Muchos artistas aseguran que no hay sensación más linda que el aplauso y el reconocimiento del público. Encontrarse con seguidores que premian su trabajo no solo asistiendo a sus espectáculos o acompañando sus propuestas, también expresan con palabras su admiración, se acercan con respeto a pedir una foto o les dejan esquelas en el lugar donde viven o se presentan.
Pero puede ocurrir que algún fan genere una situación que se sale de la admiración considerada “normal” y provoque un momento gracioso, asombroso pero por sobre todo, increíble. Cuatro artistas de “palos” muy distintos compartieron sus anécdotas con Teleshow.
Moria Casán debutó como vede5tte en 1969 y desde entonces mantiene una vigencia indiscutida. Imponente, desenfadada, talentosa, rupturista, sus seguidores la idolatran como a una diosa moderna. Ella lo sabe y lo valora. “Siempre digo que yo no tengo fanáticos, tengo devotos”, le cuenta a Teleshow. “En mis inicios tenía un recontra fan que me venía a ver a todos los estrenos, siempre en primera fila, jamás pidiendo entradas. En un momento me fui a hacer temporada a Europa y él me dijo que me vería en Madrid. Un día salgo y me lo encuentro. Había trabajado pelando papas en un barco para poder viajar”. Esa fue su primera anécdota “loca”: hubo muchísimas más, tantas que Moria solo prefiere contar la última que le ocurrió hace dos años.
“Estaba en un hotel cinco estrellas con un grupo de amigos. Se me acerca un hombre joven, guapo y me dice que era fan mío y de mis películas y que yo era el ‘amor de su vida‘. Era muy divertido, y nos cuenta que se acababa de ganar un millón de dólares mientras se abanicaba con los billetes. Me insistía con que era el amor de su vida y me pregunta qué quería tomar. Le dije que yo no bebía nada pero mis amigos sí y pidió el mejor champagne. Después me preguntó qué me podía regalar y le contesté que me gustaba un perfume que no se conseguía y era carísimo. Le dije que como él se iba al otro día y no me lo podía comprar podía hacerlo yo. No le pedí plata, entonces el agarró su abanico de billetes y me lo metió en la cartera. Luego tomó el champagne y dejó en la mesa cerca de cinco mil pesos de propina”.
Pero la anécdota no terminó ahí, ante la mirada asombrada de los mozos, le preguntó a uno de los amigos de Moria si el reloj que tenía era el modelo Presidente de una reconocida marca suiza. Ante la respuesta afirmativa, mostró que en su muñeca lucía otro de una marca más lujosa, exclusiva y costosa. Una desenfadada Moria le preguntó, pícara: “¿Me imagino que me lo vas a regalar?”. “Por supuesto, guapa”, e inmediatamente se lo sacó y se lo puso en la cartera. “Así que me dejó un reloj que cuesta ocho mil dólares y cien lucas. Todo durante una situación que no duró más de diez minutos”. Moria recuerda que tanto sus amigos como los empleados quedaron atónitos, esta cronista y supongo que los lectores, también.
Moria destaca la devoción que genera en torno a sus fans y sobre todo recalca el afecto que siente por todos los artistas transexuales o drag que la imitan. A muchos de ellos los conoce personalmente y los nombra como a Martín Foxs, Gustavo Moro, Raúl Gala y tantos otros. Dice que la conmueven mucho esos fans que viajan en colectivo, aviones o lo que sea solo para verla. “Y nunca piden nada a cambio. Me los encuentro en el teatro, con su entrada comprada en primera fila. No les puedo devolver la plata, pero los agasajo y les regalo para otras funciones y siempre en las mejores ubicaciones”. Ellos la aman y ella los ama.
Patricia Sosa es otra de las artistas que genera grandes amores. En su tiempo de rockera, más de un metálico sucumbió de amor con esa cantante de voz increíble que se devoraba el escenario en cada presentación de “La Torre”, pero en un momento dejó el mundo del rock y se pasó al de las baladas y provocó esta anécdota que le cuenta a Teleshow.
“Una vez un pibe que me seguía desde la época de ‘La Torre‘ me escribió un mail que decía: ‘Desde que empezaste tu etapa como solista te busqué en el Quilmes Rock y no estabas. Intenté encontrarte en el Cosquín rock y tampoco estabas‘. Siguió enumerando una serie de festivales de rock donde ya no me presentaba y terminó su carta con un: ‘Hoy me doy por vencido. Decido consumir tus horribles baladas pero no puedo estar lejos de tuyo‘”. Patricia asegura que fue la declaración de amor más maravillosa que escuchó de un seguidor.
