Su primer compromiso fue en un modesto auto que estacionaron detrás de la Escuela Mecánica de la Armada. Diego Armando Maradona llevó una botella de sidra y un sencillo anillo para pedirle a Claudia Rosana Villafañe que sea su novia. Para ella, fue uno de los momentos más felices de su vida.
Años más tarde, ya como una pareja consolidada, viviendo en Italia y con dos hijas (Dalma, de dos años, y Gianinna, de seis meses), la pareja organizó una mega fiesta de casamiento que se celebró el 7 de noviembre de 1989. “Fue una fiesta inolvidable. Lejos, la mejor del siglo. La mejor de la historia”, la calificó Guillermo Coppola en diálogo con Teleshow.
En su momento, se difundió que la cadena italiana RAI había pagado cuatro millones de dólares para transmitir la fiesta en exclusivo. Mientras que la editorial Atlántida se encargó de la difusión de las fotos. ¿El motivo por el cual Diego no quería prensa adentro del salón? “Yo no estuve en tu casamiento. ¿Por qué iba a invitarte al mío?”, le respondió en aquel entonces a un periodista que cuestionó su decisión.
Diego y Claudia pasaron primero por el Registro Civil. A pesar del operativo de seguridad que habían montado, la pareja llegó en medio de una multitud, que comprendía fanáticos y periodistas de todo el mundo. Ella lucía un vestido negro y una capelina del mismo color. Él, de traje con camisa a rayas, y molesto por no poder celebrar a solas con sus más íntimos. Lógico, nadie quería perderse la posibilidad de tener cerca al mejor futbolista del mundo. Después de que el Juez de Paz los declaró marido y mujer, fueron a cambiarse para reaparecer, horas más tarde, en la Basílica del Santísimo Sacramento.
Mientras sonaba el “Himno de la Alegría” de fondo, Maradona ingresó a la Iglesia con su madre, Doña Tota, tomada de su brazo. Minutos más tarde, mientras el novio la esperaba en el altar, hizo lo propio Villafañe acompañada por su padre, Coco. Lucía un vestido bordado en perlas, mostacillas y canutillos, que había requerido de 30 metros de organza comprada en Ginebra, ocho de encaje chantilly de Lyon, 30 metros de satén adquiridos en Italia. El diseño era de Elsa Serrano, habían trabajado cuatro costureras y costó 30 mil dólares. La falda recta llegaba al ras del suelo y la cola medía cuatro metros. En su cabeza, llevó una tiara de diamantes y perlas engarzadas en oro blanco.
Más tarde, Diego calificaría como “divino” al look de su mujer, quien detalló ante la prensa, que esperaba afuera, que el vestido pesaba ocho kilos. Durante la emotiva ceremonia, un coro entonó el “Ave María” y al final se fueron caminando del brazo mientras sonaba “Aleluya”. Inmediatamente, se dirigieron al estadio Luna Park a bordo de un vehículo Dodge Phantom 1937 descapotable, que conducía Giorgio, el portero de New York City, una de las discotecas más exclusivas de la época, y la preferida de Maradona.
La noche que el Luna Park se convirtió en un gran salón de fiestas
En la previa a la fiesta, los medios italianos ningunearon al evento al sostener que el casamiento de Maradona era en “un galpón”, o “un gimnasio de boxeo”. Sin embargo, poco habían investigado al respecto ya que en el estadio cubierto habían pasado artistas como Frank Sinatra, Liza Minelli y hasta el papa Juan Pablo II.
A pesar de las críticas de los periodistas europeos, el lugar se convirtió en un gran salón de fiestas, decorado por el escenógrafo top del momento Miguel Ernesto Caldentey, que quedó afuera del festejo a último momento por un enojo de Maradona. Ocurre que el hombre había brindado una entrevista contando detalles del casamiento y eso enfureció al entonces futbolista que intentaba mantenerlo dentro de un total hermetismo. “Nadie, ni siquiera Tito Lectoure -quien fuera el gerente general del estadio-, se podía dar cuenta de que eso era el Luna Park”, sostenía semanas más tarde el novio.
Diego tenía razón. Tan solo 36 horas antes de la boda, los Globetrotters habían hecho una exhibición en el palacio de boxeo. Una vez que finalizó, 29 camiones transportaron 4200 plantas que se ubicaron en las tribunas del estadio y comenzaron el operativo para acondicionarlo como un salón de fiestas. 120 personas se encargaron de colgar las cortinas de acrílico con el fin de que recrearan la caída de una cascada y también se colocaron telas plásticas que simularon mármol, para ocultar las gradas del superpullman.
Una enorme alfombra de color gris tapó toda la superficie del piso del salón, en el baño de hombres había un tapiz azul eléctrico y en el de mujeres, uno rosa. En el medio de la pista, había una tarima elevada a 8 metros del piso -de 25 metros de largo y 15 de profundidad- en la que los novios bailaron el vals. La pantalla gigante se tapó con acrílicos y se colgó una araña de seis metros de alto que llevaba 12 mil focos.
