“Recién vi a un chiquito que venía aspirando una bolsa. Tenía 10 años y caminaba con otro chiquito. Esa imagen me dio un trompazo...”. Jorge Crivelli llega conmovido a su encuentro con Teleshow. Pese a todo, ofrece una sonrisa en el saludo. Y seguirá allí, dispuesta, a lo largo de todo el encuentro. Al fin, se trata de las dos mascaras del teatro, la tristeza y la alegría. Como la vida misma para este hombre de 55 años que desde hace 25, como Carna, es uno de los humoristas que acompaña a Marcelo Tinelli.
“Estoy acá por pura casualidad. Todos los trabajos que tuve fueron por casualidad”, dice el actor, que consiguió su primer empleo a los 16 años para ayudar a su familia. “Mi papá murió de cáncer y quedamos con mi mamá solos. Tuve un hermano que había fallecido antes. Ese año me llevé todas las materias. Soy disléxico, y eso tampoco ayudaba. Con mi mamá quedamos en medio del mar. Yo tomé una determinación rápida y busqué laburo”.
Un Crivelli adolescente fue empleado en una empresa privada y también trabajó en el Ministerio de Trabajo. Luego hizo el Servicio Militar; fue en 1982, cuando ocurrió la Guerra de Malvinas. “Estuve en reserva y a punto de viajar. Tenía ganas de ir y defender las Malvinas, pero para mi mamá que un hijo viaje a la guerra era la frutilla del postre. Me quedé acá como soldado del Estado Mayor Conjunto. Fueron años duros”.
Sus comienzos en la televisión
Su pasión era jugar al rugby en el club Champagnat. Sin embargo, por un desgarro dejó de entrenar. En los 90 le ofrecieron participar en un programa en cable. “Una amiga me dijo que buscaban a una persona divertida para el ciclo Deskontrol. Empecé y me gustó. Al año, otro amigo que producía en ATC (ahora la TV Pública) me contactó con Raúl Becerra, mi padre de este medio: él me abrió las puertas”.
De la mano de Becerra, Crivelli aprendió el oficio de actor y productor en la televisión abierta. Trabajó en el ciclo Rebelde sin pausa, con Roberto Pettinato, y fue productor de Víctor Hugo Morales y Gonzalo Bonadeo. “Me sentía como un pez en el agua. Me gustaba lo que hacía. Sentía que no me costaba hacer ese trabajo. Y me fui dando cuenta de que era una pasión”.
Luego le llegó una oferta que marcó su carrera: sumarse como humorista a VideoMatch, el programa que lanzó a la fama a Marcelo Tinelli. “Fue una de las mejores cosas que hice en mi vida. Nos tocó un buen momento económico. No existían los celulares con cámaras. Nuestro laburo era llevar una nota divertida. Hicimos varios viajes que eran tremendos, nunca me había divertido tanto. Pasé de ser un pez a un tiburón”.
Carna relata que para hacer ese programa diario eran necesarias largas jornadas de grabación. “Mucha gente me decía: ‘Vení a hacer la boludez que hacen ustedes’. Pero era un laburo como en un noticiero. Me levantaba a las 8:30, escribíamos las notas, las producíamos y salíamos a grabarlas. Por suerte no estaba casado, porque llegaba a casa a las 2 de la madrugada. Una vez me agarró parálisis facial y tenía la mitad de la cara sin movilidad. Los médicos me dijeron que era un virus por los cambios de temperatura o por estrés. Yo seguí trabajando porque no me quería bajar de ese tren. Nadie me obligaba”.
—¿Cómo es tu relación con Marcelo?
