Pablo Echarri en exclusiva adelanta su nueva serie
A días del estreno de Atrapa a un ladrón, Pablo Echarri presenta a Juan Robles, el personaje inspirado en la película de Alfred Hitchcock que se dedicó a robar obras de arte durante su juventud. “Su familia lo inició en el camino de crímenes menores como ser carterista y demás. Cuando creció, en vez de estudiar para conseguir un oficio más decente, empezó a perfeccionarse, amó el arte y fue a conocer cada vez más para utilizar eso para robar”, cuenta el actor.
Pero una promesa antes de morir a su mujer, con quien tiene una hija, hace que se retire del negocio y se instale en España para empezar una nueva vida. Ahí, en la puerta de un museo, conoce a Lola Garay, y se enamoran perdidamente. Él, un ladrón retirado; ella, una policía que no conoce su pasado.
Ese pasado que los enfrenta será rápidamente el desencadenante que se instalará en esta pareja, cuando Juan, por razones de fuerza mayor, queda embarcado en un nuevo atraco. Suspenso, amor y comedia van de la mano en esta coproducción entre Viacom International Studios y Cablevisión para TELEFE y Flow, que llega a la pantalla el 2 de octubre.
—Armando este personaje, ¿tuviste la fantasía de que en algún momento hubieras podido ser un ladrón?
—(Risas) Yo nací en un barrio bajo. En otra época, donde salir a la calle suscitaba otro peligro completamente diferente, menor, definitivamente menor. Pero si bien vivía en un barrio humilde, siempre estaba muy cerca de zonas un poco más complejas, más calientes. He tenido amigos y gente cercana, he tenido, como mucho nativo de barrio bajo, cierta fascinación por el costado que corría por fuera de la ley. También el temor y la certeza de que nunca podía llegar a transitarlo. Gracias a Dios tenía otra estructura emocional y no carecía de esa estructura que me impedía poder poner en peligro mi vida o la alegría de mi familia por querer conseguir algo material. Pero la fascinación por el hampa, por decirlo de alguna forma, viene también de la fascinación que tengo como actor, como lector o como espectador.
—¿Qué creés que te mantuvo en esa distancia de entender? Hay una fascinación, hay un interés, pero no cruzo esta línea.
—El amor de mi familia.
—La familia.
—La familia, claro. La construcción. El amor reinante en una familia desde el día cero, más allá de los conflictos y las dificultades y las imposibilidades de poder expresar ese amor. Pero es la familia.
—Si te doy 24 horas de absoluta impunidad, no hay consecuencias mañana de tus actos, ¿robarías algo?
—(Risas) Robar... Antes haría mil cosas.
—Te regalo 24 horas de impunidad.
—No, borraría la moral. Siempre pensé que obtener algo que no te corresponde de forma natural, y por destino y por ganancia propia, es pan de un ratito y mucho hambre para mañana. Trae consecuencias verdaderamente karmáticas, verdaderamente graves, cuando uno toma hasta lo más mínimo que no le corresponde. Yo soy un cultor de la no ventaja, de no creer que la ventaja es una virtud para obtener más y para quedar en una mejor posición. Siempre tuve la certeza de que cuando tomaba lo que no era mío me iba a venir un palazo por la cabeza.
“Hemos construido una relación muy profunda”, dice Pablo Echarri sobre Nancy, enamorado
—Juan Robles deja algo que a él le gustaba hacer, no padecía esa situación, por su hija. A vos, en la vida, ¿te tocó resignar cosas por la paternidad?
—No. No en el sentido que mi actividad siempre me dio la posibilidad de seguir llevando adelante… Felizmente no tengo la realidad de Juan Robles. Lo que uno deja cuando vienen los hijos tiene que ver con donar la importancia de sí mismo. Uno vive enganchado de su propio ombligo cuando es joven y previo a la llegada de los hijos, y cuando los hijos vienen, uno no puede continuar teniendo esa importancia o creyendo que es el primero en la lista de prioridades. Sí, lo que resigné fue mi importancia.
—La prioridad es otra.
