“Sería muy tarada si me quejara en este momento: estoy haciendo todas cosas que soñé, que quise mucho”, dice Dalia Gutmann, que llega al Teatro Ópera con su Cosa de minas. Y destaca: “Me encanta haberme cruzado en la vida con Lino Patalano, ya no quedan muchos productores como él”
La humorista vive un gran momento profesional con la salida de un nuevo libro, Tengo algo para decir, más la conducción en la TV Pública (Animadas) y el fenómeno teatral que creó en 2011 pensando en cuatro funciones para 100 personas, y desde entonces nunca paró de crecer.
“Lo estoy aprendiendo a disfrutar ahora. Hay una etapa en la vida en que estás obsesionada por hacerlo bien y no equivocarte. Después, más o menos tenés tu estilo, y una vez que lo encontrás es mucho más disfrutable”, analiza Dalia, recordando sus tres años como movilera en Canal 9, cuando cubría noticias en el Congreso y Comodoro Py. “Quería encajar, y veía que no encajaba, que no lo hacía bien: siempre me mandaba alguna cosa. Pero no lo hacía a propósito, yo lo quería hacer bien pero no podía”, reconoce.
Ahí empezó un recorrido dentro del stand up: necesitaba reírse. Fue a partir de 2011 cuando en AM, por la pantalla de Telefe, pudo encontrar un costado en la profesión que disfrutó muchísimo más: ”Me encanta cuando se me suelta la cadena. Soy estructurada para algunas cosas, muy respetuosa, entonces cuando se me suelta la cadena me empiezo a divertir. Pude ser como era yo, y eso era algo que en todos los laburos anteriores tenía que disimular porque me retaban”.
—Hay que sentirse muy segura para pararse solita arriba de un escenario. ¿Siempre tuviste esa seguridad?
—No. Tengo un costado muy inseguro que es con el que convivo todo el tiempo. Lo único que trato de que no me inhiba, que nada me impida hacer lo que quiero. Con los años entendí que esta era mi vocación, por cómo me siento cuando estoy arriba del escenario, porque lo necesito: es algo que me apasiona, no es algo que hago solo por la plata.
—Vale la aclaración.
—La plata es fundamental en la vida de un ser adulto. La plata está buenísima para no pensar en la plata. He pasado por muchas etapas en las que tenía que calcular: “Si hago esto no puedo esto, no, no puedo ir ahí porque el bondi…”. Y eso te consume mucha energía.
—¿Quién administra la plata en tu casa?
—Con los años hemos madurado mucho con Seba (Wainraich, su marido) porque eramos un desastre. Era como que le des a dos niños el manejo de un hogar. En un momento para pasarla mejor tuvimos que poner reglas: yo me ocupo de algunas cosas y él se ocupa de otras.
—Cada uno tiene su cuenta y tienen distribuido qué paga cada uno.
—Claro, exactamente. Sí.
—¿Pero hay ahorros?
—Juntos, no.
—¿Qué te enoja?
—Me enojo un montón, y soy culposa. Es una mierda porque me enojo, digo todo, no me guardo, y después me da culpa porque tal vez la hice sentir mal (a esa persona) y no era para tanto. Me embrollo un montón. Mi hija Kiara, con 12 años. muchas veces me dice: “Mamá, ¿vos me podés decir lo mismo, pero bien?”. Yo soy de escuchar a su vez, entonces digo: “No, pará, perdón. Estoy preocupada por otra cosa”. Y voy de nuevo...
—Podés bajar.
—Sí, sí, sí. Pero en ese momento veo todo negro, y soy tremenda.
—¿En qué momento sos insoportable?
—Soy muy obsesiva con algunas cosas, cuando veo que el otro no se da cuenta de cosas que para mí son fundamentales me pongo insoportable.
—¿Y si les pregunto a tus hijos, o a Sebastián?
—Con el agua soy re insoportable. “¿Tomaste agua?”; “Tomá agua”; “Tomá un vaso de agua”; “Lavate las manos”. Con el agua y el lavate las manos soy densa. Pero también es re importante el agua y lavarse las manos. Lamentablemente, juego muchas veces el juego de “policía malo” en la casa porque Seba no registra que no se bañaron ayer. Si bien Seba es re amoroso y mis hijos son fanáticos de su padre, sí hay un montón de cosas que no las tiene presentes en la cabeza como siento que las tengo yo.
—¿Qué talento oculto tenés? Si les pregunto a los chicos en qué me van a decir: “Mi vieja es la mejor”.
—Me encanta sacar piojos. Me fascina.
—¿Por qué te fascina semejante cosa?
—No, pará: es hermoso sacar cosas feas para afuera del cuerpo. Explotar un grano, sacar piojos... Si es a un ser querido; si es un desconocido, no. Pero es hermoso despiojar a los hijos, es hermoso. Título: “Es hermoso sacar piojos.”
—Sí, absolutamente, porque para mí está en el ranking de las cosas más feas de la maternidad.
—No, vamos a hacer una encuesta en Twitter: “¿Te gusta despiojar a tus hijos?”. Y te vas a sorprender con la respuesta.
—¿En qué momento decís: “Ah, pero soy una boluda”?
—En un montón. Soy muy tarada, muy torpe con las manos, me engancho. De repente me encuentro en situaciones donde quiero caminar y me enganché el vestido; la gente me tiene que esperar porque tengo que desenganchar el vestido. A veces no entiendo la consigna.
