James Hetfield era muy tímido, hasta que se dio cuenta de que la música podía hablar por él. “Había un chico en mi escuela, la Downey High (de California), que estaba en la banda de jazz y vendía su guitarra, creo que era una SG del 69, con trémolo (N.de la R.: es el mecanismo que se utiliza para subir o bajar la altura de una nota). Me dijo: ‘¿la quieres? Son 200 dólares'. Así que le rogué a mi madre, hice tareas, hice todo lo que pude y me dijo que sí, me compró mi primera guitarra ‘real’. Y claro, cuando tienes una guitarra, tienes que unirte a una banda, así que empecé a quedar con algunos chicos de la escuela a los que les encantaba tocar música”, contaba el rubio grandote, ya convertido en el líder de Metallica en una entrevista televisiva y unía en una misma anécdota, dos elementos que marcarían su destino: la guitarra y su madre.
Con esos chicos, James Alan Hetfield formó Obsession, una banda de covers en la que sobresalían los de Black Sabbath. Justamente era el grupo de Ozzy Osbourne el que lo tenía obsesionado al jovencito Hetfield. En ese entonces, bandas de este estilo casi “satánico” eran la vía de escape para una educación religiosa que a él ya no le estaba dando las respuestas que necesitaba. Downey, en California, el lugar donde se crió, era apacible y agradable, pero la vida de en familia empezaba a complicarse.
El 3 de agosto de 1963, Cynthia y Virgil Hetfield habían traído al mundo al pequeño James. Ella ya tenía dos hijos de un matrimonio anterior, David y Cristopher, y tuvo a otra niña más con Virgil, a la que llamaron Deanna. Ella había sido cantante y él era un camionero que viajaba constantemente por trabajo. Cuando James tenía 13 años, su padre salió un día de casa y ya no volvió. Cansados de esperar, le preguntaron a su madre y ella confirmó lo evidente: se habían separado. Ese revés dejó un rastro amargo en la casa de Downey, pero Cynthia hizo todo lo posible por mantener a flote a su familia económica y anímicamente.
El hogar de los Hetfield era alegre y allí siempre había música, James tomaba clases de piano y también asistía a la Iglesia de Ciencia Cristiana junto a su mamá y sus hermanos. Esta religión centrada en su adoración a Dios sostiene un sistema de creencias basado en el poder de la curación. El que cree, se cura. Tanto es el poder que se le da a la fe en esta religión que se llega, inclusive, a anular todo tipo de medicina. Y los Hetfield fueron víctimas de su propia fe.
Mientras James descubría a otras bandas que lo iban a influenciar como ZZ Top, KISS y Aerosmith, entre los discos de vinilo de su hermano David, su madre empezaba a dar muestras de que algo no andaba bien en su organismo. Cynthia tenía cáncer, pero se negó a recibir atención hospitalaria, porque lo encontraba contrario a su religión. No quiso someterse a un tratamiento convencional, solo se entregó a su Dios y murió en 1979. Con su padre desaparecido y su madre muerta, James y su hermana Deanna fueron a parar a lo de su hermano David, que recién se había casado y fue quien hizo lo que pudo con sus hermanos menores. Cristopher se había emancipado y no podía hacerse cargo. Los cuatro estaban solos y tenían que arreglárselas como pudieran.
James se encontró con 15 años en una nueva ciudad, una nueva escuela y tuvo que hacer otros amigos. Pensar en nuevas bandas y nueva música lo sacó adelante, pero la tristeza estaba ahí, latente. “Pasamos tiempo dibujando imágenes de ‘Eddie’ de Iron Maiden, así como pensando en letras y canciones”, recuerda su amigo Hugh Tanner en la biografía no autorizada que publicó Mark Eglinton en 2017 (“So Let It Be Written”). Pronto superó la etapa de covers que había tenido con Obsession y le dio lugar nuevos grupos que llamó Phantom Lord y Leather Charm, en los que participó Tanner y que fueron formando a James Hetfield hasta convertirlo en el músico que iba a terminar siendo.
Para Tanner, el mayor logro de James siempre fue “unir riffs en una canción sensacional” y en el anuario de la escuela, sus preferencias: “rock heavy metal, esquí acuático, ir a conciertos”. ¿Una cita? “Larga vida al rock”. Finalmente volvió a Downey, su ciudad natal, a vivir en casa de un amigo, se reencontró con su padre –con quién tuvo una relación conflictiva, pero algo más cercana- y acondicionó el garaje para los ensayos con Leather Charm, que ya tenía los días contados. Poco faltaba para que Hetfield se uniera a Lars Ulrich y crearan juntos a una de las bandas más poderosas del rock.
