De vender mandarinas con un carro y ser “el pibe de los mandados” en una farmacia a representar al mejor futbolista del mundo. De llevar una vida de lujo a pasar 97 días detenido en Dolores y la cárcel de Caseros. De disfrutar unos días de descanso con amigos en Europa a protagonizar un video que se viralizó y lo llevó al centro de las críticas. “Reinventarse” es una palabra que se repite en más de una ocasión a lo largo de este mano a mano con Guillermo Coppola con Teleshow. Y no es un hecho azaroso.
La semana pasada el ex mánager de Diego Maradona volvió a estar en el ojo de la tormenta como hace mucho tiempo no lo estaba. A través de las redes sociales se viralizaron dos videos en donde se lo veía en una fiesta en Ibiza bailando y realizando gestos obscenos con un grupo de extranjeros, por lo que fue duramente criticado. Una actitud suya que, viéndola en retrospectiva, le hizo “pegar contra la pared”. Pero también siente que es una oportunidad para parar la pelota -inevitable hablar de Coppola y no hacer, por lo menos, una referencia al fútbol-, levantar la cabeza y visualizar el campo de juego. “Nunca más”, asegura.
—¿Sabés por qué soy feminista? Porque respeto a la mujer desde que nací. Siempre lo sentí producto de que mi vieja es mujer, máximo exponente, máximo amor, lo que más extraño es a mi vieja… Y ella me enseñó el ‘te quiero’. Papá era más del barrio, el hombre rudo… Era un genio, laburante, metedor, honesto y generoso, pero nosotros veíamos que mamá sufría. No había un cariño, ¿entendés? Hasta que un día mi hermano, el más grande, me dijo ‘acompañame’. Yo tendría 15 años, y tuvimos una charla con papá para que se vaya de casa. Mi vieja nos agradeció siempre, y eso a mí me marcó. Ninguna mujer te va a hablar mal de mí como tipo, como pareja, como amigo. Soy de distinguir a la mujer, pero no por el regalo: porque me nace. Me encantan las mujeres y siento que todos tenemos que ser respetados, pero más la mujer.
—En este camino que estamos recorriendo hombres y mujeres con el feminismo, todos estamos aprendiendo. ¿Te arrepentís de algo que hayas hecho? ¿Aprendiste de algo?
—Yo digo que siempre aprendo. De mis amigos jóvenes, de los hijos de mis amigos, de mis hijas que me muestran cosas y cambios que existen. Pero hace muy poco voy con unos amigos a ver la Champions, que me encanta. Entre Copa del Rey y Champions había cuatro o cinco días. Fuimos a Ibiza, playa conocida, mucha fiesta, donde yo fui infinidad de veces.
—Ahí se filmó el video que se vio hace poco.
—Si vos me decís “Guille, ¿cómo te ves?” Perdoname la expresión, pero como un idiota. Un pavote. Porque en el casamiento de un amigo o en la fiesta de cumpleaños de una amiga de mi señora están esperando todos que yo salga al pogo… Entonces a veces te dejás llevar por eso. Siento que esto nunca más. Este video me hizo pegar contra la pared. No estoy haciendo nada que no fuera dentro de ese contexto: era un grupo que me llevó a mí a hacer… Pero por qué yo tengo que ir, si veo que no era lo mío. Era un baile extraño, con un perreo que nunca había visto. Todos disfrutándolo, pero no me vi bien. Entonces digo: con los ojos de hoy hay que mirar un poco y recorrer el ayer con los ojos de hoy, ¿no? Es un ejercicio que producto de esto que me mencionás voy a tomarlo muy en serio y decir “bueno, se acabó el humo”. ¿A quién le dan la pistola de humo? Y, me la dan a mí…
—¿Es difícil correrse de ese lugar?
—Y cómo hago, ¿viste? A veces pienso “ si la gente se está divirtiendo y yo estoy haciendo reír a la gente…” En la radio, con Guido Kaczka, a quien yo le digo que es un celador, porque aprendo de él y lo escucho. Bueno, hoy hice un comentario y después él me dijo “¿qué te pasa? Tampoco tenés que irte al otro extremo”.
