Evitaremos por unas breves líneas indicar a qué canción pertenecen estas dos estrofas, pues la melodía -divertida y alegre- nos llevará a tararearla de inmediato, casi sin reparar en la brutalidad de sus palabras. “No te olvides que si quiero, pues sí puedo hacerte daño, solo falta que yo quiera lastimarte y humillarte. Por eso ahora tendré que obsequiarte un par de balazos, pa’ que te duela. Y aunque estoy triste por ya no tenerte, voy a estar contigo en tu funeral".
Lo dice un hombre cuyo amor ya no es correspondido, y por esta circunstancia entiende que cuenta con alguna clase de absurdo derecho, más cercano a la propiedad privada que a la dinámica de una relación sentimental. Y aunque podría ser una amenaza lisa y llana, propia de un caso de femicidio, se trata de un fragmento de “La Ingrata”, el primer sencillo del disco Re, de Café Tacvba. Salió a la venta en 1994, en años en los que la prensa hablaba de “crímenes pasionales”.
Considerada una de las canciones más destacadas del rock hispano de las últimas décadas, su video fue distinguido en 1995 por MTV como el mejor de toda América Latina, y actualmente acumula 44 millones de reproducciones en Youtube. Además, significó el lanzamiento a la fama y la consideración internacional de este grupo mexicano. Pero aun siendo uno de temas más esperados por el público, desde hace un par de años “La ingrata” ya no suena en sus shows. Según ha explicado el cantante Rubén Albarrán, eran “bien jóvenes" cuando la compusieron, y no estaban “sensibilizados con esa problemática" como sí lo están ahora.
Cambio de época
Lo de Café Tacvba y su ingrata no resulta excepcional. Y no hace falta cruzar frontera alguna: a lo largo de su historia el cancionero popular argentino, casi sin distinción de género, también ha dejado innumerables canciones que exaltan la violencia machista. Muchas de ellas conservan su éxito: siguen siendo escuchadas en Spotify, suenan en las radios, se rastrean sus videos en la web.
¿A qué le cantaban nuestros ídolos? ¿Qué actitudes defendían? ¿Cuál era el mensaje de sus estrofas? ¿Qué decían esos estribillos que el público entonaba a viva voz?
“El macho argentino trata mal a la mujer, y después la mujer lo deja. Y (el macho) llora, toma, y canta un tango. Y a mí me parece de última. Estoy hablando de las razones sociales: ¿por qué existe eso? Siempre es un macho llorón, cantando, llorando. ¿Y por qué? Porque trató mal a la mujer. Tratala bien, loco, y por ahí te va bien...”. En ese español suyo, tan italiano, Luca Prodan lo dijo allá por los 80, una década antes de “La Ingrata”. Ya se había dado cuenta.
Guiándonos por las palabras del quien fuera líder de Sumo, es posible acercar un primer ejemplo desde el tango, el mismo que en sus inicios se bailaba entre hombres. Iván Diez escribió los versos de “Amablemente”, cuya música y voz le pertenecen a Edmundo Rivero. En la historia, un varón sorprende a su mujer con un amante. Sin rencor, decide indultar “al gavilán” porque “el hombre no es culpable en estos casos”, y al quedarse “solo con la mina”, le acerca un pedido: “Cebame un par de mates, Catalina”.
Esa escena cotidiana, compartir un momento con un amargo de por medio, concluye de la peor manera, como tristemente ha sucedido -y seguirá sucediendo- en miles de hogares: un femicidio. “Y luego, besuqueándole la frente -canta Rivero-, con gran tranquilidad, amablemente, le fajó treinta y cuatro puñaladas”. ¡Porque machos eran los de antes! Por suerte...
El porteño “atorrante, travieso y aventurero” se hace carne en ese poeta con empedrado llamado Chacho Castaña. Autor de tangos emblemáticos (“Garganta con arena”, “Café la humedad” y muchos más), ha escrito versos brillantes. Y también firmó estos otros, que parecen formar parte del extracto de un decálogo de la violencia física, verbal y psicológica antes que de las estrofas de una de sus canciones más celebradas:
“Si te agarro con otro te mato, te doy una paliza y después me escapo / Dicen que yo soy violento, pero no te olvides que yo no soy lento / Dicen que soy absorbente, porque siempre quiero tenerte presente / Dicen que soy aburrido porque no me gusta que tengas amigos, que llegan de madrugada, y como son amigos, que no pasa nada".
