Corre 1997 y Julie Andrews está feliz de volver a Broadway, 35 años después de su época de esplendor. La propuesta es ni más ni menos que en el musical inspirado en Victor/Victoria, una de las siete películas en la que la había dirigido su esposo, Blake Edwards. Sobre las tablas y bajo el neón, brilla una de las actrices más importantes del siglo que se despide. Sus canciones en Mary Poppins y La Novicia Rebelde acompañaron a generaciones. Su voz está en el inconsciente de grandes y chicos, de abuelos y nietos, con esa complicidad eterna e imbatible que tienen los clásicos.
Sobre el escenario, Julie Andrews canta con la pasión de siempre. Con el mismo entusiasmo con el que lo hacía para entretener a las tropas durante la Segunda Guerra Mundial. Pero hay algo que la viene molestando, una ronquera que la persigue y se hace más evidente función tras función.
La actriz nacida en Surrey acaba de cumplir los 60 años, se siente plena. Pero se asusta. Justo ahí, no. En cualquier otra parte de su cuerpo, quizás pueda negociar con quien corresponda algún dolor. Pero en la voz, no. Acude al médico para que le realice los estudios pertinentes y le detectan nódulos en las cuerdas vocales. No son cancerígenos, la tranquilizan, y le aseguran que se trata de una intervención relativamente sencilla para extirparlos. Serán unos pocos meses de rehabilitación y luego podrá volver a cantar, que para ella no es otra cosa que volver a vivir. Pero algo no salió según lo planeado...
En junio de 1997, Julie Andrews fue internada en el Hospital Monte Sinaí de Nueva York donde le realizaron la operación en la garganta. Al abrir los ojos, lo primero que hizo fue ver si todo estaba en orden con sus cuerdas vocales, pero se encontró que la pureza de su canto ya no estaba y que su voz había adquirido un tono rasposo. “Cuando me desperté de la operación había perdido mi voz de cantante. Caí en una depresión, sentí que había perdido mi identidad. Cantar ha sido un don precioso, y mi incapacidad para hacerlo ha supuesto un golpe devastador”, contó la actriz durante una entrevista en la revista AARP.
La actriz abrió el baúl de los recuerdos tristes en octubre pasado, durante la presentación del segundo tomo de su autobiografía -"Home Work: A Memoir of My Hollywood Years"- coescrito junto a su hija Emma Walton. Fue entonces que sus admiradores se enteraron que el ingresar en cirugía, los doctores le prometieron que en seis meses a más tardar recuperaría su voz. Esa voz. Pero el tiempo pasaba y no había caso. “El hecho de no cantar con una orquesta, no ser capaz de comunicar a través de mi voz como lo he hecho toda mi vida, de expresar letras y darle alegría sería devastador”, manifestaba Andrews.
Dos años después, la actriz y su familia demandaron por mala praxis al hospital y a los médicos que la operaron y en diciembre de 1999 llegaron a un arreglo que se mantuvo en secreto. “Me alegro de haber arreglado este caso de un modo favorable y también me alegro de cerrar el capítulo de un hecho que fue totalmente desafortunado para todos los involucrados”, sentenció entonces, mediante un comunicado con solemnidad británica.
Cantar era la base de todo en la vida de Julie Andrews. No solo fue su sostén profesional, ese que le permitió tanto afrontar desde pequeña los problemas económicos y emocionales que emanaban de un hogar disfuncional, como ganar un Oscar a la mejor actriz en su debut en Hollywood con Mary Poppins. También era la terapia recreativa, de escenario y de entrecasa, un cable a tierra que no le ofrecían, a su pesar, ni la pintura ni la cocina. “Echo mucho de menos cantar, especialmente con las grandes orquestas”, repetía y se lamentaba.
Desde entonces, insistió en otro hospital y con otros profesionales. Fue operada otras cuatro veces, y los resultados se vieron en su habla, pero no en su canto.
Artista de raza, Julie no dio el brazo a torcer. Todavía tenía muchas cosas para decir, y si no podía ser con la voz, iba a ser con la pluma. Los libros de cuentos fueron sus aliados en los momentos más difíciles. “Afortunadamente, en ese momento a mi hija Emma y a mí nos pidieron escribir libros para niños”, confesó la actriz, que iniciaba una nueva carrera después de los 60 “Fue una sorpresa buenísima, aunque de verdad extraño poder cantar, de verdad me hace falta”, se sinceraba. Con el tiempo llegó a reconocer De no haber perdido la voz... no habría escrito estos libros. Nunca habría descubrierto el placer de escribir",
Con Emma, fruto del matrimonio con el vestuarista y escenógrafo Tony Walton, Julie encaró el desafío de la escritura, otra forma de enamorar y cautivar a los niños. Juntas crearon “Dumpy the Dumptruck”, un camión volcador con el que registraron 13 volúmenes, 12 de ellos ilustrados por Tony. Una separación que había sido algo tormentosa allá por finales de los 60 se había vuelto una relación adulta y madura de ex parejas.