—¿Te referís a que después de las críticas te pasaste de correcto?
—Claro, me dijo “¿vos estás loco? No dejes de ser vos” En estos restaurantes que hay ahora que ponen música, no los nombremos para no darles mucha trascendencia, se baila en las mesas, tiran humo… La pistola están esperando a que la agarre yo. Y la gente se agita. Yo agarro la pistola, ¿entendés? Y tiro el humo. Es un tema bien arriba, la gente disfruta. Entonces, no lo hago más. Te digo, me sensibilizo hasta diciéndote esto, porque no hago daño, tiro humo y la gente lo disfruta.
—Bienvenido sea el aprendizaje, entonces, y el mensaje que uno también desde este lugar puede transmitir.
—Totalmente.
—¿Tu mujer y tus hijas qué te dicen?
—Pensé en mi mujer y en mis hijas cuando los vi (los videos). Mi señora sabe, porque vive conmigo. Son 12 años de una mujer que me supo entender. Después de esto le dije “¿sabés qué? Qué feliz estoy de haberte encontrado”. Porque con una cabeza, una mirada, sin un reproche, me hizo ver solo con la mirada que tengo que ponerme los pantalones largos.
El tono serio lo acompaña a lo largo de la charla, incluso al recordar cuando en 1985 se convirtió en el representante de Maradona. Pero nunca abandona ese estilo tan particular suyo de relatar historias que, por algún motivo, las vuelve tan atractivas. La atención nunca se diversifica ni se va por otros caminos. “Yo tuve vida antes de Maradona. Fueron como 200 futbolistas entre el 75 y el 85. Diez años de recorrida en el fútbol antes que él, y tenía grandes estrellas del fútbol argentino. Algunos dicen que inventé la profesión, pero no fue así. No había aquí, pero sí en el mundo. Tuve alguna pareja por ahí trascendente, conocida, te nombro a la Yuyo (Amalia Yuyito González), ¿entendés? La mamá de mi segunda hija, de Barbarita, hoy arquitecta, que me hizo abuelo. Eso también me hacía trascender".
—¿Y te mareaste en algún momento?
—Yo viví con el número uno del mundo a nivel de conocimiento y sé lo que sufrió. Y sé lo que fue pegarle la patada esa en el culo que dijo que le pegaron y lo llevó a la cima del mundo. Pero él no era que se mareaba, era que lo asediaban a dónde fuéramos: no había intimidad, no tenía paz. No podía ir a comprarse un jean a un lugar tranquilo. Entonces dije: en realidad somos todos iguales. Algunos trascienden más, otros menos, pero ninguno como él. Y no se mareó. Entonces, bueno, tuve una copia y un ejemplo a seguir.
—Hubo una época de divertirse mucho, de pasarla bien.
—De reírse.
—Hubo una época de excesos también.
—Sí, total.
—¿Te asustaste en algún momento?
—Sí, por supuesto. Yo digo que todos los excesos son malos. La gente te ve y te dice “qué bien que estás”, y yo le respondo “me cuidé toda la vida para llegar a estar así”. La mayoría de la gente a la que se lo digo se ríe, porque saben que a uno le gustó salir, se equivocó y tropezó con algunas cosa que por ahí hoy me critico por haber tropezado sin necesidad alguna. Y sí, el susto de ver en un espejo una imagen que no era la mía. No era la que yo miro todas las mañanas. Hoy decido ser feliz y vivir un día más. Un día me miré y no era ese: entonces decidí tratar de encarrilar, ordenar y cuidarme.
—Y te trajo de nuevo las risas.