Con un título que esquiva eufemismos, “Si te agarro con otro te mato” tiene un “sentido metafórico y divertido”, según Castaña, quien asegura que “una canción no te lleva a matar a nadie”. ¿Y un engaño? Un verano en Mar del Plata el cantante mantuvo un amorío con Susana Giménez. Cierta noche debió escaparse en el baúl de un auto: “Me quería matar...", recordó tiempo después sobre quien era por entonces el novio de la diva: Carlos Monzón. Lo ocurrido, un mito durante años, se cuenta al día de hoy entre risas y con picardía, pese a que el ex campeón mundial fue condenado por el asesinato de Alicia Muñiz, un femicidio -ocurrido en la misma ciudad del romance clandestino entre Castaña y Giménez- que sentó un precedente.
No es solo rock and roll
A fines de los 90 Bersuit Vergarabat alcanzó la popularidad luego de una larga época en el under gracias a “Sr. Cobranza”, una canción de protesta con autoría del grupo Las Manos de Filippi que describía la crisis social que arrojaría la década menemista. Años más tarde el disco doble La argentinidad al palo ya exhibía en lo más alto a la banda liderada por Gustavo Cordera, consolidada en el éxito. Y el track que daba nombre al disco pretendía describir las miserias, las virtudes y la idiosincrasia del país. Cantaba su frontman: “Locatti, Barreda, Monzón, y Cordera también, matan por amor”.
El Pelado -como sus fans conocen al músico- no solo se ubicaba en el mismo escalón de femicidas como el actor Alberto Locatti, el odontólogo Ricardo Barreda -reivindicado por muchos: sí, la argentinidad al palo...- y el mismo Monzón, sino que también los cobijaba con un manto de piedad: los tres -condenados por la Justicia- vendrían a ser incomprendidos héroes amorosos.
En la actualidad, Cordera se esfuerza por dejar en el olvido el escarnio público que debe enfrentar por sus dichos sobre la violación. Usa como argumento a su favor que, a diferencia de las letras de una canción, aquellas palabras fueron producto de la improvisación en una conferencia con alumnos de periodismo. Con el eco de ese razonamiento, no puede decirse lo mismo de “El sátiro de la mala leche”.
El tema es uno de los primeros que compuso La Renga, contemporánea de la Bersuit: algunos de sus seguidores conservan como un tesoro el disco pirata “Esquivando charcos” donde figura esa canción, que fue incluida en el álbum A donde me lleva la vida. “El sátiro...” describe un intento de violación.
“Antes de la madrugada se paró en una esquina, a esperar que apareciera una linda palomita, cuando de repente vio a una morocha cautivante, que se acercaba a las garras del inesperado amante / La arrinconó contra la pared, le levantó la minifalda, le rompió la medibacha y empezó a manosearla; él no había tenido antes tal terrible sentimiento / Pero los gritos de la guanaca se escucharon hasta el cielo, el se puso tan nervioso que no encontraba el agujero, cuando se quiso acordar se vio rodeado de patrulleros”.
La historia tiene su final con el joven de 28 años -el mismo que “nunca, nunca la ponía”- tras las rejas, y recibiendo “la bienvenida (de) los muchachos de Tedebo”. Solo falta un conductor televisivo preguntándole a la víctima qué llevaba puesto.
El folclore aporta lo suyo con los jujeños Los Tekis, quienes en “Soltame Carnaval” (2009) desechan cualquier metáfora: “Acaso porque soy pobre tú no me vas a querer (…), y también vas a sufrir, y también vas a llorar / Algún día pagarás, todo lo que le has hecho a mi pobre corazón / Qué le voy a hacer a esa mujer, qué le voy a hacer, la voy a matar, la voy a matar (…)”. El final es a pura arenga: “Soy soltero y hago lo que quiero”.
La canción ya no es la misma
“Mucha gente dirá que es solo un tema -reflexionó el líder de Café Tacvba en su pedido de disculpas-, pero las canciones son la cultura, y esa cultura (el sometimiento del cual habla “Ingrata”) es la que hace que ciertas personas se sientan con el poder de agredir, de hacer daño, de lo que sea”.
Las mismas manos que ahora escriben estas líneas también han aplaudido varias de estos temas en más de un recital. Avergonzadas, ahora sus dedos se enredan: procuran acercar sus disculpas, hacer un mea culpa, encontrar argumentos en el desconocimiento, intentar una explicación en la juventud... Todo eso junto. Pero ya es tarde para muchas cosas.
Sin embargo, todavía estamos a tiempo de hacer otras tantas. Empezando por casa. Por lo pronto, estas manos ya no celebran ciertas canciones. Prefieren, en cambio, aplaudir luchas tan justas como indispensables. Aunque quién sabe por cuánto tiempo más se escucharán los bises de aquellas composiciones. Y resonará el horror de nuevos femicidios.
Hace falta mucho más que nuevas canciones.
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