"En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es solo plata y no amores”, decía el cartel que dejaron los ladrones de la sucursal Acassuso del Banco Río, en lo que fue considerado el robo del siglo, y que ahora llega a la pantalla grande. “Me acuerdo que estaba en el auto escuchando lo que había ocurrido y todo el día viendo a ver qué pasaba, dónde estaban los ladrones, cuando entró la policía no estaban adentro del banco. Toda esa cosa enigmática fue medio mágica” recuerda Diego Peretti sobre el mítico atraco, que ahora lo tiene como protagonista. Pero desde la película, claro.
—¿Hablaste con el ideólogo del robo, Fernando Araujo, el personaje que vos interpretás?
—Sí, la película está basada en el libro del periodista (Rodolfo Palacios) que transcribió sus palabras, Sin armas ni rencores. Sí, sí, hablé con él.
—¿Por qué socialmente cae bien esta banda de ladrones?
—Es una banda de ladrones que utiliza armas que son réplicas, que premeditadamente roban a un banco que está en una zona pudiente, que a la vez trabajan durante un año y medio en la preparación para que los efectos colaterales sean los mínimos, aprovechando la época en donde los bancos se posicionaban como los enemigos de la gente post crisis del 2001. Era una combinación de cosas que hace que cuando vos hablás de este robo la gente se sonría. El sistema en el que vivimos, en el que estamos todos adentro, tiene tantas desigualdades, hace agua en muchas cosas. Y los bancos se posicionan como el estandarte de ese sistema que promueve injusticias. Como en este caso el que es robado es un banco, y sin ningún tipo de víctimas, con armas de fogueo, a la gente le despierta una sonrisa. Vos hablás de (el femicida Ricardo) Barreda, no despierta sonrisa ni chiste.
—Sorprendentemente, han hecho muchos chistes con Barreda...
—Hablo de gente normal. Se han hecho chistes, como los chistes de negros, de judíos, o del Holocausto. Es humor, si querés polemizamos sobre justificar ese humor o no. Pero no hay sonrisas cuando hablás de Barreda, cuando hablás del clan, ahí te sumergís imaginariamente en una zona siniestra, interesante desde el morbo, desde la patología mental para un actor, pero socialmente no despierta simpatía.
—¿Es un robo que podrían haber hecho Los Simuladores?
—Hay algo de eso, sí. Porque hay una puesta en escena en donde parece que está ocurriendo algo, pero está ocurriendo otra cosa. Los Simuladores dirían “un operativo de simulacro”.
—¿Creés que Araujo está arrepentido?
—¿De qué? No.
—De haber robado un banco.
—No. No, no. ¡Qué arrepentido! No, no. No se vanagloria.
—Fueron a la cárcel, poco tiempo, pero fueron a la cárcel.
—No, el que se arrepiente de ir de nuevo a la cárcel, que no quería ir más a la cárcel, es Vitette; ese sí.
—Vitette, porque ya tenía entradas.
—Sí. Mario Vitette sí se arrepiente de tener que haber ido a la cárcel de nuevo. Pero Araujo, no. Es el precio… Nunca le pregunté exactamente, pero es el precio que él tuvo que pagar por lo que hizo.
—¿Alguna vez robaste algo?
—Sí, algún libro…
—¿En negocio, o algún amigo que lo había prestado y no lo devolviste?
—No, no, no, negocio, negocio. Era adolescente, supongo que fue para ver si era capaz de hacerlo, de vencer la adrenalina tremenda que provoca que estés hurtando algo.
—¿Se enteraron tus papás?
—No. Aparte un librito, era el manoteo de una librería... Esa vez, nada más. No me da por el hurto ni mucho menos, no, no.
—Ahora te robaron a vos hace poquito.
—Sí, en Las Cañitas. Me roban los relojes que yo llevo. La bandita de ladrones de…
—¿Ya te habían robado antes?
—Sí, es el tercer reloj que me roban ahí…
—Es terrible que sea siempre en el mismo lugar y que nada suceda con eso.
—No, no sucede nada.
—De hecho, esta vez había un patrullero al lado.
—Al lado, sí. Sí, el patrullero trata, pero las motos van en contramano y agarran por Luis María Campos, y el patrullero da toda la vuelta para agarrar Luis María Campos.
—Qué impunidad tenés que sentir para robar al lado de un patrullero.
