“Tiene muchos lugares para pellizcarlo”, sonríe Julieta Cayetina, que llega a a la entrevista acompañada de Antonio, su bebé de cinco meses, que dormirá tranquilísimo durante toda la charla. “Desnudo no sabés lo que es: los brazos, las piernas... es todo pellizcable. Y todo mío”, dice, en referencia a la alimentación exclusiva de leche materna.
Pese a las dificultades que trae toda reciente maternidad, la actriz volvió al escenario y se incorporó al éxito No a la guita, junto a Betiana Blum, Diego Reinhold y Felipe Colombo. En la comedia interpreta a una mujer que se encuentra en pleno puerperio y su marido rechaza un premio de la lotería de 862 millones de pesos.
“A veces pienso la suerte que tengo por los trabajos en los que estoy. Tanto el teatro como la radio, (Despierta Corazones, en la primera mañana de Pop Radio junto a Diego Korol), me permiten que Antonio venga conmigo sin ningún problema”.
—¿Cómo estás viviendo la vuelta al trabajo con un bebé tan chiquito?
—Así, con estas ojeras (risas).
—¿Angustia, o es un alivio salir un rato de casa?
—Por suerte no me da angustia. Soy una persona muy práctica, siempre lo fui y en la maternidad lo pude implementar también. Me organizo.
—¿En qué momento te sentiste por primera vez mamá?
—La lactancia tiene mucho que ver. Para mí fue una decisión darle la leche exclusivamente. Él nació con unos problemas en los bronquios que los sigue teniendo, y lo medico con algunas cosas. Hace kinesiología, voy al neumonólogo, pediatra, homeópata y osteópata; tenemos toda la cartilla. Tomar la decisión de hacer la lactancia exclusiva, tanto por lo que investigué como por lo que hablé con puericultoras y con médicos. Ahi fue como que dije: “Okey, soy madre”. En esta situación, eh; tal vez tengo otro hijo y no tomo las mismas decisiones, no lo sé. Dije: “Okey, acá hay que poner lo que hay que poner”. Y sí, fue un laburo…
—¿Hoy ya es más fácil?
—Hoy sí, por suerte. Pero los primeros meses me costó la lactancia, tuve algunos problemas. Para mí son los primeros dos meses y medio…
—El primer mes es dificilísimo.
—El primer mes no tengo recuerdo yo. Lo único que me acuerdo es estar tirada en mi cama con almohadones y que la vida pase. No me acuerdo de nada.
—¿Tuviste depresión post parto?
—Tuve muchos momentos de angustia. No tuve depresión de tener que ir a consultar por depresión post parto. Sí tuve algunos días en que me agarró un poco más fuerte y dije: “A ver, pará, hay que tomar un poco de conciencia, qué me está pasando”. No me tomó por sorpresa, sabía que podía tener algunos días mejores, algunos días peores, estuve atenta, pero no fue una depresión post parto sino cambios hormonales.
—¿De a poco pareciera que la vida se empieza a ordenar?
—Sí, yo estoy en esa etapa. Estoy empezando a ordenar.
—Eso no quiere decir que duermas o que dar la teta sea fácil.
—No. Yo creo que también una se acostumbra; no duermo hace meses y ahora no lo sufro. El primer mes es como te decía: no tengo registro. Tengo algunas imágenes, pero fue durísimo.
—Te debe haber pasado en algún momento decir: “¿Por qué me metí en esto?”.
—Sí, me ha pasado. Por suerte cada vez menos. Pero sí, me ha pasado de tenerlo enfrente y decir: “Pero pará, si me estaba yendo bien en el teatro, estaba haciendo la obra de mi abuela, me había ido de gira con otra obra, la radio, salgo con mis amigas...”. Esto te cambia de eje, directamente.
—¿La sala de parto cómo fue?
—La sala de parto fue tremenda. Yo tuve inducción. La inducción, para las que lo vivieron, es muy, muy dolorosa, mucho más dolorosa. La anestesia no me tomaba. Entré a la sala de parto, justo el bebé como que encajó, y ahí se abrió una catarata, y cuando me dieron la anestesia yo gritaba: “¡Poneme más, poneme más!”, y me sacaba la ropa. Y esos mini segundos que no estás con la contracción, decía: “¡Pará!, estoy desnuda, ¿dónde estoy?”. ¿Me entendés? Me acuerdo de decirle a Mariela, la partera: “Disculpame, estoy desnuda. ¿Está bien que esté desnuda?”. Me dice: “No, te lo acabás de sacar vos en la desesperación”. La mordí a la partera. Yo también soy extrema. Una vez que me tomó la anestesia fue otro mundo.
