Cristina Alberó recuerda cómo fue hacer su emblemática tapa de Playboy: “Fue un riesgo, me costó meses decidirme”

“Era muy importante saber que yo era un alma adentro de un cuerpo”, recuerda hoy la protagonista de "Parda la mejor” sobre el desafío que implicaba para su carrera hacer un desnudo

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Cristina Alberó, a solas con Teleshow

“Los personajes que me llegan me ayudan mucho a crecer como persona. Me encanta tomar desafíos nuevos”, dice entusiasmada Cristina Alberó, que hasta fin de mes se presenta en Microteatro con Parda la mejor.

“Tuve un gran suerte: mi papá era empresario de teatro, mis tíos también. Mi infancia estuvo rodeada de estrenos”, rememora la actriz, que cumplió 40 años en la profesión, que arrancó estudiando canto hasta llegar a La escala musical, el programa que visitaban desde Sandro y Los de Fuego a las figuras que en ese momento venían del exterior. “A los 16 años -cuenta Cristina- le dije a mi papá: ‘Quiero empezar a hacer alguna cosa en el teatro’. Y me dijo: ‘Cuando se gasta un par de zapatos en el escenario no se puede dejar de volver a pisar’".

—“Estrella de mil telenovelas”, se leía en la emblemática tapa de Playboy que hiciste en los 90. ¿Cómo te animaste a hacerla?

—Yo trabajaba para las mujeres. Me acuerdo que en la primera novela que hice tenía que ser chata: no podías tener lolas. Éramos asexuadas, de alguna manera; después vino otra etapa. Al haber trabajado tanto tiempo para mujeres para mí (esa tapa) fue un riesgo. Tuve que trabajar mucho en el físico, pero básicamente trabajé mucho en mi manera de pensar. Además en esa época no había Photoshop.

—¿Cómo decidiste hacerlo?

—Me costó muchos meses. El director de la revista me decía: “Me está diciendo la productora que vos no lo querés hacer”. “No, no, yo estoy preparándome para no encontrar afuera lo que puedo tener adentro”. Aprendí que uno generalmente encuentra en el afuera cosas que tiene y que muchas veces el afuera se te muestra para poder cambiarlas, o crecer. No quería tener ningún juicio mío respecto de lo que estaba haciendo. No quería encontrar ese juicio afuera.

—¿Y cuando te encontraste con la revista?

—Me habían dicho: “Ojo que hay una diferencia entre que encuentres la foto...”, porque yo elegía la foto junto al director, pero no me metía en la tapa porque yo de eso no sabía.

—Pero sí autorizabas cuáles te gustaban y te parecían correctas estéticamente.

—Sí. Discutimos mucho una foto que yo estaba con barro, y el director me decía: "Esa no”. “Sí, sí, está buena”, le decía yo (risas). Me acuerdo que me dijo: “Ojo que cuando pases por el kiosco y veas la revista ahí…”. Yo hasta quería que estuviera enfundada, pero no. Y sí, fue un shock. Y fue un shock decirle a mi papá, un hombre de 50 años de teatro: “Acabo de hacer un desnudo”. Mi papá hizo una pausa y me dijo: “¿Es pornográfico?”. Le digo: “No, no, es un desnudo simplemente”.

—¿Te costó hacer la producción?

—Fue muy gracioso porque nunca había hecho un desnudo, y lo que temían ellos era que yo dijera: “Bueno, no tan cerca, más lejos”. Y no, porque una vez que en mi cabeza me convencí de que eso estaba bien… Si Dios creó esto, ¿por qué tengo que avergonzarme? Una vez que eso estuvo resuelto, me acuerdo que ya en la primera foto me saqué toda la ropa. Todos se quedaron...

—Hoy, viéndolo a la distancia, ¿cuál fue el determinante para que lo hicieras? ¿Los desafíos, incluir otro público, la propuesta económica?

—Pensé en incluir otro público, y por supuesto que la propuesta económica, que era muy buena, me interesaba. A mí me parece que el artista debe sorprender: si está siempre haciendo lo mismo es tedioso para el espectador, y es tedioso para el artista.

—¿Qué hiciste con esa plata?

—Viajé. Que es lo que más amo después de mi profesión: viajar.

—¿Cómo te llevás con el movimiento feminista?

—Está muy bien empoderar a la mujer, eso está muy bien. Debería determinarse en todos los casos. A veces se toman algunos casos, tal vez emblemáticos, y otros no. Y creo que está bueno tomarlo en la generalidad.

—La estadística del 2019 dice que en la Argentina murió una mujer cada 24 horas, víctima de un femicidio.

—Lo que hay que hacer es ocuparnos mucho de la educación de los hombres. Enseñarles a que una cosa es que ellos tengan más fuerza físicamente y demás, pero el respeto al otro ser humano... Se ha perdido mucho el respeto al otro. Veo mucho en la calle a la gente con una falta de capacidad de servicio al otro; no todos tenemos eso. Yo estoy mucho con el trabajo que estamos tratando de cuidar a nuestros animales, y hay una falta de conciencia de que el animal es un ser que siente, que es un alma dentro de un cuerpo diferente. Por eso te digo que en el tema de Playboy para mí era muy importante saber que yo era un alma adentro de un cuerpo. Lo más importante que yo tengo es el alma.

—¿Tuviste que ubicar a algún galán de telenovela alguna vez?

—Hace muchos, muchos, muchos años, un actor me besaba y se excedió en el beso. Me acuerdo que fui y le dije al productor: “Decile por favor que…”. Fue la única vez. En ese momento era un actor muy bueno. Uno puede equivocarse y aprender, a lo mejor por los mismos nervios, y qué sé yo.

—¿Pidió disculpas?

—Sí, pidió disculpas.

—Este mes la consigna en Micreoteatro es por los secretos. En la obra que presentan, ustedes son tres presas.

—Somos tres presas que estamos tratando de escaparnos de la cárcel. Todo lo que sucede es muy gracioso.

—¿Cuál es el mayor delito que cometiste en tu vida?

—Una vez viniendo de mi luna de miel en Brasil tuvimos que hacer un cambio en el horario. La empresa de aviación nos invitó a comer, y yo vi un porta escarbadientes que era muy lindo...

—¿En un aeropuerto?

—En un restaurante, que nos estaban aguantando porque teníamos demorado el avión. Me lo llevé. Me robé eso. Me puse tan nerviosa, tan nerviosa, que después tomamos un micro para ir al aeropuerto y yo le decía a mi marido: “Ese sabe que yo me lo robé”. Cuando llegué al aeropuerto lo quise sacar por las dudas, y se me cayeron todos los escarbadientes. Fui dejando todas las pruebas (risas). Lo que es la conciencia, ¿no?

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