Aún no termina el juego
Metallica fue noticia en los últimos días ya que pospuso sus conciertos en Oceanía. No ocultaron el motivo, James Hetfield tuvo que volver a rehabilitación después de una recaída. El grupo que completan Lars Ulrich, Kirk Hammett y Robert Trujillo se mostró comprensivo con su compañero a través de un cálido comunicado: “Lamentamos informarles a nuestros fanáticos y amigos que debemos posponer nuestra próxima gira por Australia y Nueva Zelanda. Como la mayoría de ustedes probablemente saben, nuestro hermano James ha estado luchando contra la adicción durante muchos años. Ahora, desafortunadamente, tuvo que volver a ingresar a un programa de tratamiento para trabajar nuevamente en su recuperación. Tenemos la intención de llegar a su parte del mundo tan pronto como lo permitan la salud y el calendario. Lo haremos saber lo antes posible”.
Este alto en el camino no fue una interrupción para el resto de las actividades programadas de la banda y aunque dejaron en claro que el dinero de las entradas adquiridas iba a ser devuelto (“Todas las entradas compradas para los espectáculos en Australia y Nueva Zelanda serán reembolsadas en su totalidad”) está claro que el show debe continuar. El primer recital de Metallica en Australia iba a ser el 17 de octubre en Perth, en el marco de su gira WorldWired y terminaba el 2 de noviembre en Auckland, Nueva Zelanda, con ocho recitales más en el medio.
Lograron lo que ninguna otra banda de rock pesado, vender tantos o más discos que un grupo pop con su álbum negro de 1991 y fueron los primeros en plantarse frente a la avanzada del MP3 en aquella famosa contienda contra Napster. Siempre girando y llenando estadios desde 1981, Metallica ya había tenido un quiebre por la adicción de Hetfield que pudo verse perfectamente expuesto en el documental del grupo llamado Some Kind of Monster, lanzado en 2004. El filme dirigido por Joe Berlinger y Bruce Sinofsky se mete en las grabaciones del disco St. Anger, entre 2001 y 2003. La tensión iba creciendo junto con los conflictos, la adicción de James, las peleas internas, y todo tipo de contratiempos que los llevaron a contratar a un terapeuta para que los ayudara de forma externa. La llegada de Robert Trujillo como bajista (en reemplazo de Jason Newsted) también colaboró como una inyección de energía que los ayudó a mantenerse en la cima.
Entre tantos vaivenes, en los 2000 y ahora, juega un papel fundamental la argentina Francesca Tomasi, esposa de Hetfield. La pareja se conoció cuando ella trabajó como vestuarista para el grupo y desde 1997 no se han separado.
James dijo que su mujer lo cuidó cuando sufrió quemaduras en las manos (un accidente con pirotecnia en medio de un show) y que le puso un freno cuando él no podía parar (contó que llegó a echarlo de la casa para que tomase conciencia de su actitud desenfrenada alimentada por los excesos). El matrimonio mantiene un perfil bajísimo y viven tranquilos junto a sus tres hijos en California (Castor Virgil, Cali Tee y Marcella Francesca) y cuando pasan estas cosas, ninguno de los dos sale a hablar. Francesca nació en Rosario y es la culpable de que James tome mate (salió cebándose unos amargos en la promo de un video de Metallica) y también de algunos veraneos en la costa uruguaya.
Esta semana, Metallica llegó a los cines con S & M², un documental que se exhibió en 96 países y en más de 3 mil salas. La película revive el concierto sinfónico del grupo junto a la San Francisco Symphony Orchestra. Los conciertos originales se habían llevado a cabo en 1999 en el Berkley Community Theater, de California y veinte años después, Metallica se volvió a juntar con la orquesta para tocar bajo la dirección de Michael Tilson Thomas. Mientras los cines se llenan con su música y la banda se prepara para volver a rodar en 2020, James Hetfield pone en la balanza su recuperación y dice basta. Una vez más, el muchacho de California pudo darse cuenta de que a veces una copa es demasiado y mil pueden llegar a ser muy pocas.
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