Con raíces flamencas y un poco de pop, y una voz increíble, a los 17 años firmó su primer contrató y lanzó Azulejos de lunares, su primer álbum. Hoy, con 34, India Martínez lleva ocho discos editados, múltiples nominaciones a los Premios Grammy Latinos, un Goya a la mejor canción original, discos de oro y platino, y el reconocimiento del público. Su última producción, Palmeras, será presentado en la Argentina el 21 de mayo, en el marco de una gira de presentación que la llevará a recorrer el país.
Mientras realiza su propio recorrido profesional, India se convirtió en la elegida de grandes artistas internacionales como Enrique Iglesias, David Bisbal, Manuel Carrasco, Vanesa Martín, Raphael, Estopa y Franco de Vita, entre otros. Fue justamente el autor de “Tan solo tú” la llevó a conocer a Abel Pintos, con quien grabó “Corazón hambriento”. También fue elegida por Soledad Pastorutti para interpretar “Zamba para olvidar”, en el Festival de Villa María.
—¿A qué edad supiste que te ibas a quedar en la música?
—Pues quedarme realmente no lo sé porque hasta los 18 o 19, dudaba. Es muy difícil dedicarse a la música. Viniendo de una familia humilde, de trabajadores, soñadores, pero no sabes si se van a cumplir esos sueños. Sí tenía clarísimo es que era lo que más me gustaba del mundo. Y desde muy niña es lo que siempre hice: cantar, tocar instrumentos, componer.
—¿Nunca fuiste tímida en ese recorrido en el que ya cantabas desde pequeña?
—Pues sí, claro que era tímida.
—¿Pero te animabas a subir a un escenario en los actos en el colegio?
—Hablaba poco pero cantaba mucho. Era mi forma de comunicarme.
—En nuestra charla anterior me dijiste: “Cuando una tiene las cosas tan claras desde muy pequeñita hay veces que te puedes excluir y parecer un bichito raro”.
—(Risas) Claro. Yo amaba el flamenco, era mi forma de empaparme de esa música, en mi habitación, yendo a peñas flamencas, donde siempre había mayores, no había niños. Entonces claro, desde fuera los niños pues lo ven como: “¿Por qué escucha flamenco, por qué canta flamenco?, eso a los jóvenes, a los niños no les llama la atención”. Entonces eso sí es raro. Pero después es pura afición y entrega. Y es una carrera más.
—¿Tus padres apoyaron desde siempre tu vocación artística?
—Sí, la verdad que en eso he tenido mucha suerte.
—Eso es importante porque no siempre sucede. ¿Y tu familia podía acompañar tu gusto artístico o costaba mucho que pudieras estudiar?
—Teníamos las posibilidades de cualquier chico normal, pero no estudios muy elevados.
—Era una familia de clase media.
—Sí. Y claro, pues ir a la universidad, todo eso, cuesta; costaba. Pero yo tenía muy claro que quería estudiar música. Estudié solfeo, piano, guitarra clásica.
—Y en ese período, en esos 11 años en los que te encerrabas en tu habitación a soñar y a ensayar en el mundo del flamenco, y que tus compañeros no terminaban de entender, ¿en algún momento lo sufriste?
—Bueno, en alguna ocasión a lo mejor de sentirte un poco excluida, quizás sí. Alguna vez. Pero en general me sentí muy querida.
—¿A alguno de esos que pudo haber sido un poquito más malo con los años, le dijiste: “Mirá qué bien me fue con el flamenco”?
—Eso sí, eso sí (risas). Incluso algún niño o niña que en esa época pues se burlaba, o algo de: “Ah, venga, canta flamenco, olé”, pero así en un plan un poco despectivo, después vino a alguna firma de discos mía y a algún show...
—¿Te acordás cuándo dijiste: “Soy buena en lo que hago, me sale bien”?
—Pues mira, yo creo que me llevo gustando hace mucho tiempo. Desde los 11 añitos que empiezo a cantar. Escuchaba música clásica y yo cantaba encima, y creía que lo hacía perfecto. Era como: “¡Guau!, la gente flipa (se entusiasma) cuando yo canto”. Pero con el tiempo es cuando te das cuenta: “Ah, no lo hacía tan perfecto, ¿qué pasa?”. Es que yo lo vivía de esa manera. Pero es bonito porque eso después te hace tener muchas más ambiciones, perfeccionar, mirarte en el tiempo, y ver que al final lo disfrutas. Todo, cada momento de mi vida lo disfruto muchísimo.
—De los vividos hasta ahora, ¿cuál sentís que es el punto más alto de tu carrera?
—Donde empezó a florecer lo que había sembrado hace tiempo; creo que fue con el tercer disco.
—Trece verdades.
—Con Trece verdades, así es. Creo que a partir de ahí empezaron a pasar cosas muy bonitas en mi carrera. Y ver ese fruto que llevaba trabajando mucho tiempo. Y seguimos ahí, en ellos. Pero como va paso a paso todo en mi carrera, te da tiempo a saborearlo todo.
—Te voy a hacer algunas preguntas a partir del nombre de tus discos. Tenés uno que se llama Azulejos de lunares. ¿Le contaste alguna vez los lunares de la espalda a alguien?
—(Risas) Pues alguna vez lo he intentado. Eran muchos, y pasé (risas).
—Luego vino Despertar. ¿La mejor forma para India Martínez de despertarse a la mañana?
—La mejor forma... (piensa). Pues en casa, con alguien acurrucadita así, porque soy muy cariñosa.
—Trece verdades, ¿Cuál es la verdad que más te dolió conocer o la que más alegrías te ha dado?
—Es difícil porque me suelo quedar con las cosas buenas, la verdad.
—Entonces te voy a preguntar la peor mentira que hayas dicho.
—(Risas) No, no.
—¿No sos muy mentirosa?
—No, se me nota. Si quiero mentir o algo, se me nota.
—En dónde se te nota.
—En que no me siento cómoda.
—Si viene algún colega y te quiere hacer escuchar un material nuevo y no te gusta, ¿se dice la verdad?
—¿Sabes que se lo digo? Igual que si me viene un camarero y me dice: “¿Te gustó la comida?”, y si no me gustó, se lo digo también. Porque intento mejorar. Igual que a mí me gusta que me digan en lo que puedo mejorar.
—El nuevo disco es Palmeras. Si evocamos la frase “colgado de la palmera”, ¿se usa en España?
—No, no, no la había escuchado.
—¿En qué situación te quedás colgada mirando el techo, perdida en tu mundo?
—Pues yo creo que más de una vez. Sí, cuando no me interesa algo. Cuando estoy escuchando el CD, esa música de alguien que me enseña nuevo y no me gusta, a lo mejor. No te das cuenta y te evades.
—¿Hay cábalas antes de salir al escenario?
—Me gusta hacer deporte. Antes de subir al escenario me gusta hacer ahí sentadillas, flexiones, abdominales. Un circuito rápido.
—Y post show, ¿cómo quedas?
—Pues me quedo dos horas colgada de la palmera (risas).
—Te voy a pedir que nos regales un tema, por supuesto, antes de irte. Pero si tuvieras una charla imaginaria hoy con esa nena chiquita, que empezaba a fantasear con el flamenco, la que tal vez en algún momento recibió algún comentario feo a sus 11 años, ¿qué le dirías?, ¿qué consejo le darías?
—Pues, que siga siendo esa niña, que siga guardando las ilusiones. Que tal como piense las cosas, las viva, las haga. Sin filtros, sin tapujos. Que aunque aprenda en el camino si es necesario volver a desaprender, lo haga, para seguir siendo auténtica.
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