—Yo miro a mis hijas y no puedo creer lo grandes que están. Y tengo nietos, soy abuelo. Eso te va cambiando, ¿no es cierto? El divertimento que yo sentía por ahí saliendo a un boliche. Y hoy ver una película…
Precisamente, el tema de la familia le hizo recordar que a principios de año estuvo en Mar del Plata y algunas noches acompañó a su hija Camila, de 20 años, a fiestas en la playa o incluso al boliche. “Tengo amigos que tienen 20 años menos y yo los junto… Yo abro una puerta y soy bien recibido. Voy a un cine o a un restaurante, y la gente… Ni hablar del boliche porque, bueno, te asocian. Y esa admiración que despierto en los jóvenes: mi recomendación siempre es ‘chicos, no peleen, no agredan, el alcohol en el punto justo’. Se ve mucha agresión y mucha violencia. Yo no la viví".
—Sí, estamos viendo noches muy violentas con la adolescencia y con los jóvenes en los boliches. Vos estuviste en Dolores, Guillermo, ¿con qué se encuentran los asesinos de Fernando Báez Sosa?
—Te encontrás con un lugar tétrico, donde tienen que ir aquellos que merecen ir. Yo no soy de esos que se limpian la cara porque yo fui injustamente… Me tocó ir. Desde la experiencia es un lugar durísimo, donde el primer día me desnudaron delante de un grupo de cinco: dos de esas personas eran mujeres. Me pidió el jefe del penal “sáquese la ropa”. Me saqué la remera, el pantalón, mis mocasines. Me dijo “sáquese el slip”. Dije “hay dos mujeres, una es mi mujer”. “Sáquese el slip”, porque te revisan para ver cómo entrás. Bueno, así entré. La primera noche, a las horas, sentí que no lo iba a poder soportar: llamé a mi hermano y le dije “Juan Carlos, cuidá a mamá, a papá, a mis hijas, no creo que pueda soportar esto”.
—¿Creías que te iban a matar? ¿O que te ibas a suicidar?
—El ambiente no sabés lo que es: las paredes, los pabellones, las celdas, las rejas. Dicen que estos chicos (por los rugbiers que mataron a Fernando Báez Sosa) están aislados en un pabellón que han construido nuevo. Es una de las cárceles más viejas del país. Yo la sufrí mucho.
—Ellos sin embargo dicen que tienen miedo de que los lastimen, que los amenazan con que los van a violar. ¿Esas cosas pasan realmente en la cárcel?
-Sí. No me tocó verlas, sí escucharlas. Los gritos desgarradores a la noche, las peleas, son constantes... Yo me encerraba en esa celda y trataba de no salir. Limpiaba y limpiaba. Esa era mi terapia. Me abstraía de estar ahí dentro de ese lugar que no había baños, que estuvo Juan Moreira detenido ahí. Fue dificilísimo.
—Ahí adentro, ¿te protegió ser Guillermo Coppola, el amigo de Diego Maradona?
—Sí, me protegió ser amigo de Maradona, el representante de Maradona. Me protegió que él fuera con Claudia, con sus hijas chiquitas, con mis hijas, con mi vieja. Sonia, me pareja de entonces, con su familia, me acompañaban. Recuerdo que la primera noche me dieron un colchón y estaba lleno de chinches. Yo creí que estaba soñando.
—Enloquecedor para cualquiera...
—Yo, que veo una miga en una sábana y soy capaz de cambiarlas… Entonces veo que se hace un hueco en el colchón y eran cientos de chinches que venían hacia donde yo estaba, con la cabeza apoyada ahí. Al otro día Diego me llevó un colchón. Fue el 11 de octubre, el 12 era mi cumpleaños y me llevó el colchón de regalo porque les había contado lo que había pasado a la noche. No se lo dejaron entrar y no lo dejaron entrar a él. No al pasé bien. Pero para mí es una etapa superada. Por algo me tocó vivirla. No soy de los que dicen “bueno, fue injusto, el juez, los policías y los secretarios terminaron presos”. Una vergüenza para la Justicia argentina. Un leading case. Pero por algo fui. Por algo me señalaron: las cosas no pasan por casualidad.
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