Karina Mazzocco cumple hoy 50 años. Y lejos de sentirse agobiada por el paso del tiempo, la conductora se muestra dichosa de disfrutar de su presente y poder celebrarlo. “Tenía ganas de festejar con la gente que amo. Así que el viernes invité a mis mejores amigas, las mujeres que me marcaron a lo largo de mi vida. Y hoy decidí juntarme con mi familia de origen: mis padres, mis hermanos, mis sobrinos, mi marido y mi hijo”, le confesó en exclusiva a Teleshow.
—¿Cómo te pega el cambio de década?
—Estoy como exultante. Me está pegando re contra bien porque siento que es un momento divino y de mucha plenitud. La verdad es que nunca me hubiera imaginado que cumplir 50 años se iba a sentir tan lindo.
—Contrariamente a lo que muchos piensan, con los años uno va disfrutando más de la vida. ¿No te parece?
—Absolutamente. Esa es la sensación fabulosa que tengo hoy. No me como ni media, no me hago rollo por pavadas… Estoy como muy centrada en lo importante. Y estoy muy amigada conmigo misma, con mi figura y ni hablar con mi edad. Es como que estoy encontrándole todo el tiempo cosas positivas a la madurez. Por eso siento que los 50 años son una edad de plenitud fuera de serie. Y no es que esté haciéndole marketing positivo a la edad porque la tengo. De verdad, siento que es una maravilla. Así que la estoy disfrutando a más no poder.
—Se te ve espléndida pero, más allá de la genética y tus cuidados estéticos, creo que esto tiene que ver con tu trabajo espiritual…
—Bueno, para mí, no hay ninguna otra razón. Siento que esa es una llave a la felicidad. Y más que nada, un gran secreto de belleza. Porque la gente siempre dice ‘la dieta, la gimnasia’… Pero para mí, el secreto es el autoconocimiento, el indagarse, el ir hacia adentro, el aceptar nuestras zonas luminosas como nuestras zonas más oscuras y echar luz sobre eso. Así que, sin lugar a duda, el camino espiritual es la fórmula.
—¿Qué es lo que practicás actualmente?
—Hace 15 años que estoy haciendo un camino en la filosofía budista, que no es practicar la religión ni mucho menos sino aplicar la forma de vida y la psicología. Y la aplico en todos los órdenes de la vida. Una vez cada 15 días voy a una sesión con mi terapeuta, que sigue una terapia budista. Y también hago toda una armonización de mi cuerpo y de mi espíritu con diferentes instrumentos de vibración. Pero, además, este año inicié otro camino de autoconocimiento que se llama biografía humana.
—¿De qué se trata?
—Es una técnica que desarrolló Laura Gutman, una mujer que ha escrito mucho sobre el puerperio, el embarazo, la maternidad y el encuentro con la propia sombra, que en su madurez desarrolló esta terapia que tiene que ver con conocer nuestro linaje. Sobre todo el materno, que hace mucha mella en nosotros. Así que, una vez cada 20 días, tengo una reunión con la terapeuta dónde trabajamos distintas cuestiones que tienen que ver con mi historia personal y familiar. Eso también me hace mucho bien. Pero la realidad es que estoy permanentemente agregando herramientas a mi cajita.
—¿Cómo se traduce esto a lo cotidiano? ¿Tenés más paciencia, sos más tolerante, comprendés más al otro, te hacés menos problema por las cosas…?
—Es todo esto que acabás de decir, más algo que no me parece menor y es que mejorás tu vinculación con el mundo. Hablo de vínculos laborales, afectivos, amorosos pero, más que nada, del vínculo con vos mismo. Para mí, no hay forma de vivir la vida sin un camino de autoconocimiento. Mejor dicho, sí hay forma, pero es un pasaporte asegurado al sufrimiento.
—Máxime teniendo en cuenta el contexto actual, ¿no?
—Exactamente. Porque el mundo está tan hostil y nuestro país, particularmente, más, que si uno no hace un camino de autoindagación no la va a pasar bien… Entonces, sea cual sea la terapia que uno elija, siempre va a estar bueno tener a alguien con quien conversar y armar el propio set de herramientas para utilizar frente a todo lo que se nos va presentando en la vida. Porque estamos permanentemente relacionándonos con el mundo. Y si utilizamos los dones que todas las personas tenemos en hacer que esas relaciones sean más fructíferas y amorosas, va a ser maravilloso. Pero si nos quedamos anquilosados para adentro y no buscamos una ayuda para ir por la vida de una manera más feliz y más dulce, va a ser un sufrimiento. Porque en el colegio y en nuestras familias nadie nos da muchas herramientas para lidiar con el mundo. Nos dan lo básico, siempre desde el amor. Pero no es suficiente.
—Entiendo que tu marido, Omar El Bacha, comparte esta filosofía de vida. ¿Qué pasa con tu hijo Malek? ¿A él también le transmiten estos conocimientos?
—Por supuesto. Mi hijo va a cumplir 13, así que está en un momento hermoso de la vida. Y a él le trasmitimos todo lo que nosotros vamos encontrando y que nos suma. Yo siempre trato de transmitirle el Dharma, que son las enseñanzas budistas, y todo lo que siento que hace que mi relación con el mundo sea mejor. Y le digo: “¡Wow! Qué bueno, Malek, que vos estés aprendiendo a los 12 años cuando a mí me llevó 50”. Pero mi intención es que tenga una vida plena y más allanada.
—¿Y en lo laboral como influyen estos conocimientos?
—Los aplico todo el tiempo con mi nivel de paciencia, de tolerancia, de dedicación, de apasionamiento… Hace algunos años que siento que estoy más amigada con el mundo y tiene que ver con esto. Porque lo que uno emite es lo que recibe. Vivimos en un mundo de vibración, en el que todo el tiempo estamos emitiendo. Y de alguna manera, lo que nos llega es lo que captaron alrededor nuestro. Por eso, si uno emite todo el tiempo cosas buenas, recibe cosas buenas. Y eso es lo que me está pasando.
—Contame...
—Las propuestas laborales que me están llegando son cada vez más hermosas y más resonantes conmigo. Y tienen mucho más coherencia con lo que a mí me gusta transmitir. Así que me siento muy cómoda en todos mis trabajos. Terminé La era de la imagen en la TV Pública, hace dos semanas empecé un programa con Felipe Pigna, Instantes de vida, en El Nueve. Sigo teniendo mis clientes particulares con los que trabajo conduciendo eventos y demás. Y posiblemente en abril empiece a filmar una película en Mar del Plata. Así que estoy feliz.
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