En bronce, con los dedos haciendo cuernitos y una gorra al mejor estilo Brian Johnson (el cantante de AC/DC) la imagen de Ángeles Rodríguez Hidalgo permanece eterna en la Avenida Peña Gorbea de Vallecas, un barrio obrero de la capital española. La escultora Carmen Jorba inmortalizó así a la abuelita rockera de la música española, una señora de su casa que descubrió el rock duro cuando ya pasaba los 70 años y que no se detuvo hasta el final de sus días.
La estatua de Ángeles es una de las pocas que hay en toda España dedicada a una personalidad de la cultura popular. De hecho, ella no fue una artista, ni una cantante, ni una música, sino que fue una fanática con la particularidad de que sus compañeros de marcha podían tener la edad de sus nietos, e incluso de sus bisnietos. A 26 años de su fallecimiento -murió el 8 de diciembre de 1993- sigue siendo un personaje inolvidable del rock español.
La señora Rodríguez Hidalgo nació con el siglo XX, justo en 1900. Como muchas mujeres de su época se casó, tuvo 5 hijos y quedó viuda a los 41 años. Ángeles trabajó como asistenta de la Caja Postal para mantener a su familia, con el tiempo se jubiló y lejos de entregarse a la vida contemplativa, algo hizo clic en ella y su mundo dio un giro de 180 grados. Las sevillanas se pusieron en modo heavy y la abuela empezó a tomarle gustito a la distorsión.
Antes de que los videos mataran a las estrellas de la radio, las FM eran el lugar favorito para los noctámbulos y los bohemios. En los 80, el rock español se cocinaba en los estudios, entre micrófonos y consolas y así es como Paco Pérez Bryan trascendió con El Búho, un programa que iba de noche y por el que pasaron desde The Police a Van Halen, pasando por los Ramones y, claro está, la abuela rockera. Además de su incursión en la radio, la viejita heavy tuvo su sección semanal en la revista Heavy Rock con una columna denominada “La Abuela Consulta” y también fue tapa del single del grupo Panzer, Toca Madera. Ese gesto es el que sirvió de modelo para el que luego fue su busto de bronce.
Pol Morollón Gómez es una pieza fundamental en la reeducación musical que desencadenó la transformación de Ángeles. Hoy es un hombre adulto y recuerda con cariño y admiración a quien fuera su abuela y compañera de aventuras cuando todavía era un muchacho. Él fue el encargado de llevar a la madre de su madre al programa de FM número 1 en audiencia en los 80 y presentarla en sociedad, cuando todavía era una abuelita normal y corriente.
El éter y los músicos que la iban conociendo calaron hondo en Ángeles y la convirtieron en una especie de amuleto de la suerte de una escena que estaba en auge. Todos querían tenerla en su escenario, nadie quería pasar de tomarse una copa con ella. La abuela rockera se convirtió en un símbolo.
—Pol, ¿cómo llegan al programa de radio de Paco Pérez Bryan?
—Yo pasé toda mi infancia con mi abuela en Madrid. La llevamos a la radio un poco de carambola. Llegamos al programa de Paquito porque ella dormía por la mañana y escuchaba la radio por la noche. El programa de El Búho era un programa que lo conducía gente joven haciéndose pasar por gente mayor. Pues evidentemente a ella le gustó y se acercó a la radio, puso la condición, simplemente, de que iría si la iban a buscar en un taxi y la volvían a llevar, sino no iba, porque era un poco rebelde en ese aspecto.
—¿Qué música escuchaba tu abuela en su casa?
—En casa ella escuchaba de todo, aunque escuchaba más sevillanas que rock. En aquellos tiempos que todavía había mucho rock sonando en la radio y ella siempre estaba un poco al tanto del tema.
—¿Cómo es tu relación con la música?
—Mi relación con la música es solo de escucharla, no me dedico de nada al tema de la música y mi familia fue la primera sorprendida al principio cuando empezó este boom de la abuela, pero no molestaba, era una cosa de admirar. De mi familia que yo sepa no ha salido ningún artista. Luego se hizo un programa en mi casa y demás… al principio chocaba, una señora de ochenta años subida a una moto y dando vueltas por Madrid, yendo a un concierto donde no era nada entendible lo que estaba escuchando, pues era chocante.
—Las señoras mayores del barrio, ¿qué opinaban?
—Mi abuela prácticamente no tenía ningún tipo de relación con las señoras mayores del barrio porque evidentemente no tenía nada en común. Vivíamos solos.
—¿Recordás la sorpresa de los músicos al conocerla?
—Los artistas que más la han marcado, más le han gustado y demás fueron Miguel Ríos y Rosendo, que eran las dos figuras que en ese momento más le llamaban la atención. Venía el taxi a recogerla para llevarla a los conciertos de Barricada, Leño o Barón Rojo, imagínate una señora de ochenta años así, que la subían directamente al escenario. Perdió un oído por estar muy cerca de un bafle, a un cuadro muy alto de potencia, este fue el tema por el que dejó de ir.
—¿Cómo la recuerdan sus descendientes a 26 años de su fallecimiento?
—Toda la familia está muy orgullosa de ella y ahora, con el paso del tiempo, viendo las nuevas generaciones, nos llena de orgullo y satisfacción haber vivido ese tiempo con ella, con los altos y bajos de cualquier familia. Con los años le hicieron una estatua que fue inaugurada por el alcalde de Madrid (entre 1993 y 2003), José María Álvarez del Manzano en el Boulevard de Vallecas, que es el barrio madrileño donde pasó sus últimos días, de radio en radio, de programa en programa. Ahora hay muchas abuelitas de todo tipo, pero la primera abuela rockera que salió en los medios fue ella.
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