—Maravillosa. Yo lo adoro y lo elijo todos los días. Yo veo al otro Tinelli. Es un tipo muy humano que vive pensando en los demás. Sin ser político siempre estuvo en contacto con la gente. De hecho hizo mucho por Bolívar. Apenas tuvo plata realizó un centro de diálisis porque recordaba que cuando su mamá tenía que tratarse, viajaba mucho. Es un tipo comprometido con su ciudad natal, con San Lorenzo, con su familia y sus amigos. Al estudio vienen muchos chicos enfermos y él se saca fotos con todos. Me acuerdo de de una nena que estaba muy mal y le quedaban 6 meses de vida. Venía al estudio y Tinelli la abrazaba. Murió al año…
Con la voz quebrada, Carna se emociona al recordar la historia de la pequeña. Llora. Pide perdón y sigue adelante con su relato. Desde hace años suele ir a los hospitales de niños para llevar alegría y ayudar a las familias. No es una tarea fácil porque le recuerda a un momento doloroso: cuando su hermano estuvo internado en terapia intensiva hasta que murió. “En el 71, tenía 9 años. Mi hermano estuvo mal medicado, sufrió 15 horas de convulsiones, de paros cardíacos… En su momento, yo trabajé con Raúl Portal e íbamos a los hospitales. Un día, fui disfrazado de payaso, entré a terapia intensiva y me acordé de todo...”.
Yo veo al otro Tinelli. Es un tipo muy humanos que vive pensando en los demás
A lo largo de más de dos décadas, el humorista y el conductor compartieron momentos buenos y malos.“Recuerdo que con mi mujer (Claudia Arce) perdimos un embarazo. Los dos estábamos destrozados. El médico le puso una pastilla en el útero para que expulsara todo. Mi mujer estaba triste y me acompañó a Telefe. En un momento, yo estaba grabando, disfrazado de Fernando Niembro. Una enfermera del canal entró al estudio y me dijo que mi mujer había expulsado el feto en el baño. Esa misma noche vimos el programa desde casa. Cuando terminó, me llamó Marcelo. Me dijo que me quedara tranquilo, acompañando a mi mujer”.
25 años no es nada...
Tinelli se convirtió en uno de los conductores más populares de la televisión con el ciclo de humor VideoMatch. Luego, estuvo al frente de Ritmo de la Noche y ShowMatch, programa que comenzó en 2005 con cámaras ocultas, sketchs y parodias. Un año más tarde, realizaron el certamen Bailando por un sueño y la mayoría de los cómicos dejaron el programa, a excepción de Carna, Larry de Clay, el Chino D’Angelo y Marcela Feudale, la locutora del ciclo.
“La estructura de Marcelo siempre es él y sus amigos. Es un concepto televisivo desde que arrancó VideoMatch. Y está muy bien que le haya puesto a su productora LaFlia. Dentro de la vorágine del Bailando, nosotros tenemos un ida y vuelta con él. Hay tres sectores: nosotros cuatro, el jurado y el BAR. Marcelo está en el medio. Como no tiene una respuesta inmediata del público desde la casa, ni del jurado, nos busca para tener un contrapunto, como cuando se pelea con Larry por el fútbol”, explica Carna.
—¿Alguna vez pensaste en irte del Bailando?
—Las dos o tres veces que se me cruzó esa idea, me quedó la frase de una vez que tuvimos, una charla cuando pasó de VideoMatch a ShowMatch. Él nos dijo: “¡Que bueno que se quedaron!”. Tinelli no nos necesita para tener éxito, pero es un condimento: si no me hubiese quedado, le hubiese fallado a alguien que me dio mucho. Creo que él valora que me haya quedado. Si yo sintiera que él no lo valorara, lo hubiese entendido, conociéndolo desde la mirada y la actitud. Si él no nos necesita, vienen el Chato (Prada) y Fede (Hoppe) y nos dicen: “Chicos, gracias por todo”.
La difícil tarea de hacer humor
El humor está cambiando en una época en la que hay una cambio cultural por el reclamo de la igualdad de géneros y el empoderamiento de la mujer. Ya no se aceptan chistes que ofenden o discriminan. En la televisión actual, los cómicos se reinventan y crean nuevas maneras de sacar una carcajada, sin caer en el golpe bajo, la obviedad y el machismo.
