La vida en Hollywood cambió para siempre en octubre 2017. Fue por entonces cuando The New Yorker publicó una extensa nota donde docenas de mujeres denunciaban a Harvey Weinstein -dueño de una de las productoras de cine más grande de EE.UU.- por acoso sexual, agresión sexual y violación.
Rose McGowan, Ashley Judd, Rosanna Arquette, Claire Forlani, Eva Green, Daryl Hannah y muchas más decidieron hablar y contar públicamente los abusos que sufrieron por parte de Weinstein. Así fue como este escándalo llegó a todo el mundo, afianzándose en las redes con el hashtag #MeToo (“A mí también”).
Sin este contexto de fondo, The Morning Show perdería el impacto que genera su emisión.
Esta serie se sumerge en el mundo del periodismo desde un lugar bastante cercano al real. Muestra los intereses de los jefes directivos (todos hombres) que manejan las noticias de acuerdo a su conveniencia, los productores que tienen jornadas híper extensas, las noticias que no entienden de días de descanso ni horarios, los abusos de poder y, de nuevo, ese mundo masculino lleno de códigos que todo el mundo aceptaba sin chistar.
Alex (Jennifer Aniston) y Mitch (Steve Carell) son los conductores y periodistas estrellas del programa televisivo The Morning Show. Se levantan 3.30 de la mañana para estar despabilados e informados sobre los temas que se van a analizar en su ciclo, que abre la grilla del canal.
Durante 15 años realizan la misma rutina. El programa funciona y sus carreras -desde el punto de vista profesional- alcanzan su punto máximo. Pero un día sucede lo que tal vez muchos conocían pero no decían, o se comentaba a sotto voce: diversas mujeres que habían trabajado en el programa con Mitch lo denunciaban por acosador sexual. Y todo estalla por el aire. De ser el hombre más respetado, admirado por sus colegas y adorado por el público, Mitch pasa a ser un paria y un violador ante la mirada de todos.
The Morning Show se atreve a dar un paso más que no es solamente mostrar el caso de un hombre que abusó de su poder para lograr tener sexo con compañeras de trabajo, sino que también plantea del muro de silencio y la complicidad del entorno. ¿Quién podría desconocer lo que realmente pasaba allí? Este rol de denunciante desde la complicidad lo asume el personaje de Bradley Jackson (Reese Witherspoon), una cronista que luego de tener su momento de gloria en una cobertura, logrando millones de visitas en YouTube, ingresa como reemplazo de Mitch.
Su llegada no provoca más que incomodidades en un grupo de periodistas, productores y autoridades que conocían estos manejos abusivos del periodista desde hacía años. Pero, ¿por qué nadie decía nada, mirando hacia un costado? Este es tal vez el punto más rico que otorga esta serie donde inevitablemente la audiencia haya experimentado alguna vez algún caso cercano de una persona como Mitch. Y no va a pasar mucho tiempo hasta que cada uno se pregunte cuál fue la causa por la que no prefirió el silencio.
Y ahí es cuando The Morning Show brilla porque nos hace sentir culpables a todos, no solo al acosador generador de este caos. ¿Por qué aceptamos como si nada estos caso justificando con frases sencillas como “Él es así”? El episodio ocho de la serie -cuenta con 10 en su primera temporada- logra mostrarnos esa atmósfera que creaba el acosador, que en principio era encantadora, divertida y amena, con un entorno que lo aplaudía y hacía su reverencia. Un hombre como Mitch nada malo podría hacer: era simpático, se preocupada por sus empleados, sabía el nombre de cada uno de ellos y les preguntaba sobre sus familias y problemas personales. Nada de esto haría pensar que estaba haciendo algo tan malo. O al menos si lo hacía, las mujeres accedían sin chistar.
Cada uno de los casos revela una intimidación y un vínculo perverso en el que las acosadas terminaban accediendo a un vínculo sexual, pero no por eso dejaba de ser un acoso. Aunque esta circunstancia termina siendo parte de la defensa de Mitch -“Yo no obligaba a nadie a tener sexo conmigo, tú eras adulta, podrías haber dicho que no”-, The Morning Show nos invita a pensar que el abuso de poder en esos actos es tan grave como una relación sexual obligada y violenta.
Olvidarnos de tener miedo y denunciar parecer ser la única salida a este embrollo de locura. Un sistema afincado en las redacciones, oficinas y cualquier lugar de trabajo donde las mujeres eran -y lamentablemente aún son- sometidas por su condición de “ser mujer”. Esto implicaba una utilización del lenguaje determinado que ponía a las mujeres como portadoras de carne para ser consumidas por los señores.
Por eso, en tiempos de hablar con claridad y sin miedo sobre la actitud de ciertos hombres que utilizaban su poder para lograr acosar sexualmente a las mujeres, esta serie de Apple TV+ se hace tan relevante. Es necesaria verla, todos. Hombres y mujeres que decidan que este mundo debe cambiar de una vez. Y donde nadie es más que nadie.
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