Fernando Samalea: “Charly García nunca dejó de ser ese joven idealista de pelos largos y comportamiento estrafalario”

El baterista y bandoneonista presenta “Nunca es demasiado”, el cierre de la trilogía autobiográfica que abarca el período 2010-2017, donde cuenta sus vivencias con lujo de detalles. "Él es sin duda el eje popular de mis tres libros”, afirmó en diálogo con Teleshow

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Fernando Samalea en el Double R Cafe del pueblo norteamericano de North Bend, donde David Lynch rodó la serie "Twin Peaks"
Fernando Samalea en el Double R Cafe del pueblo norteamericano de North Bend, donde David Lynch rodó la serie "Twin Peaks"

Fernando Samalea acaba de editar “Nunca es demasiado”, el cierre de la trilogía autobiográfica que abarca el período 2010-2017, donde cuenta sus vivencias con lujo de detalles y, como él mismo afirma, el humor y las emociones tienen un lugar primordial.

En diálogo con Teleshow, el baterista y bandoneonista describió de qué se trata el flamante libro, narró sus “trucos” para recordar los hechos y destacó qué es lo que más disfruta de la tarea de escribir.

Charly García nunca dejó de ser ese joven idealista de pelos largos y comportamiento estrafalario, y esa es una de sus grandes virtudes. Él es sin duda el eje popular de mis tres libros”, señaló respecto al ex Sui Generis, a quien conoce de cerca por haber trabajado a su lado durante muchos años.

- Después de “Qué es un Long Play” y “Mientras otros duermen”, llega “Nunca es demasiado”. ¿Por qué el nombre? Porque siempre hay más para contar...

- Quizá el título envuelva un auto-estímulo, para no quedarme estancado, o refleje mi deseo natural de disfrutar de más y más vivencias. Afortunadamente, logro preservar la ilusión y la capacidad de asombro. Se hace sencillo que siempre haya algo nuevo para relatar.

- El libro abarca el período 2010-2017. ¿Cómo definirías esa etapa de tu vida?

- Es la que más me gusta hasta ahora, ya que cargó con la ventaja del aprendizaje previo. Yo continuaba grabando, girando y viajando, tras innumerables grabaciones, giras y viajes de otras décadas, así que el margen de error iba haciéndose cada vez más chico. Siempre sentí que el presente era lo mejor que podía pasarme, intentando la manera zen al ir alcanzando la adultez. Eso no significa que le haya quitado importancia al pasado, ni mucho menos a lo lamentablemente irrepetible. Pero, desde que tengo uso de razón, preferí imponerme tendencias futuristas, palpitando lo que viene y dejando lo vivido dentro del corazoncito.

Nunca voy a estar ajeno a curiosear con la actualidad de cada momento. Ahora puedo ir desde Billie Eilish, Knower, Louis Cole o Genevieve Artadi a lo que fui guardando en el arcón de mis recuerdos. Soy de leer biografías, escuchar Long Plays, y visitar los lugares mencionados en libros o películas que me gustan. Personas como Patti Smith, Jack Kerouac, Astor Piazzolla, John Lennon, Joni Mitchell, Miles Davis, Jean-Luc Godard, Alejandra Pizarnik, Phil Collins, Philippe Petit, Jaco Pastorius, Victoria Ocampo, Ernesto Guevara, Jane Bowles o Marta Minujín me ayudan, como a muchos otros, a mantener el espíritu alto. Hace poquito leí la biografía de Spinetta escrita por Sergio Marchi y me fascinó.

Musicalmente, tiendo a atesorar lo de mi adolescencia, como Mike Oldfield, Yes, King Crimson, Genesis o Emerson, lake & Palmer, así como a Serú Girán, Spinetta Jade, Porsuigieco o Sui Generis en el plano nacional. Me emociono como un niño ante esas carátulas con dibujos de Roger Dean, o las de los setenta ilustradas por Juan Oreste Gatti. Puedo ver el film “Adiós Sui Generis”, escuchar el vivo “Música del alma”, ”La grasa de las capitales" o “Yendo de la cama al living” y sentir la misma embriaguez. García nunca dejó de ser ese joven idealista de pelos largos y comportamiento estrafalario, y esa es una de sus grandes virtudes. Él es sin duda el eje popular de mis tres libros. Al tratarse de mi artista favorito, es quien más incidió en mi vida musical, tanto al ser su público como partícipe de sus proyectos. Nada hubiese sido igual para mi, de no haber tenido la suerte de cruzar mi destino con el suyo.

Fernando Samalea tocando con la Tiny Orchestral Moments en el Kirkland Performance Center de Seattle
Fernando Samalea tocando con la Tiny Orchestral Moments en el Kirkland Performance Center de Seattle

- ¿Con qué se va a encontrar el lector al sumergirse en el texto?

- En principio, espero que con algo entretenido. Intenté que prevalezcan el humor y las emociones, y hay párrafos de tinte surrealista. ¡Lo peor es que es todo verdad! Se trata de un relato cronológico de los últimos años, de cuando fui parte de García & The Prostitution -tocando bandoneón, vibráfono y el maniquí percusivo-, y giramos por Sudamérica, sucedieron galas en el Teatro Colón o conciertos en Nueva York y Miami. También sobre la grabación de Random, que me encontró como baterista y fue inolvidable. Volví a estar codo a codo con el Artista en un estudio, palpando el día a día de sus creaciones en plan “La máquina de ser feliz”, “Primavera” y “Rivalidad”, como en los tiempos de “Parte de la religión”, “Filosofía barata y zapatos de goma”, “La hija de la lágrima” o tantos otros discos.