“Es un momento sensible. Es una transición que tenemos que hacer todos -admite Carna-. El otro día estaba mirando El Chavo y vi un sketch de dos ladrones con Chespirito, en el que decían la frase: ‘Vos sos mogólico’. A mí me sorprendió. Esto fue grabado en los 70. Dejar de decir mogólico fue uno de los primeros cambios que empezamos a hacer; antes, estábamos acostumbrados. Hay que respetar a todos. Antes de hacer un chiste hay que pensarlo dos veces. Tenés que parar la pelota para no decir una barbaridad y no ofender a nadie”.
“Yo puedo hacer chistes de gordos, pero no chistes de judíos; (Roberto) Moldavsky sí puede. También cuento chistes de matrimonios, generalmente hasta hace poquito la que quedaba mal era la mujer, como una tonta o trola. Yo los cambié: en todos los chistes mi mujer me mata a mí. Pero me lo banco yo y el problema es mío. Hoy le falta aceite a esa máquina, pero con el tiempo seguramente vamos a encontrar el equilibrio. No estamos lejos”.
El desafío de la conducción
Luego de más de dos décadas de trabajar en la pantalla chica, se animó a conducir el programa Carna a la parrilla, que se emite por El Nueve los domingos a las 13. Con la excusa de comer un asado, se juntan un grupo de amigos para contar historias, hacer humor y participar de juegos. Es un desafío interesante para el cómico. Entre risas admite que no puede comer durante la emisión del ciclo, como le sucede a Mirtha Legrand, porque se le complica para trabajar.
“Estoy aprendiendo. Tenemos un equipo que es bárbaro y no me siento solo. Yo me veo y siento que todavía tengo fallas, pero mis amigos que no son de tele me dicen: ‘Sos vos’. Tuve como invitados a Enrique Pinti, el Puma Goity y Martín Bossi, gente con la que tenés que sentarte y dejar que hablen solos. Son una anécdota viviente. Con 25 años de estar con Marcelo, si vos me decís por la calle que te encantó el programa, pienso que me estás hablando de ShowMatch. Pero después me dicen: ‘Me encantó cuando contaron el chiste con Chichilo Viale’. Ahí me doy cuenta de que es mi programa y me cae la ficha. No pensé que iba a tener semejante repercusión”.
La relación con su hijo y la dislexia
Cuando era chico a Carna no le gustaba leer. A diferencia de su papá, que era abogado y tenía una enorme biblioteca en su casa. Recién hace tres años supo que tenía dislexia: fue cuando se la diagnosticaron a su hijo Mateo, de 10 años, ya que es un trastorno hereditario. Según la Asociación Internacional de Dislexia, se trata de “una dificultad específica de aprendizaje (DEA) de origen neurobiológico, caracterizada por la presencia de dificultades en la precisión y fluidez en el reconocimiento de palabras (escritas) y por un déficit en las habilidades de decodificación (lectora) y deletreo (ortografía)”.
“No llegás a concentrarte al leer porque se te mueve todo. El disléxico se va dos o tres renglones para arriba o abajo”, explica Cravelli. Al ver que Mateo tenía problemas para aprender, con su mujer decidieron hacer una consulta médica.“Yo le decía 2 + 2 es 4, y Mateo me miraba. Había momentos en lo que yo pensaba que me estaba tomando el pelo. Cuando el médico me explicó lo que tenía, estuve llorando tres semanas con mi mujer, pidiéndole perdón...”.
Recientemente, lo nombraron embajador de DISFAM, una entidad española que está integrada por familias con hijos con dislexia que se preocupan por las dificultades de aprendizaje. “Me llegan mensajes del interior, gente que me llama llorando porque la pasan mal por la dislexia. Yo levanto una bandera: es importante que ayudemos a nuestros hijos a que la pasen bien. Mateo llega mucho más cansado del colegio porque hace tres veces más el laburo mental que sus compañeros. Tenés que acompañar a los chicos y al docente. Es un gran laburo”.
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