Banderines, picados en la vecindad y guiños a los jugadores: la pasión por el fútbol en “El Chavo del 8”

Muchas de las bromas que hacían reír a los seguidores de la serie mexicana giraban en torno al deporte más popular del mundo. Chespirito, hincha del América, delegó su fanatismo en su icónico personaje, quien soñaba con ser el goleador Enrique Borja

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"El Chavo del 8" y
"El Chavo del 8" y el fútbol

El fanatismo por el fútbol de Roberto Gómez Bolaños, inolvidable Chespirito, data de los primeros años de su vida. Mucho antes de la Copa del Mundo disputada en México en 1970 y el furor por la redonda que despertó en toda su población. El humorista tuvo como profesor de educación física en la escuela primaria a Rodolfo Butch Muñoz, quien había sido un destacado volante costarricense y, al notar las cualidades que tenía su discípulo con la pelota en los pies, lo llevó a entrenar a las divisiones inferiores del Club Deportivo Marte, un equipo que por aquel entonces competía en la División de Honor.

La carrera futbolística de Chespirito no prosperó, pero su pasión por el fútbol lo acompañó durante toda su vida. Nunca ocultó su simpatía por el América de México, al contrario, la dejó expuesta a lo largo de los exitosos sketches y personajes a los que les dio vida. El Chavo del 8, por supuesto, no fue la excepción.

La vecindad y el fútbol

"El Chavo" y "Quico" se pelean por ser Enrique Borja

El patio de la vecindad era el lugar donde se cruzaban las variables culturales, sociales e ideológicas de sus personajes. El espacio en común de interacción entre don Ramón, padre soltero que le costaba pagar la renta; doña Florinda, la representación de quien pretende diferenciarse, en este caso, de “la chusma”; y el señor Barriga, la clase acomodada que vive de la renta. Pero también el de la Chilindrina, la astuta niña que intenta sacar provecho de todo lo que ocurre a su alrededor; Quico, el niño bondadoso pero influenciado por las pretensiones de su madre; y, cómo olvidarlo, el Chavo, el chico huérfano y pobre que se esconde en un barril para ocultar sus penas.

Este punto de encuentro sirvió de escenario para la recreación de los conflictos cotidianos y de las actividades populares de los personajes, más allá de todo reconocimiento de creencias individuales y expectativas sociales. Mucho antes de la llegada de los celulares y las redes sociales, las charlas entre los vecinos y el fútbol se destacaban en esta serie entre las acciones diarias de sus protagonistas.

—Don Ramón: Así como me ves, yo jugaba al fútbol.

—El Chavo: ¿De qué jugaba?

—Don Ramón: Yo era medio.

—El Chavo: ¿Medio qué?

—El Señor Barriga: Pues, medio menso.

En muchas ocasiones el fútbol fue el canal para las bromas que hicieron reír a los fanáticos durante las ocho temporadas que duró el programa en la década del ‘70. Era bastante común verlos a Quico y al Chavo en un improvisado “picadito” con la característica pelota gigante, cuyo destino solía ser la cabeza de algún adulto. De esta manera aprovechaba Chespirito para delegar su fanatismo por el América en su personaje predilecto: Enrique Borja, delantero que se destacaba en las Águilas (tal es el apodo del América) por aquellos años, era el jugador preferido del Chavito.

En un capítulo, por ejemplo, Quico le propone a su amigo jugar con su pelota. “¡Yo soy Enrique Borja!”, se apresura a decir el Chavo antes de patear un tiro libre. Envidioso de la astucia de su compañero, el hijo de doña Florinda dice que también quiere ese personaje. Y, como él es el dueño del balón, al Chavo no le queda otra opción más que elegir entre otros futbolistas que por aquella época se destacaban en la liga mexicana, aunque no sean de su equipo preferido. Pero de esta manera demostraba que era un gran fanático del deporte: “Bueno, yo soy el Willy Gómez… No, mejor el Cuate Calderón… ¡El Pajarito Cortés! O no, yo soy Rafael Puente… Bueno, soy el Gato Marín”.