En total, madre e hija publicaron 31 libros, donde se destacó la serie “The Very Fairy Princess”, además de antologías de poesías y canciones. En simultáneo, Andrews fue recuperando sus ganas de actuar. Y si ya no podía cantar, se sentía cada vez más a gusto con su voz y había que usarla. Se reencontró con la factoría Disney y se vistió de reina para Diario de una Princesa, la película que protagonizó con Anne Hathaway y que significó su regreso con gloria en la pantalla grande, y se destacó en animaciones como la Reina Lilian en la saga Shrek o como la narradora de “Encantada”. Siempre, de alguna u otra manera, sus personajes se relacionaban con la nobleza. Para entonces, ya era Dama del Imperio Británico, una orden que le había entregado la Reina Isabel II en una ceremonia en el Palacio de Buckingham en la que también fue condecorada Elizabeth Taylor.
En 2010 sufrió otro golpe duro con la muerte de su segundo esposo, el célebre director Blake Edwards. Estuvieron juntos desde 1969, y el buen sentido del humor fue uno de los secretos de una relación tan duradera en un ambiente en el que no suele ser moneda corriente. Aunque su primer trabajo en conjunto amagó arruinarlo todo. “Hicimos siete películas juntos”, contó Andrews entrevistada por Oprah Winfrey. “La primera, Darling Lili, fue un fracaso tan grande que es increíble que hayamos permanecido juntos 41 años”, agregó.
Andrews recordaba a Edwards como alguien “divertido, irreverente, estaba lleno de alegría y por eso la gente le rogaba para estar en su estudio”. Por su parte, el director de La Pantera Rosa contó que se enamoró al ver la sonrisa de la actriz. Se habían conocido en un evento diez años de casarse. “Estábamos en nuestros autos. Yo iba a una dirección y él a otro. Bajó la ventanilla, sonrió un par de veces y me preguntó: ‘¿Vas dónde acabo de irme?’", contó Andrews y profundizó sobre cómo permanecer unidos en un ambiente hostil.
“El éxito de nuestro matrimonio fue disfrutar un día a la vez”, resumió. Estuvieron juntos cuatro décadas, y adoptaron a dos niñas vietnamitas, Amy en 1974 y Joanna, en 1975. Ella estuvo a su lado hasta sus últimos días y lo despidió con amigos y como él hubiera querido. “Fue un funeral entretenido. Quería que fuera así, y no algo triste y con todos llorando, porque a Blake no le hubiese gustado eso", señaló.
Aún con el dolor recurrente de haber perdido a su compañero de vida y sin poder hacer lo que más le gusta, Julie Andrews volvió a salir adelante. Con el respaldo de su familia y el sostén de una carrera intachable, la actriz que el 1° de octubre cumplió 84 años mira hacia el futuro. Y lejos de renegar de su pasado, se muestra orgullosa y solidaria con las nuevas generaciones. Cuando su gran amigo Rob Marshall, el mismo que la dirigió en "Victor/Victoria” en Broadway la convocó para hacer un cameo en la remake de “Mary Poppins”, ella dijo no. “Este es el show de Emily Blunt y realmente quiero que sea así”, argumentó en referencia a la protagonista. “No deseo que sea algo tipo: ‘Oh, ahí viene Mary Poppins’, realmente quiero que ella tome esto y corra con él, porque estará brillante”, la alentó.
En un plano similar se había mostrado en la ceremonia de los Oscar 2015, cuando sorprendió a Lady Gaga luego de su brillante homenaje a los 50 años de La Novicia Rebelde” y se fundieron en un abrazo emocionante. “Querida Lady Gaga, gracias por este maravilloso tributo. De verdad me estremeció el corazón”, contó desde el escenario ante el aplauso sostenido de las celebrities en el Teatro Dolby y la emoción, detrás de la pantalla, de hombres y mujeres de todas las edades y de todas partes del mundo. El mejor premio para una artista que supo salir adelante en los momentos más difíciles de la vida.
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