Al talentosísimo Roberto Fontanarrosa alguna vez le preguntaron qué libro llevaría a una isla desierta. Con su capacidad para la réplica inteligente y graciosa contestó: “Nada de libros sino una tele así vería todos los días algo diferente” y razón no le faltaba. Es que si nos permiten llevar tres obras maestras a una isla, en algún punto, luego de leerlas y releerlas nos seguirían gustando pero perderíamos la sorpresa. En cambio, en la tele siempre alguna opción habrá.
Si ese criterio lo replicamos ya no en la televisión en general sino en un programa en particular sin duda el elegido para ir a la isla será ¿Quién quiere ser millonario? El formato conducido por Santiago del Moro cada noche consigue un maravilloso equilibrio entre sorpresa y costumbre, maravilla y respeto, formación e información, diversión y diversidad. No es fácil lograr y mantener eso que algunos llaman la “magia de la televisión”. Y esa magia consiste no solo en atrapar a la audiencia sino en hacerlo con una propuesta integral que respete al televidente sin romper la esencia del formato.
¿Quién quiere ser millonario? nació en 1998 en el Reino Unido y partió de un clásico del entretenimiento: los programas de preguntas y respuestas. Lo distinto fue que contrario a la máxima que asegura que en la televisión “el tiempo es tirano” no había un relojito apurando las respuestas. El suspenso era más importante que la velocidad. En el 2001 el formato llegó a la Argentina en una versión que se emitió por Canal 13 y con Julián Weich como conductor. Los participantes jugaban por un millón de pesos, se limitaban a responder y a lo sumo le contaban al conductor en dónde vivían o de qué trabajaban.
En 2019 el programa volvió por otro canal y con otro conductor. Telefé fue su nueva casa y Santiago del Moro, el nuevo líder. La expectativa era mucha. No solo por lo que se consideró uno de los pases del año del mundo televisivo, del Moro desembarcaba en un nuevo canal y dejaba América, luego de 10 años, también por saber cómo la producción lograría rejuvenecer una idea que había nacido el siglo pasado.
Pero si muchas veces la expectativa supera la realidad en este caso fue al revés. Si la expectativa era generar algunas repercusiones, luego de cada programa redes y portales replicaban las historias de vida de sus participantes. Si la expectativa era mantener un buen nivel de audiencia, lo logró con regularidad. Si la expectativa era emocionar, la realidad mostraba que era imposible permanecer indiferente ante la historia de Fito, el ex fotógrafo de estrellas de rock que vivía en la calle; la de Élida y Teo casados y enamorados hace 55 años; la de Constanza, una mujer trans desempleada o la de Diego, un mecánico de 45 años que fue despedido y quería el premio para comprar insumos para volver a trabajar.
Y es en esta diversidad y humanidad de historias, que pocas veces la tele muestra, donde reside uno de los grandes aciertos. A la salida de la radio, Santiago Del Moro conversa unos minutos con Teleshow. “Soy una persona que busca trabajar sobre sus prejuicios e intenta tratar a todos por igual. Creo que, seamos más o menos conocidos, todos tenemos algo para contar, para decir. Detrás de cada persona hay una vida, con sus logros, con sus fortalezas, con sus angustias. Y es en mostrar esos valores donde está nuestra fortaleza”.
Del Moro asegura que cada emisión interpela a sus audiencias. “No hay golpes bajos sino un mensaje de esperanza, de garra, de energía y eso es contagioso”. Para el conductor muchos de esos valores están en desuso, no solo en la Argentina sino también en el mundo por eso poner foco en ellos y destacarlos, es algo que el público agradece. “En ningún momento pontificamos, simplemente contamos historias y queremos que todos lo pasen bien. Los que las protagonizan y los que las ven”.
Muchas veces el atajo o la salida más rápida consiste en encontrar un famoso que participe y que a fuerza de carisma atrape al público. Pero en el caso de ¿Quién quiere ser millonario? existe un verdadero elogio del hombre común. Porque como canta Serrat “Detrás de los héroes y de los titanes, detrás de los himnos y de las banderas. Detrás está la gente con sus pequeños temas, sus pequeños problemas y sus pequeños amores".
