Hay vidas que pasan desapercibidas, hay vidas tristes, vidas espectaculares y hay vidas que merecen ser contadas. Sin duda la de la gran Susan Sarandon entra en esta última categoría. Intensa, brillante, pasional, libre, la Sarandon es modelo para toda una generación de mujeres que la admiran y la aman –esta cronista incluida-. Ella es capaz de interpretar papeles memorables de esos que trascienden la pantalla y forman parte de la cultura como la amiga incondicional en Thelma y Louise, la monja que acompaña a un convicto en su camino de redención en Pena de muerte, la joven que se enamora de una vampira en El anisa, la que enloquece a los hombres solo restregándose un limón sobre su pecho en Atlantic City o la manipuladora empresaria en Ray Donovan.
Pero también es la mujer que reivindica el derecho a ser sexy sin límite de edad y, con siete décadas, luce unos escotazos que dejan mudo no por ridículos sino por lo sensuales. Es la actriz que ignoró al director John Cassavetes cuando le aconsejó que dejara de tener hijos “para seguir siendo deseable”, es la que no duda en concienciar a la sociedad acerca de todo aquello que es injusto como la homofobia, la brutalidad policial, los derechos humanos, el medio ambiente, la guerra de Irak, el cáncer de mama, la pobreza infantil, la especulación inmobiliaria, la pena de muerte y el maltrato animal. Sus posturas la llevaron a ser considerada “la actriz más roja de Hollywood”. Cuando se la escucha hablar, cuando se la ve actuar da la sensación de que más que una celebridad es un maravilloso ser humano, uno de esos que siempre andan buscando la forma de mejorar un mundo que en general no suele ser justo para casi nadie.
Sarandon nació como Susan Abigail Tomalin hace 73 años en la ciudad de Nueva York. Fue la primera de los nueve hijos que tuvo el matrimonio formado por el cantante y ejecutivo de publicidad Philip Lesley y su esposa Lenora Criscione. Su familia era muy católica y tradicional, pero desde adolescente ella mostró su personalidad. Solía escaparse de la escuela de monjas para participar de las marchas en contra de la guerra de Vietnam y a favor de los derechos civiles lo que provocaba el escándalo de las religiosas y de sus padres, convencidos militantes republicanos.
Al terminar el secundario se anotó en la Universidad Católica. No tanto por tener clara su vocación sino porque fue la primera que la aceptó y la que le permitía irse de su casa. La universidad era cara y para poder pagarla trabajó como moza, peluquera y limpió departamentos. Fue en la universidad que conoció y se enamoró de Chris Sarandon, se casaron en 1968 y decidieron vivir en la Gran Manzana porque anhelaban triunfar en Broadway. Al tiempo, Chris se presentó a una prueba para la película Joe, ciudadano americano y su esposa lo acompañó. pero el destino decidió cruzar caminos y ella fue la convocada.
Su primer gran papel apareció en 1974, de la mano de Billy Wilder en Primera Plana, era apenas una novata pero se destacó junto a actores consagrados como Jack Lemmon y Walter Matthau. Al año siguiente apareció otra gran oportunidad con el film de culto The Rocky Horror Picture Show, un musical irónico que mezclaba sin prejuicios rock and roll, ciencia ficción, terror y mucha diversión. Al finalizar la década del 70, se divorció de Chris. De su matrimonio conservó dos cosas: un muy buen recuerdo y el apellido de su ex: Sarandon.
El primer año de la década del 80 le traería su primera nominación al Oscar por su papel de Sally en la película Atlantic city. En 1983 filmó El ansia junto a David Bowie y Catherine Deneuve. Allí protagonizó una escena lésbica con la actriz francesa que causó tanto revuelo que tanto ella como su madre recibieron cartas amenazantes por “atentar contra la moral”. Años después recordaría pícara que para rodar la toma le sugirieron beber unas copas, pero se negó porque “no hace falta estar borracha para querer acostarse con la Deneuve".
Susan mantuvo romances con Sean Penn, David Bowie y Christopher Walken. Un médico le había advertido que por su endometriosis solo podría tener hijos si se operaba así que no usaba métodos anticonceptivos. Mientras vivía una relación fortuita con el director Franco Amurri quedó embarazada a los 37 años. “Fue ganarse la lotería” dijo y decidió seguir adelante con el embarazo aunque muchos le aseguraron que sería el final de su carrera. Así llegó al mundo Eva.
En 1988 la convocaron para protagonizar La bella y el campeón. En esa película conoció y se enamoró de Tim Robbins. El actor era 12 años más joven pero a ninguno le importó. Tuvieron dos hijos, Jack y Miles y vivieron juntos 21 años. Si le preguntaban por qué no se casaba respondía que le gustaba “la idea de elegirse constantemente, mantenerse a su lado, sin necesidad de un contrato” por eso cuando se separaron fue un cimbronazo. “La gente se me acerca y me dice ‘lloré cuando me enteré de tu separación de Tim Robbins‘ y los entiendo. Yo también creí que duraría para siempre”.
