“Coca… Cola… dame Coca-Cola / Coca… Cola… dame Coca-Cola”. Los rojos y los blancos estallaron desde un océano de píxeles que formaron la cara del Maradona más desorbitado posible en el cuerpo de un gusanito virtual. Este estímulo visual sumado a la dicción afectada, entre latosa y gangosa, de Paco Amoroso -junto al aporte invitado de Axel Fiks- hicieron saltar y gritar a las cinco mil personas que colmaron el estadio Obras. El latiguillo de “Todo el día” confunde, porque no se entiende si es el ejemplo más acabado de branded content que dio hasta acá la música argentina, o si simplemente se trata de un descarado, infeccioso y vicioso hit del verano que acaba de comenzar.
Hace unas semanas, en diálogo con Infobae, el rapero lo dijo con todas las letras: “La gente también quiere hits: se viene el verano y estamos preparándolos”. El plural sumaba a su compañero-en-el-crimen, Ca7riel. Así, llegaron a la otrora “catedral del rock” tan solo un año después de conformarse como dupla.
Un tema antes, “McFly”, y dos después, “Cono hielo” -una alegoría al fernet piletero, con un videoclip que intenta reforzar una no muy convincente parodia sobre lo peor del trap- terminaron de actualizar el concepto de caos & creación que sobrevuela en la multiforme obra de estos pibes, algo que quedó de manifiesto en la hora y monedas que duró el show.
La plataforma fue una impactante puesta que aprovechó cada recoveco del escenario: en una tarima alta se paró la notable ATR VANDA -Axel Introini, Yuye Domínguez, Julián Montes y Dogui Rodríguez-, dividida por una pantalla horizontal que emulaba a un celular, se movía de arriba hacia abajo según la canción y disparaba las lisérgicas visuales del vj Martín Borini. Una escalera dividía este sector de la pasarela en la que Ca7o y Paco le dieron rienda suelta a su flow cautivante y filoso.
Aunque a ellos mucho no les guste, la referencia de IKV es la más inmediata. No tanto por ser un dúo que se retroalimenta con la energía del otro, sino por cómo a través de sus bandas de apoyo filtran gusto y respeto por la larga tradición del rock argentino. Mientras los Kuryaki rimaban montados sobre el aroma a madera de la primera mitad de los 70s -en un grupo en el que descollaban Fernando Samalea y Fernando Nalé-, la ATR VANDA sintoniza el dial en esa transición entre finales de los 70s y comienzos de los 80s, especialmente la manipulación de los teclados. Algo que termina de quedar de relieve en el sample orgánico de “La grasa de las capitales” (Serú Girán) que el grupo usa de disparador para darle intro a la notable “A mí no”.
En este punto es preciso detenerse, porque su frase fluorescente es “no me llegan los Roca”: un estribillo con un interlineado doble -y hasta triple-, rara avis en la escena urbana argentina, tan escasa de metáforas como sobrealimentada de la típica autorreferencialidad pendenciera y presumida del rap.
El resto del show dejó a la vista de lo que son capaces con sus composiciones: del arrollador comienzo con “Ola Mina XD”, al fino y elástico r&b en “Gatxs”, pasando por la electrónica de laboratorio en “Piola” y hasta incluso un divertido “Picky”, de Joey Montana, en voz de Paco.
Con todo, también le cedieron espacio a invitados junto a sus tracks propios. Primero, Dillom se subió a compartir su “BZRP Music Sessions #9”, introducido por el inconfundible riff de “Walk”, de los metaleros Pantera, recreado por Ca7riel y su guitarra.
Luego, Wos tuvo su momento con la aún inédita “Klapaucius”, generando una de las grandes ovaciones de la noche: el rapero venía de romperse dos funciones en el Luna Park, hecho histórico en el hip-hop argentino.
Para “OUKE”, quizás su hit más grande, se recreó módicamente el videoclip: Esteban Lamothe representó a un lisiado en silla de ruedas, que al finalizar la canción lograría el milagro de pararse y besarse apasionadamente con una señora entrada en edad. Un cuadro que levantó más ruido por la sorpresa que por lo (poco) convincente de la actuación.
Solo quedaba espacio para el tiro final, dado por la cannábica e hipnótica “Jala Jala”. Durante los acordes finales y bajo una lluvia de papelitos dorados, ambos saltaron por última vez pero para fundirse en un abrazo interminable, de esos que logran emocionar a los que ven la escena. De la nada a la gloria en un año, nada mal para el proyecto musical más innovador que se pueda encontrar en Buenos Aires.