Mercedes Morán, sobre el asesinato de Fernando: "Es otro crimen del machismo, que también mata hombres”

“La felicidad individual no me termina de satisfacer totalmente”, afirma la prestigiosa actriz a solas con Teleshow en una charla en la que habla de la actualidad, el feminismo y el amor. “El enamoramiento es un estado que siempre es precioso”, dice

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Mercedes Morán, en su encuentro con Teleshow

Me gusta estar en mi casa. La extraño cuando no estoy acá”, confiesa Mercedes Morán, que recibe a Teleshow en su departamento, un piso lleno de sol en el que nos espera con café, gaseosas y galletitas.

La actriz acaba de estrenar Araña, un thriller político situado en Chile. Dirigida por Andrés Wood, cuenta la historia de tres amigos que en su juventud -en los 70- fueron militantes ultraderechistas, violentos, atravesados por una historia de amor entre ellos, y situados en el presente algo del pasado vuelve: “Con muchísima elegancia y estilo, como es característico de Andrés, muestra cómo la derecha violenta y golpista sigue hoy enquistada en la sociedad chilena, aceptada, bienvenida y manejando los hilos del poder para su propia conveniencia, e intentando que nada cambie”, analiza Morán.

El tráiler de "Araña"

"Siempre se nos pide a las feministas que seamos muy correctas, que tengamos buenas maneras, que nos expresemos de un modo tal que no asustemos a los hombres. Por suerte este libro, para alegría de muchas, entre las que me encuentro, no respeta ninguna de esas reglas”, advierte Mercedes sobre Teoría King Kong, el texto de Virgine Despentes del que realiza una lectura en el Teatro Cervantes, durante tres fines de semana.

—Al feminismo, además de prolijidad, se le pide unanimidad de criterios en todos los temas…

—Sí, tenemos que ser muy prolijas, no tener confrontaciones entre nosotras. Es un movimiento que está en marcha, se está construyendo. Es absurdo pedirle a una revolución que sea prolija, que mantenga las buenas formas.

—En Araña interpretás a una militante de ultraderecha, es raro imaginarte en ese lugar.

—Sí, pero lo interesante es Andrés no se priva de mostrar todas sus zonas oscuras y horribles, y de todas maneras, lo hace de un modo donde lo más interesante es que hay un costado en el que igual empatizás. Esto es lo que provoca incomodidad de la película, y para mí es lo más interesante. Esa es la misma empatía que han generado estos personajes fuera de la ficción y que han hecho que la sociedad los acepte y les otorgue ese lugar de privilegio, aún con ese pasado espantoso. No nos olvidemos que la sociedad chilena no tuvo lo que sí tuvo la sociedad argentina después del golpe militar: no tuvo juicios. Hay algo ahí que está latente.

—¿Cómo fue tu juventud en la militancia?

—Comprometida, apasionada, atravesada por mi ideología, en la universidad donde yo estudiaba Filosofía y Letras. Y oscurecida por la Dictadura. Imaginate que fueron los años de mi primera juventud, 17, 18. En esa oscura noche me tocó ser madre, separarme, empezar a trabajar, a intentar conquistar el mundo, cuando el solo hecho de ser joven ya te convertía en sospechosa. Así que fue oscura.

—¿Dónde militabas en la Universidad?

—Militaba en la JP.

—Alguna vez me dijiste que esa revolución se terminó transformando en la revolución de tus tres hijas.

—Sí. Fijate qué paradójico y qué increíble: en ese momento yo estaba inspirada por las mujeres revolucionarias de esa época, y con el correr de los años soñaba con tener tres hijas para tener tres mujeres revolucionarias, y hoy las tres son muy feministas. Esta es la verdadera revolución, con la que me siento más interpretada hoy: a diferencia de muchas organizaciones políticas el feminismo todavía es transversal, entonces se mantiene un poco menos viciado de muchas cosas que otras organizaciones ya tienen. El sueño se cumplió: tengo tres hijas, tres mujeres, y somos cuatro feministas.

—¿Qué te pasa como mamá cuando ves el asesinato de Fernando Báez Sosa?

