Enero de 1986. Villa Carlos Paz. Carmen Barbieri y Santiago Bal eran apenas compañeros de elenco en una comedia teatral llamada Lo que no se ve en TV, una versión picaresca del éxito televisivo de entonces: Mesa de Noticias. En el teatro La Sombrilla compartían el suceso con Adriana Brodsky, Carlos Rotundo, Leticia Laurenz y un gran elenco. Santiago estaba en pareja con su mujer de entonces, Thelma del Río. Pero se enamoró de Carmen y una noche, en plena función, le mandó una invitación escrita en un papelito que, por guión, debía entregarle en escena.
Yo tenía 14 años y fui involuntario testigo del comienzo de un amor apasionado que los unió por décadas y cuyo fruto se llama Federico Bal. Claro que a esa edad yo no era ni un atisbo de cronista de sucesos; solo pasaba mis vacaciones en casa de la actriz uruguaya Leticia Moreira, quien interpreta a la esposa del gran Juan Carlos Mesa en el éxito televisivo que ese verano tenía temporada en las sierras. Una noche, en casa de Carlos Rotundo, en un enorme parque que daba al Dique San Roque, ellos sellaban con un beso el inicio de una relación, en pleno escándalo porque Santiago decidía separarse de su pareja de entonces para estar con Carmen, la mujer de su vida.
Enero de 2003. Buenos Aires. Carmen atravesaba un gran momento profesional en televisión tras haber tomado el lugar de Georgina Barbarossa en un matinal emblemático de la época llamado Movete. Georgina había pasado a Canal 9 para hacer Venite, y entonces Carmen, que superaba una época de penurias económicas, volvía al ruedo con todas las de ganar, Martín Fierro incluido, dejando atrás los momentos difíciles por la enfermedad de Santiago, que había afrontado múltiples operaciones contra un cáncer, ya de salud muy delicada pero fuerte como un roble.
Ahí los reencontré, cuando Barbieri pasó a conducir un nuevo programa llamado Cómplices y testigos, en los mediodías de América. El ciclo tenía dos columnistas estrella, Santiago del Moro, en su primera incursión de televisión abierta mientras triunfaba en Much Music, y Julieta Camaño, a quienes me sumé haciendo mi primera incursión en un panel. El programa no funcionó y se levantó poco después del verano, pero antes festejé el reencuentro con Santiago y Carmen, casi 20 años después de aquel verano en Carlos Paz. De paso sostuve a la conductora, que se desmayó al aire durante el programa. En realidad sin suerte, porque no llegué a alcanzarla en la caída libre rumbo al piso. Atiné a tirarle un cupón lleno de agua en la cara. Revivió, una vez más.
Enero de 2009. Buenos Aires - Mar del Plata. En otra vuelta de tuerca de la historia ese año me fui a vivir a La Feliz, a trabajar en radio tras mi renuncia al programa Los profesionales de siempre, que conducía Viviana Canosa. Santiago Bal nunca lo supo, pero mi situación económica era tan mala que un productor de la compañía de Javier Faroni me tendió una mano, y la mudanza de mis trastos para vivir en la Costa los llevó el camión que transportaba la escenografía de Vedetissima, la primera gran revista que los Bal-Barbieri montaron después de que Carmen ganara el Bailando por un sueño, en otro batacazo de su carrera. La vieron 75 mil espectadores ese verano, y fue también el gran regreso de Santiago a los escenarios, además de escribir y dirigir la revista, junto a Carmen en rubro artístico. Después vendrían en continuado Fantástica, Bravísima y Barbierísima.
Enero de 2012. Mar del Plata. Aquí ni la imaginación me hubiese permitido tanto. En esa misma compañía teatral que me había llevado la mudanza tres años antes, terminé trabajando. Me tocó ser parte del numeroso elenco de Barbierísima, dirigido por Santiago Bal y compartiendo escenario con Carmen. Un honor que nunca imaginé y al mismo tiempo un parque de diversiones. Faroni quiso incorporar en esa temporada a dos periodistas de espectáculos para jugar pasos de comedia y nos eligió a Daniel Ambrosini y a mí. A él porque cubría todos los veranos con gran éxito las temporadas para Intrusos, y a mí porque conducía con mucho éxito un programa en Radio Brisas, de Mar del Plata.
El parque de diversiones tuvo su montaña rusa, porque en medio de los ensayos Santiago y Carmen se separaron, 26 años después de aquel verano que me tocó vivir con ellos en Carlos Paz, cuando se enamoraron. Jamás supuse que sería testigo de las dos puntas de una misma historia, pero en las dos circunstancias estuve allí. Todo era un tsunami. Ser dirigido por Santiago, un hombre que conocía el escenario como nadie, creador de un estilo y una época del teatro de revistas que se fue con él; el mundo fascinante de la revista, sus códigos y su impronta, su tono estricto y al mismo tiempo su ternura, que la tenía. Claro que todo sucedió en medio de ese escándalo de la separación, supuestas infidelidades y una tensión galopante. Jamás olvidaré la experiencia de una temporada y una gira nacional junto a esos referentes indiscutidos.
Mi enorme y eterna conexión con Santiago y Carmen no tiene demasiada explicación, pero sucedió y sucede. En 2016, como si todo aquello fuera poco, me tocó ocupar la silla de la punta en el regreso de Polémica en el bar, por Telefe, durante todo ese año, esa misma silla que supo ocupar -salvando todas las distancias y con el mayor de los respetos- el propio Santiago. Creer o reventar.
El epílogo fue anoche, cuando me fundí en un abrazo con Carmen durante el ultimo adiós a Santiago, quien falleció ayer. Recuerdo su estampa de galán aquel verano en Carlos Paz en los 80 cuando sedujo a su compañera; recuerdo su acompañamiento a Carmen cuando ella volvió a triunfar en la tele; recuerdo a ese director que me retaba en el escarnio y me enseñaba a pararme en escena, marcándole ya entonces a su hijo Federico la herencia que hoy desarrolla. Me tocó estar ahí, me toca estar aca, acompañando el dolor y rindiéndole homenaje a un grande de la escena. ¡Salud!
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