Marcela Feudale solía jugar a grabar sus propios programas de radio en su infancia, sin saber que la voz se convertirá en su principal herramienta de trabajo. “Con mi hermana Patricia armábamos libretos. En esa época había salido un primer grabador portátil, entonces nos grabábamos y mi mamá hacía de movilera, pero una movilera que transmitía desde un helicóptero. Era fantástico. Con el paso del tiempo me di cuenta de que era lo que yo quería hacer”, recuerda.
En su adolescencia, un tío le dijo que tenía una linda voz, y le recomendó que estudiara Locución. “Cuando fui a los exámenes me rebotaron en el Iser y el Cosal. Me decían que tenía una disfonía. Hice un tratamiento durante un año y me aprobaron en los dos. Elegí estudiar en el Cosal. Mi voz fue madurando y cambiando con los años. En la radiofonía te piden tener una voz cristalina, allá arriba, pero la voz ratonera es la que siempre garpa”, expresa.
—¿Qué te pasa cuando te escuchás?
—Nunca me escucho.
—¿Por qué?
—Porque no. No me miro ni me escucho. No me gusta. La vez pasada Arnaldo André me decía que no se miraba porque no le gustaba. Es muy habitual, no es tan raro. No tiene que ver con la vergüenza, sino con decir: “¡Qué desastre!”. Pero después, todo el mundo te dice lo contrario.
En una charla con Teleshow en el día de su cumpleaños número 57, Marcela admite ser autocrítica, y por ese afán de superación permanente se dedicó a estudiar. Cuando terminó la carrera sintió que le faltaba tener más contenido para comunicar y empezó a estudiar Periodismo. Pero no fue suficiente: luego arrancó la Licenciatura en Historia. Y más tarde, una maestría de Historia Política. “Yo me motivo, siempre me pregunto cómo voy a quedar yo cuando me vaya, si la gente me recordará...”.
La voz de ShowMatch
En 1992 Claudio Villarruel la convocó para formar parte de VideoMatch, el primer programa que condujo Marcelo Tinelli y que fue el puntapié de su exitosa carrera en la televisión. Desde hace 28 años, Feudale es la voz que acompaña al ahora conductor de ShowMatch. “Estoy muy atenta a lo que dice Marcelo, cuándo da el pie, porque él no te dice: ‘Vamos a hacer la publicidad’, sino que se manda, y vos tenés que estar ahí, con las luces prendidas. Lo conozco y sé dónde pone el punto y la coma”.
—¿Con Tinelli son amigos?
—Es una relación divina, pero no es una amistad. Es un jefe. Yo lo conozco muchísimo y él me conoce muchísimo. Si necesita de mí, me va a tener como un soldado. Pero la amistad es otra cosa. Tenemos una relación de compañeros de trabajo totalmente sincera, franca.
—¿Qué aprendiste trabajando con él?
—La persistencia. Marcelo tiene mucho talento; después, te puede gustar o no. Es un tipo que apunta a un lugar, va para ahí y lo logra. Eso es persistencia. Y lo aprendí de él. Es un gran profesional, nunca falta. Si está mal se transparenta al aire su situación personal. Yo soy medio parecida, no me gusta faltar. Él sabe cómo crear grupos de trabajo y el clima que se arma es buenísimo.
La conductora admite que estar en ShowMatch es agotador debido a las largas jornadas de trabajo. En un día se han llegado a grabar cuatro programas. Pero jamás se queja: se siente una privilegiada. “En una época, cursaba la carrera de Historia, me levantaba a las 8 de la mañana y terminaba a las 13. Tenía un programa diario en Radio 10 que iba de 15 a 18. A las 20 comía y me iba al canal. Terminaba de trabajar a la medianoche, todos los días. Pero puedo trabajar de la mañana a la noche sin problemas”.
La relación con su padre
Marcela mantuvo un fuerte vínculo con su padre, Rafael Domingo Vicente Feudale. Era químico y tenía dos empresas: una de química cosmética y otra de química veterinaria. Durante el Gobierno de Raúl Alfonsín se cansó de luchar contra las adversidades y vendió todo para dedicarse a la docencia. Su muerte fue una pérdida muy grande para toda la familia.
“Cuando estuve en Infama se cumplieron 10 años de la muerte de mi papá y me di cuenta de que no lo había enterrado nunca. Había ocupado su lugar y me hice cargo de mi mamá, de mis abuelas, de mi hermana, que se había separado, y de mis sobrinos. Me convertí en una proveedora de soluciones para todo el mundo y me olvidé de mí...”, relata.
Durante esta crisis personal tenía picos de presión alta. El cardiólogo le dijo que estaba estresada y que necesitaba descansar, alejarse de los medios. Empezó un tratamiento psicológico y se dio cuenta de que debía estar más atenta a lo que le gustaba y a alejarse de aquello que le hacía mal, como pelearse en la televisión o estar involucrada en alguna polémica.
“Separo qué quiero hacer de lo que no quiero hacer. Ahora tengo trabajo pero estoy más relajada. Soy panelista en Implacables, el programa de Susana Roccasalvo. Los sábados a la mañana conduzco Feudale Café, en Radio del Plata. En enero voy a estar con este mismo ciclo de martes a domingo en Estación Marina 101.9 de Pinamar. Además, sigo en ShowMatch y ahora también grabé unos podcasts para Infobae”.
