Natalie Pérez: “Quiero congelar mis óvulos, voy a cumplir 33 años y creo que estaría bueno”

“No pasa todo por el laburo. Podés estar en todo tu mejor momento profesional, y en el peor personal. Es un poco el caso", dice Natalie Pérez, analizando su presente. Sucede que está a días del estreno de su primer protagónico en cine, Amor de película, y brilla con Pequeña Victoria, en el prime time de Telefe. Pero la balanza se (des)equilibra por un tropiezo amoroso: su reciente separación de Ramiro Gayoso, luego de seis años juntos. Por estos días, Natalie se está acomodando a la soltería.

—La película habla de las segundas oportunidades para una primera buena impresión. ¿Qué no te puede faltar para una primera buena impresión?

—Una chispita en la mirada; hay algo ahí que sucede.

—¿Has dado muchas segundas oportunidades?

—Sí. Me he dado segundas oportunidades también.

—¿En qué?

—En varias cosas: en el laburo, en la vida, en el amor, con amigos, con amigas.

—¿Te fue bien con esas segundas oportunidades?

—Sí. Por ahí alguna vez me equivoqué, pero siempre está bueno: todos tenemos problemas. A veces uno puede estar en una situación o en un estado que hace que esa primera impresión sea mala, y después te ven otro día relajado, bien, buena onda, y decís: “¡Ah, che! Bueno, andá a saber qué le pasó...”.

—En Amor de película sos una actriz que trabaja en teatro con un director, interpretado por Guillermo Pfening. Su personaje muestra bastante de lo que estamos reclamando las mujeres: hay situaciones que me ponían incómoda cuando veía la película. ¿Te pasó alguna vez?

—Todos estamos en un reaprendizaje. No me pasó. Y si alguna vez me pasó, que ahora no lo recuerdo. Seguramente puse el freno en el momento indicado: soy medio temperamental o espontánea, no pienso mucho. Una vez me pasó... Yo tengo un tatuaje, alguien pasó y me dijo: “Eh, ¿qué tenés?”. “Qué tocas”, le digo. “Qué me tocas”.

—¿Alguien conocido o alguien desconocido en la calle?

—Era en el trabajo. Por ahí el otro no lo hizo con mala intención, pero le dije: “¿Por qué estás tocando? ¿Por qué me tocás el cuerpo?”.

—Te separaste y al principio te costaba hablar del tema. Pero después subiste a tu Instagram algunas historias divertidas donde le contás a tus seguidores cómo estás. Me acuerdo de tu mudanza, por ejemplo.

—Fue una historia en la que estaba sacando mis cosas de una baulera, donde estuvieron cuatro meses. Es compartir lo que pasó… Todas mis amigas guardaron sus muebles cuando se separaron en esa baulera, hay un montón de personas que les pasa esto. Decís: “¿Qué hago?”. Metés todo en una baulera y después tomás decisiones.

—¿Ya armaste departamento?

—Estoy en eso, mudándome.

—¿Fue difícil encontrar nuevo lugar donde te sientas cómoda como para volver a armarte?

—No tan difícil: ya tenía mi lugar, solo necesitaba tiempo para mudarme. Cualquier lugar que encuentro siempre lo hago mío, automáticamente.

—¿Qué es para vos un amor de película?

—Este va a ser mi amor para siempre porque es mi primer amor: mi primera película. Y encima se llama así, que es alucinante. Un amor de película es ese amor que soñaste.

—¿Qué tiene que traer de la mano ese amor?

—Risas.

—¿22 años actuando?

—23 ya. Es un montón.

—Es la relación más larga de tu vida.

—Es la relación más larga de mi vida. Fue una de las primeras decisiones que tomé en mi vida y me enorgullece estar contándolo 23 años después.

—Y en estos 23 años, en ningún momento dijiste: “Ya está, no quiero más esta carrera”?

—Obvio, sí, lo pensé.

—Hoy es un gran momento: estás protagonizando una peli y una tira que funciona fantástico, pero a veces no es tan fácil...

—No. No pasa todo por el laburo. Podés estar en todo tu mejor momento profesional, y en el peor personal. De hecho, es un poco el caso.

—¿Lo sentís asi? ¿Es tu mejor momento profesional y el peor personal?