A Quico, en realidad, parecía no interesarle mucho el fútbol y se desconoce de qué club era hincha. Aunque el actor que lo interpretaba, Carlos Villagrán, sí estaba ligado al deporte más apasionante del mundo. Previamente se había desempeñado como fotógrafo en El Heraldo, profesión que le permitió asistir, por ejemplo, a los partidos del Brasil que se consagró en México 70. “Vi jugar al mejor equipo de la historia del fútbol. Aún recuerdo a Pelé, Tostão, Jairzinho, Clodoaldo y Carlos Alberto Torres. Era un equipo increíble”, dijo a La Tercera de Chile.

Fútbol, sin importar edad ni profesión

“El Chavo del 8”: Don Ramón se salva de pagar la renta al hinchar por Monterrey

El señor Barriga, por su parte, era un fiel seguidor del Rayados de Monterrey, equipo que por la década del 70 era considerado uno de los “chicos” de México. De todas formas, él siempre que podía demostraba con orgullo su pasión por su club, al punto de perdonarle la renta a don Ramón si él hinchaba por los mismos colores.

—Don Ramón: Yo le voy al América…

—Señor Barriga: ¡Págueme la renta!

—Don Ramón: El América sería el último equipo que le voy. Yo… Yo le voy al Guadalajara.

—Señor Barriga: ¡Págueme la renta!

—Don Ramón: Al Guadalajara le iba cuando era el gran campeón… ¿Se acuerda? Yo le voy al, ¿cómo se llama? ¿A cuál le va usted?

—Señor Barriga: (Susurra) Al Monterrey.

—Don Ramón: ¡Monterrey! ¡Monterrey! ¡Monterrey!

La escena terminaba con los dos aplaudiendo por el equipo del señor Barriga y, claro, sin el pago de la renta. “Fui un gran deportista. Pasé mi juventud en las canchas jugando al fútbol. Aunque está mal decirlo: yo fui un gran portero”, expresó en en un episodio el personaje de Édgar Vivar. El Chavo lo escuchó y sacó sus propias conclusiones: “Claro, porque tapaba todo el arco”. A pesar de su fanatismo, el señor Barriga se cansó de que le pegaran en la cabeza con la pelota y colocó un cartel que prohibía el fútbol en el patio.

El "señor Barriga" prohibió el
El "señor Barriga" prohibió el fútbol en la vecindad

Don Ramón hinchaba por el Necaxa, que por esos años vivía una situación económica muy difícil. Pero él iba para donde lo llevara la corriente… O, mejor dicho, para donde le convenía con tal de no pagar la renta. De todas formas, le gustaba el fútbol. Se puede apreciar en las veces que se sumaba a los partidos improvisados del Chavo y Quico, o en su propio living, donde tenía colgados banderines de diferentes clubes mexicanos y de los conjuntos nacionales que habían participado del Mundial de 1970. Los distintivos, en realidad, iban rotando en diferentes episodios; algunos de los que se solían ver eran los de las selecciones de Bélgica y El Salvador que, casualmente, habían compartido el Grupo A con México en la competencia. También apareció el de Perú, que había hecho un gran torneo.

Los banderines en el living
Los banderines en el living de "don Ramón". Se distingue a la izquierda de la imagen el de la Selección de Bélgica, y entre él y el "Chavo", el de El Salvador

Respecto al paladar futbolístico de don Ramón, a raíz de lo sucedido en un episodio se lo puede considerar un férreo bilardista. Cansado de que Quico y el Chavo estén todo el día jugando al fútbol y molestando a quienes paseaban por el patio, tomó la pelota y la pateó bien alto.

"Don Ramón" les enseña a "Quico" y al "Chavo" a “hacer tiempo”

—Don Ramón: Quiero aprovechar la ocasión para enseñarles una jugadita muy buena. Fíjense (tira la pelota). Esa jugada se llama hacer tiempo tirando la pelota a las tribunas.

—Quico: Con razón se parece mucho a Nacho Trelles.

—El Chavo: ¿Entonces ya no aparece el balón de las tribunas?

—Don Ramón: De vez en cuando la devuelven, pero le pega al entrenador (la pelota vuelve y lo golpea en la cabeza).

Ignacio Trelles por aquel entonces se desempeñaba como director técnico (Toluca, Puebla y Cruz Azul, entre otros), y solía ser criticado por los rivales por “mañoso” y por hacer tiempo. Quico no tardó en darse cuenta de que a don Ramón “la nobleza de los recursos utilizados” le importaba poco y nada.

