“Pat-pat-pat, sy-sy-sy, está de moda en este país”. La mujer sonriente baja de una nave espacial rosada que expulsa humo. Tiene botas largas y la rodean chicas, que, también con botas que cubren sus piernas hasta las rodillas, bailan, mueven porras y usan minifaldas tableadas y sombreros. La mujer sonriente saluda a un grupo de niños que toman el micrófono y le dicen una palabra extraña: “Guachiguau”. ¿Un presagio? ¿Una distopía? ¿Una imagen del futuro? Es 1988 y cientos de niños de todo el país son felices al ritmo de las canciones de El Clan de Patsy, un programa de televisión que cautivó al público infantil mucho antes de que otro similar conquistara los corazones de los argentinos, cuando aterrizó en la pantalla local –con su propia nave– la brasileña Xuxa en la década del ‘90.
Después de muchos años de dedicarse a la conducción y al modelaje, Patricia Lage –Patsy para aquellos patsytos que la seguían, que compraban sus discos, que usaban productos con su cara– había estado en Brasil y mirando televisión un día se encontró con un programa que le interesó. Inquieta, y siempre detrás de la realización y producción de todos sus trabajos, no paró hasta reunirse con La Reina de los Bajitos. En la Argentina eran tiempos críticos: se acercaba la hiperinflación, se estableció un régimen de cortes programados de energía y el malestar social crecía, por lo que ni Xuxa ni su representante Marlene Mattos tenían planes de traer el envío al país. Preferían, en todo caso, esperar un tiempo para expandirse. Así que llegaron a un acuerdo con la animadora argentina y llegaron a un acuerdo para que hiciera su versión del exitoso show brasileño en la televisión pública, entonces conocida como Argentina Televisora Color (ATC).
“Ellas me dicen: ‘No te lo podemos vender como formato porque lo vamos a ir a hacer dentro de unos años. La Argentina está pésima y lo que vas a hacer es perder. Como nosotros no queremos perder podemos hacer un acuerdo con el tema de la música y ciertas cosas’. Y así se formuló, aunque el tiempo les dio la razón”, recuerda Lage en diálogo con Teleshow sobre aquel encuentro que sellaría, tal como lo recuerda hoy, una de las etapas más felices de su vida.
“Me quedaba en el estudio con los chicos jugando, porque a mí lo que más me gustaba era jugar con los chicos ¿entendés? El día que nació mi hija dije: ‘Al fin tengo mi muñeca’ (risas)”, señala la conductora y productora de aquel ciclo y agrega: “De mi bolsillo pagaba ambulancia, enfermera, etcétera, porque no quería que a nadie le pasara nada. Grababa varios programas porque salía seis veces por semana”.
Pero mucho antes de las canciones, los bailes y los juegos, la conductora se había tenido una extensa trayectoria en los medios. Primero, cuando fue elegida Miss Joven Argentina, en 1973, y representó al país en Japón y viajó por las pasarelas del mundo. Luego, como la imagen en decenas de publicidades y como conductora de programas televisivos. Entre otros, fueron Casa Aurora Grundig y el magazine La casa de Patricia, los que la consagraron como un ícono, una imagen familiar para el público que consumía televisión argentina durante los años ‘80.
— Yo comienzo de alguna manera con unos desfiles. Los típicos de casas de amigas de tu mamá. Los días viernes yo me iba con el uniforme del colegio, me soltaba las trenzas, me sacaba el uniforme, me ponía ropa y la mostraba. Se la pasaba a un grupo de señoras. Después pasé a desfilar y a hacer diferentes publicidades. Parece que daba muy bien mi imagen en la publicidad y además era una persona muy rápida, entonces los directores me elegían porque gastaban mucho menos en producción (risas).
— Hasta que en 1973 te consagrás Miss Argentina.
— (Corrige) Fui Miss Joven Argentina y en ese momento fue que estuve en Tokio. Gran parte del mundo lo recorrí cuando hacía los desfiles prêt-a-porter en las ciudades más importantes de Europa. Por una campaña también estuve en Rusia, una experiencia increíble, porque estamos hablando de otra Rusia. Viajé en la antigua flota de Aeroflot, tenía unas personas de seguridad que me decían: “Mire para adelante, no mire para los costados”. Llegamos a Siberia, creo que hacía 55 grados bajo cero.
— ¿A vos te interesaba ese mundo del modelaje y la publicidad?
— Yo en realidad era rápida porque quería sentarme al lado del director de fotografía en los comerciales para que me enseñara, ¿entendés? Iba con mi cuadernito y anotaba todo, lo que me interesaba era la publicidad pero en ese tiempo no existía la carrera como se estudia hoy. Llegué a tener más de veinticinco comerciales en un año. De marcas que además eran muy competitivas. Y cambiaban mi color de pelo, y bueno, volvía a protagonizar. Lo que me lanza de alguna manera a la televisión fue una campaña muy extensa de Aurora Grundig. Después de eso hice de boxeadora, de directora de orquesta, ¡de todo!
— ¿Cómo llegás a la conducción?