—¿Te pasa de ir a programas de juegos y no entender la consigna?
—Me puede pasar, y me siento muy boluda también. Ser ignorante es algo que me da mucha vergüenza, mucho más que el salero y esas cosas. Cuando uno tiene hijos chicos, obviamente, no puede estar informado de todo…
—Sabés que pasaron las elecciones hace poquito, que hay un presidente electo...
—Sí, sí, sí, ahí me llegué a enterar. Pero quise ver el debate y los pibes no te dejan. Después hay toda una cosa muy argentina que me aburre mucho que es cuando se empiezan a debatir boludeces y no lo importante, y empiezan a hablar durante ocho horas del programa, de cosas que veo que todo el país está hablando y no… Me llama la atención que haya cosas que generen tantos debates.
—¿La política te trajo discusiones con amigos o con alguien cercano?
—No, yo reflexiono bastante, aunque no parezca, y todo esto de la grieta, y del kirchnerismo y el macrismo, y sos K y sos macrista, llegué a una conclusión interna: conozco mucha gente de ambos lados y a mí me interesa mucho más si sos una buena persona que tu ideología política. Me ha pasado mucho que gente con la que comparto ideología me parece muy mala persona, y al revés. Entonces decidí jamás juzgar a alguien por su ideología política. A menos que digas: “Amo a Hitler”, o “Mussolini es mi norte en la vida”. Trato de ser súper respetuosa y me interesa mucho humanamente entender por qué el otro piensa algo de lo que yo estoy en las antípodas, porque quizás está viendo una parte de esto que yo no veo, y me interesa mucho el intercambio.
—¿Están casados con Sebastián?
—No nos hemos casado. Creo que ninguno de los dos tiene alma de producir una fiesta. Viste que ahí tiene que haber un integrante de la pareja que le guste organizar este tipo de eventos.
—Yo te la armo.
—¿Vos me la armás? Bueno. Me casaría. Si alguien me arma todo, yo me re caso.
—¿Cómo tendría que proponer casamiento Sebastián?
—Yo le propuse casamiento.
—¡Contame todo!
—En 2017. Mi papá estaba mal y como que yo le quería dar una alegría a mi papá; bueno, después falleció. Pero le dije: “¡Che, casémonos!”. Aparte nos estábamos por mudar, para equipar la casa. Muy romántico todo. Y le dije: "¡Casémonos!”. Yo soy muy así también, yo resolvía todo.
—Expeditiva.
—Sí. Aparte es como que me agarra un aluvión de un entusiasmo por hacer algo, y lo hago y lo resuelvo todo, y te lo preparé. Ya había visto en la agenda el 17 de julio del 17. Y no hubo... ¿cómo se dice?
—Quórum.
—Feedback. No hubo como un buen feedback, y no nos casamos. Y tampoco me cambió en nada.
—¿Le propusiste casamiento y no te respondió?
—No, no, no... Me dijo: “No, no”.
—Qué feo.
—Sí, igual yo soy cero del amor romántico. A mí el amor romántico nunca me atrapó. A mí me hacés una puesta en escena como Pampita (y Roberto García Moritán) y es como…
—O sea, tu propuesta no fue en una situación de sorpresa. Estaban comiendo y mientras cortabas el churrasco: “Gordo, ¿nos casamos?”
—Sí. Le dije: “Che, estoy averiguando, ¿por qué no?”. Porque yo ya había llamado al hotel, todo, lo pre produje. Pero como que no hubo una respuesta. Igual todo bien. De verdad que para mí el amor es otra cosa.
—Yo armo la fiesta pero que venga Sebastián y haga una propuesta romántica. Si cae en el teatro, en la mitad del Ópera…
—No, no, no, jamás lo haría, jamás lo haría. Y no me gusta, no me parece real. Yo creo mucho en otras cosas mucho más verdaderas y terrenales. Voy a decir una boludez, pero que mi mamá se esté yendo de mi casa y le diga: “Che, te llevo en auto”, o que de repente me traiga el libro que yo le dije el día anterior que quería tener. Eso para mí es lo romántico.
—Pero si alguien viene y lo arma, y él está, vos vas, pasás ese día por el Civil. No estás en contra.
—Sí. De hecho, ya cumplí 41 años y no haber pasado nunca por esa instancia... Me hubiese gustado pasar por la instancia del casamiento. Debe ser muy lindo.
—¿Más hijos?
—No. De hecho, ya averigüé para la ligadura de trompas.
—¿Por qué?
—Si yo no tuviese una vocación tan fuerte hubiese tenido cuatro hijos, cinco. Me parece que mis hijos son la gran aventura de mi vida. Pero es una responsabilidad inmensa tener un hijo. Por eso para mí es tan pero tan importante como sociedad que se apruebe la legalización del aborto.
—Porque tiene que ser una decisión.
—Me parece que no hay acto más importante y más trascendente para un ser humano que traer una persona al mundo. Entonces, que eso sea por un error, por una falla, por una falta de educación o sin un deseo, me parece terrible. Así que por eso creo que tener más de dos hijos, yo no… No estoy a la altura de la responsabilidad.
—Y averiguaste para hacer la ligadura de trompas.
—Dicen que es recontra sencilla. En los hospitales públicos lo hacen gratuitamente, pero no está muy difundido. Muchas mujeres al momento de parir aprovechan y se ligan. Pero no lo hice porque cuando lo hacés, tenés que tener una semana tranquila. Y yo nunca tengo una semana tranquila.
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