Parafraseándolo, detrás de la peleas mediáticas, los escándalos, las noticias y las primicias está la gente. Y esa es la gente que rescata ¿Quién quiere ser millonario? Gente común con problemas comunes y que muchas veces necesita un poquito de ayuda del destino -en esta caso de la televisión- no para mejorar el mundo pero sí su vida cotidiana. Del Moro rescata que el ciclo sale al encuentro de personajes que no suelen contar con espacio en la pantalla. Los ancianos enamorados, los padres capaces de todo por su hijo, los enfermos dispuestos a pelearla o sencillamente esos “locos lindos” pero imprescindibles que hacen linda e interesante la vida.
Otro mérito es la capacidad de encontrar historias que no generan morbo, relatos que emocionen pero sin golpes bajos. Es cierto que más de una vez el espectador lagrimea, pero también lo hace por empatía y no por manipulación. En ese sentido cabe destacar la pericia del animador porque el programa sale grabado. No hay un “minuto a minuto” que sirve como termómetro de si un invitado mide o no, solo la certeza de un conductor que sabe que si se emociona, emociona; si se engancha, engancha. “Busco que sea un programa que te interpele, que te movilice y te abra el corazón”, afirma sin dudar.
Aunque la cara visible sea Santiago del Moro que se impone con su habitual carisma y talento, los que conocen el detrás de escena valoran el trabajo titánico de los productores. Porque no solo deben encontrar buenos participantes para un programa diario, también elaborar contenidos adecuados para cada uno. Y ahí hay otro gran mérito, en tiempos donde la cultura no ocupa lugares de privilegio y donde el cuidado del lenguaje tampoco es prioritario, tanto Moro como los participantes pueden establecer diálogos sin groserías.
Martín Borrillo es el productor ejecutivo del programa y encabeza un equipo en el que trabajan 16 personas. Destaca que en cada emisión lo importante no es solo que se cuenta sino desde dónde se encara lo que se quiere transmitir. También señala la pericia de su equipo que entre los 30 mil inscriptos descubren lo válido y añade: “Contamos con tres pilares: el foco en lo que se cuenta y cómo, la sensibilidad de Santiago con cada participante y la empatía que se genera entre ambos y que se transmite al espectador". Para Borrillo, el conductor logra que cada participante se sienta como en su casa. Sabe que serán cuidados y respetados. De hecho remarca que personajes que pocas veces se ven en pantalla, aceptan participar y da el ejemplo de Silvio Soldán que apareció con su hijo Christian cuando casi nunca se muestran juntos. “Intentamos sorprender, buscar lo distinto por eso si invitamos a un artista lo mostramos desde otro lugar. Se divierten, se relajan y se sienten cómodos", aclara. En suma ellos se sienten ellos.
¿Es tan difícil encontrar “el” participante? Borrillo no alardea sino que asegura que todos tenemos un abuelo que nos cuenta una buena historia, conocemos un compañero preocupado por algo o sabemos de una persona con una historia de resilencia. No salen a buscar lo extraordinario sino a narrarlo de forma extraordinaria. “Buscamos personas con lindas historias, pero también que logren contarlas y por supuesto, responder las preguntas”. A lo largo del ciclo admite lograron equilibrar los relatos más dolorosos, con otros más livianos, divertidos pero siempre buscando el mix entre un programa de juegos y de emociones. Admite que a veces se logra y otras no tanto, pero que siempre lo intentan y en ese sentido destaca el compromiso de todo el equipo de trabajo desde los técnicos hasta los productores coordinados por Virginia, para todos “la peke”.
En una televisión de bajo costo y muchas veces bajo encendido ¿Quién quiere ser millonario? logró trascender fronteras, es el programa más visto de Uruguay, pero además vinieron de otros países a intentar ver cómo lograron que un ciclo establecido fuera el mismo y a su vez otro. Una propuesta que consigue amalgamar cultura general, emoción, diversidad, suspenso, alegría, en suma hacer televisión. Del Moro se anima a compartir la fórmula del éxito sencillamente “todas las noches contamos un cuento que sin embargo, no es ningún cuento”. Y ya sabemos que los buenos cuentos ayudan a soñar.
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