— Me lanzan a la tele porque esos comerciales fueron pasados durante dos años seguidos en la trasnoche. Así llego a armar La casa de Patricia, que es de 1985. Me reúno con el director del canal, que me pregunta cómo iba a hacer. “Bueno, muy simple, quiero que haya una cocina y un breakfast, porque en la cocina se cocina la vida y ahí va a pasar todo”, le digo. Siete meses más tarde nace en la competencia Utilísima, porque un señor creyó que teniendo una ex modelo, y que se llamaba Patricia, le iba a ir bien. Entonces la llamó a Patricia Miccio, Dios la tenga en la gloria, una persona muy amable y agradable, y elegante. Lo que este señor nunca supo es que La casa de Patricia era un éxito porque tenía un sentido diferente para cada día, un espíritu distinto. El lunes es el humor, porque el lunes suele ser una merda. El martes era naturismo, el miércoles era lujo, embajadas y desfiles. El jueves era intimista, entonces, los temas fuertes se trataban los jueves. Y los viernes era el día de la familia. Así nació un verdadero magazine: estoy hablando de una revista, pero a través del televisor.
DE LA CASA AL INFANTIL
Patricia lo recuerda bien. Era diciembre de mediados de los ‘80 y una multitud de mujeres comenzó a acercarse hasta la avenida Figueroa Alcorta, en el barrio porteño de Palermo. Se había empezado a rumorear que su programa estaba por ser levantado: “Hasta llegó el presidente del canal junto con otros y, nunca me voy a olvidar de una señora muy mayor que me dijo: ‘Me costó, vengo de La Plata, estás muy flaquita, trabajás mucho’. ‘Sí’, le digo, ‘yo llego a las 7 y me voy a las 12 de la noche’. ‘Por eso te traigo de regalo media docena de huevos’, me dijo. ¡Fue tan conmovedor! El director entonces les dijo: ‘No, no, no, están equivocadas, no es así, el programa va a continuar, obviamente’. Porque esas mujeres se estaban por comer crudo al tipo".
— ¿Entonces el programa siguió?
— Me hicieron quedarme todo un verano para cambiar el horario, para calentarle la pantalla a quien iba a comenzar diciendo “Hola Susana”, que era Susana Giménez, claro.
Fue entonces que la conductora, que además se encargaba de la producción, de hablar con auspiciantes y de las distintas gestiones que implicaba poner al aire un programa (“En ese entonces no existían mujeres productoras y conductoras al mismo tiempo, que además eran medianamente llamativas, y que habían sido modelos como yo. Entonces a veces me colocaban desde ese lugar de la chica tonta”, apunta), decidió viajar para despejarse.
Fue en Brasil que conoció El show de Xuxa y volvió a Buenos Aires con un nuevo proyecto: ser animadora de un programa infantil, El Clan de Patsy, que llegó a tener sus propias canciones, de la mano de Ángel Mahler.
— Yo sentía en la risa de los niños, de los bebés con las mamaderas ¿entendés? Chicos de todas las edades. Y también de los padres y de las madres. Yo no había sido ni cantante ni de bailarina, pero bastante bien se me daba ¿no?
— ¿Cómo nació el famoso “guachiguau” del programa?
— Nace en una reunión de adultos, una reunión de amigos, y me acuerdo que alguien me dice “guau”, y yo le digo “guachiguau”. “Sí”, me dicen, “Guachiguau”. Y ahí empezó a repetirse el “Guachiguau” y quedó.
— Ha quedado hasta hoy, hay mucha gente que todavía lo usa.
— Sí, la gente lo usa. Pero no te puedo explicar cuando me encuentro con los millennials que son gerentes de empresas y que ni idea tienen de quién está delante de ellos pero por ahí alguien lo dice. ¿Cómo les explico qué es eso? Pienso: “Que llamen a la abuela, que llamen a la madre, que llamen a las tías” (risas).
El Clan de Patsy llegó a permanecer al aire casi siete meses durante 1988. Hasta que, por la crisis energética, el gobierno de Raúl Alfonsín tomó la decisión de llevar adelante cortes de luz programados y distinto tipo de restricciones para reducir el gasto de energía. Los canales de televisión pasaron a emitir apenas cuatro horas diarias y ciclo fue uno de los afectados por la medida.
Patricia, sin embargo, decidió no bajar los brazos: “En la puerta de mi casa habían cortado la calle Luis María Campos porque venían los chicos con banderas que decían ‘Patri volvé’, ‘Patri no nos dejes’. Entonces yo me gasté hasta lo que no tenía en ese momento, otra vez, y me busqué lo que ahora son recontra conocidos, esos tremendos micros que se abren de ambas partes, y con eso viajé durante dos años seguidos por toda la República Argentina.
— Saliste de gira.
