La imagen dio la vuelta al mundo. Felicity Huffman, una de las estrellas de ese gran éxito que fue la serie Amas de casas desesperadas, con su cabello recogido y apenas peinado, su cara sin maquillaje y un uniforme de prisionera caminaba en el patio de una prisión junto a una guardia de seguridad. La escena podía ser una más de una nueva y buena película de esas a las que la actriz nos tiene acostumbrados, pero no. A su alrededor no se distinguían equipos de filmación, directores, asistentes y mucho menos maquilladores. Felicity estaba en una cárcel real, cumpliendo una pena real por un delito real: sobornos.
Nació en Nueva York un 9 de diciembre de 1962. Su madre era actriz y su padre, banquero. En total eran ocho hermanos, siete mujeres y un varón. En su hogar no se conocían carencias materiales, de hecho todos asistieron a escuelas privadas y costosas, pero si la ausencia fuerte de figura paterna. Cuando cumplió un año, sus padres se divorciaron. Huffman se hizo cargo de las finanzas de los hijos y Grace de la crianza. Muchos años después ella se preguntaría si los problemas de anorexia y bulimia sufridos durante su adolescencia no guardarían conexión con su propia tristeza de crecer sin un papá.
Aunque su padre no estaba muy presente, su madre sí. Poco a poco le transmitió su amor por la actuación y los escenarios. Por eso, cuando Felicity le dijo que deseaba ser actriz la mujer no solo no se escandalizó sino que la apoyó. Al terminar el secundario, se anotó en la Universidad de Nueva York, pero también en el Circle in the Square Theatre, en el centro de Manhattan de donde egresó con una licenciatura en Bellas Artes en drama.
A partir de entonces comenzó un recorrido artístico más que interesante con trabajos en cine y en televisión. No era conocida por el gran público ni alcanzaba la fama mundial de otras megaestrellas contemporáneas a ella, como Julianne Moore o Sharon Stone, pero sí estaba en el ojo de productores que veían una actriz con un amplio registro dramático y una capacidad camaleónica para casi cualquier papel.
En el 2004 le llegó su gran oportunidad, no sería de la mano de un protagónico en cine sino de un producto televisivo: Desperate Housewives (Amas de casa desesperadas).
La serie mezclaba comedia y drama y era una versión menos jugada y más blanca que ese otro gran éxito que fue Sex and the City. Porque si las chicas neoyorquinas abordaban los problemas de cuatro mujeres solteras y profesionales de Nueva York, Desperate planteaba la vida de cinco amas de casas de un idílico barrio de una imaginaria ciudad de Fairview. Si las chicas neoyorquinas se distinguían por sus diálogos picantes, estas eran más tradicionales y lejos de la imagen de mujer empoderada. Y justamente por este estilo de mujer más tradicional, la serie cosechó detractores pero también fanáticos, entre ellos estaba Laura Bush, la entonces primera dama de los Estados Unidos. En un encuentro ante tres mil personas admitió “Señoras y señores, yo soy un ama de casa desesperada”. Para luego contar una situación hogareña que parecía sacada de la serie: “A estas horas (eran las diez de la noche), mi marido está habitualmente en la cama”, y agregó: “Ya se lo vengo diciendo. Si quieres acabar con la tiranía del mundo, tendrás que acostarte más tarde”.
Teri Hatcher, Marcia Cross, Eva Longoria y Felicity Huffman eran las protagonistas. Felicity encarnaba a Lynette Scavo y su historia era la más conservadora. Una exitosa publicista que había dejado su carrera para ayudar en la pizzería de su amoroso pero algo tarambana marido y también para criar a sus cuatro hijos. Su personaje la mostraba como una mujer irónica pero con gran sentido de la justicia y dispuesta a cualquier sacrificio por los que amaba. Años después la Felicity madre real se metería en serios problemas también por estar dispuesta a todo por un hijo, incluso a lo ilegal…
Antes que la actriz alcanzara su éxito mundial ya había alcanzado otro personal. Enamorada y feliz en 1997 se casó con William Macey otro actor que, como ella, contaba con más prestigio que fama. Tres años después, fueron padres de Sophie y en 2002 llegó Georgia Grace. La vida de Felicity transcurría tranquila, alejada de escándalos y con una estabilidad familiar que ella jamás vivió en su infancia. Con el tiempo también llegaron los reconocimientos, no alcanzó un premio Oscar pero sí una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.
Sus hijas crecían y los buenos proyectos seguían. Su interpretación de un transexual en la película Transamérica provocó elogios unánimes de crítica y ahora sí consiguió estar nominada al Oscar.
Si en la vida profesional de Huffman todo era luminoso también lo era en la vida familiar. Su hija Sophia había crecido y le había planteado que quería inscribirse en la universidad de California, una de las más prestigiosas de los Estados Unidas pero también con uno de los exámenes de ingreso más difíciles. La misma actriz contó las peripecias en su red social. “Sophie va a ir a la universidad ... Ahora mismo estamos en medio del ingreso lo cual es muy estresante. Votaré para que na vez que sea aceptada, se tome un año libre. Dios no te deja tener 18 años dos veces”, escribió con gracia. Pero parece que el camino del ingreso se presentaba duro y Huffman decidió tomar un atajo…
Según se demostró en la Justicia y con grabaciones telefónicas, la actriz pagó 15 mil dólares a Key Worldwide Foundation para que ayudara a su hija con el examen. La ayuda consistía en que un supervisor especial se presentara en el hogar y ayudara al estudiante con sus respuestas o dicho en criollo “truchara” la prueba. Y este “pago por ayuda extra” tanto en criollo como en inglés o tailandés se conoce como soborno.
Cuando el delito se descubrió y ante las evidencias en su contra, la actriz admitió su culpa y fue sentenciada a pagar 30 mil dólares de multa y cumplir 250 horas de trabajo comunitario. Además fue sentenciada a cuatro meses de prisión que finalmente fueron dos semanas y otros 12 de libertad supervisada. Se podría decir que “la sacó barata” porque ese delito está penado con hasta 20 años de cárcel.
Huffman no solo no apeló su condena sino que además declaró “Quiero disculparme con los estudiantes que trabajan arduamente todos los días para ingresar a la universidad y con sus padres que hacen enormes sacrificios para apoyar a sus hijos y hacerlo con honestidad" y agregó “Me disculpo con mis hijas Sophia y Georgia, y con mi marido Will. Los traicioné”.
Pero quizás su dolor más grande no lo provocó la sentencia asignada por el juez sino las palabras de su hija. “Me dijo: ‘Ya no sé quién eres, mamá’. Y me preguntó: ‘¿Por qué no creíste en mí? ¿Por qué no creíste que podía hacerlo yo sola?’ Solo puedo decir que lo siento mucho. Estaba asustada, fui estúpida, y me equivoqué tanto... Estoy profundamente avergonzada”.
Hoy Felicity se muestra profundamente arrepentida. Veremos si Hollywood la perdona, por ahora su historia es digna de una serie o al menos de protagonizar esta nota.
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