Esa guitarra se la dio porque necesitaba algo de él en ese momento. Acompañarlo a este productor fue un favor que le hice en una confianza que después se terminó… Mi viejo tenía razón cuando lo apodó “Falsa alarma”, porque prometía y no cumplía. Después de varios desencuentros es difícil saber si es acertado lo de la guitarra y la historia que contó, pero bueno, yo fui con buena onda.
—¿Y las otras guitarras las tenés vos?
—Algunas de las violas ya no están más en mi poder. Pasaron cosas muy feas. Cuando uno sufre una desgracia como la que yo padecí se te acerca gente para ofrecerte ayuda y otra para ventajearte. Tengo casi todas las de su última etapa musical. Cuando mi viejo falleció, sé que el manager de esa época se quedó con una sin decirme nada y que varios comenzaron a tomar algunos de sus objetos. Y un vecino de La Paternal me avisó de eso, me volví loco de la bronca y fui al taller y recuperé lo que pude. Una situación maliciosa, porque nunca pensé que parte de nuestro entorno reaccionaría así. Parte de mi familia llegó a poner escribanos para certificar lo que recuperaba del taller. Fueron momentos de dolor y de confusión. Yo no podía pensar con claridad y quedé a merced de personas llenas de codicia y de mezquindad que abusaron de esa situación de debilidad por la que atravesaba. Había perdido a mi viejo y no pude cuidar algunas de las cosas que el más amaba, como una guitarra Les Paul de color negro que él me había regalado, en público, en la presentación de Buscando un amor (el último disco de estudio Pappo). Sin ningún derecho, Florencia -su ex novia- la retuvo y se negó a devolvérmela. Ella sabía que esa viola era mía por la clara voluntad de mi viejo. Intenté recuperarla y el mismo ex productor del que te hablé antes, enterado de la situación, me dijo que confiara en él. Afirmó: “Yo te la consigo”. En medio de esa confusión mental, me estafó. Dijo que yo, por pura formalidad, debía dejar firmada una constancia de que la guitarra era de él, que yo renunciaba a la propiedad, y así lo hice. Me dijo que confiara en él, que la íbamos a conseguir, que la iba a recuperar para después devolvérmela, que yo tenía que firmar un papel que renunciaba a la guitarra para que Florencia, la ex novia de mi viejo, sepa que yo no la tendría en mis manos. La recuperó, pero se la quedó para él. Abusó de mi estado de indefensión emocional. Me estafó. Consulté con el abogado Daniel Llermanos, el que era juez, y me dijo que él haría gestiones legales para recuperar mi guitarra. Espero que lo logre y me gustaría mucho que el Presidente de la Nación, que tanto admiraba a mi papá, a quien como te conté le regalé una viola de él, se ocupara del tema. Pappo es ya una figura emblemática del rock argentino y es repudiable la actitud del ex productor. Si el abogado la recupera, trataré de ir armando un lugar para exponer al público que amaba a mi viejo las cosas que él más quería como esa guitarra negra Les Paul.
—Venís de tocar en Cosquín Rock con Riff, un festival que estuvo lleno de bandas de trap. Es inevitable pensar qué diría Pappo de esta nueva generación…
—Bueno, no sé cómo reaccionaría él en estos tiempos, yo calculo que con grandeza y altura hubiera dicho lo necesario para que en su respuesta se refleje su personalidad. En lo personal, recién me entero que existen y no me molestan porque no consumo. Pero para hacer esta nota me informé y escuché a unos pibes insultándose y degradándose en público: eso no es música, claramente. Para mí, la música debe unir y trasmitir alegría lejos del conflicto y la rivalidad.
—Seguís tocando con Riff junto a Vitico, compañero de tu papá por tantos años. ¿Sentís que es un legado que él te dejó?
—Para mí es un gusto estar junto a Vitico y esta formación interpretando las canciones que significan para muchos un grito de libertad y un estilo de vida, y para otros, un nuevo camino. Respecto al legado, no es ni fue nunca una obligación. Simplemente, me corre por la sangre seguirlo. Y no me imagino haciendo otra cosa.
Agenda. Luciano Napolitano se presentará para recordar a Pappo el próximo 10 de marzo, el día que hubiera cumplido 70 años, en un evento que incluye bandas en vivo y concentración de motos. Comenzará a las 13 horas, en el Parque Municipal Pablo Nogués (Av. Juan D. Perón 4276, Partido de Malvinas Argentinas, Provincia de Buenos Aires), con entrada libre.
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