Cuando Natacha Jaitt murió tenía 41 años. Era madre de Antonella, de 20, y de Valentino, de 13. Era la hermana de Ulises con el que formaba una gran dupla. Era una morocha sensual. Era una mujer desenfadada. Era una mujer con incontinencia verbal. Era una mujer frontal. Era... ¿Quién era? ¿Lo sabría ella?
“Esa noche lluviosa del viernes 22 de febrero, Natacha había ido al salón de fiestas Xanadú, de Villa La Ñata, acompañada por el productor Raúl Velaztiqui Duarte, porque quería contratar el local para montar un espectáculo. Se demoró por la tormenta y llegó alrededor de las 22. Allí se encontró con el dueño del lugar, Guillermo Rigoni, un amigo de este, Gaspar Esteban Fonolla, el electricista Gustavo Andrés Bartolín alias Voltio y la joven Luana Micaela Monsalvo. ¿Qué pasó para que tres horas más tarde terminara muerta en una cama? La Justicia todavía no se expidió al respecto.
Según las declaraciones de los propios testigos que formaron parte de la reunión, esa noche se habría bebido alcohol y se habrían consumido drogas. Luego, en circunstancias no muy claras, Natacha y Rigoni habrían subido a la habitación para tener sexo, pero ella se descompuso.
Al comprobar que Natacha se había desvanecido, decidieron llamar al 911. "El cuerpo desnudo y sin vida de la morocha fue encontrado por personal de la fuerza alrededor de las 2 de la madrugada. ¿El motivo de su muerte? Aún es un misterio”, decía la crónica de ese entonces de Teleshow.
Y si su muerte todavía es un misterio quizá también lo sean las decisiones de vida de esa mujer que parecía no tener problemas para contar que se prostituía por placer y que lanzaba acusaciones con escaso sustento pero alto impacto sin importar las consecuencias. Natacha desnudaba su cuerpo sin pudor ante las cámaras, si se animaba a mostrar su alma con el mismo desparpajo quedan más dudas.
Jaitt nació en 1977 en Benavídez. Como alumna, nunca se destacó por su responsabilidad con el estudio, pero sí por su desenfado. "Iba a la escuela judía Golda Meyer, y mis amigos siempre se acuerdan de que les mostraba la bombacha a cambio de que me convidaran chizitos”, recordaba. Las docentes la miraban resignadas mientras le profetizaban un futuro en los medios. No se equivocaban. Aunque su talento se desarrollaría más como generadora de escándalos que por propuestas artísticas.
Si algo distinguía a la morocha era que podía ser una verdadera topadora cuando se proponía algo. Por eso no dudó en marcharse a España para intentar entrar en los medios y ganar algo más que unos mangos. Si la suerte le era esquiva ella saldría a buscarla. Y la encontró. Participó del reality Gran Hermano y llegó a la final. Al salir volvió a mostrar su astucia o su caradurez. Le preguntaron qué fue lo peor del encierro y respondió “No tener sexo”. No ganó la final pero sí salir en el programa de televisión Crónicas Marcianas, y luego dar consejos de alcoba en Consultorio sexual, por Playboy TV.
Para esa época, ese verdadero descubridor de mediáticos que es Chiche Gelblung, la invitó a su programa. Natacha fingió o sintió un orgasmo en vivo y fue pico de rating. Solo ella supo si fue real o ficticio, pero consiguió instalarse en la escena mediática.
Su presencia en los medios pasó a ser habitual. Es cierto que nunca era invitada a programas culturales pero los productores sabían que la desenfadada morocha en cámara era garantía de audiencia. Pero si no hacía declaraciones explosivas, el público le daba la espalda como cuando participó en Bailando por un sueño y no pasó de la primera ronda.
Jaitt fue desarrollando una habilidad llamativa para transgredir y provocar escándalo. Se atrevió a admitir en voz alta que se dedicaba a ejercer la prostitución con hombres de mucho dinero y que era “muy divertido cobrar”. Alguna vez dio nombre y apellido, aunque luego se desdijo. Esa fue otra de sus características, o su modus operandi: lanzar polémicas acusaciones sin importar si los destinatarios eran ex parejas, padres, conductores, políticos, periodistas o deportistas. Eso sí los destinatarios de sus dardos debían ser famosos, nunca desconocidos.
Pero esta habilidad para transgredir empezó a convertirse en algo no tan fácil de manejar. Parecía que Natacha no tenía problemas en jugar con fuego y ya se sabe que el fuego muchas veces termina quemando. Porque en ese mundo del “todo vale” donde parecía moverse con comodidad no todo vale. Porque una cosa es denunciar y otra solo acusar. No es lo mismo decir algo picante que calumniar. No es lo mismo ser audaz que ser riesgosa. Natacha pasó de ser una morocha sin inhibiciones que sacudía pruritos sexuales a otra muy diferente que con más palabras que pruebas acusaba de pedofilia, trata, corrupción de menores, abusos sexuales y encubrimiento a distintas personalidades pero siempre con una característica: eran famosos.
La vida de Natacha se convirtió en un torbellino de escándalos. Se peleó en vivo con Cinthia Fernández. Una acusaba de gato y la otra de drogadicta. Celia, madre de su ex pareja Adrián Yospe, la denunció por haberla golpeado. También lo hizo Nora Kriegshaber, pareja del padre de su hijo. Trompeó a Annalisa Santi, la estudiante hot de la UCA. “La esperé en la puerta y cuando salió, la maté a trompadas. Como se merece", relató Jaitt, admitiendo sin culpas la agresión.
Su desenfreno comenzó a ser peligroso y las invitaciones a programas empezaron a escasear. Descubrió que las redes eran un buen lugar para seguir su juego. En sus intercambios virtuales pasaba de hacer comentarios irónicos, intercalar bromas, emitir alguna crítica política hasta denunciar que había sido violada. Sus seguidores no sabían cuánto había de fantasía y realidad. ¿Lo sabría ella?
Ante las cámaras, en las redes, Natacha mostraba que polemizar era uno de los verbos que mejor sabía conjugar. “La hipocresía de hacerse la pro vida y tener más abortos que un animal abandonado en la calle, conmigo no juega. Como tampoco la pro aborto que simulan un aborto con sangre Y cordón umbilical colgando fríamente en las marchas. BASTA LOCAS” escribió en plena discusión por la ley de interrupción legal del embarazo. Pero sus posteos también dejaban en evidencia a una persona que parecía desconocer la empatía, como cuando aseguró que un reconocido galán era “falopero, violento y homosexual reprimido” o cuando escribió que no le daba lástima el suicidio de la ex Gran Hermano, Rocío Gancedo porque era “una mina que buscó eso hace rato”.
Llegó un momento que los seguidores de Natacha se contaron por miles. Los amigos reales en cambio no llegaban a los dedos de una mano. Lo comprobó como cuando presentó su denuncia por violación en Tribunales. Las imágenes de ese momento la muestran acompañadas por micrófonos pero no de personas dispuestas a hacerle un mínimo “aguante”.
Cuando le preguntaban sobre límites en el sexo, hacía dos excepciones: ‘La zoofilia y la escatología’. Sus límites en la vida, en cambio, fueron más difusos.
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