Con Robbins como director, Susan consiguió su primer Oscar por su protagónico en Pena de muerte. Era su quinta nominación luego de Atlantic city, Thelma y Louise, El aceite de la vida y El cliente. La actriz subió al escenario a recibir su premio, todo un logro ya que había estado prohibida. Es que en la gala del 93, en plena ceremonia se animó a pedir el cierre de un campamento para enfermos de sida en Guantánamo. Sus palabras duraron apenas 23 segundos pero la Academia se ofendió porque una cosa es lucir una cintita para las fotos y otra animarse a denunciar injusticias en vez de agradecer premios con una sonrisa. Un poco de incorrección política está bien pero tanta no. Quizá por eso, Susan guarda la ansiada estatuilla en un lugar de privilegio… en el baño de su casa.
Aunque la Academia se ofendió, los que la conocían sabían que lo raro hubiera sido que no aprovechara la ocasión para denunciar. Es que desde su adolescencia fue una mujer comprometida con la sociedad. Con solo escribir en un buscador de datos “Susan solidaria” aparecerán decenas de causas donde la actriz se involucró con cuerpo y alma -literalmente- y no solo con su foto.
Solo en la última década realizó un viaje solidario a Nepal para lanzar una campaña para construir viviendas, fue a Grecia a ayudar a rescatar a refugiados e inmigrantes, es embajadora de UNICEF y miembro de la organización solidaria Heifer Internacional, una organización que dona animales de granja a familias que los necesitan para poder subsistir.
En 1984 viajó a Nicaragua para entregar leche y comida para bebés, pero como ese país estaba entre los “enemigos de los Estados Unidos” la actriz fue investigada por la CIA. En 2010, luego del terremoto que asoló Haití visitó el empobrecido país para ayudar a su reconstrucción. También estuvo en Tanzania para inaugurar un centro de asistencia para chicos con SIDA. El año pasado fue detenida mientras participaba en la Marcha de las Mujeres en Washington. No era su primera vez, en 1999 también fue detenida en Nueva York cuando participaba en una sentada pacífica para protestar contra la violencia policial contra la comunidad afroamericana.
La Argentina también fue parte del compromiso de la actriz, mientras se discutía el proyecto de interrupción legal del embarazo sentó su postura. ”La criminalización del aborto no evita que las mujeres tengan un aborto, las empuja a ir a lugares inseguros y clandestinos. Senadores, el mundo los está mirando: ¡Denle a las mujeres el derecho de elegir!", escribió acompañado de los hashtags #AbortoLegalYa y #SenadoresQueSeaLey.
Pero además de luchar por lo que cree, le queda tiempo para otras actividades. Aficionada al ping pong fundó y coordina SPIN una cadena de locales donde se puede participar de torneos y fundamentalmente pasar un rato con amigos.
Como en sus inicios sigue vital, sensual y aguerrida. A los 70 posó hermosa y sugerente para una campaña de Mar Jacobs y a los 69 caminó por la alfombra roja de Cannes con un escotazo que dejaba a la vista su anatomía pero sobre todo su libertad. En esa alfombra, sin declaraciones grandilocuentes y solo con su actitud Sarandon daba una lección: no hay edad límite para que una mujer se plante vestida como desea y porque lo desea.
Pero si es libre para vestir, mucho más lo es para vivir y amar. A los 60 estuvo en pareja durante cinco años con un joven de 30. Hace poco declaró que está “totalmente disponible” e incluso abierta a tener una relación con una mujer porque su orientación sexual “está curiosa para quien quiera intentarlo”. Cuando le preguntaron qué quería hacer cuando se retirara no contestó con el típico “cuidar a mis nietos”. Nada de eso ella dijo que quiere dirigir películas porno porque “La mayor parte de la pornografía es brutal y no es agradable desde el punto de vista femenino. Así que cuando ya no quiera actuar, eso es lo que deseo hacer".
Desprejuiciada admitió que, aunque no le gusta mucho beber ni las drogas químicas, sí probó hongos y “fue genial”. Incluso reconoció su afición a la marihuana y defiende su legalización. “Nunca he trabajado fumada, y nunca he rodado fumada. Pero he leído guiones en ese estado y me ha dado una perspectiva diferente”, dijo.
A 28 años de su estreno, si se cierran los ojos todavía se la puede ver volando a 100 kilómetros por hora agarrada a la mano de su amiga sobre el Cañón del Colorado en la mítica escena de Thelma y Louise. En esa película dos mujeres despreciadas, ignoradas y humilladas se animan a darle a unos cuantos su merecido. Thelma y Louise eran dos amigas incondicionales que preferían saltar al vacío antes que bancarse un mundo con reglas complicadas. Tomada de la mano de Louise, la tímida Thelma se volvía invencible. Tengo la sospecha que de la mano de la Sarandon cualquiera sentiría lo mismo.
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