—Tenés que colocarte mentalmente detrás de tus hijos. Darte cuenta de que durante todo el trayecto hasta la llegada de ellos hubo mucho tiempo de no tener ningún tipo de obstáculo para que el ombliguismo y hasta el egoísmo se manifiesten a extremos insospechados. Ahora, cuando vienen los hijos, uno no puede seguir encerrado, tristemente. Yo, felizmente, tuve la posibilidad de que mis hijos me vayan enseñando eso de ir entendiendo también que esa importancia ya le había dado lugar a lo que era verdaderamente importante que tenía que ver no solamente con los hijos sino con la familia. Con la construcción de ese núcleo vital para poder, inclusive, seguir desarrollándome en mis cuestiones personales.
—Estuve con Nancy hace poquito, tuvimos la oportunidad de charlar por El retiro, y habló muy bien de vos, dijo cosas muy lindas después de tantos años de pareja. Dice que sigue totalmente enamorada, que han tenido momentos de refundar la pareja, pero que está perdidamente enamorada. Y que la seguís calentando como siempre. Así que es tu turno de devolverle la gentileza a tu mujer.
—Hemos construido algo maravilloso con ella, que no es solamente la familia, si bien es el exponente más importante y el más valioso. Hemos construido una relación muy profunda, que básicamente está basada en ese deseo mutuo. Esa variable que es el deseo, que cuando vos escuchás a distintos exponentes, tanto masculinos como femeninos, hablan, escucho mucho que la pasión es lo primero que se va, o es una variable que se va pronto. Nosotros no creemos que eso sea así. Nosotros no hubiéramos podido construir esta relación si no hubiésemos mantenido, fogueado, trabajado, peleado, con éxitos y con fracasos, el tema de la pasión, del deseo por el otro. Se construye desde ahí. Eso es lo que hizo que nuestra relación sea de confianza. De saber que el deseo es mutuo, y que no puede interferirse. Entonces eso te ayuda mucho para construir, no solamente una relación amorosa y una buena familia; en mi caso, me da mucha seguridad para encarar el día a día saber que tengo un amor como el que tengo con ella. Y que tengo la pasión que tengo, digamos.
—O sea, mientras acá alguno estaba criticando las fotos en Mallorca, vos estabas alimentando la pasión en una playa.
—(Risas) Con todo lo que se puede alimentar con tres pibes que vinieron con nosotros. Eso fue bastante particular, porque lo que se ve acá o lo que se pudo apreciar, el impacto que pudieron tener en las redes, nosotros, ya a esta altura, con tanta experiencia que tenemos, impacta de una forma diferente. Hasta casi nos causa cierto morbo esa discusión estéril de si alguien que ha ganado su dinero honestamente y que es libre, vive en un país libre…
—Les tocó a ustedes en ese momento, y un mes después también a Diego Brancatelli.
—Claro. Pero vos fíjate que siempre pasa con los defensores de un modelo popular, no pasa con todos.
—Lo que planteaba Nancy en ese sentido es que hay un cierto sector de la sociedad al que pareciera que le molesta que otro sector acceda a lo mismo que ellos.
—¿Será verdad que alguna vez lo podamos ver y entendamos un montón de movimientos en los que hemos vivido, que están basados en eso, nada más? En que el otro, que seguramente está por debajo de vos en la escala social, no acceda a un restaurante donde vos vas, a una playa donde vas, a poder acceder a un bien, a un aparato que te da el frío de la misma forma que a vos...
—Ustedes han pagado un costo por manifestarse públicamente, pero siguieron siendo coherentes con lo que piensan en todo este tiempo.
—Toda esa expresión deja mucho peor parado a quien la dice que a quien la recibe. Básicamente de lo que habla eso es de odio de clase. Lo llamativo es que no es que tal vez cierto estrato de clase más alto que nosotros odia eso; pasa con nuestros mismos exponentes, con ciudadanos que son de nuestra misma clase o que vinieron también de barrios pequeños. El espíritu conservador y el espíritu de no querer que el pobre acceda a ciertos estratos más elevados no es patrimonio solamente de las clases más altas. El gran triunfo de la derecha o del conservadurismo es hacerle creer al que viene de una clase baja o de una clase media, sobre todo una clase media, que está mucho más cerca de esas clases aristocráticas que de ese pobre que no tiene para comer, y es absolutamente al revés. Nosotros lo vemos de forma completamente diferente y no nos impacta.