— Sí. Llegamos a pueblos pequeños, lugares más grandes. Entonces yo hablaba con el comisario, y, por ejemplo, le decía: “¿Cómo tiene la comisaría?”. “¿Por qué?”, me decía. “Porque si abre varias celdas podemos poner una mesa larga y comemos todos". También viví el primer corte de ruta. Me acuerdo que en un pueblo me dijeron: “Pare acá porque más adelante no va a poder avanzar”. Les dije: “Arriba, no nos van a bajar de ningún lado. Nosotros y ustedes nos vamos todos a la ruta y hacemos el show en la ruta. Porque para eso he venido y de acá no me muevo si no lo hago”. Y así fue.
EL CABLE
Entre otras innovaciones en materia tecnológica, el comienzo de la década del ‘90 trajo para los televidentes argentinos una novedad: el crecimiento y la masificación de la televisión por cable.
“En el cable apenas había un canal que tenía tres programas, nada más. El mío se llamaba Magazine by Patricia, en Cablevisión. Ahí dejé a las mujeres, dejé a los niños, y me fui a los hombres. ¿De qué manera me fui a los hombres? Me fui a aquellos a los que yo entendía que eran los más importantes de ese momento, como petroleros, presidentes de bancos y demás. Quería que contaran sus historias de vida y que les dejaran a las nuevas generaciones las ganas y las formas de poder llegar sin tener temores, con audacia, a lugares de importancia. Mi idea siempre fue, de alguna manera, que si de verdad queremos vivir aquello que soñamos lo mejor siempre es intentarlo ¿no?”, recuerda.
— ¿Seguías produciendo?
— Sí, recuerdo estar a las 4:30 de la mañana sentada con un editor editando el programa, yo lo producía, escribía, había aprendido todo. Pero era con máquinas antiguas. De esas que cuando rebobinabas hacían ruidito. Y no existían los efectos especiales, y yo los compraba especialmente. Me costaba muchos dólares el minuto terminado, pero siempre fui una apasionada de la imagen…
— Lo invertías porque sabías que iba a rendir.
— A mí me gusta la imagen. Una imagen puede más que mil palabras. Una foto en blanco y negro te puede llegar al corazón. Qué sé yo, por ahí, no sé, es una tontería la que digo, pero creo que es este el modo ¿no?
Con el paso de los años, Lage siguió al frente de varios ciclos. Hasta que en 1994 su vida cambió para siempre con la llegada de Vicky, su hija: “Yo nací un 24 de diciembre (N. de la R.: prefiere no decir el año, “a las mujeres no se les pregunta la edad”, afirma), y los Reyes, después de muchos años, me trajeron el mejor regalo de mi vida que fue Victoria que nació un 6 de enero”.
Con la maternidad como nuevo desafío, la animadora se puso al frente de un programa sobre crianza muy popular que se llamó Creciendo con mamá. Otra vez, la imagen de Patricia se metía en la casa de los televidentes, que le mandaban cartas y querían hacer sus consultas. Tiempo después llegaría también Magazine Mujer, otro programa en el que la conductora, entre otras cosas, ofrecía un segmento muy conocido por entonces llamado Descubrí tu estilo. Las televidentes debían mandar una carta y la ganadora recibía como premio un cambio de look.
“Mi tema era que ellas salieran teniendo más confianza en sí mismas. Y yo les decía: ‘Vas a ser la envidia de tu barrio, la pasión de tu pareja, el asombro de tu jefe’. Mi punto era: ‘Motivate porque tu vida es única'”, afirma la mujer que, en paralelo, ofrecía por esos años talleres motivacionales.
Entre los últimos ciclos en los que Patricia Lage se puso al frente se encuentra Mujeres de recursos, que lleva numerosas temporadas al aire por la señal Somos Norte de Cablevisión con entrevistas a personajes de todo tipo: pasaron por el programa desde Marta Minujin hasta Hilda Chiche Duhalde, pasando por la fallecida ministra de la Corte Suprema, Carmen Argibay y Magdalena Ruiz Guiñazú. El programa también tuvo la versión masculina, que se llamó Hombre de recursos. Este año el ciclo volverá a salir al aire, aunque quien estará al frente será Vicky, su hija.
“Obviamente tendremos una entrevista, con su modo y con su estilo. Seguramente será con gente similar a su edad, porque hay muchas empresarias jóvenes, muchas deportistas jóvenes, emprendedoras, una generación que ya está dirigiendo cosas”, reflexiona.
— Después de tantos años de trabajo, ¿cómo ves la televisión hoy?
— Ha cambiado tanto todo, la metodología, los equipos, la tecnología. Chicos, no saben lo fácil que es ahora y lo rápido (risas). ¡Me llevaba once horas editar un programa! Y ahora, nada, te meten tres, cuatro efectos, esto, lo otro, entran en YouTube y sacan cosas.
— ¿Creés que se puede llegar a terminar la televisión?
— En realidad creo que el famoso millennial ya no tiene televisión, como tampoco tiene teléfonos de línea. Todo lo ven a través de sus computadoras. Y eligen, creo que la mayoría, de acuerdo a sus gustos: hay un grupo que va a seguir eligiendo deportes, el que le interesa la gastronomía tiene una variedad infinita de cualquier lugar del mundo y así. Yo no estoy viendo mucha televisión, miro algunas cosas pero prefiero leer.
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