Jorge Schubert (53) fue uno de los actores jóvenes que más se había consolidado en los 90 y con sus actuaciones en diferentes ficciones televisivas y en el cine se ganó un lugar como galán. Trabajó en Zona de riesgo, Mujercitas, Ricos y famosos, entre otros. En cine se destacó por su papel de Carlos Pieroti en Perdido por perdido. Luego fue a probar suerte con la profesión a Venezuela, donde se destacó con su coprotagónico con María Conchita Alonso en Alejandra. En ese país conoció la madre de sus cuatro hijos y actual pareja, una periodista que trabajaba en Radio Caracas.
En diálogo con Teleshow, el escritor habló de su decisión de alejarse de los medios, que dicen sus ex compañeros y colegas de su elección y analiza la situación de los argentinos desde el lado espiritual.
— ¿Cómo es tu vida hoy?
— Muy linda… Me he empezado a meter conmigo desde hace un buen tiempo, y eso vuelve a todo entretenido. Estoy dando charlas relacionadas a todo lo que escribo, como El sentido de las cosas que nos pasan, Sobre el vivir y el morir, Tu vida tú película. Avizorando costa en mi cuarto libro, que me viene modificando absolutamente. Conciencia es ver, y ver es entrar en el camino de la contradicción, ya que ver, es verse. Así que por ahí ando; esculpiéndome.
— ¿Por qué te alejaste del ambiente artístico?
— Yo siempre soy el último en enterarme de todo. Uno está donde se proyecta. Así que me llevó un buen tiempo enterarme de que el escritor era el que estaba proyectado en mi pantalla, y no el actor. Y más tiempo me llevó comprender que ambos soy yo, y que se nutren entre sí. De hecho, estoy muy curioso por ver en qué se he convertido mi actor en todo este proceso.
— ¿Extrañás el mundo de la actuación?
— Estoy muy pleno en el presente que vivo como para extrañar, pero no dudo de que cuando mi presente sea la actuación, voy a estar plenamente presente en esa experiencia.
— ¿Cómo surge el Jorge Schubert escritor?
De la urgencia. De la desesperación. Había nacido mi hija, y yo no podía entender ese pacto de eternidad entre dos mortales. Jamás había sentido tanto amor. Cuando mi hija nació, yo supe lo que es amar. Y ese universo me cambió. El amor dispara en su misma proporción los miedos, y mi hija estaba que se moría a cada rato. Yo no dormía. O dormía sentado. Si la escuchaba respirar, pensaba que se moría. Y si no la escuchaba, pensaba que se había muerto. Todo tipo de revelaciones experimenté en ese proceso. Ya nunca más fui el mismo. Un día entendí que yo la estaba enfermando, para entender yo. Y la solté. La miré al alma, y le dije: ‘si quieres morirte es tu decisión. Yo no te enfermo más. Gracias’. Tenía dos años y nunca más se enfermó. De aquí surge el escritor.
— ¿Te quedaron relaciones del ambiente artístico?... ¿Qué dicen tus colegas del ambiente cuando te los cruzas?
— Me quedaron vínculos muy profundos. Algunos, rozando la amistad. Y cuando nos cruzamos, es hermoso. No tengo registro de lo que piensan o dicen, sí de lo que recibo, y de lo que doy que es muy lindo porque es verdadero.
— ¿Cómo viene el futuro?
— Alguna vez, preguntando a distintas personas sobre qué le daba sentido a su vida, me lo pregunté a mí. Cuando recuerdo algo que había olvidado, como, por ejemplo, que afuera no hay ningún culpable de lo que vivimos, me pregunto: ‘¿cómo pude haber vivido hasta acá, sin haber sabido esto?’. Entonces descubrí que lo que le da sentido a mi vida, es esa curiosidad por saber qué es eso que voy a recordar más adelante, y que voy a decir ‘¿cómo pude haber vivido hasta acá, sin haber sabido esto?’ Dado que mi sentido está basado en el aprendizaje, o, más exactamente; en el recuerdo, todos los futuros se vuelven perfectos. No en el sentido de fáciles, necesariamente, sino de perfectos para mi evolución. Tal como todos los presentes. Y, en este sentido, el futuro se me presenta muy lindo.
— ¿Cómo ves a nuestro país en la parte social y económica?
— Hay una maldición china, que dice ‘Ojalá te toque vivir en un gran momento histórico’. Y aquí estamos, en un gran momento histórico. Vivimos una grieta, donde ambas partes miran convencidos hacia un futuro que no los ve juntos. Una proyección del presente. El corazón de la Argentina está partido, y todos nos sentimos un poco como Tupac Amaru. Lo importante, es que la Argentina somos cada uno de nosotros, y nosotros somos esa grieta que proyectamos. Es una prueba interna en la que estamos. Si logramos bajar al corazón, y reconocernos más allá de la camiseta, como cuando juega la Selección y el de Boca y River se abrazan con la misma camiseta, tenemos un futuro con sede en el paraíso.
Mi sugerencia es que cada quien se escuche profundamente, y vote como si su voto fuera el que define el destino de su país, pudiendo morir en paz al minuto siguiente, sabiendo que tomó la mejor decisión para el hogar en el que seguirán viviendo sus hijos y nietos. La patria es nuestro hogar. Amarla y honrarla es amarnos y honrarnos.
— ¿Tenemos solución?
— Lo entendamos o no, estamos creando nuestra vida, a cada instante, a partir de lo que vibramos. Si vibramos en la frecuencia del amor, tendremos una solución amorosa. Si descendemos al miedo, entonces tendremos una solución poco amable. Yo confío en el espíritu de esta tierra. En sus sueños. La Argentina nació con alas. El “problema”, dado que usaste la palabra “solución”, es que estamos en la cabeza. En la ideología, y no en el ideal. Tenemos que volver al corazón. En la cabeza somos adolescentes, aún. Pensamos mal. Creemos que tener razón es importante. Y tener razón no es para nada importante. Lo importante es ser buenos. Y los argentinos somos buenos. Confío en nosotros. En esa foto donde estamos todos. Por cierto, mi cuarto libro se llama La Foto Final.
SEGUÍ LEYENDO