Como no podía ser de otra manera, el "profesor Jirafales" y "doña Florinda" hinchan por el mismo equipo

El profesor Jirafales es un caso especial. En varias ocasiones manifestó su inclinación por el América, sin embargo, en una charla con doña Florinda terminan alentando juntos a los Pumas de la UNAM. Nunca quedó claro por qué era un -como suele decirse- “doble camiseta”, si bien es probable que haya sido porque su amada tenía cierta inclinación por el auriazul, a pesar de que no le gustaba mucho el fútbol.

—Doña Florinda: El fútbol me importa un cacahuate. Eso solo le importa a la gente vulgar.

—Profesor Jirafales: Perdón, doña Florinda, pero a mí me gusta el fútbol. Jamás me pierdo un partido del Universidad.

—Doña Florinda y profesor Jirafales: ¡Ese es mi amigo el Puma! ¡Goya! ¡Goya! (N. de la R.: un típico canto de la hinchada de los Pumas).

En la escuela eran recurrentes los comentarios vinculados al fútbol. Hay dos claros ejemplos protagonizados por Godínez. “Bien, ahora vamos a continuar con las tribus: ¿quién me puede decir cuál era la principal actividad del azteca?”, le preguntó el profesor Jirafales a sus alumnos. Él, emocionado por ser el primero en tener la respuesta, exclamó: “¡Los partidos de fútbol!

Las bromas de Godínez con el fútbol

En una clase de astronomía, el profesor dijo: “Como ustedes saben nos encontramos en la era de los vuelos espaciales, de manera que vamos a imaginar un viaje por el cosmos… ¿Ustedes saben lo que es el cosmos?” Como no podía ser de otra manera, Godínez apuntó para cualquier otro lado: “¡Yo sé! ¡Yo sé! ¡Es un equipo de fútbol donde jugaba Pelé!

Otra situación tuvo lugar cuando Gloria conoció la vecindad y buscó a una persona encargada de la portería, pero no la encontró. Don Ramón, obnubilado por su belleza, quiso ayudarla, después de sacarse de encima a la Chilindrina, quien no paraba de entrometerse en su cometido.

"Quico" enumera los futbolistas más populares de México en los 70

—Don Ramón: Al fin solos…

(Aparece Quico)

—Gloria: ¿Él también es su hijo?

—Don Ramón: ¡¿Esto?!

—Quico: No, yo soy hijo de mi mamá.

—Don Ramón: (A Gloria) Me decias que no había nadie en la portería...

—Quico: Sí, estaba el Cuate Calderón.

—Don Ramón: (Lo mira furioso, sin emitir palabra).

—Quico: ¿El Gato Marín? ¿Rafael Puentes? ¿Enrique Borja? ¿Mantequilla Nápoles?

Como siempre, todo terminó con don Ramón pellizcando a Quico y él acusándolo con su madre.

El legado de Chespirito

Diego Maradona y Chespirito en
Diego Maradona y Chespirito en "La Noche del 10"

Más allá de El Chavo del 8, Chespirito llevó su pasión por el fútbol a todas sus producciones. La más evidente es en la película El Chanfle, estrenada en 1978, que contaba con la participación de los actores principales de su ciclo más famoso. Algunas escenas fueron filmadas en el estadio Azteca. Allí, el personaje de Chespirito era el utilero del club de sus amores, el América, y Ramón Valdés (don Ramón) hizo del entrenador del equipo.

Diego Maradona, y es solo un ejemplo por lo que significa él para el fútbol, ha demostrado a lo largo de los años el amor que tiene por el Chavo. Lo invitó a Chespirito a su programa de televisión, La Noche del 10, y después de darle un largo abrazo, lo miró a los ojos y le dijo: “Lloro de risa con su humor, me hace bien ver al Chavo. Me llena el alma. Llena mi corazón de alegría. Viéndolo me siento más libre, más tierno”.

La vecindad del Chavo fue el lugar de aprendizaje para las generaciones que conocieron los valores del compañerismo, la bondad y la generosidad gracias a su particular programa de estudios. El secreto era que el maestro no tomaba examen ni anotaba en una pizarra: solo quería una torta de jamón y un amigo para jugar a la pelota.

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