—Trato de que no sea el peor, trato de aprender de todo esto. Pero sí, es un momento clave. Estoy por cumplir años, siempre cuando cumplís años hacés un balance. Terminé de grabar, se estrena la película, cerré mi año musical, me voy a un viaje. Está todo revolucionado.

—¿Cómo da hoy ese balance?

—Siempre busco que dé positivo. Da positivo.

—¿Estás disfrutando algo de la soltería?

—Todavía no. Ya voy a disfrutar. Son procesos. Estuve hasta recién grabando una novela, con el disco, con esto; fue todo mucho.

—¿Querés estar un tiempo sola o estás abierta a enamorarte?

—El amor llega cuando menos lo esperás. Siempre el amor va a ser bienvenido. Y si estoy sola un rato, tampoco va a estar mal. Son cosas difíciles de planear.

—Contaste alguna vez que querías tener cinco hijos, o siete.

—Yo pensé que iba a tener varios. No sé el número.

—Revisemos el número porque siete es un montón, Natalie.

—Es un montón. Aparte ya no llego, por edad.

—Llegar, llegás; el límite se va extendiendo.

—Sí, pero después hay una vida útil. Por suerte la tecnología nos acompaña, podemos congelar óvulos y todas esas cosas.

—¿Pensaste en congelar óvulos?

—Sí, lo pensé.

—¿Y no te decidiste?

—Bueno, ahora, cuando descanse, cuando baje, cuando tenga mi rato para poder ir al médico y hacerme estudios, hay que hacer varias cosas para que eso suceda. Tenés que tener tiempo, que es lo que me estaba faltando.

—Sí, tenés que poner tiempo y tenés que poner el cuerpo. Es como la previa de un tratamiento de fertilidad, ¿pero es algo que se evalúa?

—Y... voy a cumplir 33 años y creo que estaría bueno, porque si quiero tener hijos, por ahí puedo... no sé... pienso: ¿viste que uno hace cálculos con esas cosas? Decís: “Bueno, dos años, pero si quiero tener uno cuando tenga 40 ya no puedo”. Entonces, no está mal guardar.

—Es un reaseguro.

—Ya que la tecnología nos permite…

—Pequeña Victoria, ¿fantaseaste o te imaginas alguna otra forma de ser madre que la tradicional?

—Cuando tenía 15, 16, decía que quería tener un hijo sola. Antes que todo esto sea una novedad. Esa posibilidad la pensé. Adoptar también lo pensé. Creo que puede suceder. Me gustaría igual tener mis hijos, o mi hijo, no sé.

—No son excluyentes.

—Me parece que son experiencias distintas y muy lindas. La adopción habla de un amor y de una entrega que es lo único que necesita uno para formar una familia y criar un hijo: un poco de amor. O un montón de amor.

—Hay muchos esquemas y posibilidades: en pareja, sola, la coparentalidad. ¿Son cosas que evaluarías?

—Llegado el momento creo que las evaluaría, sí. No me parece una boludez traer una vida al mundo, a este mundo. Entonces, si es algo en serio y si alguien no puede, digo que sí. Sí, todo… Todo se puede charlar.

—Pequeña Victoria la está rompiendo.

—Sí, es un proyecto muy lindo, la verdad.

—¿Pensaste que iba a pasar eso?

—Sí. Yo pensé que sí. El primer capítulo decía todo: mueve esquemas, da para charlar, es algo novedoso.

—¿Qué pasa con los personajes cuando se termina el proyecto?

—Viven un rato largo más. Todavía se me ocurren cosas para hacer de Vera. Y de Bárbara, que terminé también hace dos semanas. Todo el tiempo estoy pensando qué hubiera podido hacer.

—¿Se las extraña?

—Sí. Re. Se extraña al personaje, a los compañeros, como a esa familia que se arma por esos días de laburo.

—¿Cómo sigue el año?

—Me voy de viaje: voy a ir a cantar a México, tengo algunas fechas para cantar. Y voy a conocer lugares, gente. Voy a grabar un nuevo videoclip con una canción que se estrena en diciembre.

—¿Viajás sola o viajás acompañada?

—Viajo acompañada con mi amiga y mánager de la música. Así que nos vamos a divertir. La idea es reencontrarme conmigo, con mi lugar, con mis cosas. Y ver cómo encaro el 2020.

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