—Y terminó naciendo por parto natural.
—Por parto natural, sí. Maravilloso, porque fue un deseo que yo tuve. En realidad toda mi vida había querido tener cesárea, hasta dos meses antes de parir yo quería cesárea.
—¿Por qué?
—Porque no conectaba con el parto natural. Me parecía terrible que se te abra el cuerpo para el canal de parto. No me interesaba vivir eso. No lo deseaba. También estaba muy abierta a que fuera lo que tenía que ser.
—No tenías ese deseo de que fuera sí o sí parto natural.
—No, no lo tenía. Me agarró los últimos dos meses. Cuando me internaron, embarazada me agarró, noches y noches enteras sin dormir, viendo videos de YouTube de partos, y empecé a investigar mucho más y me contacté con Luisina Troncoso, que es puericultora, y me ayudó muchísimo que ella estuviera también conmigo, no en la parte del parto, pero sí en la previa. Y a partir de contactarla me cambió la cabeza.
—Y tus médicos, tus obstetras, acompañaron ese cambio de decisión tuyo de intentar el parto natural.
—Mismo mi obstetra, Nacho Tomasone, yo iba y le decía: “Escuchame, Nacho, yo voy a cesárea eh. O sea, no hay manera". “Bueno, tranquila, la vamos a ir hablando”. Siguiente consulta: “Escuchame, Nacho, te acordás que yo te dije cesárea ¿no?”. “Está bien, bueno, igual no te preocupes, lo vamos a hablar.” Ya estábamos en el mes seis, le digo: “Nacho, confírmame la cesárea”. Y él: “No es que... Bueno, es un tema un poco delicado…”. No me decía ni que sí, ni que no…
—¿Estaba esperando que madurara tu decisión?
—Para un lado o para el otro. Porque él me acompañaba en cualquiera de las dos decisiones. Pero debe tener tanta experiencia que sabe que puede mutar, cambiar.
—Es fundamental siempre destacar la importancia del parto respetado. Las mujeres tenemos derecho a decidir y ser respetadas en ese momento, priorizando por supuesto la salud del niño, pero atender las necesidades y requerimientos que muchas veces son vulnerados.
—Hoy por hoy, con un bebé de cinco meses, lo que más aprendí es que no se puede juzgar nada de la maternidad. Hay muchos temas que están alrededor de la maternidad, y que por suerte se puede hablar cada vez más. No se puede juzgar, cada mujer hace lo que puede con su deseo. Hay una cuestión país también: no es lo mismo parir en un hospital público que de manera privada.
—En estos cinco meses, ¿cuántas veces le pediste el divorcio a tu marido?
—¡Ah!, un montón. Pero real. He llegado a buscar en las páginas de departamentos un departamento cerca de la casa de mi mamá para mudarme, porque dije: “Si me voy, me voy cerca de la casa de mi mamá, obvio”. Hay uno a media cuadra, divino.
—¿De verdad?
—Te puedo describir el departamento. Se lo dije: “Antonio, mi mamá y yo, ¿qué más?”. Son momentos en que por alguna discusión te querés..., y supongo que a él le pasa conmigo también.
—Dije marido, pero ustedes no están casados.
—No, no estamos casados, pero estamos juntos hace mucho tiempo.
—Es muy difícil el primer tiempo de un bebé en la pareja.
—Es muy difícil. Ya sabíamos que iba a ser difícil, pero la estamos llevando. Estamos muy felices los dos, no solo con tener a Antonio, sino con esta familia que estamos formando.
—¿Y la pareja se reencontró, o todavía no?
—Sí, sí, se reencontró, tirando a desencuentro; cada tanto se desencuentra, pero sí.
—¿Pero volviste a tener ganas de intimidad o lo querés a cinco cuadras de tu casa y de sexo ni hablar?
—Depende de la época... A veces sí, a veces no. Como siempre (risas).