Entre los hechos extremos recuerda que durante su época de rockera y la primera como solista usaba su pelo de un rojo muy característico. Había una chica de pelo oscuro que siempre la seguía. Pero un día Patricia decidió volver a su color natural y se tiñó el cabello de negro. Cuando sale de una presentación se encuentra con su fan teñida ¡de rojo! Al verla, la muchacha inmediatamente se le cuelga de los pelos y la empieza a tironear mientras le grita: “Yo me teñí por tu culpa de roja, ¿y ahora te ponés el pelo negro? A mí me pidió mi marido que cambiara de color por vos, pero ahora te pusiste el pelo negro”. Como la fanática no la soltaba tuvo que intervenir el personal de seguridad. “No me arrancó un mechón de casualidad”, recuerda la artista. Por suerte, no se la volvió a encontrar ni a la salida de un recital ni en una peluquería.
En el mundo del rock las anécdotas desopilantes son moneda corriente. Por eso ante la consulta de Teleshow, un cordial y simpatiquísimo CAE asegura que no tiene una sino muchísimas anécdotas, pero destaca tres que ocurrieron un mismo día. “Me lanzaba como solista en un multitudinario recital en Palermo. Habían cerrado una calle porque era en la puerta de un shopping que nos auspiciaba y no había infraestructura para un show con tanta gente. En ese momento yo era un sex symbol que hacía vibrar a muchas adolescentes”, recuerda sin nostalgia pero con el humor que lo caracteriza. Y sigue: “Se empezó a poner caldeado el asunto y una chica descontrolada logró subir al escenario, enganchó su brazo con el micrófono inalámbrico y carísimo que recién estrenaba, me lo pegó en la boca y me abrió el labio. Ella estaba feliz de abrazarme y yo desesperado porque me rompió el micrófono y el labio”.
Pero los hechos insólitos siguen. “Como era verano y hacía mucho calor, algunas chicas se desmayaban y mis asistentes las sacaban para los costados del escenario. Con tanta mala suerte que a una que se estaba recuperando, sin querer la golpean contra una de las columnas del escenario y la vuelven a desmayar”. Pero como no hay dos sin tres, faltaba una más. “Siguió transcurriendo el show con las chicas que querían subir al escenario, mis asistentes que lo impedían y yo que intentaba seguir cantando con el labio partido. Cuando se terminó el espectáculo, nos vamos entre los gritos y los arañazos de las que se querían llevar un pedacito de los músicos. Logramos subir a la combi, avanzamos unos metros, empezamos a tranquilizarnos y escuchamos gritos. No sabíamos qué pasaba ni lográbamos distinguir de dónde venían esos aullidos”. ¿Qué era? “Teníamos una fan en el techo de la combi. Se había enganchado y quedado ahí solo para poder vernos”, recuerda CAE, y lanza una carcajada sin labio partido.
Los actores también cuentan con seguidores extremos. Pachu Peña le cuenta a Teleshow que en pleno furor de Videomatch y Ritmo de la Noche viajaron con Pablo Granados al interior a realizar un show. “Como el vuelo salió muy temprano y estábamos muy cansados, al llegar al hotel y después de comer nos fuimos a dormir una pequeña siesta. Compartíamos habitación y de repente sentimos ruidos, nos despertamos sobresaltados y vemos a un hombre joven y grandote dentro de nuestra habitación mirándonos y con el conserje a su lado. Nos asustamos y el conserje nos dice: ‘Tranquilos, es un fanático de ustedes y se quiere sacar una foto‘”. Así que el conserje no solo le había abierto la puerta, sino que además metió al chico que se quería sacar la foto. Como no era época de celulares, Pachu y Pablo tuvieron que posar con el joven, ante el conserje que sacó la foto con su cámara de rollo y adiós planes de dormir una siesta tranquilos.
El humorista relata que en general lo que más le sucede es encontrarse con algunos fans que pecan de exceso de confianza. “Hay gente que cuando estás comiendo en un restaurante se te sienta en la mesa sin pedir permiso ni nada. Está el que te pega un bife de atrás y te dice ‘¿qué haces?‘ como si te conociese de toda la vida”. Pero Pachu no reniega sino que lo asume. “Es un poco lo que generamos, sienten que somos amigos o parientes de los televidentes”.
La periodista que firma esta crónica también tiene una anécdota extrema para compartir con los lectores. En el año 1998 era una ignota cronista en un canal de noticias. Susana Giménez se había separado y la productora encomendó la búsqueda de la declaración de la gran diva. Para ese entonces ya había hecho coberturas con políticos, marchas, recambios turísticos y varios robos, pero al verla a Susana por primera vez el grito cual presidenta del cholulos club fue inevitable: “Susanaaaaa, sos Susanaaaaa”. Acostumbrada a este tipo de desbordes, la conductora subió al auto mientras decía divertida: “Sí, soy yo”. Hubo una breve pregunta sobre Roviralta y una breve respuesta sobre él. Sin embargo, los productores no pudieron usar la nota porque “te quemamos para siempre como periodista”. Por suerte no se habían inventado los ringtones porque aquel “Susanaaaaa” desencajado lo ameritaba. Pero, bueno, el que nunca haya sido cholulo que escriba el primer comentario…
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