—Tienen que sentir impunidad, pero no porque al chorro psicológicamente desde su cuna lo hayan entrenado en la impunidad, sino porque se sienten capacitados por algún motivo de que la cana no los va a agarrar. Se escapan, estaba frente al Hospital Militar, lleno de cámaras. Dos motos. ¿No hay otro patrullero acá? Esa es una cosa que se me escapa a la imaginación, pero nunca supuse, en las tres veces que me ocurrió, que iba a recuperar el objeto. Sí que un policía puede dar la vida por uno, eso sí. Sí, ¡pum!, ¡pum!, el cana se muere evitando (la fuga). Eso sí veo que puede ocurrir con la policía. Pero que la policía desbarate una banda y consiga los objetos que a uno… Eso en mi cultura no existe. Me lo robaron y no lo vuelvo a ver.
—Y cómo reaccionas en el momento que te roban. ¿Sos el que se queda tranquilo: “Llevate todo”?
—No, no, porque el tipo me agarró, caí al piso, como yo ya tenía experiencia digo: “Este es un ladrón”. Porque la otra vez me pasó lo mismo, pasa que estaba en muletas. Pero me agarran del cuello, me lo saca, y se va a una moto. Lo corrí, pero cómo voy a correr si apenas me paré ya estaba en la moto, la mota va contramano, llega a Luis María Campos, yo fui hasta Luis María Campos, por más que lo corra es imposible.
—Que peligro resistirte o correrlos.
—No, pero si no tenían armas ni nada, son pibes que se dedican a eso. Aparte la manera en que me lo sacó el reloj es de una velocidad y de una habilidad... Fue todo un movimiento, ¡tac!, me tiró así, ¡tac!, me lo sacó y ya estaba en la moto. “¡Me roban, me roban!”. El patrullero estaba ahí. Entonces el patrullero “Ahhhhhh” (hace el ruido de la sirena).
—Pareciera que hay un perfeccionamiento en la forma de delinquir.
—Bueno, fijate el profesionalismo que tiene la banda del robo del siglo para hacer el robo que hicieron. A Fernando le dije más de una vez: “Si toda esta capacidad que vos tuviste para hacer esto la utilizaras en otra cosa...”. Se ríe: “La utilizo en otra cosa”, me dice, porque él es artista plástico, es profesor de artes marciales; la utiliza en eso. Antes de que se le ocurra la idea él estaba escribiendo un libro, que ya tenía como tres mil páginas, sobre los beneficios de la marihuana, que lo dejó abortado por esta idea obsesiva que se le planteó. Si el ladrón pudiera meter sus habilidades en el sistema... Lo que pasa es que el sistema necesita seducir a la gente.
—¿Por qué no había una simuladora mujer?
—¿Por qué no había una simuladora mujer? No sé. Era un grupo de cuatro simuladores. Nunca se planteó una simuladora mujer. Quizás en esta época tendría, aunque a mí no me gusta decir tendría porque en el arte esas cosas no…
—No fue una decisión en sí misma, digamos.
—No, eramos nosotros que veníamos de ser amigos en Poliladrón, un programa del Chueco Suar. También a (Martin) Scorsese se le critica. Está bien toda la movida, pero no se debe poner una mujer porque pasó lo de (Harvey) Weinstein, o lo de Kevin Spacey; se debe poner una mujer o un hombre en una historia que la historia lo requiera, no porque ahora pongo una mujer. Irishman, por ejemplo, la de Scorsese, critican que no tenga mujeres, o que la mujer tenga siete textos, pero eso no está bien. Las historias que tienen mujeres u hombres tienen que tener mujeres u hombres porque la historia lo pide, no porque marketineramente conviene tener mujeres porque ahora es una época en donde están los derechos de las mujeres.
—Hay ámbitos donde si no hay cupos las mujeres brillan por su ausencia.
—No, lo que tiene que hacer, me permito porque está tan cerrado el tema que un hombre por tener genitales habla y ya se coloca… La mujer tiene que agarrar y hacer historias de mujeres. Cómo le vamos a pedir a una película yanqui que no pongan la bandera estadounidense. ¿Qué va a ser? Una película yanqui pone la bandera estadounidense porque es una película yanqui. ¿Son imperialistas? Sí, son imperialistas.
—Fue un año con mucho trabajo, ¿qué es lo que viene?
—Viene también un año lindo, porque viene la presentación de esta película, que quiero mucho y que nos gustó mucho hacer. La presentación de La noche mágica que es la ópera prima de Gastón Portal con Nati Oreiro. Además en el año voy a estrenar una obra de teatro con Adrián Suar, que se llama Inmaduros. Y después hago una miniserie que produce K&S, que se llama El reino, para Netflix donde voy a personificar a un pastor evangelista que termina siendo presidente de nuestra nación.
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