Además, puse cuanto detalle al editar mi álbum de bandoneón A todas partes, reconstruí andanzas con el Sexteto Irreal o la Orquesta Hypnofón de Alejandro Terán, y mis coqueteos internacionales con el inglés Phil Manzanera, las franco-norteamericanas CocoRosie, los norteamericanos de Electric Gauchos, el chileno Pedropiedra, el japonés Yoshitake Expe y el cantante cherokee Krishna Black Eagle.

Entre otras cosas, narré mi participación con el grupo Estelares u otros artistas argentinos de la generación intermedia como Marcelo Ezquiaga y Pablo Dacal, mis incursiones en el mundo Ortega -desde Rosario, el cineasta Luis al propio Ramón-, así como los reencuentros con Illya Kuryaki & The Valderramas, el ex Virus Julio Moura, el poeta Horacio Ferrer, Diego Frenkel e Hilda Lizarazu.

Por supuesto, no faltan en sus páginas mis viajes en motocicleta, tanto los de distensión como el aventurero Mototour realizado con Marina Fages en 2017, que nos llevó a lo largo de más de once mil kilómetros por Argentina, Bolivia, Perú y Chile, a través de cordilleras, selvas, desiertos y altiplanos, en el cual brindamos veinticinco conciertos en bares, centros culturales o pequeños teatros.

El libro culmina en Francia, durante las grabaciones y giras europeas con el francés Benjamín Biolay, al presentarnos en el Zenith parisino. Benjamín es un verdadero ídolo popular en el país galo, que navega tanto en lo clásico y como en la canción francesa, el hip-hop, rock o cumbia electrónica, además de escribir arreglos orquestales propios, actuar en películas y rodar originales videoclips. Desde hace ya un lustro, tuvo la generosidad de incluirme en su equipo. Me dio la chance y siempre estaré agradecido.

- ¿Cómo es tu método de escritura? Te pregunto esto porque llama la atención cómo describís los hechos con tantos detalles. Tenés una memoria asombrosa...

- Me fascina volver a las locaciones reales de cada recuerdo, en lo posible, como si se tratase de un film. Apelando a la mente mecánica. Para rememorar con más precisión, ayuda poner nuevamente la púa sobre los discos en cuestión, para que bajen miles de imágenes y sensaciones escondidas vaya a saberse dónde. Obviamente, al momento de escribir veo un montón de fotografías, releo notas periodísticas u observo videos, tanto públicos como privados. O sea que mi “memoria asombrosa” también tiene sus trucos.

- En el libro contás muchas anécdotas. ¿Podés narrar alguna que siempre recuerdes?

- Escribí más de 500 páginas en cada volumen, para narrar muchos detalles, así que sería en vano resumir algo en poquitos renglones. El eje es mi voluntad, y las personas importantes con las cuales tuve la dicha de compartir.

Fernando sobre la calle Sullivan del Greenwich Village de Nueva York
Fernando sobre la calle Sullivan del Greenwich Village de Nueva York

- ¿Qué es lo que más disfrutás de escribir?

- Recrear lo vivido, como si fuese una obra de teatro que involucra a seres queridos. Es algo mágico y apasionante, al recuperar diálogos, estéticas, tecnologías o formas de hablar. Genera en uno su revoltijo emocional, desde ya, pero es muy sanador y vale la pena. Psicológicamente, una genialidad. Lo concreto es que, al escribirla, cada situación narrada sucederá infinitamente, cuando se posen los ojos sobre alguna página del libro. Todo hecho de antaño se volverá presente otra vez gracias a la imaginación de cada uno. Es manipular la vida, en el buen sentido y, por qué no, elevarla al estado mitológico. Desde mi visión, sin pretensiones de transformarme en un vocero histórico.

- ¿Tienen puntos en común la escritura autobiográfica y la música? Me imagino que quizás la disciplina...

- Es hurgar en lo mismo, digamos. Alto misterio.

- ¿Qué proyectos tenés para 2020?

- Benjamin Biolay se presentará en el Teatro Astral de Buenos Aires, en marzo, así como habrá giras europeas con él. Eso nos tiene muy entusiasmados, así que no puedo quejarme. Además, compartiremos conciertos con Fernando Kabusacki, tanto al estilo de los que dimos en el Planetario como con la idea inmediata de acompañar a Tony Levin en su próxima visita a Argentina. En paralelo, seguiremos presentando Intuición de Michelle Bliman, una artista que me encanta y que tiene una banda juvenil maravillosa, en la cual suelo colarme con la batería. Grabó un disco divino, con canciones de su pluma y participaciones de Hernán Jacinto, Javier Malosetti, Matías Mendez y Pablo Gonzalez de IKV, entre otros. Como plus, fantaseo con escribir una novela de ficción, realizar otro álbum personal de bandoneón, y grabar con García cada vez que me lo solicite. El Emperador del Universo tiene con qué.

Diría que también me gusta “no tener nada que hacer”, mirar a la gente desde la ventana de un bar, leer, recorrer lugares, buscar con la imaginación, ir al cine o dibujar. Tengo la suerte de poder hacerlo y rescato el fervor casi adolescente de la observación, como el que muestra la película “Un día lluvioso en Nueva York” de Woody Allen, a través de su joven protagonista. Pero, por sobre todo, me parece re lindo intentar mantener buenos principios y valores, disfrutar de lo simple, enaltecer el legado de mis padres y compartir y ayudar a quienes lo necesiten. Cuanto más poéticamente, mejor.

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