Cuesta creer que un caballo, un perro, un gato y dos seres humanos sean protagonistas de una serie que expone a través de dibujos animados los más profundos miedos y complejos que las personas suelen atravesar en silencio durante años en su vida cotidiana. Que no engañe el humor absurdo que provoca risas en medio de cada tristeza, porque BoJack Horseman es un drama y sabe serlo.
Un actor que protagonizó una de las sitcoms más populares de los 90 es el centro de esta historia. Exitoso, famoso y millonario, este caballo de abdomen pronunciado arrastra consigo culpas que van a ser descubiertas por el espectador a través de seis temporadas (la última dividida en dos y cuya segunda mitad se estrenará en enero). Su egocentrismo y su adicción a las drogas y el alcohol lo llevaron a convertirse en un ser que destruye todo y a todos los que toca e incluso hasta su propia carrera, la cual no ha despegado desde aquella exitosa serie televisiva.
Este odiable equino está acompañado de personajes que se presentan como simpáticos, pero que en realidad le sirven al protagonista para ser un poco más infeliz, mientras cada uno lucha además contra sus propios fantasmas. Diane, la escritora feminista cuyo rol en la vida no comprende; Princess Carloine, la gata que se desempeña como mánager de Bojack y lucha por alcanzar el éxito en el difícil ámbito de Hollywoo, con el objetivo de ser recordada en el tiempo; el Señor Peanutbutter, el incomprendido sabueso y novio de Diane que triunfa en cualquier proyecto casi sin proponérselo; y por último Todd, artífice de las ideas más descabelladas de este universo y mejor amigo de Bojack.
A lo largo de 76 episodios (los 8 últimos se emitirán el 31 de enero), cada uno de estos personajes explorará su propio ser y le permitirán a los televidentes identificarse con diversos conflictos existenciales. ¿Quién nunca se ha preguntado cuál es su función en la vida? ¿O qué hubiera pasado si hubiese tomado otro camino? ¿O vive pensando en momentos felices que son parte del pasado, o arrastra traumas de la infancia que lo afectan en sus decisiones diarias? Para abrazar todos estos interrogantes está BoJack Horseman.
Pero cuidado, este caballo no les dará soluciones ni tampoco se encariñarán con él. Su poder de autodestrucción, su eficacia para la manipulación, su desamor por prácticamente todo en la vida y su capacidad para culpar a terceros por todos sus errores generan en el espectador un rechazo que se asimila al que causan Toni Soprano o Walter White, los antihéroes de Los Soprano y Breaking Bad. Rodeado de fiestas y mujeres, Bojack irá recordando todo lo malo que hizo en la vida y a todos los que ha dañado, siempre del rencor que le guarda a sus padres, quienes desde que nació lo señalaron como el responsable de todos sus fracasos. ¿Su único crimen? Haber sido un bebé no deseado de una joven pareja.
La serie de Raphael Bob-Waksberg que se emite por Netflix y entró en su recta final se da el lujo además de aprovechar la animación para jugar con la realidad, gracias al uso de recursos visuales fantásticos. Así, multiplica personajes para representar el caos, juega con el presente y el pasado en escenas en simultáneo, y utiliza una explosión de imágenes psicodélicas que permiten comprender el mundo de confusión al que se zambulle este equino de voz ronca y poca paciencia cada vez que sufre un desliz por sus adicciones.
Este juego se extiende más y más en cada episodio. Hay capítulos mudos u otros en donde un primer plano da espacio a un monólogo ininterrumpido de 25 minutos. De esta manera, el tratamiento de problemas como el alzheimer, la asexualidad, la depresión, el aborto y la ansiedad, entre otros, se convierte en una forma de arte, con diálogos profundos que provocan que el espectador se sienta incómodamente atraído por cada conflicto.
La continuidad es otro de los puntos altos de este cartoon. Nada está librado al azar. Cualquier acción tiene su consecuencia, aunque tarde temporadas enteras en llegar. Los secretos salen a la luz en los momentos más inesperados, ocasionando conflictos que provocan nuevos y sorpresivos golpes a la autoestima, una de las grandes perdedoras de la serie.
En este mundo en el que no hay héroes ni villanos y en el que animales y personas conviven a la perfección, estos personajes descubrirán que el fracaso trae angustia, pero el éxito deja un vacío enorme. Durante este camino, a los televidentes se les despertarán emociones por un dibujo animado depresivamente atrapante e incómodamente adictivo que ha dado en la tecla, que invita a la reflexión, que saca a la luz las miserias más profundas del ser humano y que se ha convertido en un éxito. Por todo esto, BoJack Horseman es una obra de arte hecha en animación, ideal para los fans melancólicos amantes de la tristeza y el pesimismo.
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