—Ver a esa madre es tan doloroso... Es insoportable. Me molesta mucho cuando a partir de estos hechos empiezo a escuchar mucha gente que dice: “Tenemos una sociedad enferma, nuestra juventud está enferma”. Tenemos una juventud maravillosa y estos enfermos son estos enfermos, estos asesinos son estos asesinos. Siempre ha habido gente violenta, clasista. También hubo gente muy joven en esa misma circunstancia que se quedó ahí, haciendo todo lo que había que hacer. Este crimen es otro crimen del machismo. El machismo mata básicamente mujeres, pero también mata hombres. Hombres que no responden a las características que los machistas necesitan ver expresadas.

Mercedes Morán, y el amor

—Además de la película y el teatro ya se habla de la segunda temporada de la serie de Maradona que todavía no estreno, y estás grabando El Reino, para Netflix. Afuera del trabajo, ¿el placer por dónde pasa?

—Por los afectos. Por los amigos, por la familia, por las juntadas con gente. Estoy muy sensible al cariño, al amor.

—¿Estás enamorada?

—De la vida (risas).

—¿Con ganas de enamorarte?

—Y... el enamoramiento es un estado que siempre es precioso. Es fugaz, es corto, es ese momento de la vida en el que sentís que todo está en su lugar, que el universo te sonríe, que el otre es perfecte para vos. Me he enamorado más de una vez, y sé que el enamoramiento pasa.

—También te has casado.

—Sí, me he casado unas cuantas...

—¿Descartás un nuevo casamiento?

—Lo descarté hace rato. Lo que no descarto es volver a enamorarme, volver a vivir en pareja. Eso no lo descarto. No estoy ansiosa con eso.

—Se te nota disfrutando el momento.

—Estoy bien, sí. Estoy disfrutando. Me casé muy joven, a los 17; a los 19 tuve a mi primera hija. He estado siempre llena de responsabilidades familiares. Y ahora que mis chicas se fueron y están haciendo su vida estuve cinco minutos triste por eso, y después empecé a disfrutar. “Esta es mi oportunidad”, dije. Por supuesto que los hijos crecen y una siempre está atenta y preocupada. Ser madre, es un clásico.

—¿Una abuela que se ocupa?

—Soy una abuela que me ocupo, pero igual es acotado. Vienen y se van. Disfruto mucho el abuelazgo. Disfruto de mis nietos. Disfruto de mis hijas, verlas ejercer como madres. Me encanta. Pero sí, he terminado con la crianza, ni con los nietos ni con los hijos ya. Eso me da una libertad, una autonomía que disfruto muchísimo. Estoy disfrutando mucho de esa libertad.

—¿Crees que la legalización del aborto va a salir?

—Espero que sí. Estoy segura que sí.

—¿Hacia dónde estamos yendo con este momento del feminismo, que se está haciendo escuchar?

Estamos tomando conciencia de cosas que no tienen vuelta atrás. Que es lento, que la resistencia va a ser brutal, porque son años y años, y años y años de otra cosa, porque creo que el feminismo va a cambiar todo. La gran deuda que tenemos por delante las feministas es pensar otra manera de hacer política, otra manera de instrumentar las cosas para el bien de todos. Empezar a no naturalizar el maltrato en todos los ámbitos. Es muy profundo el cambio y todo lo que trae aparejado, la nueva familia, el nuevo sistema de producción, la paridad femenina masculina en el trabajo, en los ingresos, en la paternidad. Es un cambio muy profundo que va a ser muy resistido desde todos los sitios imaginables, pero no tiene marcha atrás.

—¿Cómo nos estás viendo a los argentinos?

—Conscientes de que estamos en un momento dificilísimo. Un poco esperanzados. Hablo por mí: creo que en este momento hay un poder que muestra un poco más de sensibilidad social, lo que a mí, personalmente, me deja más tranquila. Me pasa que la felicidad individual no me termina de satisfacer totalmente. Me siento una privilegiada, estoy agradecida y no me falta el trabajo, pero me rodea mucho dolor, mucha miseria, mucho miedo, y eso me afecta. Socialmente, mis amigos, en fin. El futuro de mis hijas, de mis nietos. Me preocupa.

—Nunca dejaste de decir lo que pensás y te has enfrentado a algunos embates importantes.

—Sí. Pero es un precio más barato que el callarse o el tener miedo.

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