—¿Antonio ya es un influencer de las redes? ¿Lo pusiste a trabajar?
—Tiene sus cositas (risas). Ha traído un pan bajo el brazo. En casa se trabaja, hasta el perro, todos trabajamos.
—¿Cuál es el canje más bizarro que publicaste en Instagram?
—Para aliento de Bruni. Bruni es mi perro, un beagle. Lo he metido, sí. Pero me venía bien para Bruni, aparte. ¿Viste que a veces es solo producto, y a veces te pagan? El producto me venía muy bien para el perro, porque nunca le puedo lavar los dientes.
—¿A qué decís: “Esto yo no lo hago”?
—Todo lo que es real me parece que está bien. Ahora estoy viviendo una situación, que... no sé, te la cuento si no la editas, qué sé yo (risas).
—Contame.
—Post parto, cuando es parto vaginal te queda incontinencia urinaria. Y es real. Yo la viví un poco, no tanto, la viví más en el embarazo. Ahora en la obra que estoy haciendo con Felipe hay una situación específica que yo salto, salto, salto, y se me sale. No lo puedo controlar.
—¿Son gotitas o sale que te hacés pis?
—Que tengo que estar pendiente de eso. Cuando está llegando esa parte, digo: “Uy, ahora viene la parte que tengo que empezar a cerrar...”.
—Y ahí te acordás del ginecólogo diciéndole toda la vida que hay que hacer los ejercicios.
—Los ejercicios. ¡Hágalos, búsquelos en YouTube! En paralelo, una marca me llamó para hacer eso. Y la hice porque realmente me pasa. Yo le dije a Felipe que me está pasando esto, y se mataba de risa. Después fue muy gracioso. No me da vergüenza hacerlo porque es verdad, me pasó en el embarazo y me pasa cuando hago algún ejercicio extremo, como saltar. No me da vergüenza decirlo y me parece que está buenísimo. En las redes sociales me escriben muchas mujeres.
—Todo lo que desmitifique esa cosa medio hollywoodense de cómo es la maternidad, está buenísimo.
—La maternidad es hermosa, para mí es maravillosa, pero tiene muchas cosas que son muy difíciles. La lactancia, por lo menos en mi caso, al principio fue muy difícil.
—Estás donando leche.
—Sí, en realidad siempre me interesó. Tamara Pettinato siempre me contaba que ella lo había hecho. Y ahora como Antonio empieza a comer, empecé a guardar para donar. Es muy importante, en general, la donación es para prematuros o para bebés que están con algún problema quirúrgico que las madres no pueden darle, o huérfanos, hay un montón.
—Son bancos de leche.
—Son bancos de leche. Hay por todo el país; debería haber un poco más. La OMS recomienda que durante los primeros seis meses se dé solamente lactancia materna, y después, que se continúe hasta los dos años.
—¿Y tu idea es seguir hasta cuándo?
—Bueno, es otra de las cosas que me están pasando que cambian. Antes, digo la verdad, si yo estaba con una amiga comiendo y venía el hijo que se comía una pizza, y de postre quería la teta, a mí me llamaba la atención. No te voy a mentir. Y ahora, si mi hijo quiere eso, seguramente lo voy a hacer.
—¿Hoy ya lo disfrutás un poco más por la parte de la conexión?
—Muchísimo. Hoy estaría todo el tiempo dándole la teta. Por eso, digo, al principio fue muy duro, ahora voy caminando, trabajando con él; por mí, saco la teta en cualquier lado. No me da vergüenza y no lo hago para provocar, me parece lo más natural, lo más hermoso del mundo, como también cuando veo a una madre dando una mamadera, o un padre, quien sea.
—Sí, sin prejuzgar: cada uno como puede y quiere.
—Sí. Me parece muy importante ir a eso, a que cada uno lo que quiere y lo que puede. Yo lo que quiero es esto. Que no es lo que quería antes. Porque antes yo también decía: “No sé si voy a amamantar. Dos meses, tres, pero más…”. Y también me cambió la cabeza. Entonces estoy muy abierta a redescubrirme.
—¿Y le hablás cuando le das la teta?
—Sí.
—¿Qué le decís?
—Que lo amo más que a nada en el mundo.
ENTREVISTA COMPLETA