Con una sonrisa a flor de piel. A veces un tanto incómodo por ser tan autorreferencial, pero pidiendo disculpas por hacerlo. Y es que también estuvo muy amable. Porque así como es, así se mostró Benjamín Vicuña en el America Business Forum que se desarrolla en Punta del Este. Allí, cruzando el charco, llegó para contar su experiencia en todos estos años, a uno y otro lado de la Cordillera.
“Arranqué en Chile y por esas cosas de la vida estuve en Argentina y luego en Uruguay –recordó el actor, quien viene de estrenar una película, Pacto de fuga–. Por mi familia y mis hijos, hoy mi vida está en Argentina". Y en ambos países desarrolla –además de España– una exitosa carrera como actor. ¿Cuál es el secreto? “Ninguno –asegura–. Hay trabajo, dedicación, esfuerzo. Estudié en la Universidad de Chile, después empecé a hacer películas, y tengo una familia que me acompaña y vibra conmigo. Y yo vibro con ellos".
Una y otra vez, reparó en su familia. “Es mi motor –destacó–. Mis hijos, mi mujer (Eugenia la China Suárez), son mi vida, mi presente, combinado con mis responsabilidades. Es lo más lindo, y ocupan ese lugar de prioridad. Acá está Magnolia (la hija que tuvo con su ex compañera de Argentina, tierra de amor y venganza), que vino con nosotros. Y feliz de tener la posibilidad de conocer lo que es una familia”.
En su carrera, Vicuña llegó a un punto en el cual tiene “la suerte de elegir contenidos y con quién trabajar". Para eso, toma las decisiones “con olfato e instinto”. Y con algo más, muy importante... “Le doy importancia a estar cerca de la familia y poder trabajar con amigos. En el Centro Cultural Mori (en Santiago de Chile) vamos a poner microteatro. Lo hice con mis dos amigos, Cristóbal, del colegio, y (el actor) Gonzalo Valenzuela. Trabajar con amigos es cariño, confianza, diversión, pero no quiere decir que uno no pueda trabajar con quien no conoce”. Y aquí se permitió una humorada: “Con Mori llevamos 14 años. Es el amor que más me duró...”.
Destacó dos grandes pasiones: los caballos y la actuación. La primera la desarrolla como hobbie; la segunda, de manera profesional, claro. “Me pagan por eso, no lo puedo entender. Poco... pero me pagan”, dijo, con picardía. “Mi carrera como actor y como empresario no son excluyentes. En principio lo pensé, pero no. Está en mi ADN: mi viejo es emprendedor y por rebeldía no quería seguir sus pasos, pero después me di cuenta de que esa cosa de armar equipos estaba en mí”.
Pero la dinámica laboral ha ido cambiando en estos tiempos: en lo que se refiere a la industria del entretenimiento, el streaming cambió –en parte– las reglas. Para Benjamín, su irrupción es una “bisagra”. “Nosotros veíamos televisión abierta, luego por cable, y ver lo que pasó con Vis a Vis (exitosa serie española de la cual participó) y sus resultados, que eso viaje, hace que el mundo sea chiquito. La ficción sigue teniendo su espacio y en el caso de Argentina y Chile estamos haciendo grandes cosas para el mundo”.
Fanático del fútbol, se permitió trazar una analogía propia del deporte rey al hablar de las diferencias entre actuar en la Argentina y hacerlo en España. “Amo el deporte. Después, puede haber un vestuario más o menos chico, con o sin jacuzzi. Y en la ficción es lo mismo: hay diferencias, pero que tienen que ver con los recursos. Finalmente, los actores podemos mirarnos, conectar, y que el público nos crea”.
Aunque al cruzar las fronteras de los países, debe hacerlo también con la dramaturgia. Dicho de otro modo: buscar el tono. “Debí trabajar el acento: tuve que hacer de español; no me pidan que haga de español porque me sale como el culo (risas). Y en Argentina, hice de argentino”. Y en definitiva, por más que sea una pasión, no deja de ser un laburo, como se diría en la tierra del tango. “El proceso creativo de construir un personaje es el lío que más me gusta. El día a día es duro, hay que levantarse a las 6 de la mañana, ir al trabajo, esperar...”, cuenta Benjamín, quien supo de extensas jornadas de grabación con el suceso de ATAV.
“El éxito cuesta entenderlo –aseguró– porque a veces hacemos las cosas bien y no funciona. Eso frustra. Y luego hacemos lo mismo y funciona. Entonces hay algo de suerte, un factor ajeno que tiene que ver con el tiempo y las circunstancias”. Por supuesto: no todos fueron logros resonantes a lo largo de su trayectoria. “Hice más de 30 películas, la mayoría no las conocen porque fueron fracaso”, comentó, mirando al público que seguía sus palabras con atención. Así, fueron “muchos fracasos”, y no pudo –lo advirtió– caer en el lugar común de una gran verdad: “Se aprende”.
Entonces, el actor fue invitado a dar un decálogo para ser exitoso. “Gozar con los éxitos del otro. La gente importante son personas a quienes no les encuentro egoísmo y con humildad. Sacrificio y esfuerzo. Tiene que ver con lo que te apasiona. Tolerancia al fracaso –enumeró–. Y las otras cinco te las cuento el año que viene...”.
Sobre el final, Vicuña se permitió una reflexión sobre la crisis política y social del Chile que lo vio nacer hace 42 años, y que ya es uno muy distinto de aquel. “Es súper triste explicarles a mis hijos, ni yo me lo explico muy bien –dijo–. En octubre él (por el mayor, Bautista) estaba conmigo cuando fue el estallido y veía la tele: no sabía qué decirle. Como ellos viven más en Argentina por su mamá (Carolina Pampita Ardohain), siempre les digo: ‘¡Qué lindo Chile!’. Y no sabía cómo explicarle que este país tenía problemas que arrastrábamos desde hace tiempo. Pero en estos dos meses Chile maduró más que en los 30 años”.
Acá, la entrevista completa a Benjamín Vicuña en el America Business Forum:
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