—¿De qué temas hablás en los podcasts?
—Están vinculados con curiosidades de la historia. Son 20 minutos sintéticos sobre distintos temas: la prohibición que sufrió Betty Boop en la década del 30, la controversia del mural de (David Alfaro) Siqueiros, la historia del emperador romano Domiciano, y el caso del protector de las obras del arte del Museo del Louvre en la Segunda Guerra Mundial. Son temas muy curiosos de la historia. Para prepararlo hago una investigación y busco audios con los que los vamos a decorar, como música de la época para que auditivamente sea agradable y parezca que estás en ese momento.
Una mirada crítica
Desde hace 35 años Marcela trabaja en radio y televisión. Sostiene que en la actualidad hay falta de profesionales y contenidos de calidad en los medios, por los bajos presupuestos. Asegura que se subestima a quienes se capacitaron, ya que “cualquiera puede hacer radio, tele o sentarse en una redacción y escribir cualquier cosa”. Sin embargo, destaca que todavía hay empresarios que valoran a los profesionales que estudian y se preparan.
—¿Sentís que te reconocen por tu trayectoria?
—No. Tampoco lo busco. A veces me enojo, como cuando pusieron a Julieta Prandi como conductora de los Martín Fierro de Radio. La entrega la tiene que hacer una locutora o un conductor de radio. Se cae de maduro. La radio tiene figuras, como Luis Novaresio, Elizabeth Vernaci, Karin Cohen o yo. Siempre hubo falta de respeto hacia la radio. No me voy a olvidar nunca cuando (en los Martín Fierro) cortaban la transmisión de televisión y entregaban las estatuillas a las figuras de la radio en silencio, a escondidas, porque decían que se hacía muy largo. La radio no está pasando por su mejor momento, tal vez no sea el medio de comunicación que pudo ser antes, pero le preguntás a cualquiera que hace radio y te dice que es pasión, como el teatro.
—¿Qué otras cosas te molestan?
—Me molesta mucho la falta de respeto que hay con el periodismo y la locución. Y me hace ruido porque peligra lo que se quiere comunicar. Es como si mañana yo dijera: “Quiero ser cirujana, vení a casa que te quiero operar”. Lo que pasa es que no está analizada en la Argentina el mal discurso y de cómo y para qué fueron creados los medios de comunicación. La gente lo va a comprender cuando sepa qué significa la propaganda y su diferencia con la publicidad, cómo se manejaron los flashes, las ubicaciones, la Gestalt. Yo lo pido mucho.
Feudale, íntima
Aunque tiene una gran exposición por participar en uno de los programas más vistos de la pantalla chica, su vida privada es un misterio. Nunca se mostró públicamente en pareja. Y tanto hermetismo abrió las puertas a las especulaciones. “Inventan de todo, desde que sos lesbiana hasta que salís con un tipo casado". Lejos de molestarse por las habladurías, Marcela entiende que son las reglas del juego.
“Tuve un montón de novios; solamente con uno me hubiese ido a vivir. Pero colapsamos: yo era muy insoportable. Soy muy buena ama de casa. A mí me gusta la novia, la amante, siempre fui muy romántica. Tengo muy idealizado el amor, yo quiero creerlo y sentirlo en el medio del pecho. No me va esta cosa del matrimonio en el que después te convertís en un amigo o en un primo. Y siempre fuera de casa. Si yo hoy tuviera una pareja, que no tengo, sería con domicilio particular”.
A diferencia de sus compañeras de colegio, Feudale no quería casarse ni tener hijos. Si consultaba a una astróloga para saber sobre su futuro le preguntaba sobre cuestiones relacionadas al trabajo, no le importaba que le hablara del amor. Elegir ese camino no fue nada fácil, ya que durante muchos años tuvo que enfrentar todo tipo de cuestionamientos por no seguir el mandato social.
“Cuando hablan del empoderamiento de la mujer, yo digo que fui una vanguardista. Me solían decir: ‘Mirá que vas a crecer y no vas a poder tener hijos...’. ¿Y cuál es el problema? No quiero tener hijos. El primer día que lo dije pensaban que estaba loca. No fue tanto mi familia porque mi viejo era un progresista de novela. Si estudié fue porque mi viejo me decía: ‘Antes de casarte terminá la carrera’. A mí me costó. Hoy las pibas lo viven naturalmente. Evidentemente, el laburo que hicimos varias sirvió. La sociedad tiene que comprender que no hay mandatos en la vida de los seres humanos”.
—¿Te arrepentís de algo?
—No. Volvería a hacer exactamente lo mismo, y peor: sería más audaz. Hay momentos en los que me marcó mucho el prejuicio, viendo cómo se han desarrollado las cosas para las mujeres. Prejuicios de la sociedad: “Esto no se hace, esto no se dice”. Finalmente te termina comiendo la cabeza.
—¿Te preocupa la vejez?
—No. Cuando los generales romanos volvían de la guerra caminaban triunfantes a través del público y los esclavos iban caminando atrás diciéndoles la frase: “Memento mori”, que significa “recuerda que morirás”. Se lo decían para que no se los comiera la soberbia. Y yo creo en eso, porque puede ser un rayo que te parta en un instante.
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