Guido Kaczka lleva más tiempo dentro de la televisión que fuera de ella. De pequeño recorría sets de filmación acompañando a sus hermanos, hasta que comenzó a tener vuelo propio. Fue actor, productor, asistente, conductor... se define como “muy laburador”; conoce la cámara desde atrás y la maneja a la perfección adelante cuando se enciende la famosa luz roja. Ya dentro de los famosos 40 años, asegura que está atravesando una crisis que lo lleva a sentirse “más sensible”. El lunes 20 de enero vuelve a la pantalla de El Trece, en horario central, de lunes a viernes, a las 21.15, en un nuevo programa familiar, Bienvenidos a bordo, con producción de Kuarzo.
A pesar de la cercanía de su debut, Kaczka asegura que no se siente ansioso, pero que tiene los nervios normales de cualquier evento nuevo: “Siempre es difícil la incertidumbre de cómo va a ser, una vez que lo estás haciendo ya lo disfrutás”, señala en diálogo con Teleshow, horas previas de su regreso a la tele. “Apunto a encontrarme automáticamente con los participantes y ver qué pasa”.
Guido lleva muchos años al frente de programas de entretenimientos, donde los participantes suelen jugar con una complicidad del conductor que genera una empatía distinta, hasta el punto de hablar de sus vidas privadas sin perder la alegría y espontaneidad de participar por un juego. “No suelo ver mucho mis programas, pero en general me encuentro con cosas superadoras. Siempre es distinto de lo que imaginás pero es mejor porque son cosas que suceden en ese momento, son reales y naturales”, asegura Kaczka.
Y remarca la relación que mantiene con los concurrentes: “Los juegos con una excusa para el encuentro con el participante, eso es lo que me resulta atractivo y lo que a la gente le entretiene. Hay algo auténtico que sale del participante y de mí, que tiene que ver con el encuentro en sí mismo. Hago los programas pensando más en esa relación que en lo que se ve del juego en sí", señala el conductor que -además- sostiene que cuando la gente lo reconoce por la calle le grita un simple “Guido” a secas, que a él le genera un acercamiento con el televidente que hace que se sienta como si ese otro que lo saluda fuera un conocido de todos los días. “Pienso que lo conozco, porque a los dos nos convocó lo mismo. Ese tipo de identificación y de encuentro me pasa mucho”. “Son programas familiares en varios sentidos. Primero porque genera la reunión de la familia que lo mira, y segundo por esta cuestión de cercanía y empatía, es como un jugo de diversión que se podría dar en una reunión con amigos”.
Bienvenidos a bordo tendrá todos los ingredientes principales que suele manejar Guido Kaczka: juegos, participantes en vivo y premios. Se entregará dinero en efectivo y distintos viajes por la Argentina y el mundo, incluso se podrá elegir un viaje al lugar de Europa donde quiera ir el ganador con estadía incluida. El estudio estará ambientado como un aeropuerto: “Tenemos un avión en el estudio. De las puertas saldrán los participantes para los distintos juegos, como 'los parecidos’, ‘preguntas y respuestas’ o ‘la puerta de rodillas’. Y habrá un 'área técnica’, donde los participantes caen a un ‘depósito de combustible’ si contestan mal. Algunos premios los podés ganar en el día -como los 100 mil pesos o algunas vacaciones- y hay otros en el que puede quedar más de un finalista".
Guido ya no es aquel niño que pasó por Pelito, Clave de Sol o Chiquititas. Ni tampoco el adolescente que acompañó a Gerardo Sofovich en Polémica en el Bar. Ya es un conductor televisivo con nombre propio y una marca registrada. Padre de tres niños, conduce -además- el programa radial No está todo dicho, por La 100, en su séptima temporada. “La radio arrancó como un desafío y hoy es un programa que lidera la mañana y le va muy bien”, señala. Pero no se queda con lo obtenido, sino que va por más. “Yo sigo siendo muy laburador, no por imposición, sino porque hago lo que me gusta", señala. “Es verdad que vas consiguiendo cosas pero con el tiempo y la edad te das cuenta que lo mejor está en el camino... mientras vas haciendo. Es como cuando ganás un Martín Fierro... es algo que te encanta, todos te saludan, te miras con el premio, te vas con él, todo es buenísimo; pero cuando llegas a tu casa, lo apoyás en la repisa y solo te queda trabajar para ver si te ganás otro más. Ahí es donde te das cuenta de que lo mejor de todo es el camino. El momento en el que lo conseguís es efímero, se termina. El tránsito hacia eso es lo que muchas veces queremos evitar, pero con el tiempo es lo que más valoras, es a lo que le vas dando más importancia”, sostiene. Y, feliz, afirma: “Tengo mucho más de lo que me imaginé con la profesión".
Afirma que no extraña su pasado de actor y que cuando era chico y veía a Juan Carlos Mareco pensaba que alguna vez iba a estar al frente de su propio programa de televisión: “Estoy muy lleno con la producción y la conducción. Siempre me gustó conducir”. Y señala que en la televisión es donde le gusta estar: “Me siento bien en un estudio de televisión, es donde me siento muy cómodo y muy propio”.
Pasa por su mejor momento profesional y personal, y asegura que los 40 llegaron con la famosa crisis de la edad: “Te vas poniendo más sensible, quizás los 40 seas una zona de cambios y la crisis es cambio; te cambia el orden. Estoy con estas cuestiones donde empiezo a notar ciertas cosas -que te das cuenta con el tiempo- que ya no son como vos creías. Pero ese cambio es bienvenido. Te da otra perspectiva y, en definitiva, la única posibilidad de crecer es cambiar”.
Y en un viaje al futuro, donde Guido se puede ver hacia atrás, se presta a un juego de mirarse a los 40 años, desde la perspectiva de los 60: “En una época en la que asistimos a tantos cambios, a mucha velocidad, y siempre queremos estar a la altura de la circunstancias, me gustaría poder adaptarme pero sin ser sometido, y que esos cambios no me hagan perder la autenticidad, la esencia de las cosas en las que creo. No quisiera quedar sometido a a tener que hacer determinadas cosas porque todo lo hacen, y poder realizar lo mas cercano a lo que considere que a mí me gusta”.
Lejos de la comodidad del éxito logrado, el conductor quiere seguir trabajando para mejorarse. “Guido es una persona que intenta que siempre le coincida lo que dice, con lo que siente y con lo que hace”, asegura Kaczka, haciendo un análisis de sí mismo, y trabajando nuevamente para que su camino -ese que tanto valora a los 40- sea lo que realmente siga siendo lo más valedero de su realidad.
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