—Si gana la dupla Fernández-Fernández, en diciembre, ¿te voy a ver con Nancy, acompañando?
—No sé si físicamente en ese día particular. Ojalá, ojalá tengamos posibilidades de hacerlo. Ya lo hemos hecho y hemos sido protagonistas, partícipes o espectadores privilegiados de momentos muy buenos para nosotros, porque era un momento donde se instauraba un modelo del que nosotros confiamos, que si bien ha cometido errores y no ha logrado todos sus objetivos, tiene un ADN y es una estructura que es la adecuada como para poder avanzar en ese país que lo que busca inmediatamente, lo primero que busca, es tratar de llegar a la igualdad o lo más parecido a la igualdad, achicar la brecha social. Eso va a ser así. Así que si nos invitan, ahí estaremos.
—Este año ya con Morena, tu hija, también.
—Seguro. Es más, creo que ella nos va a impulsar a… Nosotros podemos decir: “Bueno, vamos, no, no vamos”, y Morena es la que nos va a decir: “Aceptá la invitación”.
—También se viene el estreno de Muralla.
—Se viene Muralla, sí. Es una película boliviana que fue fruto de una grabación de la primera serie que se hace en Bolivia que toca la temática de trata de personas. Una historia durísima, cruel, contada con un realismo impactante. Me gustan estos momentos, Atrapar un ladrón es un entretenimiento, puro y duro, está situado en ese género que lo que busca es entretenerte, hacerte pasar un buen momento. Pero la ficción, además de hacerte pasar momento difícil, duro, intenso, logra visibilizar una temática que la tenemos, que nosotros hemos vivido, el exponente más claro es Marita Verón que fue emblemático, pero pasa alrededor nuestro todo el tiempo. Y el hecho de no estar involucrados en esas temáticas y no tomarlo como una prioridad necesaria para intentar paliar el conflicto Muralla viene no solamente a hacerte pasar una hora y media intensa sino también a que entiendas bien de qué va la cosa.
—¿Cómo termina el año?
—Bueno, va terminando bien. El estreno de la serie es un punto muy alto en el año para mí. Poder concretarlo y llegar a esta instancia tan importante que es que la gente lo tome en sus manos y decida cuánto disfrutarlo o no, es casi como el paso final nuestro, después ya está. Me queda Muralla para estrenar muy prontito. Después hay una película de Martin Desalvo que filmamos en Misiones con Alberto Ammann, un actor argentino de súper éxito en España. Un thriller importante, lindo, divino. Después, yo trabajo mucho en cuestiones adyacentes a lo que es la actividad actoral concreta. Mi trabajo en SAGAI me ocupa mucho tiempo.
—¿Y cuántos dolores de cabeza?
—Muchos, también. Ahora son momentos donde esos dolores de cabeza han aflojado un poco. Son momentos más de disfrutar los beneficios en el sentido de las grandes cosas que hemos logrado. Pero sí, es un lugar que a veces es objeto de distintas disputas de intereses. Pero eso también, después de 13 años de estar ahí adentro, lo entendemos. Y después, a través de SAGAI, la multisectorial audiovisual. Es un instrumento que lo que busca es concientizar cuáles son las carencias del sector para intentar utilizar la herramienta de la política para ir impulsando los marcos legislativos en la Argentina para poder poner al país en el pelotón de países que producen este tipo de productos que estoy presentando hoy. Atrapar a un ladrón es uno de los primeros productos que se realizan en Argentina de este estándar de producción. La industria audiovisual en el mundo explota. Tiene una demanda superlativa. Es la industria que más ha crecido en los últimos tiempos. Nosotros en Argentina no lo estamos pudiendo vivir porque no tenemos ese esquema armado para poder ir detrás de eso. Pero lo mejor está por venir.
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