Futbolistas, políticos, celebrities y regalos millonarios
Los invitados ingresaron por la entrada de la calle Bouchard por una manga blanca, simulando la que se utiliza en los partidos de fútbol cuando sale cada equipo al campo de juego. Susana Giménez, Carlín Calvo, Fito Páez, Sergio Denis, Hugo Sofovich y Mauricio Macri -en ese entonces era parte del directorio de Sevel-, se destacaron entre los invitados famosos.
El entonces futbolista pagó medio millón de dólares por el alquiler de un avión privado que trasladó a 250 personas que viajaron desde Italia para asistir a la fiesta, entre los que se destacaron el presidente del Napoli, Corrado Ferlaino, y el presidente de la Federación Italiana de Fútbol, Antonio Matarrese. También había colegas y futbolistas -como Claudio Caniggia con Mariana Nannis- y los integrantes de la selección argentina que levantaron la Copa del Mundo en México 86, incluido el entonces DT, Carlos Bilardo.
También asistió Julio Grondona -entonces presidente de la AFA-, y personalidades de la política, como el intendente Carlos Grosso, el ministro de Trabajo Jorge Triaca, la interventora de EnTel María Julia Alsogaray y el secretario de Deportes Fernando Pato Galmarini. Hubo cuatro ausentes con aviso: Carlos Menem -presidente de la Argentina-, Fidel Castro -mandatario de Cuba-, Silvio Berlusconi -en ese entonces era presidente del Milán y luego sería el premier italiano- y Gianni Agnelli -presidente de la Fiat-. 80 mujeres vestidas con un top de encaje negro y pollera fueron las encargadas de ubicar a los presentes en las más de 100 mesas redondas distribuidas por el salón.
Que no pare la fiesta
Pasadas las doce de la noche, mientras sonaba una versión remixada de “Aleluya”, Diego y Claudia entraron de la mano y saludaron a sus familiares, que los esperaban en la mesa principal. Susana Giménez, al igual que el resto de los presentes, aplaudía de pie. Más tarde, la pareja se acercó a agradecer la presencia de la comitiva italiana. “Ciao” y “Grazie”, se los escuchó decir. En otro momento de la noche, mientras se sacaba fotos para el álbum de recuerdo, Maradona manifestó su fanatismo por el club de sus amores: “Aguante Boca. No te mueras nunca, Boca”.
El menú incluyó canapés de caviar, salmón ahumado, trucha, palmitos, jamón serrano, langostinos, pavitas, lechones, centollas y una mesa de quesos. Además, hubo 400 litros de vino blanco, 500 de vino tinto, 900 litros de champagne y mil litros de gaseosas, servidos por 140 mozos.
A las 2:15 de la madrugada, finalizó el banquete y empezó a sonar “New York, New York”, de Frank Sinatra. El primero en salir a la pista fue el productor y director Hugo Sofovich y los novios eligieron “El Danubio azul” para bailar el vals. Mientras tanto, en otro salón, la entonces animadora infantil Flavia Palmiero entretenía a los hijos de los invitados.
Una hora después, comenzó a sonar Carrozas de fuego y la pareja subió a una escalera para alcanzar la cima de la torta, que estaba sobre un pedestal. Del pastel colgaban 100 cintas blancas para aquellas mujeres que estaban solteras. Una vez que tiraban de las mismas, se encontraban con un anillo de oro en cada una. En realidad, eran 99 ya que uno era especial: tenía brillantes. ¿Quién lo ganó? Cali Maradona, la hermana menor del futbolista.
Otro divertido momento de la fiesta fue cuando el novio protagonizó la tradicional quita de ligas. “Me agarra un dolor de cintura”, bromeó Maradona sobre el movimiento que debía realizar. El “Diez” estaba exultante. La fiesta duró toda la madrugada y el único episodio que se lamentó fue una pelea de puños que protagonizó Gabriel La Morsa Espósito -cuñado de Diego- con otro invitado.
La propia Claudia se encargó de armar la lista de regalos de boda, que incluyó compras de exclusivos locales en Italia y en la Argentina. Entre los presentes, se destacaban una sopera de plata de 5 mil dólares, un juego de vajilla de porcelana de 4300 dólares, cinco botellas de miniatura de Venini 3200 dólares y cuatro platos de cerámica que representaban las cuatro estaciones por 2900 dólares. El regalo más caro fue una cabeza de caballo tallada en cristal de Laquique valuada en 11. 430 dólares, según indicaron Guido Carelli Lynch y Juan Manuel Bordón en el libro “Luna Park”.
A las 7:45 de la mañana, Diego Maradona y Claudia Villafañe dieron por finalizada la gran fiesta y abandonaron el Luna Park a bordo de un Mercedes Benz verde que salió marcha atrás por la calle Bouchard. Otro vehículo de la misma marca, pero de color negro, estaba estacionado sobre la Avenida Corrientes con el objetivo de despistar a la prensa que había quedado afuera del salón y quería retratar a los novios.
Al día siguiente, el matrimonio tomó un vuelvo rombo a Capri (Italia) para celebrar la luna de miel junto a sus dos hijas Dalma y Gianinna. También viajó una comitiva de asistentes liderado por Guillermo Coppola.
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